La
serranía
del Perijá se comparte, casi en porciones iguales
a partir del divorcio de aguas, entre las repúblicas
de Colombia y Venezuela. Podría considerarse como
la última prolongación de los Andes, o como
el comienzo de la cadena montañosa más sorprendente
de Suramérica, si tomamos su inicio en la laguna
de los Pájaros, cerca a la población de Paraguachón
—Guajira—, en el límite entre los dos
países.
Son tantas las particularidades y las diferencias que esta
serranía presenta respecto de los Andes —a
pesar de ser parte integrante de esta gran cadena montañosa—,
que ha sido considerada como una unidad —provincia
biogeográfica— en sí misma, que forma
parte del cinturón árido pericaribeño.
La serranía del Perijá, de la Motilonia o
serranía de los Montes de Oca, tiene una longitud
de 295 km, entre Majeyura al norte y el río de Oro
al sur; es una formación montañosa larga y
angosta, muy parecida a una columna vertebral, que congrega
una serie de formaciones menores como los Montes de Oca,
la serranía de los Motilones, la serranía
de Tibú y el cerro Mene. En su parte media presenta
la porción más ancha con algo menos de 50
km, y la mayor elevación la encontramos sobre el
cerro de la Teta —parte central de la serranía—,
con una altura de 3.630 msnm.
El Perijá, como también se le conoce, está
ubicado entre las llanuras del Cesar en Colombia y las llanuras
costeras del Lago de Maracaibo en Venezuela y se encuentra
muy cerca de la Sierra Nevada de Santa Marta, a no menos
de 25 km en línea recta.
GEOMORFOLOGÍA
Estructuralmente, la cordillera Oriental hace parte de un
contexto andino de macizos antiguos igneometamórficos
con pliegues regulares del Oligoceno —hace 30 millones
de años—, originados en varias fallas. La serranía
del Perijá o de los Motilones muestra una gran variedad
de rocas intensivas y batolitos igneometamórficos
en las partes más altas, en contraste con coberturas
sedimentarias del Mesozoico con rocas plegadas, generadas
por geosinclinal, en las partes bajas. Todo lo anterior
indica que ésta es una geoforma que surge en una
época anterior a la cordillera Occidental, pero al
igual que ésta última, su orogénesis
está relacionada con el levantamiento de la masa
continental por dilatación y compresión de
la corteza y por un geosinclinal sobre el Caribe y sobre
el área que hoy conocemos como el Golfo de Maracaibo.
Fisiográficamente, la serranía contiene colinas
y terrazas disectadas con vertientes largas y empinadas.
Los cordones montañosos y las colinas son muy angostos
y han sido disectados por la acción continua de la
erosión natural causada por diversas corrientes,
que han originado valles e interfluvios igualmente angostos.
Como producto del equilibrio entre los procesos erosivos
y de sedimentación, en los sectores más bajos
se encuentran abanicos aluviales, terrazas bajas y poco
extensas y planicies de desborde con complejo de orillares.
La mayoría de los suelos son poco o moderadamente
evolucionados –Dystropepts, Humitropepts y Troporthents–
y su productividad está relacionada con pequeños
valles y vegas de decantación.
Hidrográficamente, la serranía drena sus aguas
hacia dos regiones diferentes: la cuenca del Cesar y por
lo tanto del Caribe colombiano y la cuenca del Catatumbo
y el Zulia, que vierten sus aguas al lago de Maracaibo.
CLIMA
No existen registros meteorológicos dentro de la
serranía; sin embargo, datos obtenidos en sus cercanías,
estiman que la precipitación del área es bimodal,
con períodos de máxima pluviosidad entre abril–mayo
y septiembre–noviembre, intercalados con dos estaciones
secas entre enero–marzo y junio–agosto; la precipitación
anual se calcula entre 1.200 y 2.000 mm.
La temperatura promedio anual varía de 28.5 °C
en las partes más bajas, a 17 °C en lugares que
alcanzan los 2.000 msnm; en las zonas más altas y
paramunas, donde la humedad aumenta por el fenómeno
de nieblas, las temperaturas son bastante inferiores, aunque
no llegan a los valores que se registran en otros páramos
de los Andes colombianos.
PROVINCIAS BIOGROGRÁFICAS
Las tres cordilleras colombianas que configuran los Andes
presentan muchos elementos bióticos comunes, aunque
con una considerable diferenciación de endemismos
a nivel de especies y subespecies, lo cual permite reconocer
centros de diferenciación y distritos biogeográficos.
La serranía del Perijá o del Catatumbo tiene
la singularidad de pertenecer a dos provincias biogeográficas
altamente diferenciadas: la Chocó–Magdalena
y la Norandina.
En la provincia del Chocó–Magdalena se encuentra
el distrito Catatumbo, que tiene gran afinidad biológica
con los demás distritos del Pacífico, del
Sinú–San Jorge, del Nechí y del Carare.
La provincia Norandina contiene los distritos Perijá,
Páramos de Perijá, Perijá Sur, y las
Montañas del Catatumbo, los cuales tienen elementos
típicamente andinos. En estas unidades están
representados la gran mayoría de los pisos térmicos
con regímenes de lluvias que varían de unimodales
a bimodales.
La biota de las montañas del Perijá se deriva
de elementos provenientes de las tierras bajas, que progresivamente
—quizás desde el Mioceno— iniciaron su
proceso adaptativo y de especiación, estimulados
por las nuevas condiciones ambientales que presentaban las
montañas, generadas a raíz de los levantamientos
finales ocurridos en el Plioceno —5 millones de años
atrás—, cuando las cordilleras llegaron a alturas
un poco mayores que las actuales.
Otros elementos faunísticos y florísticos
provinieron de los Andes Centrales —Bolivia, Perú
y norte de Argentina y Chile—, así como de
los Andes Australes —bosques subantárticos
y la Patagonia—. Se trata de elementos que en Colombia
habitan el piso térmico frío de los páramos
como diversos musgos, líquenes y hepáticas,
el canelo o palo de ají, los chaquiros o pinos hayuelos.
Algunas especies arribaron, con toda probabilidad, del Darién–San
Blas y del Baudó–Los Saltos, después
de que se configuró el istmo de Panamá —hace
unos 5.7 millones de años— provenientes de
América Central o del Norte.
Cabe señalar también, la existencia de un
enclave de sabanas naturales en el alto Magdalena como Sabana
de Torres en Santander y las sabanas de Aguachica y La Gloria
en el departamento del Cesar, con una incidencia profunda
en el comportamiento de la variación biológica
de la serranía del Perijá y otros sectores
menores en el valle medio del Magdalena. Estas sabanas representan
vestigios de un corredor árido y semiárido
que posiblemente existió durante el último
período glacial del Pleistoceno y conectó
la Provincia del Caribe con el Alto Magdalena, lo cual explicaría
las estrechas afinidades que hay entre ambas áreas.
LA FLORA
A pesar de que sus selvas están prácticamente
extintas por las diversas presiones que el hombre ha realizado
sobre la serranía, existen manchas y relictos aún
homogéneos que permiten caracterizar su composición
original. Sobresale la vegetación de las selvas húmedas
higrofíticas de los pisos térmicos cálido
y templado. La primera evidencia gran complejidad florística
donde el dosel alcanza los 40 m de altura; dentro del arbolado
las principales especies registradas son el caracolí,
el indio desnudo, el sande, el carbonero, la ceiba, el hobo,
la fruta de burro, el balso y el laurel o cascarillo.
En la selva higrofítica de clima templado, que corresponde
a las clasificaciones climáticas de bosque húmedo
y muy húmedo premontano, sobresalen la pifia de gallo,
el cedrillo, la guadua, los cámbulos, el arboloco,
el nacedero y el tachuelo. En las zonas más altas
del área, entre 1.400 y 1.800 msnm, este tipo de
bosque incluye en sus especies dominantes el dorance, el
canalete, el guayacán, los cámbulos o chachafrutos,
el cedro, el flor amarilla y el trompeto.
En el sotobosque de las selvas higrofíticas de la
serranía del Perijá, abundan arbolitos y arbustos
de muchas familias y géneros; predominan especies
de rubiáceas y melastomatáceas esparcidas
en el sotobosque; también se encuentran con frecuencia
plantas herbáceas, las más comunes son varias
especies de las familias Piperáceas, Bromeliáceas,
Ciperáceas, Aráceas y Gesneriáceas.
LA FAUNA
Investigaciones recientes han determinado cerca de 541 especies
y subespecies de aves en el Catatumbo, principalmente las
perdices de monte o chorolas, la garza morena o garzón
y la garcita azul, confundida frecuentemente con la garza
del ganado, debido a que los juveniles son blancos. Dentro
de las rapaces y carroñeras —28 especies—,
sobresalen el rey de los gallinazos, el halcón caracolero,
las águilas, las guacamayas, los pericos, las cotorras
y algunos colibríes endémicos de la región.
Dentro de los mamíferos se destacan el oso andino
u oso enjaquimado —animal totémico para los
indígenas, por el que profesan un gran respeto—,
el venado soche, el soche colorado, el murciélago
pescador —habitual poblador crepuscular y nocturno
de los cursos de agua del piso térmico cálido—,
las guartinajas, lapas, guaguas o bucuas, el zorro perruno,
las dantas, los cerdos salvajes o chácharos y el
baquiro.
Entre los reptiles figura el caimán agujo, caretabla
o caimán del Magdalena, del cual se encuentra una
población apreciable en la cuenca alta del río
Catatumbo.
EL MUNDO DE LOS PIGMEOS SERRANOS
Debido a que hasta hace poco era de relativa inaccesibilidad,
no se ha efectuado ninguna prospección arqueológica
en la región. Infortunadamente, hacia 1920, se introdujo
el hombre «blanco», con pequeñas incursiones
y a partir de 1940 las numerosas comunidades indígenas
allí asentadas, tuvieron que ceder su territorio
para la explotación petrolera y la colonización
agrícola.
Las comunidades aborígenes conocidas en el área
desde el siglo XVIII son los Yuko–yukpas, los Dobokubis
y los Barís, todas ellas comúnmente llamadas
Motilones; este nombre, de origen colonial, designó
a dichos grupos por su costumbre de llevar el cabello recortado.
En la actualidad, estas tribus están seriamente amenazadas
y en algunos casos su desaparición como grupo humano
es inminente.
Los Yuko–yukpas, de filiación lingüística
Karibe, se localizan entre el río Chirimá
al norte y el Alto Catatumbo, especialmente en las partes
altas de la serranía del Perijá. Eventualmente
se les encuentra en el área del actual Parque Nacional
Natural Catatumbo–Barí, porque realizan sus
actividades de caza en este refugio, que junto con la parte
venezolana de la serranía, es el único medio
poco alterado que les queda para subsistir.
Los Yukos, conocidos por su tamaño como los «pigmeos
americanos», se denominan a sí mismos con este
gentilicio, que significa «gente salvaje» o
«gente del monte». Su patrón de asentamiento
es disperso; establecen su hogar en pequeñísimas
casas de forma rectangular de tres a cuatro metros de longitud.
Los Dobokubis, de la familia lingüística Chibcha,
vivían, en el siglo XVIII, aparentemente un poco
más al norte de los Yukos, entre las provincias de
Santa Marta y Maracaibo. Este grupo, llamado comúnmente
Kunaguasava, está hoy establecido entre los ríos
Agua Blanca y Maraca en la serranía de Perijá;
notablemente disminuidos y al borde de su extinción,
se confunden con los Yukos y los Barís.
El grupo Barí, por su parte, habitante tradicional
de la reserva, se ha visto igualmente disminuido y amenazado.
Antes de empezar las exploraciones y explotaciones petroleras
en 1920, se estimaba su población en más de
4.000 personas, dispersas en un territorio superior a los
16.000 km2; actualmente se calcula que existen 450 individuos
aproximadamente, aglutinados en menos de 2.000 km2 que coinciden
con el último relicto de bosque húmedo que
se ha salvado de la tala irracional e indiscriminada, originada
en el valle del Cesar al oriente, la serranía del
Perijá al norte y la región de Tibú
al sur.
Los Barís tienen un patrón de residencia semisedentario,
se distribuyen en pequeños sectores ribereños
y de «tierra firme» como suele ocurrir en las
tierras bajas amazónicas. Entre las faenas de horticultura,
la caza y la pesca transcurre la vida de este grupo, acorde
con su sistema político igualitario, basado en el
reconocimiento de roles. Invocan permanentemente a Saimadoyí,
su ancestro mitológico y benefactor, que continúa
aconsejándolos en todo lo que tiene que ver con su
desesperada situación.