Tanto
el funcionamiento de los ecosistemas oceánicos
como su interrelación con la biosfera —medio
atmosférico y medio continental—, obedecen
a una serie de variables tan complejas que los hacen muy
difíciles de clasificar. Es prácticamente
imposible precisar los límites entre los diferentes
biomas que se encuentran en el mar, debido a que sus componentes
dinámicos presentan muy diversas condiciones abióticas,
orgánicas y ecosistémicas; los organismos
que se desplazan en el océano disfrutan de áreas
extremadamente amplias, que no están delimitadas
como en tierra por los accidentes geográficos.
La aproximación a los ecosistemas del océano
se debe hacer teniendo en cuenta dimensiones muy diferentes
de las que se presentan en los continentes, debido a que
los biomas oceánicos no sólo son tridimensionales
—alto, largo y profundo—, sino multidimensionales,
porque en ellos entran en juego factores y procesos que
hacen que el tratamiento del espacio y de los límites
de los ecosistemas, estén permanentemente superpuestos
y en continuo movimiento.
Una forma sencilla para comprender los diferentes biomas
oceánicos, consiste en hacer un corte hipotético
de una gran cuenca oceánica, en cuyos extremos
estén las dos zonas litorales continentales y en
el medio, la zona abisal o batial.
LA PLATAFORMA CONTINENTAL
El área de aguas poco profundas que cubren la plataforma continental se llama zona nerítica y se subdivide
en: región de plenamar —zona que está
por encima de la línea de marea alta—, región
intermedia entre las líneas de marea alta y baja,
conocida como litoral y región de bajamar —zona
permanentemente sumergida—.
En el litoral —zona intermarial o de marismas—,
se encuentran diferentes tipos de biomas, como los estuarios,
que incluyen los ecosistemas donde el agua de mar interactúa
con otros biomas terrestres y se mezcla con el agua proveniente
del drenaje terrestre; se conforman así los cuerpos
de aguas costeras, donde están las zonas mangláricas,
los deltas, las lagunas costeras y otros ecosistemas menores
complementarios, como las riberas de roca, los acantilados,
las playas arenosas, los esteros, las marismas salinas
y las llanuras de fango.
Las playas se caracterizan por la acumulación de
sedimentos no consolidados y los acantilados, por el resalte
o cantil, con fuertes pendientes y alturas variables,
donde se estrellan las olas. En estas áreas son
frecuentes las algas cloroficias y rodoficias, así
como un gran conjunto de líquenes y algunas plantas
vasculares de origen terrestre; en este bioma también
abundan crustáceos, moluscos, bivalvos y antosoarios.
A partir de la línea de marea baja está
la llanura o plataforma continental, permanentemente sumergida,
que se prolonga, como región nerítica, hasta
los 200 m de profundidad. En esta franja se encuentran
las praderas de Thalassia, los arrecifes coralinos
y el resto de la plataforma continental; estos son los
biomas más importantes para la vida marina por
su alto nivel de productividad.
Las praderas marinas son comunidades costeras tropicales
de plantas acuáticas fanerógamas de la clase
Alismatidae, comúnmente llamadas pastos marinos.
Son características de ambientes tranquilos, con
aguas cálidas, claras, libres de aportes de agua
dulce y con temperaturas que fluctúan entre 25
y 31 °C. Los lechos de fanerógamas marinas,
particularmente los de los géneros Thalassia,
Syringodium y Halophyla, se encuentran en
sustratos arenosos, hasta los 10 m de profundidad y en
algunos casos muy especiales hasta los 20 m; generalmente
están asociados con algunas macroalgas, como las
especie Halimeda sp, Penicilus sp. y
Udotea sp. En este bioma hay predominio de especies
faunísticas de equinodermos, moluscos y peces,
cuyo arial de distribución es particular y restringido.
Los arrecifes coralinos son los ecosistemas más
complejos y frágiles que existen en el océano;
están restringidos a la zona tropical del planeta
y son muy sensibles a las condiciones de salinidad, temperatura,
radiación solar y claridad del agua. En este bioma,
las comunidades de corales hermatípicos tienen
una disposición a la vida colectiva y forman verdaderas
colonias; sus pólipos —animal del coral—
producen una secreción basada en carbonato de calcio,
que origina una estructura en forma de roca, sobre la
cual crece la colonia; en ella predominan los corales
blandos y duros. Los arrecifes se encuentran en los diferentes
océanos tropicales del mundo y en ellos habita
una infinita variedad de especies de fauna y flora, que
varía de acuerdo con el lugar donde se localizan;
en su conjunto, son responsables de la productividad de
aproximadamente el 70% de las especies de peces del océano,
puesto que muchas de ellas realizan su fase de reproducción
o de crecimiento larvario en estos sitios.
Los corales arrecifales regulan la salinidad del mar,
debido a que construyen sus colonias en los trópicos,
donde hay mayor radiación solar, lo que conlleva
a una mayor evaporación y por lo tanto al aumento
de la salinidad en esas áreas. Si se incrementan
los niveles de sal en el mar, los sensibles pólipos
del coral lo detectan y lo aprovechan, extrayendo el carbonato
de las sales y minerales disueltos en el agua oceánica,
con lo que aumenta la posibilidad de crecimiento de las
estructuras coralinas. En el caso contrario, si la salinidad
disminuye, también lo hace el crecimiento del sistema
coralino; desaparecen algunos atolones y se disuelven
grandes volúmenes de sal. En tal sentido se considera
la función reguladora y catalizadora del ecosistema
coralino como la de un verdadero riñón del
mar que permite mantener los niveles de sodio, carbono
y calcio del océano.
LA REGIÓN DE ALTAMAR
En la región oceánica conocida con el nombre
de altamar, —más allá del borde de
la plataforma
continental—, se encuentra una amplia estratigrafía
acuática que llega hasta los fondos abisales.
La zona fótica, donde las aguas reciben la luz
solar, abarca desde el nivel del mar hasta los 200 m;
es allí donde se realizan los procesos de fotosíntesis
del plancton en forma regular; la luz solar puede penetrar
aún a mayores profundidades en aguas diáfanas,
lo que es frecuente en la región intermedia entre
continentes, ya que no existen agentes de contaminación
sedimentaria tan fuertes como en las zonas délticas
de las plataformas continentales.
La luz azul penetra en el agua más que la violeta
o la roja, y retorna a la superficie una mayor cantidad
sin ser absorbida, de ahí el color que suelen presentar
los océanos. En las zonas donde hay concentración
de fitoplancton muestra una tendencia a la coloración
verde y pardoamarillento en cercanías de los continentes
debido a la arena, al fango o a la contaminación.
Por debajo de la zona fótica está la zona
batial, que comprende las grandes masas de agua, desde
los taludes hasta las zonas abisales,
donde los diversos biomas
se agrupan en un gran conjunto biótico, a pesar
de las fuertes variaciones del relieve del fondo, donde
puede haber gigantescas cordilleras, dorsales,
guyots, o pitones. Esta región está habitada
por organismos bentónicos que se caracterizan por
arrastrarse o deslizarse y adherirse, si son especies
sésiles; también se encuentran las especies
pelágicas o nadadores activos y, finalmente, organismos
nectónicos que son los que flotan con las corrientes.
A la región batial o abisal no le llega la luz
solar y por lo tanto hay una ausencia significativa de
plantas. Las aguas son frías e inmóviles
y los organismos que allí habitan tienen que adaptarse
a una presión enorme; los animales que viven en
estas profundidades se alimentan unos de otros y de los
cuerpos de animales y plantas que una vez muertos en la
superficie se precipitan con el material nutricio.
LA DIMENSIÓN DE UN ECOSISTEMA MÓVIL
Para conocer con mayor precisión las causas y los
efectos producidos por las erupciones volcánicas
en el interior del océano, los científicos
del sumergible Wecoma escogieron para su estudio el volcán
Axial localizado en el Pacífico Noreste. Lo sorprendente,
además de encontrar evidencia de las fumarolas
que ya habían sido observadas cerca de las islas
Galápagos, fue el hallazgo de un géiser
que a medida que era vertido por el Axial iba formando
dentro del océano una gran bolsa de agua, cuyas
condiciones químicas y físicas diferentes
de las de su entorno, la convertían en un ecosistema
único y atractivo para múltiples organismos.
Estas emanaciones lanzadas como una masa de agua hirviente
y ennegrecida por fuertes concentraciones de minerales,
procedentes del interior del planeta, permitían
registrar una energía calculada en algo más
de 10 gigavatios, equivalentes a la energía necesaria
para abastecer a treinta millones de hogares urbanos.
Se registraron en la boca de las fumarolas temperaruras
superiores a los 600 °C que generaban corrientes centrípetas
y torbellinos marinos que iban ascendiendo por el océano
como un tornado. Las corrientes formadas por la fuerza
ascendente, la temperatura y los cambios de densidad,
se convertían en tifones oceánicos que al
estabilizarse en su ascenso se convertían en ambientes
hídricos diferenciados dentro del propio océano.
Estas bolsas, con un diámetro de más de
20 km, se desplazan primero en forma ascendente y luego,
al llegar a la profundidad limítrofe entre la provincia
nerítica y la oceánica, en forma horizontal,
como un cuerpo independiente dentro del océano.
Son expulsadas por el volcán en forma intermitente
y esporádica, y agitan un gran volumen de agua
con un líquido que se va enfriando a medida que
la temperatura exterior modela las condiciones en el interior
de éstas. El contenido de estas bolsas es rico
en energía y alimentos para los animales de las
áreas más profundas.
Estas bolsas móviles se convierten en el hábitat
de comunidades muy activas y de bacterias que se alimentan
del metano y de sustancias ricas en toxinas.
Es posible que exista una relación estrecha entre
estos géisers móviles y las altas concentraciones
de fitoplancton y zooplancton que en determinados momentos
y de manera súbita aparecen en altísimas
concentraciones en la superficie del mar, y que las manchas
de plancton detectadas por los satélites correspondan
al estallido final de estas bolsas al llegar a la superficie.
También es posible que este fenómeno se
relacione con la formación de tifones o huracanes
submarinos, que arrastran lo que recogen en su camino;
su forma y desplazamiento resultan de la interacción
entre el hongo y la rotación del planeta —efecto
de Coriolis—, con lo que su desplazamiento puede
llegar hasta 2 m por minuto.
LOS CICLOS VITALES
Los ciclos de los ecosistemas oceánicos están
determinados por la interacción que hay entre los
organismos vivos y los elementos del medio natural, con
los que se establece un proceso de intercambio permanente
de materiales. Muchos expertos consideran que la forma
más adecuada para identificar estas interrelaciones
es la biogeocenosis —intercambio entre seres vivos
y su ambiente abiótico o inanimado—.
La parte biótica de este gran ecosistema está
compuesta por:
– Productores de primer orden —organismos
autótrofos—: comprenden las plantas verdes
que producen sustancias orgánicas a partir de sustancias
inorgánicas, mediante procesos sintetizadores que
utilizan la energía solar. Se denominan fitoplancton
o algas marinas.
– Productores secundarios o consumidores —organismos
heterótrofos—: se nutren de otros organismos
y pueden ser herbívoros, carnívoros u omnívoros,
si lo hacen indistintamente. Dentro de ellos se encuentran
el zooplancton y el resto de los organismos del océano.
– Descomponedores —saprótrofos—:
son los organismos que degradan o descomponen la sustancia
orgánica muerta, absorbiendo algunos de los productos
de la descomposición y liberando sustancias minerales
que son aprovechadas de nuevo por los productores primarios.
Están compuestos principalmente por bacterias y
hongos.
La parte abiótica del océano está
constituida por sustancias inorgánicas como agua,
carbono, oxígeno, nitrógeno, hidrógeno,
fósforo, potasio, sales y otros minerales que hacen
parte de los ciclos biogeoquímicos del mar. No
menos importantes resultan los factores climáticos
que, en conjunto, permiten la generación de ciclos
fundamentales de tipo bioquímico.
Son muchos los ciclos que se originan en el mar; algunos
de los más importantes son el energético,
el del agua, el del oxígeno, el del nitrógeno
y el del carbono.
Los ciclos oceánicos están determinados
por los procesos de los elementos químicos del
medio ambiente, los cuales siguen un curso determinado,
desde el medio hasta los organismos biológicos,
y de estos al medio ambiente oceánico, atmosférico
o continental. Algunos de los ciclos son más perfectos
que otros; el del carbono tiene la mayor complejidad y
es el más perfecto; el del fósforo es el
más sencillo y menos perfecto; sin embargo, todos
ellos son indispensables para que se conserve el equilibrio
del planeta azul y éste continúe funcionando
como el más grande de los organismos vivientes.
EL CICLO ENERGÉTICO
El ciclo energético se deriva del calor que el
sol envía sobre nuestro planeta y que es regulado,
en gran medida, por la hidrosfera, puesto que al captar
la energía lumínica, el agua oceánica
se convierte en un gigantesco acumulador de calor durante
el día, y en la noche lo devuelve a la atmósfera,
moderando así la temperatura del planeta; esta
energía almacenada por el océano y luego
distribuida a la atmósfera y a los continentes,
es limpia, renovable y gratuita.
La irradiación calorífica del Sol sobre
el océano, también causa la evaporación
de una parte considerable del agua superficial, la cual
se disipa en forma de vapor hacia la atmósfera
y genera el más importante aporte de nubes para
iniciar el ciclo del agua. Así mismo, la energía
calorífica del sol produce las corrientes oceánicas,
parte fundamental en la dinámica orgánica
e inorgánica del planeta.
Las radiaciones solares en el mar representan no menos
del 75% de los flujos de energía térmica
y lumínica que se realizan en el planeta; el resto
se deriva de la radioactividad que tiene lugar en el centro
de la Tierra y se manifiesta a través de los volcanes
y otras fuentes térmicas que existen tanto en los
océanos como en los continentes.
EL CICLO DEL OXÍGENO
El oxígeno es un elemento fundamental para el desarrollo
de los seres vivos y para el funcionamiento del planeta;
constituye el 21% de la atmósfera y casi la totalidad
de los organismos vivientes dependen de él y del
agua para poder vivir. En el océano se encuentra
en las moléculas que constituyen el agua, conjuntamente
con el hidrógeno y en forma disuelta, como compuesto
diatómico (O2) y triatómico (O3).
El proceso de intercambio de oxígeno entre las
diversas esferas de la Tierra, se desarrolla en diferentes
escalas de tiempo. Entre la atmósfera, la biosfera
y la hidrosfera, sucede en tiempos cortos, determinados
por los días y en tiempos largos, regidos por las
estaciones de las zonas templadas y polares.
Durante la fotosíntesis, las plantas toman el CO2
e incorporan el carbono a sus tejidos y liberan el oxígeno
a la atmósfera. Este proceso ocurre en el océano
y está relacionado con el crecimiento del fitoplancton
que libera grandes cantidades de oxígeno a la atmósfera.
EL CICLO DEL CARBONO
El ciclo del carbono es igualmente imprescindible para
la vida, puesto que este elemento constituye aproximadamente
el 50% de los tejidos de los organismos vivos y en forma
de bióxido de carbono es esencial para el crecimiento
de las plantas; es necesario para la elaboración
de la sustancia orgánica y lo adquieren las plantas
a través de la atmósfera o del agua, donde
está disuelto en forma de bicarbonatos. Las plantas
lo capturan y lo transforman en carbohidratos mediante
el proceso de fotosíntesis, para elaborar otros
compuestos orgánicos como lípidos y proteínas.
El carbono también regresa al medio ambiente por
la degradación de cadáveres, causada por
hongos y bacterias, los cuales lo devuelven en forma de
CO2. Algunas veces, restos de animales y desechos
vegetales se acumulan en la superficie del suelo oceánico
formando una masa marrón, que bajo determinadas
condiciones de sedimentación y compactación
y sin la presencia de oxígeno, o por el exceso
de acidez, sufren cambios químicos que terminan
convirtiéndolos en petróleo.
El carbono también es incorporado a las cadenas
alimenticias a través de procesos de síntesis,
generados por organismos autótrofos que producen
gran cantidad de compuestos orgánicos, como carbohidratos,
aminoácidos y vitaminas.
Los ciclos del nitrógeno, del fósforo, del
azufre, del calcio, del magnesio y del potasio, aunque
menos perfectos, son igualmente importantes en la creación
de procesos orgánicos e inorgánicos en el
océano y en todo el planeta y definen, en gran
medida, los flujos de energía entre los ecosistemas.