La
serranía de San Jacinto es una formación montañosa
localizada en el departamento de Bolívar —entre
las poblaciones de Sampués al sur y Calamar en el
límite con el departamento del Atlántico al
norte—, cuya longitud no supera los 110 km y sus altitudes
son inferiores a los 1.200 msnm; corre paralela en dirección
norte–sur, a unos 25 km del litoral que está
entre el golfo de Morrosquillo y la bahía de Barbacoas.
Esta serranía, también conocida como los Montes
de María, enmarca, con la serranía de San
Jerónimo, la de Ayapel, la de Santa Bárbara,
la de San Lucas, la parte sur de la serranía del
Perijá y la parte sur de la Sierra Nevada de Santa
Marta, el conjunto cenagoso y lagunar más extenso
y complejo de Colombia, llamado Depresión Momposina,
cuyos cuerpos de agua se nutren de los numerosos ríos
que nacen en las cabeceras de estas geoformas, particularmente
de los dos ríos interandinos más importantes
del país, el Cauca y el Magdalena.
Su relieve es moderadamente suave con colinas bajas, en
cuyas estribaciones se encuentran algunos espejos de agua
y cursos hídricos de vital importancia: en el noroccidente
están el Canal del Dique y múltiples ciénagas
como las de Monsú, María la Baja y Quintanilla;
en el norte, la entrada del canal entre Calamar y Soplaviento;
en el costado oriental, el curso del bajo Magdalena entre
Calamar y Magangué y en el sur, el complejo de ciénagas
formadas por los ríos Cauca y Sinú.
En el interior de la serranía hay gran cantidad de
poblaciones plenamente conformadas, como San Juan Nepomuceno,
San Jacinto, Carmen de Bolívar, Corozal y Sincelejo.
Sus condiciones topográficas han facilitado la construcción
de numerosas vías de penetración y otros asentamientos
menores, lo que necesariamente ha implicado la desaparición
de casi la totalidad de las formaciones vegetales naturales
y de la fauna silvestre.
Sin embargo, 60 kilómetros al sur de Cartagena, por
la vía a Sincelejo, se encuentra un pequeño
macizo montañoso cubierto por bosques naturales,
conocido como la Loma de Los Colorados —por la presencia
de los monos colorados—, que tiene su base a unos
230 msnm y cuenta con seis cimas que alcanzan los 500 msnm
cuyas pendientes, que van de moderadas a fuertes, tienen
un máximo de inclinación del 45%.
GEOLOGÍA Y MORFOLOGÍA
Geológicamente, la serranía es el resultado
de una serie de eventos disímiles y complejos de
carácter tectónico, que crearon esfuerzos
tensionales y compresionales entre la corteza oceánica
—plegada— y la continental —no plegada—,
durante la orogenia pre-andina del Eoceno medio —hace
50 millones de años—. Como resultado de ello,
se levantó, plegó y modeló la formación
del Cinturón de San Jacinto, que comprende tres unidades
estructurales, topográficamente no muy prominentes,
que de sur a norte se han denominado como los anticlinales
de San Jerónimo, San Jacinto y Luruaco.
En la región sobresalen, desde el punto de vista
geomorfológico, cuatro tipos de estructuras o unidades
estructurales: las serranías, las colinas, las planicies
marinas y llanuras aluviales y las zonas planas.
Con excepción de los Montes de María, toda
la superficie periférica es ligeramente ondulada
y plana; en ella, una antigua paleosutura —agrietamiento
o falla— que separó los cinturones de San Jacinto
al sur y del Sinú al occidente, sirvió de
base para la construcción del Canal del Dique.
El núcleo está compuesto por rocas del Cretácico
tardío —es decir de 135 millones de años
de antigüedad—, del tipo Chert y Limonitas. Por
su parte, los suelos del área son poco o moderadamente
evolucionados, bien drenados y con un alto contenido de
bases, correspondientes a los tipos Tropepts y Orthents.
CLIMA
El clima de la zona se puede definir como cálido,
con una temperatura media anual de unos 25 °C y una
precipitación pluvial anual que alcanza los 1.500
mm, con un régimen de lluvias bimodal, constituido
por un período seco muy intenso entre diciembre y
abril y uno menos seco entre julio y agosto; el máximo
de lluvias se alcanza entre octubre y noviembre. Durante
los tres o cuatro meses secos, se presenta un déficit
del agua disponible para la región y para otras áreas
vecinas.
VEGETACIÓN
Sin lugar a dudas el bosque natural que aún queda
es el aspecto más interesante de la serranía.
Su carácter es higrotropofítico, es decir,
de transición entre seco y húmedo. El arbolado
alcanza entre 20 y 25 m, con elementos emergentes que pueden
llegar hasta los 35 m. Dentro de las especies destacadas
están el indio en cuero, árbol resinoso con
una corteza roja lisa exfoliable; el tamarindo de mico,
que tiene una madera extremadamente dura y produce un fruto
comestible; la ceiba de leche, cuyo tronco, cubierto por
aguijones, tiene un látex tóxico y cáustico;
el sietecueros, con abundante floración amarillenta;
el jobo, que posee una corteza muy gruesa, fisurada y sus
frutos son abundantes, aromáticos y muy apetecidos
por las aves, ardillas y micos; el brasil, con un tronco
retorcido, cuya corteza lisa se utiliza como colorante.
Otros árboles que se encuentran en este bosque son
el sangregao, el guayacán, el membrillo, el camaján,
el copeipalo, el dividivi, el carreto, el guácimo,
y la majagua colorada; dos palmas se encuentran entremezcladas
en el bosque: Bactris sp. y la palma de vino, de
gran porte y frutos anaranjados.
FAUNA
La fauna está conformada principalmente por los primates
de especies como el mono colorado, el cariblanco o machín,
la marta de noche, el tití, especie endémica
y de gran valor científico a nivel mundial por sus
aportes al estudio del cáncer y el mico prieto. Además,
se encuentran en el área varios saínos y unas
guacamayas conocidas con el nombre de gonzalos.
Conjuntamente con el mono tití o mono de melena blanca,
el mono colorado o mono cotudo es una de las especies más
interesantes de la serranía; es un primate que utiliza
su potente aullido, —emitido gracias a la transformación
del hueso hioides y el cartílago tiroides—,
como medio de comunicación entre su grupo y para
dirimir, de manera incruenta, las querellas territoriales
en su grupo o entre grupos que habitan el mismo territorio.
Estos monos, los más grandes y corpulentos del Neotrópico,
tienen una vida eminentemente arborícola y son muy
sociables en su grupo; se impone siempre la supremacía
del macho más fuerte, que está dispuesto incluso
a matar a las crías de otros machos, si cree que
éstas pondrán en peligro su rol de líder
frente a las hembras.
UNA CULTURA QUE NACE PARA TODA AMÉRICA
Hacia el cuarto milenio antes de Cristo, algunas comunidades
de cazadores y recolectores lograron adaptarse en forma
estable y permanente a algunos de los ambientes de esta
porción de la Costa Atlántica, gracias a la
enorme oferta de recursos naturales. Evidencias obtenidas
de Munsú, Puerto Hormiga y Caparote, en los sistemas
cenagosos del Canal del Dique, documentan una muy prolongada
secuencia cultural de trascendencia continental. Fue allí
precisamente donde se originó la manufactura de cerámica
para América y donde los habitantes de estos sitios
lograron desarrollar múltiples modelos de aprovechamiento
de recursos marinos, lacustres, sabaneros y selváticos.
La cerámica encontrada en estos sitios, datada mediante
carbono 14, en 3.800 y 3.500 a. C., presenta la particularidad
de poseer una textura tosca, pardo amarillenta, acabado
opaco y decoración incisa sin pintura. En su elaboración
se usaron ramillas o raicillas como material desgrasante;
este paso tecnológico de vital importancia para la
América prehispánica, se propagó por
todo el continente en menos de un siglo y adquirió
manifestaciones posteriores de gran esplendor en otras culturas
americanas.
De acuerdo con las crónicas del siglo XVI, la franja
litoral entre Cartagena y Tolú estaba habitada por
indígenas Mocanaes, pertenecientes a la familia macrolingüística
Karib; los vestigios arqueológicos recuperados corresponden,
seguramente, a poblaciones tardías localizadas en
la zona, aparentemente a partir de los siglos XI y XII d.C,
que pudieron ser las mismas que encontraron los españoles
en el momento de la conquista. En todos los casos se trató
de pequeñas comunidades de pescadores y agricultores
dispersos en campamentos, que llegaban hasta las estribaciones
de la serranía misma.
PRESENCIA QUE AGOTA LA RIQUEZA NATURAL
Entre el conjunto de serranías, sierras y montañas
del cinturón periférico de los Andes, San
Jacinto es, sin duda, una de las formaciones que muestra
mayor destrucción de su medio ambiente. El hecho
de ser una serranía baja, de relieve suave y moderado,
cercana a Cartagena, una de las principales ciudades desde
la época de la conquista, ha generado una pronta
disminución de la oferta ambiental original. Pero
quizá el problema más serio es que en su interior
se encuentran poblaciones ampliamente establecidas, como
Sincelejo, San Juan Nepomuceno y una docena más de
poblados que desde hace mucho tiempo están totalmente
intercomunicados por vías de penetración.
La mayor parte de la cobertura vegetal de la serranía
se caracteriza por la presencia de praderas con pastos para
la ganadería, rastrojos de porte bajo y pequeñas
manchas de bosques naturales secundarios, que son sobreexplotados,
para la obtención de leña y productos maderables
para construcción.
Otra de las características de la zona tiene que
ver con la disminución masiva de las fuentes hídricas
que en su mayoría escurren a la cuenca baja del río
Magdalena y que en verano prácticamente desaparecen
debido a que ya no hay una cobertura vegetal que regule
sus cauces. Entre las quebradas más afectadas encontramos
la Grande, Alférez, Cacao y Salvador.
CONSERVACIÓN
En jurisdicción del municipio de San Juan Nepomuceno,
la serranía de San Jacinto cuenta con una pequeña
área protegida, declarada Santuario de Fauna y Flora
en 1977; su superficie no llega a las 1.000 hectáreas
de extensión y es, prácticamente, todo lo
que queda de cobertura arbórea silvestre original.
Sin embargo, las presiones que se ejercen sobre este lugar
conocido con el nombre de Santuario de Fauna y Flora de
Los Colorados son cada vez mayores, especialmente por efecto
de la cacería y la extracción de maderas y
leña para el uso doméstico.