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CAPÍTULO 6

CARIPUÑA O
EL
BAJO MAGDALENA

 

La región del Bajo Magdalena fue llamada por los indígenas Karib, desde el siglo VIII d.C hasta bien entrado el siglo XVIII, con los nombres de Caripuña y Arli. Este segmento, el más plano y bajo de la cuenca, que incluso tiene algunos sectores por debajo del nivel del mar, se ubica entre la población de La Gloria y Bocas de Ceniza, lugar donde las aguas de toda la hoya se internan en el Mar Caribe.

El paisaje característico de esta región es el de la llanura aluvial con numerosas ciénagas y pantanos, así como una pequeña zona de colinas que aparecen a lado y lado del eje fluvial. Sus suelos están compuestos por depósitos de sedimentos recientes en la parte alta y por la formación geológica Cuesta, de origen Mioceno-Plioceno —entre unos 25 millones a 600.000 mil años— en la baja, la cual aflora ocasionalmente en ambas márgenes y está constituida por una secuencia de arcillolitas y areniscas fosilíferas en su capa superior.

Se pueden observar también una serie de estructuras diferenciables sobre las márgenes pluviales, hacia la zona de rebalse y hacia las serranías y la cordillera, como montañas, paisajes de lomerío, piedemontes, valles y planicies.

Las montañas presentan altitudes que oscilan entre 300 y 2.100 msnm y climas que van desde el frío húmedo hasta el cálido húmedo; estos suelos, que comprenden el 14% de la región, tienen un relieve fuertemente quebrado, con laderas largas complejas, pendientes pronunciadas —más de 30%—, modeladas por escurrimiento difuso y concentrado y afectadas por remoción en masa en algunos sectores y por erosión hídrica en grado ligero a moderado en otros. Se localizan principalmente en el norte de la serranía de San Lucas, en inmediaciones de los municipios de Montecristo, Altos del Rosario y Morales y en las estribaciones de la cordillera Oriental, en el departamento del Cesar, en los municipios de Chimichagua, la Gloria, Pailitas y Pelaya.

El lomerío, que comprende lomas, colinas y vallecitos aluviales, se localiza en el clima cálido seco e incluye geoformas de tipo denudativo y estructural, cuyas alturas con respecto a las áreas circundantes no sobrepasan los 300 m, con pendiente menores del 30%. Estas estructuras se formaron por acción de erosión pluvial, fluvial y localmente por procesos de remoción en masa. Sus suelos se han desarrollado a partir de diferentes materiales parentales, dentro de los cuales sobresalen las rocas sedimentarias; los sedimentos consolidados calcáreos con sodio y/o yeso y areniscas, así como con flujos volcánicos. Las geoformas de lomerío se presentan entre las montañas y las planicies o entre las montañas y el piedemonte; se encuentran en las inmediaciones de los municipios de El Banco, Guamal, San Sebastián, San Zenón y Magangué, así como al occidente en los municipios de Galeras, San Benito de Abad, Caimito y San Marcos.

El paisaje de piedemonte está compuesto por superficies inclinadas a onduladas que se encuentran a continuación del lomerío y llegan a confundirse con la planicie; por lo tanto su relieve es ligeramente inclinado y en algunos sectores quebrado, con pendientes que oscilan entre 3, 7, 12 y 25% como máximo; se formó debido a las direcciones de los abanicos de las montañas que posteriormente fueron modelados por escurrimiento difuso y concentrado. Sus suelos están compuestos por sedimentos aluviales derivados de rocas volcánicas y calcáreas y por sedimentos arcillosos finos expansibles, como los que se observan en Nechí, Ayapel, Guaranda, Tiquisio, Río Viejo, Tamalameque, Achí, Morales, Gamarra, La Gloria, y Pailitas.

Los paisajes de valles se localizan en el clima cálido húmedo y están formados por los planos de inundación de los cauces menores que irrigan los piedemontes y lomeríos, y por vallecitos aluviales y terrazas, desarrollados a partir de sedimentos actuales, sometidos a escurrimiento difuso e inundaciones ocasionales. Sus pendientes son menores del 3% y sus suelos varían entre los muy superficiales a los moderadamente profundos, con un drenaje de bueno a pobre y un nivel freático fluctuante; sus texturas van de las moderadamente finas a las gruesas; su acidez cambia entre fuerte y ligeramente alcalina; su saturación de bases es alta y su fertilidad se encuentra entre moderada y alta.

El paisaje de planicie es la unidad con mayor representación en esta zona del río. Se encuentra en los climas cálido húmedo y cálido seco y está formada por la acumulación de sedimentos compuestos por arenas, limos y arcillas de origen fluvial. Dentro de sus geoformas se pueden diferenciar: terrazas antiguas ligeramente disectadas, formadas por rocas sedimentarias, cuyo relieve conforma suaves colinas de 10 a 40 m; complejos de orillares producidos por los depósitos del río, con alto contenido de materia orgánica, elementos que sufren cambios constantes en épocas de grandes crecientes; diques aluviales —albardones, o depósitos de sedimentos limo-arenosos—, paralelos al río, que generalmente sirven de barrera natural entre el río y las ciénagas; cubetas de decantación que tienen formas plano–cóncavas compuestas por materiales finos, que ocupan la parte más baja de la llanura aluvial, de manera que pueden almacenar la escorrentía lateral que no llega directamente al río; finalmente se presentan barras o islas que corresponden a masas de sedimentos acumulados en el cauce principal y que son modelados por el continuo aporte de sedimentos y el cambio frecuente del cauce del río.

Los factores determinantes en la estructura de los suelos de la planicie aluvial del bajo Magdalena son: por una parte, el régimen hídrico deficitario, que se caracteriza por la escasa precipitación y las altas tasas de evapotranspiración y por la otra, las inundaciones periódicas provocadas por las crecientes del Magdalena y de algunos de sus afluentes. Dichos elementos le otorgan una gran capacidad de retención de líquidos, lo cual favorece la existencia de los complejos cenagosos y lagunares que se forman con el rebalse del río. Las ciénagas son ambientes acuáticos propios de la región, que se localizan fundamentalmente en los planos de desborde de los ríos y se definen como espejos de agua marginales, como madres viejas o como antiguos meandros de los ríos, que se hallan aislados del cauce principal durante gran parte del año. En general, se trata de reservorios de poca profundidad, sujetos a variaciones de nivel durante el año, de acuerdo con las fluctuaciones del caudal del río adyacente, con el que pueden mantener conexión permanente o transitoria a lo largo de los diferentes períodos hidroclimáticos.

LA BIOTA DE LA REGIÓN Y SU IMPORTANCIA

El sistema de ciénagas de la región baja del río Magdalena y de la llanura del Caribe, ha sustentado la mayor parte de la producción pesquera del país, que no se podría concebir si las ciénagas no recibieran la fertilización natural de los ríos que las alimentan y si no existiera una inmensa zona circundante de tierras inundables de alta productividad natural. La migración masiva de peces de las ciénagas al río, que da lugar a las subiendas, es un aspecto central de la ecología de las ciénagas.

La región del Bajo Magdalena, por presentar condiciones particulares en su composición y en sus características físico bióticas, es una de las más ricas del país. La dinámica hidrológica, climática y en particular su desarrollo biológico, le imprimen un carácter de alta productividad a sus ecosistemas; las épocas de subienda y bajanza propician las migraciones de reproducción y alimentación del bocachico y del bagre y regulan la actividad de los pescadores en los ríos y ciénagas.

La pesca es tan solo uno de los indicadores de la alta productividad biológica del río, donde se desarrolla, además de los peces, un complejo entramado de especies asociadas a los orillares, tales como la hicotea, el caimán, la babilla, el pisingo, el ponche, la iguana y el loro, así como algunos mamíferos como el armadillo, el conejo, la guartinaja, la guacharaca, el venado y el ñeque.

Uno de los animales más característicos de la región es el manatí o vaca marina, considerado como el mamífero acuático en mayor peligro de extinción en toda el área de la costa Caribe, debido a la destrucción de su hábitat natural, la contaminación, el drenaje de las ciénagas y las actividades humanas como pesca, navegación con motores fuera de borda y captura accidental en redes de individuos jóvenes. Estos mamíferos tienen un cuerpo fusiforme con alta hidrodinámica, una gran cola expandida lateralmente con la cual se propulsan y reducidos apéndices pectorales llamados aletas, para maniobrar. El cuello de los manatíes no se puede diferenciar fácilmente de su cabeza, la cual contiene un cerebro relativamente pequeño para un animal con cuerpo tan grande y una dentición perfectamente especializada para aprovechar al máximo la vegetación ribereña.

Su hábitat preferido es el conformado por las aguas ligeramente turbias de las ciénagas, las cuales poseen una inmensa riqueza orgánica gracias al plancton fluvial que las convierte en un medio extraordinariamente nutritivo para pequeños peces; las microscópicas algas del fitoplancton son consideradas como la base que soporta la vida en el río y las ciénagas, puesto que son el sustento principal de la infinidad de pequeños invertebrados, larvas y gusanos que integran el zooplancton.

En la región del Bajo Magdalena existe una gran cantidad de comunidades vegetales entre las que sobresalen las plantas hidrófilas en las partes más húmedas y bajas del valle y las comunidades xerófitas o secas en las áreas más alejadas de la zona de rebalse del río. Se encuentra un gran mosaico de especies características del espejo de agua o de los orillares y rondas húmedas, como la lechuga de agua, la taruya o batata de agua y la hoja de raya. En las zonas próximas al litoral, las ciénagas están acompañadas de bosques de manglar, considerados como uno de los ecosistemas cuya productividad biológica neta aporta la mayor cantidad de biomasa a las ciénagas.

En las zonas secas y cálidas del valle bajo del río, abundan los arbustos y árboles propios de entornos entre xerofíticos e higrotropofíticos, como el dividivi y el guamacho y algunas cactáceas con aspecto de árbol común, como el candelabro o cardón de higo y la tuna. En otros sitios se presentan árboles aislados de caracolí, carreto, resbalamono, olla de mono y jaboncillo. Las palmas están representadas por la palma de vino, la palma amarga o de techar, la palma iraca y la palma bejucosa.

Toda esta riqueza biológica no se distribuye de la misma forma a lo largo del Bajo Magdalena; existen algunos ecosistemas estratégicos de gran valor en esta parte de la cuenca, como la isla de Mompox, las depresiones de la Mojana y la Momposina, las serranías de San Jacinto y Ayapel, la Ciénaga Grande de Santa Marta y las Bocas de Ceniza, en la desembocadura al mar Caribe.

ISLA DE MOMPOX

La isla de Mompox, conocida también como isla Margarita, debe su carácter insular al cambio de curso del río Magdalena y a la desembocadura del río Cauca en el brazo de Loba, el cual junto con el brazo de Mompox, configura esta formación. Su sistema de drenaje natural está interconectado con dichos brazos, de manera que los niveles de los caños y ciénagas que se han formado dentro de la isla están influenciados por las fluctuaciones de nivel de esos cuerpos de agua, que presentan caudales altos entre mayo y enero y períodos de estiaje entre febrero y marzo.

La precipitación media anual en la isla, que es de 1.800 mm, varía entre 1.400 mm en Mompox y 3.200 en Barranco de Loba; se presenta un período de lluvias medias a altas entre mayo y noviembre y un período de lluvias bajas, con mínimos que pueden llegar a cero, entre diciembre y marzo.

Al llegar los conquistadores españoles, la región estaba habitada por indígenas malibúes relacionados con los chimilas, en la margen oriental del río y por mocanes, en la parte baja, cerca de Cartagena de Indias. La palabra malibú hacía referencia a un tigre-jaguar de manchas redondas amarillas que era el más fiero de todos. En el siglo XVI se diferenciaban los malibú del río y los de las lagunas, que tenían diferente lengua; los del río vivían en las poblaciones de Tamalameque, Tamalaguacata y Nicaho y en las riberas entre Mompox y Tenerife; los de las lagunas habitaban en las poblaciones de Senpeheguas, Panchique, Sopotí, Zopatosa, Simichagua y Soloba. Todos decían provenir del mar, de Maracapana, desde donde habían arribado al río Arli en canoas.

Los conquistadores llamaron palenques a sus aldeas, por estar cercadas por palizadas de plantas espinosas como piñas y piñuelas. Solo abrían caminos entre las aldeas amigas y en los que conducían a vecinos hostiles, enterraban puyas para cerrarlos. Estos poblados, donde se reunían entre 50 a 60 habitantes, derivaban su sustento de los ríos y las lagunas; pescaban corvinata, bocachico, bagre, doncella; cazaban algunos manatíes, así como iguanas, tortugas, pequeños caimanes y babillas, zainos, venados, monos y armadillos y cultivaban vegetales como maíz, yuca, ahuyama, batatas y bledos.
Pasada la conquista y después de las expediciones de penetración al interior del territorio, Alonso de Heredia, comisionado por Juan de Santa Cruz fundó la Villa de Santa Cruz de Mompox hacia el mes de marzo del año de 1540. Su territorio ha sido trascendental para el desarrollo del país; en la conquista sirvió como enclave estratégico para las hazañas de los intrépidos conquistadores que se internaron en busca de El Dorado; en esa época fue considerado como el puerto principal sobre el río Magdalena y por su estratégica posición geográfica, rápidamente se convirtió en valioso centro de comercio; su importancia fue tal durante los siglos XVII y XVIII, que llegó a ser la tercera ciudad después de Santa Fe y Cartagena de Indias.

El 3 de noviembre de 1812 se le concedió el título de Ciudad Valerosa, por ser la primera población en declarar la independencia absoluta de España. Desde sus tierras el libertador Simón Bolívar emprendió la Campaña Admirable con el apoyo de 400 momposinos, a los que les dijo: «Si a Caracas le debo la vida, a Mompox le debo la gloria de haber libertado la ciudad de mi nacimiento».

Actualmente la isla tiene una extensión de 2.832 km2 y una población de aproximadamente 35.400 habitantes. Santa Cruz de Mompox guarda uno de los tesoros más importantes de la arquitectura colonial del país, por el que fue declarada como patrimonio histórico y cultural de la humanidad. Sus casonas se caracterizan por conservar intactos los tejados de barro, las rejas en hierro forjado, los grandes portones de madera y los balcones, zaguanes, patios y jardines. En la iglesia de Santa Bárbara, con su famosa torre octagonal que culmina en una cúpula en forma de corona, se observan molduras y figuras barrocas y un típico balcón mudéjar. Las calles siguen el curso irregular del río y se convierten en románticas albarradas.

Sus artesanos trabajan la orfebrería en filigrana de oro y plata, arte único que recuerda las riquezas de los zenúes, cultura precolombina asentada en la gran depresión Momposina, de la cual los lugareños han heredado sus técnicas y tradiciones.

LA REGIÓN DE LA MOJANA Y LA DEPRESIÓN MOMPOSINA

En términos generales, la región es una zona baja o área deprimida, donde se llevan a cabo importantes procesos fluviales y lacustres. El sistema fluvial de los ríos Magdalena, Cauca, San Jorge y Cesar aporta anualmente gigantescos volúmenes de aguas durante las épocas invernales o de rebalse, así como una gran cantidad de sedimentos, lo cual genera cambios o migraciones laterales y longitudinales de los cauces de los ríos, caños y canales.

La Depresión Momposina corresponde al centro de la región de la Mojana que está conformada por espesos depósitos recientes, enmarcados por un conjunto de sedimentos marinos y continentales de edad terciaria, localizados al norte del brazo de Mompox, los cuales se encuentran afectados por plegamiento. A nivel geológico, el área presenta grandes estructuras rocosas elevadas —sistemas montañosos independientes, sierras, serranías y macizos rocosos—, que por su propia condición circunvecina, ayudan a definir el carácter de hoya depresiva y la convierten en receptora de la escorrentía fluvial. El tectonismo del Caribe junto con el de la región del Pacífico, definieron las condiciones geológicas para el desarrollo de los sistemas rocosos o macizos elevados que rodean la depresión Momposina y que junto con la orogenia andina conformaron los tres ramales cordilleranos más importantes del país, así como otros sistemas montañosos independientes como la Sierra Nevada de Santa Marta y las serranías de Perijá, San Lucas y Ayapel, San Jacinto y los montes de María, entre otros.

La Depresión se halla en una zona de subsidencia o hundimiento de capas por colisión tectónica, del orden de 2 a 4 mm por año; debido al avance de las placas del Caribe y del Pacífico, las cuales controlan sus movimientos diferenciales, se presenta un ajuste tectónico que se refleja en un amplio sistema de fallas y lineamientos geológicos que convergen allí, los cuales están acompañados de importantes procesos de subsidencia y sedimentación de edad reciente.

La región de La Mojana, así como la denominada Depresión Momposina, están enmarcadas y atravesadas por múltiples fallas geológicas. Algunas tienen una orientación longitudinal paralela a los valles de los ríos Cauca y Magdalena y otras presentan lineamientos estructurales con orientación transversal a los valles; entre estas sobresale la que coincide con el Brazo de Loba, cuya dirección es la misma del brazo de Mompox, localizado entre la ciénaga de Las Chitimoyas y la población de Magangué y la Falla de Romeral, con rumbo general suroccidente–noroccidente, que tiene una longitud de aproximadamente 800 km. Su trazo se orienta desde el departamento de Antioquia hasta el sector oriental de la Sierra Nevada de Santa Marta, ejerce fuerte control estructural sobre la vertiente norte del río Cesar y el patrón de drenaje del sistema de lomas y lomeríos localizados al norte del brazo de Mompox; esta falla se cruza con la de Bucaramanga-Santa Marta en el sector de la ciénaga de Zapatosa y afecta rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias, de edades que varían desde el Jurásico —180 a 135 millones de años— hasta el Cuaternario —600.000 a 10.000 años—.

Fue precisamente en esta región donde nació el mito del hombre-caimán, tal vez el mejor ejemplo de lo que pudo ser el criterio de integración hombre-río y el símbolo de uno de los animales más respetados y fecundos de la región. La cultura anfibia se desarrolló a partir de la interacción de grupos étnicos de diferente filiación lingüística, como los malibués y los zenúes; estos últimos, además de levantar enormes plataformas y terrazas para localizar sus poblados y cementerios, construyeron amplios canales y camellones artificiales que funcionaban como un sistema autorregulador de las inundaciones de los ríos y permitían el desarrollo de modelos intensivos y extensivos de agricultura y piscicultura, con los que podía alimentar a más de un millón de habitantes. Eran orfebres inigualables que utilizaban técnicas como la cera perdida y la filigrana —falsa y verdadera—; sus trabajos se destacan dentro del concierto artístico universal y sus técnicas siguen siendo utilizadas por los artesanos de la región, especialmente los de Mompox y Magangué.

DESEMBOCADURA DEL RÍO CAUCA

El río Cauca desemboca frente a la isla de Mompox, después de haber atravesado un profundo cañón conformado por la cordillera del Mocho y la serranía de Ayapel —remates de la cordillera Occidental— y las estribaciones de la cordillera Central, para salir a la vasta llanura de inundación del valle bajo del Magdalena. El bajo Cauca conforma parte de la región de La Mojana y la Depresión Momposina, donde su aporte es vital para el sistema hídrico de los humedales.

El bajo Cauca, conformado por suelos húmedos que permiten la existencia de una variada flora y fauna, tiene una extensión de 8.485km2 que limitan al oriente con el departamento de Bolívar, al norte y el occidente con el departamento de Córdoba y al sur con regiones de Antioquia y presenta un clima cálido-húmedo, con temporada de lluvias entre abril y noviembre y verano entre julio y agosto.

En época de creciente los ríos Magdalena y Cauca se confunden en un interminable humedal compuesto por la ciénaga de Morrocoyal, Guacamaya, la Raya, Redonda, Panseguita y Cucharral, razón por la cual la desembocadura del Cauca es algo incierta, aunque se establece en el Brazo de Loba a la altura de Pinillos, un poco más al norte de Mantequera, última población antes del delta.

AYAPEL Y SAN JACINTO

Las serranías de Ayapel y San Jacinto marcan el límite occidental de la depresión Momposina, pues sirven de control estructural y topográfico a la circulación de las aguas que drenan hacia la costa Caribe y hacia La Mojana. Paralelos a estas estructuras, se encuentran los sistemas de fallas geológicas locales que actúan como límites geoestructurales de primer orden, de esta margen del valle inundable.

Geológicamente las serranías son el resultado de una serie de eventos disímiles y complejos de carácter tectónico, cuyo resultado es la formación del cinturón de San Jacinto que comprende tres unidades estructurales, topográficamente no muy prominentes, que de sur a norte se han denominado los anticlinales de San Jerónimo, San Jacinto y Luruaco.

Estas formaciones montañosas, localizadas de manera más o menos paralela, a la costa caribeña entre el golfo de Morrosquillo y la bahía de Barbacoas, ubicada en el departamento de Bolívar entre Calamar y San Andrés de Sotavento, son relativamente pequeñas y bajas respecto a la cordillera Central y a la Sierra Nevada y están próximas a los espejos de agua de la Depresión.

Debido a su relieve moderadamente suave, con colinas bajas, se ha facilitado la construcción de una gran cantidad de vías de penetración y asentamientos menores, lo cual necesariamente ha implicado la desaparición de casi la totalidad de las formaciones vegetales naturales y de la fauna silvestre; en el interior de las serranías existen múltiples poblaciones plenamente asentadas, como San Juan de Nepomuceno, San Jacinto, Carmen de Bolívar, Corozal y Sincelejo.

CIÉNAGA GRANDE DE SANTA MARTA

La Ciénaga Grande de Santa Marta es un ecosistema de laguna costera y ciénaga litoral, que forma el delta exterior del río Magdalena. El área es el ecosistema costero más grande de laguna-delta del área del Caribe, con una extensión de 1.280 km2, que incluye los pantanos del mangle. Abarca dos cuerpos principales de agua: la Ciénaga Grande de Santa Marta, de 450 km2 y la ciénaga de Pajarales de 120 km2, así como varios pantanos. La zona presenta un clima tropical árido, con 6 a 7 meses secos al año y un déficit anual de agua, de 1.031 mm, debido a que la evapotranspiración que es de 1.431 mm al año, excede a la precipitación en 400 a 500 mm al año.

Al norte, el complejo lagunar se encuentra separado del mar Caribe por una isla de barrera conocida como isla Salamanca, la cual tiene en su extremo oriental una boca de aproximadamente 100 m de ancho por 10 de profundidad, que conecta la Ciénaga Grande directamente con el mar. Al oriente y al suroriente la laguna delta está limitada por el plano de la inundación del río Magdalena, a través de cinco canales tributarios principales. El rango de las mareas es relativamente pequeño —±30 cm— y por lo tanto, los cambios en el nivel del agua en las lagunas son muy reducidos, pero la salinidad que traen estas aguas es muy importante para el desarrollo de los bosques de mangle.

El equilibrio entre agua dulce y salinidad de la Ciénaga Grande se mantiene gracias a los caños de agua dulce como el Bristol, Aguas Negras y Renegado, así como a los ríos que bajan de la Sierra Nevada de Santa Marta: el Fundación, el Tucurinca y el Frío. De no ser por estas corrientes el exceso de salinidad acabaría con los manglares. En estos ecosistemas se encuentran más de 244 especies de aves, patos nativos y residentes y muchas otras nidificantes y limícolas, migratorias del hemisferio norte. Albergan también babillas, caimanes, tigres, manatíes y nutrias.

Las planicies costeras se comunicaban por canales naturales con el mar, hasta la construcción de la carretera de la costa, la cual aisló la Ciénaga del mar y puso en peligro de extinción los manglares que albergan por lo menos 17 especies de peces, cinco de moluscos y 10 de crustáceos de gran importancia comercial. Después del proceso de restauración de la laguna costera, los ecosistemas han cambiado a otros muy diferentes de los originales.

BOCAS DE CENIZA

El Magdalena conforma un delta que arroja al mar Caribe miles de millones de metros cúbicos de agua turbia que cambian la composición del agua por cientos de kilómetros mar adentro, especialmente hacia el occidente del litoral, donde, por la fuerza de rotación de la tierra, el penacho de sedimentos —pluma hídrica— llega hasta el Golfo de Urabá.

La corriente del río produce cambios impresionantes que dan origen a complejos fenómenos hidráulicos como la conformación de un delta submarino compuesto por colinas, cañones y barras de sedimentos submarinos inestables, que han impedido la navegación de grandes embarcaciones. Los tajamares construidos para contrarrestar este fenómeno resumen un siglo de esfuerzos por domesticar la desembocadura del Magdalena y ponerlo al servicio del hombre.

Desde 1860, la Confederación Granadina, particularmente el Estado Soberano de Bolívar, proyectó un ferrocarril que uniera a Barranquilla con el mar Caribe; en 1865 se contrató la obra y en 1871 la línea hasta puerto Sabanilla, donde venía funcionando el edificio de la Aduana, conocido como Castillo de San Antonio de Salgar, se inauguró. Los buques fondeaban en Sabanilla y descargaban sus mercancías en bongos que eran conducidos por un remolcador hasta la orilla, donde se acomodaban en vagones para ser transportadas hasta el Puerto fluvial de Barranquilla.

En 1878 se inició la construcción de un Puerto que a la vez fuera terminal del ferrocarril y permitiera atracar a buques de alto calado. Los trabajos continuaron hasta 1888, cuando llegaron al pie del Cerro Cupino, donde se fundó Puerto Colombia, que se convirtió en el principal puerto del país.

Ante la expectativa de apertura del Canal de Panamá, se decidió llevar a cabo la ampliación del muelle y en 1907 se le asignaron los primeros estudios para encauzar el río y romper la barra de sedimentos que se acumulaban en la desmbocadura, a los ingenieros norteamericanos Ripley y Haupt; estos trabajos fueron complementados en 1915 por la firma alemana Julius Berger. Después de la primera Guerra Mundial, el próspero comercio local constituyó en 1919 la Sociedad Colombiana de Bocas de Ceniza y contrató con el gobierno colombiano la adecuación de la desembocadura.

En 1923 se inauguró el nuevo muelle construido en concreto reforzado por ingenieros ingleses —el tercero más largo del mundo—. A partir de 1924, ante el afán de los barranquilleros por convertir su ciudad en puerto marítimo y fluvial, se dragaron las Bocas de Ceniza, así como las bahías de Puerto Salgar y Puerto Colombia, excelentes fondeaderos naturales protegidos de los vientos y las olas de altamar y las costas y bahías cercanas se llenaron de tierra.

Las enormes dificultades que presentaba la adecuada navegación por el río generaron discusiones técnicas y consultas que concluyeron con la construcción de un canal de 880 m encauzado por dos tajamares de aproximadamente 2.300 m cada uno; a fines de 1928 se habían construido apenas 175 y 225 metros de espolón a cada lado con un costo de 5,5 millones de dólares.

En 1935 se desplomó la barra submarina de sedimentos y se llevó 500 m del tajamar occidental, lo que disminuyó el calado. Desde 1951, bajo la administración de la Junta Coordinadora del Puerto de Barranquilla, se estrechó el canal con espolones perpendiculares a los tajamares existentes y en 1959 el Laboratorio Central de Hidráulica de Francia realizó un estudio que reprodujo en pequeño las condiciones del río y sugirió que se angostara de manera hidrodinámica el canal, con un dique interior curvo a 512 m de ancho. Sin embargo, desde su terminación en 1963, ha permanecido estable el calado en Bocas de Ceniza, la más colosal obra de ingeniería colombiana.

 
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