La
región del Bajo Magdalena fue llamada por los indígenas
Karib, desde el siglo VIII d.C hasta bien entrado el siglo
XVIII, con los nombres de Caripuña y Arli. Este
segmento, el más plano y bajo de la cuenca, que
incluso tiene algunos sectores por debajo del nivel del
mar, se ubica entre la población de La Gloria y
Bocas de Ceniza, lugar donde las aguas de toda la hoya
se internan en el Mar Caribe.
El paisaje característico de esta región
es el de la llanura aluvial con numerosas ciénagas
y pantanos, así como una pequeña zona de
colinas que aparecen a lado y lado del eje fluvial. Sus
suelos están compuestos por depósitos de
sedimentos recientes en la parte alta y por la formación
geológica Cuesta, de origen Mioceno-Plioceno —entre
unos 25 millones a 600.000 mil años— en la
baja, la cual aflora ocasionalmente en ambas márgenes
y está constituida por una secuencia de arcillolitas
y areniscas fosilíferas en su capa superior.
Se pueden observar también una serie de estructuras
diferenciables sobre las márgenes pluviales, hacia
la zona de rebalse y hacia las serranías y la cordillera,
como montañas, paisajes de lomerío, piedemontes,
valles y planicies.
Las montañas presentan altitudes que oscilan entre
300 y 2.100 msnm y climas que van desde el frío
húmedo hasta el cálido húmedo; estos
suelos, que comprenden el 14% de la región, tienen
un relieve fuertemente quebrado, con laderas largas complejas,
pendientes pronunciadas —más de 30%—,
modeladas por escurrimiento difuso y concentrado y afectadas
por remoción en masa en algunos sectores y por
erosión hídrica en grado ligero a moderado
en otros. Se localizan principalmente en el norte de la
serranía de San Lucas, en inmediaciones de los
municipios de Montecristo, Altos del Rosario y Morales
y en las estribaciones de la cordillera Oriental, en el
departamento del Cesar, en los municipios de Chimichagua,
la Gloria, Pailitas y Pelaya.
El lomerío, que comprende lomas, colinas y vallecitos
aluviales, se localiza en el clima cálido seco
e incluye geoformas de tipo denudativo y estructural,
cuyas alturas con respecto a las áreas circundantes
no sobrepasan los 300 m, con pendiente menores del 30%.
Estas estructuras se formaron por acción de erosión
pluvial, fluvial y localmente por procesos de remoción
en masa. Sus suelos se han desarrollado a partir de diferentes
materiales parentales, dentro de los cuales sobresalen
las rocas sedimentarias; los sedimentos consolidados calcáreos
con sodio y/o yeso y areniscas, así como con flujos
volcánicos. Las geoformas de lomerío se
presentan entre las montañas y las planicies o
entre las montañas y el piedemonte; se encuentran
en las inmediaciones de los municipios de El Banco, Guamal,
San Sebastián, San Zenón y Magangué,
así como al occidente en los municipios de Galeras,
San Benito de Abad, Caimito y San Marcos.
El paisaje de piedemonte está compuesto por superficies
inclinadas a onduladas que se encuentran a continuación
del lomerío y llegan a confundirse con la planicie;
por lo tanto su relieve es ligeramente inclinado y en
algunos sectores quebrado, con pendientes que oscilan
entre 3, 7, 12 y 25% como máximo; se formó
debido a las direcciones de los abanicos de las montañas
que posteriormente fueron modelados por escurrimiento
difuso y concentrado. Sus suelos están compuestos
por sedimentos aluviales derivados de rocas volcánicas
y calcáreas y por sedimentos arcillosos finos expansibles,
como los que se observan en Nechí, Ayapel, Guaranda,
Tiquisio, Río Viejo, Tamalameque, Achí,
Morales, Gamarra, La Gloria, y Pailitas.
Los paisajes de valles se localizan en el clima cálido
húmedo y están formados por los planos de
inundación de los cauces menores que irrigan los
piedemontes y lomeríos, y por vallecitos aluviales
y terrazas, desarrollados a partir de sedimentos actuales,
sometidos a escurrimiento difuso e inundaciones ocasionales.
Sus pendientes son menores del 3% y sus suelos varían
entre los muy superficiales a los moderadamente profundos,
con un drenaje de bueno a pobre y un nivel freático
fluctuante; sus texturas van de las moderadamente finas
a las gruesas; su acidez cambia entre fuerte y ligeramente
alcalina; su saturación de bases es alta y su fertilidad
se encuentra entre moderada y alta.
El paisaje de planicie es la unidad con mayor representación
en esta zona del río. Se encuentra en los climas
cálido húmedo y cálido seco y está
formada por la acumulación de sedimentos compuestos
por arenas, limos y arcillas de origen fluvial. Dentro
de sus geoformas se pueden diferenciar: terrazas antiguas
ligeramente disectadas, formadas por rocas sedimentarias,
cuyo relieve conforma suaves colinas de 10 a 40 m; complejos
de orillares producidos por los depósitos del río,
con alto contenido de materia orgánica, elementos
que sufren cambios constantes en épocas de grandes
crecientes; diques aluviales —albardones, o depósitos
de sedimentos limo-arenosos—, paralelos al río,
que generalmente sirven de barrera natural entre el río
y las ciénagas; cubetas de decantación que
tienen formas plano–cóncavas compuestas por
materiales finos, que ocupan la parte más baja
de la llanura aluvial, de manera que pueden almacenar
la escorrentía lateral que no llega directamente
al río; finalmente se presentan barras o islas
que corresponden a masas de sedimentos acumulados en el
cauce principal y que son modelados por el continuo aporte
de sedimentos y el cambio frecuente del cauce del río.
Los factores determinantes en la estructura de los suelos
de la planicie aluvial del bajo Magdalena son: por una
parte, el régimen hídrico deficitario, que
se caracteriza por la escasa precipitación y las
altas tasas de evapotranspiración y por la otra,
las inundaciones periódicas provocadas por las
crecientes del Magdalena y de algunos de sus afluentes.
Dichos elementos le otorgan una gran capacidad de retención
de líquidos, lo cual favorece la existencia de
los complejos cenagosos y lagunares que se forman con
el rebalse del río. Las ciénagas son ambientes
acuáticos propios de la región, que se localizan
fundamentalmente en los planos de desborde de los ríos
y se definen como espejos de agua marginales, como madres
viejas o como antiguos meandros de los ríos, que
se hallan aislados del cauce principal durante gran parte
del año. En general, se trata de reservorios de
poca profundidad, sujetos a variaciones de nivel durante
el año, de acuerdo con las fluctuaciones del caudal
del río adyacente, con el que pueden mantener conexión
permanente o transitoria a lo largo de los diferentes
períodos hidroclimáticos.
LA BIOTA DE LA REGIÓN Y SU IMPORTANCIA
El sistema de ciénagas de la región baja
del río Magdalena y de la llanura del Caribe, ha
sustentado la mayor parte de la producción pesquera
del país, que no se podría concebir si las
ciénagas no recibieran la fertilización
natural de los ríos que las alimentan y si no existiera
una inmensa zona circundante de tierras inundables de
alta productividad natural. La migración masiva
de peces de las ciénagas al río, que da
lugar a las subiendas, es un aspecto central de la ecología
de las ciénagas.
La región del Bajo Magdalena, por presentar condiciones
particulares en su composición y en sus características
físico bióticas, es una de las más
ricas del país. La dinámica hidrológica,
climática y en particular su desarrollo biológico,
le imprimen un carácter de alta productividad a
sus ecosistemas; las épocas de subienda y bajanza
propician las migraciones de reproducción y alimentación
del bocachico y del bagre y regulan la actividad de los
pescadores en los ríos y ciénagas.
La pesca es tan solo uno de los indicadores de la alta
productividad biológica del río, donde se
desarrolla, además de los peces, un complejo entramado
de especies asociadas a los orillares, tales como la hicotea,
el caimán, la babilla, el pisingo, el ponche, la
iguana y el loro, así como algunos mamíferos
como el armadillo, el conejo, la guartinaja, la guacharaca,
el venado y el ñeque.
Uno de los animales más característicos
de la región es el manatí o vaca marina,
considerado como el mamífero acuático en
mayor peligro de extinción en toda el área
de la costa Caribe, debido a la destrucción de
su hábitat natural, la contaminación, el
drenaje de las ciénagas y las actividades humanas
como pesca, navegación con motores fuera de borda
y captura accidental en redes de individuos jóvenes.
Estos mamíferos tienen un cuerpo fusiforme con
alta hidrodinámica, una gran cola expandida lateralmente
con la cual se propulsan y reducidos apéndices
pectorales llamados aletas, para maniobrar. El cuello
de los manatíes no se puede diferenciar fácilmente
de su cabeza, la cual contiene un cerebro relativamente
pequeño para un animal con cuerpo tan grande y
una dentición perfectamente especializada para
aprovechar al máximo la vegetación ribereña.
Su hábitat preferido es el conformado por las aguas
ligeramente turbias de las ciénagas, las cuales
poseen una inmensa riqueza orgánica gracias al
plancton fluvial que las convierte en un medio extraordinariamente
nutritivo para pequeños peces; las microscópicas
algas del fitoplancton son consideradas como la base que
soporta la vida en el río y las ciénagas,
puesto que son el sustento principal de la infinidad de
pequeños invertebrados, larvas y gusanos que integran
el zooplancton.
En la región del Bajo Magdalena existe una gran
cantidad de comunidades vegetales entre las que sobresalen
las plantas hidrófilas en las partes más
húmedas y bajas del valle y las comunidades xerófitas
o secas en las áreas más alejadas de la
zona de rebalse del río. Se encuentra un gran mosaico
de especies características del espejo de agua
o de los orillares y rondas húmedas, como la lechuga
de agua, la taruya o batata de agua y la hoja de raya.
En las zonas próximas al litoral, las ciénagas
están acompañadas de bosques de manglar,
considerados como uno de los ecosistemas cuya productividad
biológica neta aporta la mayor cantidad de biomasa
a las ciénagas.
En las zonas secas y cálidas del valle bajo del
río, abundan los arbustos y árboles propios
de entornos entre xerofíticos e higrotropofíticos,
como el dividivi y el guamacho y algunas cactáceas
con aspecto de árbol común, como el candelabro
o cardón de higo y la tuna. En otros sitios se
presentan árboles aislados de caracolí,
carreto, resbalamono, olla de mono y jaboncillo. Las palmas
están representadas por la palma de vino, la palma
amarga o de techar, la palma iraca y la palma bejucosa.
Toda esta riqueza biológica no se distribuye de
la misma forma a lo largo del Bajo Magdalena; existen
algunos ecosistemas estratégicos de gran valor
en esta parte de la cuenca, como la isla de Mompox, las
depresiones de la Mojana y la Momposina, las serranías
de San Jacinto y Ayapel, la Ciénaga Grande de Santa
Marta y las Bocas de Ceniza, en la desembocadura al mar
Caribe.
ISLA DE MOMPOX
La isla de Mompox, conocida también como isla Margarita,
debe su carácter insular al cambio de curso del
río Magdalena y a la desembocadura del río
Cauca en el brazo de Loba, el cual junto con el brazo
de Mompox, configura esta formación. Su sistema
de drenaje natural está interconectado con dichos
brazos, de manera que los niveles de los caños
y ciénagas que se han formado dentro de la isla
están influenciados por las fluctuaciones de nivel
de esos cuerpos de agua, que presentan caudales altos
entre mayo y enero y períodos de estiaje entre
febrero y marzo.
La precipitación media anual en la isla, que es
de 1.800 mm, varía entre 1.400 mm en Mompox y 3.200
en Barranco de Loba; se presenta un período de
lluvias medias a altas entre mayo y noviembre y un período
de lluvias bajas, con mínimos que pueden llegar
a cero, entre diciembre y marzo.
Al llegar los conquistadores españoles, la región
estaba habitada por indígenas malibúes relacionados
con los chimilas, en la margen oriental del río
y por mocanes, en la parte baja, cerca de Cartagena de
Indias. La palabra malibú hacía referencia
a un tigre-jaguar de manchas redondas amarillas que era
el más fiero de todos. En el siglo XVI se diferenciaban
los malibú del río y los de las lagunas,
que tenían diferente lengua; los del río
vivían en las poblaciones de Tamalameque, Tamalaguacata
y Nicaho y en las riberas entre Mompox y Tenerife; los
de las lagunas habitaban en las poblaciones de Senpeheguas,
Panchique, Sopotí, Zopatosa, Simichagua y Soloba.
Todos decían provenir del mar, de Maracapana, desde
donde habían arribado al río Arli en canoas.
Los conquistadores llamaron palenques a sus aldeas, por
estar cercadas por palizadas de plantas espinosas como
piñas y piñuelas. Solo abrían caminos
entre las aldeas amigas y en los que conducían
a vecinos hostiles, enterraban puyas para cerrarlos. Estos
poblados, donde se reunían entre 50 a 60 habitantes,
derivaban su sustento de los ríos y las lagunas;
pescaban corvinata, bocachico, bagre, doncella; cazaban
algunos manatíes, así como iguanas, tortugas,
pequeños caimanes y babillas, zainos, venados,
monos y armadillos y cultivaban vegetales como maíz,
yuca, ahuyama, batatas y bledos.
Pasada la conquista y después de las expediciones
de penetración al interior del territorio, Alonso
de Heredia, comisionado por Juan de Santa Cruz fundó
la Villa de Santa Cruz de Mompox hacia el mes de marzo
del año de 1540. Su territorio ha sido trascendental
para el desarrollo del país; en la conquista sirvió
como enclave estratégico para las hazañas
de los intrépidos conquistadores que se internaron
en busca de El Dorado; en esa época fue considerado
como el puerto principal sobre el río Magdalena
y por su estratégica posición geográfica,
rápidamente se convirtió en valioso centro
de comercio; su importancia fue tal durante los siglos
XVII y XVIII, que llegó a ser la tercera ciudad
después de Santa Fe y Cartagena de Indias.
El 3 de noviembre de 1812 se le concedió el título
de Ciudad Valerosa, por ser la primera población
en declarar la independencia absoluta de España.
Desde sus tierras el libertador Simón Bolívar
emprendió la Campaña Admirable con el apoyo
de 400 momposinos, a los que les dijo: «Si a Caracas
le debo la vida, a Mompox le debo la gloria de haber libertado
la ciudad de mi nacimiento».
Actualmente la isla tiene una extensión de 2.832
km2 y una población de aproximadamente
35.400 habitantes. Santa Cruz de Mompox guarda uno de
los tesoros más importantes de la arquitectura
colonial del país, por el que fue declarada como
patrimonio histórico y cultural de la humanidad.
Sus casonas se caracterizan por conservar intactos los
tejados de barro, las rejas en hierro forjado, los grandes
portones de madera y los balcones, zaguanes, patios y
jardines. En la iglesia de Santa Bárbara, con su
famosa torre octagonal que culmina en una cúpula
en forma de corona, se observan molduras y figuras barrocas
y un típico balcón mudéjar. Las calles
siguen el curso irregular del río y se convierten
en románticas albarradas.
Sus artesanos trabajan la orfebrería en filigrana
de oro y plata, arte único que recuerda las riquezas
de los zenúes, cultura precolombina asentada en
la gran depresión Momposina, de la cual los lugareños
han heredado sus técnicas y tradiciones.
LA REGIÓN DE LA MOJANA Y LA DEPRESIÓN
MOMPOSINA
En términos generales, la región es una
zona baja o área deprimida, donde se llevan a cabo
importantes procesos fluviales y lacustres. El sistema
fluvial de los ríos Magdalena, Cauca, San Jorge
y Cesar aporta anualmente gigantescos volúmenes
de aguas durante las épocas invernales o de rebalse,
así como una gran cantidad de sedimentos, lo cual
genera cambios o migraciones laterales y longitudinales
de los cauces de los ríos, caños y canales.
La Depresión Momposina corresponde al centro de
la región de la Mojana que está conformada
por espesos depósitos recientes, enmarcados por
un conjunto de sedimentos marinos y continentales de edad
terciaria, localizados al norte del brazo de Mompox, los
cuales se encuentran afectados por plegamiento. A nivel
geológico, el área presenta grandes estructuras
rocosas elevadas —sistemas montañosos independientes,
sierras, serranías y macizos rocosos—, que
por su propia condición circunvecina, ayudan a
definir el carácter de hoya depresiva y la convierten
en receptora de la escorrentía fluvial. El tectonismo
del Caribe junto con el de la región del Pacífico,
definieron las condiciones geológicas para el desarrollo
de los sistemas rocosos o macizos elevados que rodean
la depresión Momposina y que junto con la orogenia
andina conformaron los tres ramales cordilleranos más
importantes del país, así como otros sistemas
montañosos independientes como la Sierra Nevada
de Santa Marta y las serranías de Perijá,
San Lucas y Ayapel, San Jacinto y los montes de María,
entre otros.
La Depresión se halla en una zona de subsidencia
o hundimiento de capas por colisión tectónica,
del orden de 2 a 4 mm por año; debido al avance
de las placas del Caribe y del Pacífico, las cuales
controlan sus movimientos diferenciales, se presenta un
ajuste tectónico que se refleja en un amplio sistema
de fallas y lineamientos geológicos que convergen
allí, los cuales están acompañados
de importantes procesos de subsidencia y sedimentación
de edad reciente.
La región de La Mojana, así como la denominada
Depresión Momposina, están enmarcadas y
atravesadas por múltiples fallas geológicas.
Algunas tienen una orientación longitudinal paralela
a los valles de los ríos Cauca y Magdalena y otras
presentan lineamientos estructurales con orientación
transversal a los valles; entre estas sobresale la que
coincide con el Brazo de Loba, cuya dirección es
la misma del brazo de Mompox, localizado entre la ciénaga
de Las Chitimoyas y la población de Magangué
y la Falla de Romeral, con rumbo general suroccidente–noroccidente,
que tiene una longitud de aproximadamente 800 km. Su trazo
se orienta desde el departamento de Antioquia hasta el
sector oriental de la Sierra Nevada de Santa Marta, ejerce
fuerte control estructural sobre la vertiente norte del
río Cesar y el patrón de drenaje del sistema
de lomas y lomeríos localizados al norte del brazo
de Mompox; esta falla se cruza con la de Bucaramanga-Santa
Marta en el sector de la ciénaga de Zapatosa y
afecta rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias,
de edades que varían desde el Jurásico —180
a 135 millones de años— hasta el Cuaternario
—600.000 a 10.000 años—.
Fue precisamente en esta región donde nació
el mito del hombre-caimán, tal vez el mejor ejemplo
de lo que pudo ser el criterio de integración hombre-río
y el símbolo de uno de los animales más
respetados y fecundos de la región. La cultura
anfibia se desarrolló a partir de la interacción
de grupos étnicos de diferente filiación
lingüística, como los malibués y los
zenúes; estos últimos, además de
levantar enormes plataformas y terrazas para localizar
sus poblados y cementerios, construyeron amplios canales
y camellones artificiales que funcionaban como un sistema
autorregulador de las inundaciones de los ríos
y permitían el desarrollo de modelos intensivos
y extensivos de agricultura y piscicultura, con los que
podía alimentar a más de un millón
de habitantes. Eran orfebres inigualables que utilizaban
técnicas como la cera perdida y la filigrana —falsa
y verdadera—; sus trabajos se destacan dentro del
concierto artístico universal y sus técnicas
siguen siendo utilizadas por los artesanos de la región,
especialmente los de Mompox y Magangué.
DESEMBOCADURA DEL RÍO CAUCA
El río Cauca desemboca frente a la isla de Mompox,
después de haber atravesado un profundo cañón
conformado por la cordillera del Mocho y la serranía
de Ayapel —remates de la cordillera Occidental—
y las estribaciones de la cordillera Central, para salir
a la vasta llanura de inundación del valle bajo
del Magdalena. El bajo Cauca conforma parte de la región
de La Mojana y la Depresión Momposina, donde su
aporte es vital para el sistema hídrico de los
humedales.
El bajo Cauca, conformado por suelos húmedos que
permiten la existencia de una variada flora y fauna, tiene
una extensión de 8.485km2 que limitan
al oriente con el departamento de Bolívar, al norte
y el occidente con el departamento de Córdoba y
al sur con regiones de Antioquia y presenta un clima cálido-húmedo,
con temporada de lluvias entre abril y noviembre y verano
entre julio y agosto.
En época de creciente los ríos Magdalena
y Cauca se confunden en un interminable humedal compuesto
por la ciénaga de Morrocoyal, Guacamaya, la Raya,
Redonda, Panseguita y Cucharral, razón por la cual
la desembocadura del Cauca es algo incierta, aunque se
establece en el Brazo de Loba a la altura de Pinillos,
un poco más al norte de Mantequera, última
población antes del delta.
AYAPEL Y SAN JACINTO
Las serranías de Ayapel y San Jacinto marcan el
límite occidental de la depresión Momposina,
pues sirven de control estructural y topográfico
a la circulación de las aguas que drenan hacia
la costa Caribe y hacia La Mojana. Paralelos a estas estructuras,
se encuentran los sistemas de fallas geológicas
locales que actúan como límites geoestructurales
de primer orden, de esta margen del valle inundable.
Geológicamente las serranías son el resultado
de una serie de eventos disímiles y complejos de
carácter tectónico, cuyo resultado es la
formación del cinturón de San Jacinto que
comprende tres unidades estructurales, topográficamente
no muy prominentes, que de sur a norte se han denominado
los anticlinales de San Jerónimo, San Jacinto y
Luruaco.
Estas formaciones montañosas, localizadas de manera
más o menos paralela, a la costa caribeña
entre el golfo de Morrosquillo y la bahía de Barbacoas,
ubicada en el departamento de Bolívar entre Calamar
y San Andrés de Sotavento, son relativamente pequeñas
y bajas respecto a la cordillera Central y a la Sierra
Nevada y están próximas a los espejos de
agua de la Depresión.
Debido a su relieve moderadamente suave, con colinas bajas,
se ha facilitado la construcción de una gran cantidad
de vías de penetración y asentamientos menores,
lo cual necesariamente ha implicado la desaparición
de casi la totalidad de las formaciones vegetales naturales
y de la fauna silvestre; en el interior de las serranías
existen múltiples poblaciones plenamente asentadas,
como San Juan de Nepomuceno, San Jacinto, Carmen de Bolívar,
Corozal y Sincelejo.
CIÉNAGA GRANDE DE SANTA MARTA
La Ciénaga Grande de Santa Marta es un ecosistema
de laguna costera y ciénaga litoral, que forma
el delta exterior del río Magdalena. El área
es el ecosistema costero más grande de laguna-delta
del área del Caribe, con una extensión de
1.280 km2, que incluye los pantanos del mangle.
Abarca dos cuerpos principales de agua: la Ciénaga
Grande de Santa Marta, de 450 km2 y la ciénaga
de Pajarales de 120 km2, así como varios
pantanos. La zona presenta un clima tropical árido,
con 6 a 7 meses secos al año y un déficit
anual de agua, de 1.031 mm, debido a que la evapotranspiración
que es de 1.431 mm al año, excede a la precipitación
en 400 a 500 mm al año.
Al norte, el complejo lagunar se encuentra separado del
mar Caribe por una isla de barrera conocida como isla
Salamanca, la cual tiene en su extremo oriental una boca
de aproximadamente 100 m de ancho por 10 de profundidad,
que conecta la Ciénaga Grande directamente con
el mar. Al oriente y al suroriente la laguna delta está
limitada por el plano de la inundación del río
Magdalena, a través de cinco canales tributarios
principales. El rango de las mareas es relativamente pequeño
—±30 cm— y por lo tanto, los cambios
en el nivel del agua en las lagunas son muy reducidos,
pero la salinidad que traen estas aguas es muy importante
para el desarrollo de los bosques de mangle.
El equilibrio entre agua dulce y salinidad de la Ciénaga
Grande se mantiene gracias a los caños de agua
dulce como el Bristol, Aguas Negras y Renegado, así
como a los ríos que bajan de la Sierra Nevada de
Santa Marta: el Fundación, el Tucurinca y el Frío.
De no ser por estas corrientes el exceso de salinidad
acabaría con los manglares. En estos ecosistemas
se encuentran más de 244 especies de aves, patos
nativos y residentes y muchas otras nidificantes y limícolas,
migratorias del hemisferio norte. Albergan también
babillas, caimanes, tigres, manatíes y nutrias.
Las planicies costeras se comunicaban por canales naturales
con el mar, hasta la construcción de la carretera
de la costa, la cual aisló la Ciénaga del
mar y puso en peligro de extinción los manglares
que albergan por lo menos 17 especies de peces, cinco
de moluscos y 10 de crustáceos de gran importancia
comercial. Después del proceso de restauración
de la laguna costera, los ecosistemas han cambiado a otros
muy diferentes de los originales.
BOCAS DE CENIZA
El Magdalena conforma un delta que arroja al mar Caribe
miles de millones de metros cúbicos de agua turbia
que cambian la composición del agua por cientos
de kilómetros mar adentro, especialmente hacia
el occidente del litoral, donde, por la fuerza de rotación
de la tierra, el penacho de sedimentos —pluma hídrica—
llega hasta el Golfo de Urabá.
La corriente del río produce cambios impresionantes
que dan origen a complejos fenómenos hidráulicos
como la conformación de un delta submarino compuesto
por colinas, cañones y barras de sedimentos submarinos
inestables, que han impedido la navegación de grandes
embarcaciones. Los tajamares construidos para contrarrestar
este fenómeno resumen un siglo de esfuerzos por
domesticar la desembocadura del Magdalena y ponerlo al
servicio del hombre.
Desde 1860, la Confederación Granadina, particularmente
el Estado Soberano de Bolívar, proyectó
un ferrocarril que uniera a Barranquilla con el mar Caribe;
en 1865 se contrató la obra y en 1871 la línea
hasta puerto Sabanilla, donde venía funcionando
el edificio de la Aduana, conocido como Castillo de San
Antonio de Salgar, se inauguró. Los buques fondeaban
en Sabanilla y descargaban sus mercancías en bongos
que eran conducidos por un remolcador hasta la orilla,
donde se acomodaban en vagones para ser transportadas
hasta el Puerto fluvial de Barranquilla.
En 1878 se inició la construcción de un
Puerto que a la vez fuera terminal del ferrocarril y permitiera
atracar a buques de alto calado. Los trabajos continuaron
hasta 1888, cuando llegaron al pie del Cerro Cupino, donde
se fundó Puerto Colombia, que se convirtió
en el principal puerto del país.
Ante la expectativa de apertura del Canal de Panamá,
se decidió llevar a cabo la ampliación del
muelle y en 1907 se le asignaron los primeros estudios
para encauzar el río y romper la barra de sedimentos
que se acumulaban en la desmbocadura, a los ingenieros
norteamericanos Ripley y Haupt; estos trabajos fueron
complementados en 1915 por la firma alemana Julius Berger.
Después de la primera Guerra Mundial, el próspero
comercio local constituyó en 1919 la Sociedad Colombiana
de Bocas de Ceniza y contrató con el gobierno colombiano
la adecuación de la desembocadura.
En 1923 se inauguró el nuevo muelle construido
en concreto reforzado por ingenieros ingleses —el
tercero más largo del mundo—. A partir de
1924, ante el afán de los barranquilleros por convertir
su ciudad en puerto marítimo y fluvial, se dragaron
las Bocas de Ceniza, así como las bahías
de Puerto Salgar y Puerto Colombia, excelentes fondeaderos
naturales protegidos de los vientos y las olas de altamar
y las costas y bahías cercanas se llenaron de tierra.
Las enormes dificultades que presentaba la adecuada navegación
por el río generaron discusiones técnicas
y consultas que concluyeron con la construcción
de un canal de 880 m encauzado por dos tajamares de aproximadamente
2.300 m cada uno; a fines de 1928 se habían construido
apenas 175 y 225 metros de espolón a cada lado
con un costo de 5,5 millones de dólares.
En 1935 se desplomó la barra submarina de sedimentos
y se llevó 500 m del tajamar occidental, lo que
disminuyó el calado. Desde 1951, bajo la administración
de la Junta Coordinadora del Puerto de Barranquilla, se
estrechó el canal con espolones perpendiculares
a los tajamares existentes y en 1959 el Laboratorio Central
de Hidráulica de Francia realizó un estudio
que reprodujo en pequeño las condiciones del río
y sugirió que se angostara de manera hidrodinámica
el canal, con un dique interior curvo a 512 m de ancho.
Sin embargo, desde su terminación en 1963, ha permanecido
estable el calado en Bocas de Ceniza, la más colosal
obra de ingeniería colombiana.