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CAPÍTULO 4

LA MONTAÑA ANDINA
DE LA AMAZONIA

 

La actividad volcánica que se llevó a cabo en el sur de la actual Colombia, a finales del Paleozoico —hace 225 millones de años—, comenzó a formar los relieves de la vertiente andino–amazónica, desde la frontera colombo-ecuatoriana hasta el Nudo de Los Pastos y más tarde, en el Holoceno —hace 10.000 años—, nuevas erupciones volcánicas terminaron de modelar el paisaje que quedó compuesto por conos de volcanes, coladas de lava, montañas escarpadas, grandes lagunas y profundos cañones.

Una de las principales formaciones de la región, cuya área es de 3.800 km2, es el Macizo Colombiano, lugar donde tienen origen las cordilleras Central y Oriental. Esta última, que también forma parte de la cuenca amazónica en su vertiente oriental, se dirige hacia el suroriente, luego se proyecta hacia el norte hasta el cerro Los Picachos y presenta un tramo angosto y de poca altura, con una depresión que desciende hasta los 1.600 m; a partir de allí gana altura y amplitud en la extensa región paramuna del Sumapaz, donde algunos picos alcanzan los 4.100 msnm. Debido a su alta capacidad de captación de agua, el Macizo Colombiano, ha recibido el calificativo de estrella fluvial colombiana; puesto que allí nacen los principales ríos del país: Magdalena, Cauca, Patía y Caquetá —que está entre los afluentes más importantes a la vertiente amazónica—.

LOS AMBIENTES DE LA MONTAÑA TROPICAL

La diversidad de ambientes y climas es característica de las montañas tropicales; en un corto trayecto se puede pasar de temperaturas de 30°C a gélidas cumbres y se pueden encontrar ecosistemas tan variados como selvas húmedas, selvas andinas, bosques nublados y páramos, entre otros. La temperatura cambia 0,6°C por cada 100 m de altitud, lo que genera abundantes nichos ecológicos; estos ambientes tuvieron un largo proceso de desarrollo en el cual las especies crearon estrategias de adaptación y establecieron las interacciones necesarias para la subsistencia.

En escalonamiento altitudinal de la vertiente andina es el principal regulador de los cambios de clima y de la organización espacial de las grandes formaciones vegetales. Se pueden identificar cuatro zonas principales:

  • Piso glaciar y periglaciar: entre 5.350 y 4.800 msnm.
  • Zona de páramos o montaña alta ecuatorial andina fría: entre 4.800 y 3.200 msnm.
  • Montaña media ecuatorial andina: entre 3.200 y 2.000 msnm.
  • Montaña baja ecuatorial andina cálida: entre 2.000 y 500msnm.
EL PISO GLACIAR

En la actualidad, en la vertiente andina amazónica no se encuentra el piso glaciar; sin embargo, se observan huellas del modelado de antiguos glaciares en los altos relieves y los picos volcánicos, por encima de los 4.200 msnm, donde ocasionalmente se presentan nevadas.

En general, la temperatura media va de 0 hasta 6°C con fuerte fluctuación térmica diaria, en altitudes superiores a 3.900 m y hasta el borde inferior de los glaciares. Se presentan fuertes variaciones térmicas diurnas–nocturnas, con oscilaciones que pueden alcanzar los 15°C y con temperaturas mínimas del orden de –2°C a 6°C; las nevadas son frecuentes, así como la congelación del agua en las madrugadas y su fusión el mismo día o el siguiente.

LA ZONA DE PÁRAMOS

En la vertiente de la alta montaña andina que da a la Amazonia, se presenta un gradiente altitudinal que determina la existencia del superpáramo, entre los 4.800 y los 4.200 msnm; del páramo, entre los 4.200 y los 3.500 m y del subpáramo, entre los 3.500 y los 3.200m.

El superpáramo es una estrecha franja de arenales y pedregales, que rodea las cumbres de los volcanes Pan de Azúcar —4.670 m—, Petacas —4.242 m—, Las Ánimas —4.040 m— y Doña Juana —4.250 m—, en la cordillera Central. En la cordillera Oriental hay un reducido sector que rodea las crestas de areniscas del Pico Nevado, aproximadamente a 4.100 msnm.

En el superpáramo predomina el suelo desnudo, apenas cubierto por musgos tolerantes a la sequía y a los cambios drásticos de temperatura. Sobre los afloramientos rocosos y perfectamente adaptados a las temperaturas congelantes, crecen dispersos arbustos con hojas reducidas y coriáceas cuyas raíces y tallos se incrustan en los arenales y en las fisuras de las rocas; también se observan pequeñas plantas con forma de roseta que se agrupan en pequeños cojines. El sustrato de pedregales y bloques sueltos constituye un refugio para algunas especies de licopodios, pastos y helechos de hojas muy reducidas.

Las heladas nocturnas le generan un estrés térmico permanente a la vegetación del superpáramo. Los suelos de origen volcánico son poco evolucionados y durante las heladas, pequeñas partículas de arena son levantadas algunos milímetros por las agujas formadas por el agua, que al fundirse forman ondulaciones en el terreno; con ello se produce estrés mecánico a las plantas debido al contínuo movimiento. En las depresiones producidas por la excavación glaciar o entre los arcos modelados por las morrenas, se forman pequeñas lagunas que lentamente son colonizadas por algas y por algunas plantas acuáticas; con el tiempo, la sedimentación y el crecimiento de la vegetación las convierten en turberas.

El páramo de la vertiente amazónica de los Andes se caracteriza por presentar paisajes modelados por volcanes y glaciares, en la parte correspondiente a la cordillera Central, y por la acción de los glaciares sobre sustratos de origen sedimentario marino, en la cordillera Oriental. En esta franja se presentan bajas temperaturas —6 a 11ºC—, intensa radiación solar durante el día, noches muy frías con heladas frecuentes y suelos profundos, ricos en materia orgánica, muy ácidos y con baja disponibilidad de nitrógeno. Estas características limitan el desarrollo de la vegetación, principalmente en la parte alta, donde el número de días con heladas es mayor.

En el páramo, la vegetación abierta está compuesta principalmente por macollas de la paja ratona que alcanzan hasta 80 cm y por varias especies de rosetas gigantes y de frailejón; en las vertientes húmedas domina el chuscal formado por densas comunidades de bambú, una gramínea de tallo en forma de caña. Los matorrales crecen en pequeños parches y en general están compuestos por arbustos de uvillos y varias especies de pinito de flor. En algunos sectores pedregosos se presentan pequeñas colonias de coloradito, árbol que formó extensos bosques hace más de 20.000 años.

El páramo y la montaña media con selva subandina, están habitados por el zorro gris, el ulama o gato de monte y la comadreja; con cierto riesgo de extinción, se encuentran la marmosa, el guache, la danta, la guagua, la boruga de páramo, el leopardo, el ratón, el murciélago y el oso de anteojos, entre otros. Existen varias especies de venado, como el soche, el cola blanca y el conejo. En cuanto a anfibios y reptiles, se estima que en estos páramos hay 11 especies de lagartos, 4 de serpientes y entre salamandras, ranas y sapos, 90 especies; el género de sapos más diversificado es el Eleutherodactylus, con 43 especies. La extraordinaria capacidad adaptativa de las aves les ha permitido colonizar variados hábitats en el páramo; se registran 154 especies, tan disímiles en tamaño como los colibríes y el cóndor de los Andes, el ave voladora más pesada del mundo, con una envergadura que supera los 3 metros.

El subpáramo se considera una zona de transición entre el límite superior del bosque andino y el páramo propiamente dicho. En los páramos húmedos de la vertiente oriental de la cordillera Oriental, la vegetación de páramo bajo —arbustos de Ericáceas y chuscales— se entremezcla gradualmente con la del bosque y su altura se incrementa ligeramente. En algunas regiones el bosque altoandino marca un borde abrupto a partir del cual se inicia el chuscal o pajonal con frailejones; este fenómeno no ha sido claramente explicado, pero se cree que se debe a que la temperatura media anual de 10°C y la presencia de heladas son algunas de sus causas, aunque desde el punto de vista ecofisiológico, la disponibilidad de nutrientes del suelo, las altas tasas de transpiración y las fluctuaciones constantes de temperatura, luminosidad y radiación podrían influir.

En la franja del páramo bajo se presentan muchos tipos de vegetación, como resultado de la gran heterogeneidad de ambientes determinados por factores locales de temperatura, humedad, suelos, precipitación y contacto con el bosque. Abundan arbolitos bajos de tallos retorcidos de rodamonte, en algunos casos entremezclados con encenillos de bosque andino y bambúes. Los matorrales presentan una buena cobertura y son muchos más densos; están compuestos por Ericáceas y pequeños arbustos, la mayoría de hojas reducidas y coriáceas, como uvos de monte, agraces o uvas caimaronas y reventaderas. También se encuentran helechos con tallos cortos del género Blechnum y en los lugares bien drenados y expuesto al viento, comunidades del frailejón Espeletiopsis corymbosa.

En los páramos de la cuenca amazónica la actividad agropecuaria se ha intensificado debido a las condiciones climáticas favorables: menor número de días con heladas y suelos mejor estructurados, ricos en materia orgánica; esto ha favorecido en los últimos tiempos, diversas actividades que van en detrimento del páramo, como el establecimiento de cultivos de papa y pastizales para ganadería, la utilización del fuego para quemar el pajonal y obtener pastos para el ganado y recientemente las extensas plantaciones de pinos.

LA MONTAÑA MEDIA ECUATORIAL

En la media montaña de la cordillera Oriental, en la vertiente amazónica, entre 2.000 y 3.200 msnm, afloran formaciones geológicas del Cretáceo —hace entre 135 a 70 millones de años—, de origen sedimentario marino, principalmente del Grupo Cáqueza y del Grupo Villeta, que fueron fuertemente plegadas y falladas durante el surgimento de los Andes. Con el transcurrir del tiempo los procesos erosivos se encargaron de disectar profundamente las laderas montañosas hasta la base del piedemonte.

En general, esta vertiente presenta variadas geoformas con diversas pendientes, lo cual, sumado a las características del drenaje y del suelo, genera mayor diversidad biológica, puesto que proporciona gran diversidad de nichos para plantas y animales.

Debido a los cambios en el gradiente altitudinal, en la vertiente andino–amazónica se desarrollan tres franjas de vegetación que a pesar de tener características propias, se mezclan gradualmente: el bosque altoandino, la selva andina y la selva subandina.

Algunas características generales fisonómicas, florísticas y ecológicas de interés de esta vertiente son:
  • A mayor altitud, los árboles disminuyen su tamaño y su área foliar se reduce considerablemente.
  • Las plantas epifitas son abundantes y ocupan todos los estratos; se destacan los musgos y líquenes, los helechos, orquídeas y quiches y las Bromeliáceas.
  • Algunas orquídeas llaman especialmente la atención por el grado de miniaturización de sus flores, con diámetros de unos pocos milímetros; se destaca el género Lepanthes, por la amplia variedad de especies.
  • En el gradiente altitudinal la disminución en la diversidad de los árboles es notoria a partir de los 1.500 m de altitud.
  • A diferencia de las selvas de menor altitud, la selva andina no tiene árboles con raíces tabulares, ni flores en los tallos —cauliflorescentes— y son muy escasos los árboles con raíces zancos.
  • En la selva andina se presenta gran nubosidad y precipitación, lo que le ha valido el calificativo de selva nublada.
  • Los suelos son profundos y bien diferenciados, ricos en cenizas volcánicas; al aproximarse al clima templado y cálido cambian sus características y evolucionan hacia otros tipos de suelos pardos empobrecidos en cenizas volcánicas y materia orgánica.
En la franja comprendida entre 3.200 y 3.500 msnm y en algunos casos hasta los 3.800 m, la alta montaña andina se caracteriza por sus bajas temperaturas —entre 6 y 10ºC—, frecuentes nieblas y elevada humedad —precipitación de 2.000 mm—, factores que convierten los andosoles en suelos hidromórficos ricos en materia orgánica. El tipo de vegetación que crece en esta zona, el bosque altoandino, está compuesto por árboles achaparrados de tallos retorcidos, con copas esféricas compactas, hojas bastante reducidas y de consistencia dura, que forman bosquecitos de poca altura, en los que abundan los matorrales densos con Ericáceas y el suelo generalmente se encuentra tapizado por abundante musgo. La humedad permite que los chuscales se entremezclen con árboles de encenillos, mortiños, cucharos, ajíes o canelos de páramo, cedrillos, raques y charnes o saltones, Melastomatácea de flores muy vistosas.

Entre los 2.300 y los 3.200 msnm, aproximadamente, se localiza la selva andina, que generalmente crece sobre laderas con pendientes fuertes en las que, debido a la humedad y a la inestabilidad de los suelos, se presentan frecuentes deslizamientos de tierras o derrumbes que dejan largos corredores o franjas de suelo desnudo y en muchos casos llegan hasta el afloramiento del sustrato rocoso.

En la selva andina se destacan los bosques de encenillo y de canelo o ají de páramo, especies que casi siempre crecen en el piso frío de toda la vertiente. La estructura del bosque presenta varios estratos: un dosel alto de 10 a 18m, formado por copas aparasoladas; un poco más bajo, en bosques con buen estado de conservación hay un segundo estrato subarbóreo; en el estrato herbáceo y arbustivo abundan las hierbas de hojas grandes de palmas colepato, los anturios y las Bromeliáceas; las lianas son escasas y delgadas. Una de las características más notorias en el funcionamiento de los bosques nublados andinos es la exuberante cobertura del piso del bosque, de los tallos y de las ramas de árboles por musgos, hepáticas, líquenes, y helechos. Para tener una idea de la importancia ecológica de estas diminutas plantas, en un solo árbol anfitrión de encenillo, localizado a 2.550 m en una selva andina de la cordillera Central, se pueden encontrar hasta 120 especies de epifitas, orquídeas, bromelias y musgos; estas grandes masas de musgos sobre el suelo y los árboles de la selva andina, constituyen un rico hábitat para pequeños vertebrados, aves, anfibios y una gran diversidad de artrópodos que sostienen una compleja cadena trófica.

Otro de los bosques característicos de la selva andina es el alisal que forma pequeños parches siguiendo el curso de quebradas y ríos y ocasionalmente cubre áreas de mayor extensión sobre laderas muy húmedas; la especie dominante, el aliso Alnus acuminata, se asocia con árboles de menor porte como los arrayanes, garrochos, chefleras y manos de oso. También son frecuentes los bosques de laurel y de amarillo, del grupo de árboles de las Lauráceas, con especies como el aguacatillo de páramo y los amarillos de los géneros Ocotea y Nectandra, cuyos frutos, pequeños aguacates, son un importante recurso alimenticio para la fauna silvestre, en especial para las pavas de monte. En algunos sectores las Lauráceas se entremezclan con carisecos y pinos colombianos de la familia de las Podocarpáceas. Otro tipo de bosque llamativo por su colorida floración roja y morada es el de sietecueros, que hace parte de las Melastomatáceas.

Probablemente la gran diversidad de ratones de bosque y de diminutos ratones arborícolas se debe a la riqueza de este hábitat. Poco se conoce acerca de tales especies, pero si se incluyen roedores de mayor tamaño como los borugos, lapas, curíes y ardillas, este grupo de mamíferos pasa a ser el más representativo de la selva andina y se estima que representan el 57% de la fauna de dicho ecosistema, lo que revela su exitosa adaptación a la montaña.

Continuamente la selva andina pierde terreno debido a los procesos de transformación de la tierra para ganadería; en consecuencia, se forma un paisaje homogenizado en el que predominan grandes extensiones de pastizales y al eliminar la cobertura del bosque, se incrementan los deslizamientos de tierra y la erosión.

LA MONTAÑA BAJA ECUATORIAL

La principal formación vegetal de la baja montaña andina, entre 2.300 y 700 msnm corresponde a la selva subandina; sin embargo, ésta se fusiona suavemente con el bosque alto andino en la franja superior y con la selva húmeda de piso cálido, en la franja inferior.

La selva subandina es una franja de transición entre la flora y la fauna de los climas cálidos de la baja montaña ecuatorial y la de los fríos del piso andino; tradicionalmente se ha denominado como la tierra de clima templado, con una temperatura media de 16 a 23ºC y precipitaciones entre 2.000 a 4.000 mm. El paisaje muestra un modelado de disección de quebradas profundas y numerosas sierras o cerros escarpados.

Los suelos con contenidos de ceniza volcánica muy alterada evolucionan a suelos más arcillosos y de color pardo a ferruginosos, sobre pendientes medianas a fuertes. Entre los 1.500 y 2.000 m de altitud, los valles están acompañados de grandes terrazas aluviales formadas por la acumulación de materiales que fueron transportados desde la alta montaña durante la época fluvio–glacial del Pleistoceno —hace entre 600.000 y 10.000 años—. Las laderas de esta franja se consideran muy inestables, debido a que las corrientes de agua y los fuertes aguaceros generan deslizamientos de tierra, con desprendimientos de material rocoso.

Según los estudios del botánico colombiano José Cuatrecasas y del biólogo Orlando Rangel, la selva subandina, aunque es una formación vegetal de transición, presenta marcadas diferencias florísticas y ecológicas con la selva ecuatorial en el límite inferior y con la selva andina en el superior. Fisonómicamente es una selva de árboles frondosos de gran porte y diámetro considerable; en el arbolado, que puede alcanzar de 25 a 35 m de altura, predominan las hojas de tamaño mediano a grande; los helechos arborescentes y las palmas son muy comunes. Muchas especies producen raíces fúlcreas —con varios puntos de apoyo— y es alta la proporción de epifitas y plantas trepadoras.

Algunas de las familias más representativas de plantas son: Palmáceas, Rubiáceas, Moráceas, Meliáceas, Sapotáceas, Euforbiáceas y Melastomatáceas, entre otras. Los bosques tienden a ser muy heterogéneos; sin embargo, en el límite superior subandino se pueden apreciar bosques de robledal, del género Quercus, de laureles o gaques y de cedros de montaña. Una de las especies consideradas de importancia histórica para la región fue la quina, Rubiácea del género Cinchona, muy explotada, junto con el caucho, hacia finales del siglo XIX; poblaciones como La Uribe, en el departamento del Meta, fundada en 1860 en la vertiente selvática, surgieron gracias a la bonanza en la comercialización de estas plantas.

A partir de los 700 m de altitud aproximadamente, la montaña baja ecuatorial, que termina en un extenso paisaje de piedemonte amazónico, se caracteriza por un relieve de pendientes suaves y laderas disectadas y forma diferentes niveles de terrazas que han sido generadas por el acarreo de materiales, antes de adentrarse en la llanura amazónica. El origen de este paisaje muestra la estrecha relación que hay entre los procesos que ocurren en la alta montaña y la llanura amazónica; al iniciarse los períodos glaciares en la cordillera Oriental, el hielo y las corrientes de agua modelaron el paisaje del piedemonte; de igual manera, en la cordillera Central, el material volcánico llegó a la base de las montañas putumayenses y formó extensos abanicos fluviovolcánicos.

El calentamiento ocurrido en los períodos interglaciales generó avalanchas de lodo que depositaron grandes cantidades de materiales en los valles y a la salida de los cañones, los ríos torrentosos formaron gigantescos conos de deyección que se encargaron de extender la enorme cantidad de sedimentos sobre la inmensa llanura. La principal consecuencia de este proceso erosivo fue la formación del piedemonte amazónico.

La selva subandina ha sido fuertemente intervenida y fragmentada por las actividades agropecuarias —entre los 500 y 2.000 m de altitud se han desarrollado extensos pastizales—; actualmente, en la fisonomía y composición del paisaje se observan las huellas dejadas por el fuego y el pastoreo intensivo y se han fundado poblaciones que se transformaron en ciudades como Florencia, capital del departamento de Caquetá y Mocoa, capital del departamento de Putumayo, centros urbanos desde donde se inició un fuerte proceso de colonización y transformación de la selva, que se extiende hasta la región del Caguán, en el borde de la selva amazónica.

En el departamento de Caquetá, antes de que se iniciara el proceso colonizador, había unos cien mil indígenas de las comunidades andakí, koreguaje, macaguaje, tama, karijona y huitoto, provenientes del Amazonas. Sin embargo, las bonanzas de la quina y del caucho terminaron por desalojarlos violentamente .

 
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