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CAPÍTULO 8

SERRANÍA DE SAN JACINTO

 

La serranía de San Jacinto es una formación montañosa localizada en el departamento de Bolívar —entre las poblaciones de Sampués al sur y Calamar en el límite con el departamento del Atlántico al norte—, cuya longitud no supera los 110 km y sus altitudes son inferiores a los 1.200 msnm; corre paralela en dirección norte–sur, a unos 25 km del litoral que está entre el golfo de Morrosquillo y la bahía de Barbacoas.

Esta serranía, también conocida como los Montes de María, enmarca, con la serranía de San Jerónimo, la de Ayapel, la de Santa Bárbara, la de San Lucas, la parte sur de la serranía del Perijá y la parte sur de la Sierra Nevada de Santa Marta, el conjunto cenagoso y lagunar más extenso y complejo de Colombia, llamado Depresión Momposina, cuyos cuerpos de agua se nutren de los numerosos ríos que nacen en las cabeceras de estas geoformas, particularmente de los dos ríos interandinos más importantes del país, el Cauca y el Magdalena.

Su relieve es moderadamente suave con colinas bajas, en cuyas estribaciones se encuentran algunos espejos de agua y cursos hídricos de vital importancia: en el noroccidente están el Canal del Dique y múltiples ciénagas como las de Monsú, María la Baja y Quintanilla; en el norte, la entrada del canal entre Calamar y Soplaviento; en el costado oriental, el curso del bajo Magdalena entre Calamar y Magangué y en el sur, el complejo de ciénagas formadas por los ríos Cauca y Sinú.

En el interior de la serranía hay gran cantidad de poblaciones plenamente conformadas, como San Juan Nepomuceno, San Jacinto, Carmen de Bolívar, Corozal y Sincelejo. Sus condiciones topográficas han facilitado la construcción de numerosas vías de penetración y otros asentamientos menores, lo que necesariamente ha implicado la desaparición de casi la totalidad de las formaciones vegetales naturales y de la fauna silvestre.

Sin embargo, 60 kilómetros al sur de Cartagena, por la vía a Sincelejo, se encuentra un pequeño macizo montañoso cubierto por bosques naturales, conocido como la Loma de Los Colorados —por la presencia de los monos colorados—, que tiene su base a unos 230 msnm y cuenta con seis cimas que alcanzan los 500 msnm cuyas pendientes, que van de moderadas a fuertes, tienen un máximo de inclinación del 45%.

GEOLOGÍA Y MORFOLOGÍA


Geológicamente, la serranía es el resultado de una serie de eventos disímiles y complejos de carácter tectónico, que crearon esfuerzos tensionales y compresionales entre la corteza oceánica —plegada— y la continental —no plegada—, durante la orogenia pre-andina del Eoceno medio —hace 50 millones de años—. Como resultado de ello, se levantó, plegó y modeló la formación del Cinturón de San Jacinto, que comprende tres unidades estructurales, topográficamente no muy prominentes, que de sur a norte se han denominado como los anticlinales de San Jerónimo, San Jacinto y Luruaco.

En la región sobresalen, desde el punto de vista geomorfológico, cuatro tipos de estructuras o unidades estructurales: las serranías, las colinas, las planicies marinas y llanuras aluviales y las zonas planas.

Con excepción de los Montes de María, toda la superficie periférica es ligeramente ondulada y plana; en ella, una antigua paleosutura —agrietamiento o falla— que separó los cinturones de San Jacinto al sur y del Sinú al occidente, sirvió de base para la construcción del Canal del Dique.

El núcleo está compuesto por rocas del Cretácico tardío —es decir de 135 millones de años de antigüedad—, del tipo Chert y Limonitas. Por su parte, los suelos del área son poco o moderadamente evolucionados, bien drenados y con un alto contenido de bases, correspondientes a los tipos Tropepts y Orthents.

CLIMA

El clima de la zona se puede definir como cálido, con una temperatura media anual de unos 25 °C y una precipitación pluvial anual que alcanza los 1.500 mm, con un régimen de lluvias bimodal, constituido por un período seco muy intenso entre diciembre y abril y uno menos seco entre julio y agosto; el máximo de lluvias se alcanza entre octubre y noviembre. Durante los tres o cuatro meses secos, se presenta un déficit del agua disponible para la región y para otras áreas vecinas.

VEGETACIÓN

Sin lugar a dudas el bosque natural que aún queda es el aspecto más interesante de la serranía. Su carácter es higrotropofítico, es decir, de transición entre seco y húmedo. El arbolado alcanza entre 20 y 25 m, con elementos emergentes que pueden llegar hasta los 35 m. Dentro de las especies destacadas están el indio en cuero, árbol resinoso con una corteza roja lisa exfoliable; el tamarindo de mico, que tiene una madera extremadamente dura y produce un fruto comestible; la ceiba de leche, cuyo tronco, cubierto por aguijones, tiene un látex tóxico y cáustico; el sietecueros, con abundante floración amarillenta; el jobo, que posee una corteza muy gruesa, fisurada y sus frutos son abundantes, aromáticos y muy apetecidos por las aves, ardillas y micos; el brasil, con un tronco retorcido, cuya corteza lisa se utiliza como colorante. Otros árboles que se encuentran en este bosque son el sangregao, el guayacán, el membrillo, el camaján, el copeipalo, el dividivi, el carreto, el guácimo, y la majagua colorada; dos palmas se encuentran entremezcladas en el bosque: Bactris sp. y la palma de vino, de gran porte y frutos anaranjados.

FAUNA

La fauna está conformada principalmente por los primates de especies como el mono colorado, el cariblanco o machín, la marta de noche, el tití, especie endémica y de gran valor científico a nivel mundial por sus aportes al estudio del cáncer y el mico prieto. Además, se encuentran en el área varios saínos y unas guacamayas conocidas con el nombre de gonzalos.

Conjuntamente con el mono tití o mono de melena blanca, el mono colorado o mono cotudo es una de las especies más interesantes de la serranía; es un primate que utiliza su potente aullido, —emitido gracias a la transformación del hueso hioides y el cartílago tiroides—, como medio de comunicación entre su grupo y para dirimir, de manera incruenta, las querellas territoriales en su grupo o entre grupos que habitan el mismo territorio. Estos monos, los más grandes y corpulentos del Neotrópico, tienen una vida eminentemente arborícola y son muy sociables en su grupo; se impone siempre la supremacía del macho más fuerte, que está dispuesto incluso a matar a las crías de otros machos, si cree que éstas pondrán en peligro su rol de líder frente a las hembras.

UNA CULTURA QUE NACE PARA TODA AMÉRICA


Hacia el cuarto milenio antes de Cristo, algunas comunidades de cazadores y recolectores lograron adaptarse en forma estable y permanente a algunos de los ambientes de esta porción de la Costa Atlántica, gracias a la enorme oferta de recursos naturales. Evidencias obtenidas de Munsú, Puerto Hormiga y Caparote, en los sistemas cenagosos del Canal del Dique, documentan una muy prolongada secuencia cultural de trascendencia continental. Fue allí precisamente donde se originó la manufactura de cerámica para América y donde los habitantes de estos sitios lograron desarrollar múltiples modelos de aprovechamiento de recursos marinos, lacustres, sabaneros y selváticos.

La cerámica encontrada en estos sitios, datada mediante carbono 14, en 3.800 y 3.500 a. C., presenta la particularidad de poseer una textura tosca, pardo amarillenta, acabado opaco y decoración incisa sin pintura. En su elaboración se usaron ramillas o raicillas como material desgrasante; este paso tecnológico de vital importancia para la América prehispánica, se propagó por todo el continente en menos de un siglo y adquirió manifestaciones posteriores de gran esplendor en otras culturas americanas.

De acuerdo con las crónicas del siglo XVI, la franja litoral entre Cartagena y Tolú estaba habitada por indígenas Mocanaes, pertenecientes a la familia macrolingüística Karib; los vestigios arqueológicos recuperados corresponden, seguramente, a poblaciones tardías localizadas en la zona, aparentemente a partir de los siglos XI y XII d.C, que pudieron ser las mismas que encontraron los españoles en el momento de la conquista. En todos los casos se trató de pequeñas comunidades de pescadores y agricultores dispersos en campamentos, que llegaban hasta las estribaciones de la serranía misma.

PRESENCIA QUE AGOTA LA RIQUEZA NATURAL


Entre el conjunto de serranías, sierras y montañas del cinturón periférico de los Andes, San Jacinto es, sin duda, una de las formaciones que muestra mayor destrucción de su medio ambiente. El hecho de ser una serranía baja, de relieve suave y moderado, cercana a Cartagena, una de las principales ciudades desde la época de la conquista, ha generado una pronta disminución de la oferta ambiental original. Pero quizá el problema más serio es que en su interior se encuentran poblaciones ampliamente establecidas, como Sincelejo, San Juan Nepomuceno y una docena más de poblados que desde hace mucho tiempo están totalmente intercomunicados por vías de penetración.

La mayor parte de la cobertura vegetal de la serranía se caracteriza por la presencia de praderas con pastos para la ganadería, rastrojos de porte bajo y pequeñas manchas de bosques naturales secundarios, que son sobreexplotados, para la obtención de leña y productos maderables para construcción.

Otra de las características de la zona tiene que ver con la disminución masiva de las fuentes hídricas que en su mayoría escurren a la cuenca baja del río Magdalena y que en verano prácticamente desaparecen debido a que ya no hay una cobertura vegetal que regule sus cauces. Entre las quebradas más afectadas encontramos la Grande, Alférez, Cacao y Salvador.

CONSERVACIÓN

En jurisdicción del municipio de San Juan Nepomuceno, la serranía de San Jacinto cuenta con una pequeña área protegida, declarada Santuario de Fauna y Flora en 1977; su superficie no llega a las 1.000 hectáreas de extensión y es, prácticamente, todo lo que queda de cobertura arbórea silvestre original.

Sin embargo, las presiones que se ejercen sobre este lugar conocido con el nombre de Santuario de Fauna y Flora de Los Colorados son cada vez mayores, especialmente por efecto de la cacería y la extracción de maderas y leña para el uso doméstico
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