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CAPÍTULO 2

LA AMAZONIA

 

Es difícil imaginar que haya existido un inmenso mar amazónico en medio de lo que es en la actualidad la cordillera de los Andes al occidente y las montañas del Escudo Guayanés al oriente; sin embargo, dicho mar interior fue una realidad. La historia geológica se inició cuando el planeta estaba conformado por un solo continente —Pangea— hace más de 600 millones de años. De acuerdo con la teoría de deriva continental, esta gran masa de tierra se dividió en dos: Laurasia al norte y Gondwana al sur y de ésta, hace 130 millones de años comenzaron a separarse África, Suramérica, la Antártica, Australia y la India; finalmente, la gigantesca masa continental de Suramérica, que se desplazaba de oriente a occidente, chocó contra la placa oceánica de Nasca y se inició la formación de montañas volcánicas en el borde occidental del continente; durante el Eoceno —hace entre 50 y 35 millones de años—, un fuerte desplazamiento de las placas tectónicas provocó el primer gran levantamiento de la cordillera andina. El sinclinal comprendido entre los Andes y el escudo Guayano–Brasilero se llenó alternadamente de sedimentos marinos o lagunares y de otros continentales generados por la erosión de las cordilleras. Durante el Mio–Plioceno —entre 25 y 1,5 millones de años antes del presente—, un nuevo choque, acompañado de fracturas, hundimientos y actividad volcánica, permitió la conformación definitiva de los Andes.

El geólogo de la Universidad de Carolina del Norte, Russell Mapes encontró en los antiguos sedimentos del Amazonas diminutos cristales de zircón, un mineral de origen volcánico, que le permitieron rastrear la evidencia de que el río drenaba hacia el océano Pacífico durante el Cretáceo —hace 130 millones de años—; quizás esto originó, en parte, la enorme diversidad ictiológica de la Amazonia. En el período Terciario, durante el Mioceno medio —hace entre 16 y 10 millones de años—, las actuales cuencas amazónica y del mar Caribe drenaban hacia un mismo lado, de modo que los ríos que tributan hoy hacia la Amazonia noroccidental, corrían hacia el occidente y luego hacia el norte y vertían sus aguas en el actual lago de Maracaibo. Durante el Mioceno tardío —hace entre 7 y 6 millones de años—, se levantó el segmento nororiental de la cordillera de los Andes —cordillera de Mérida—, que impidió el drenaje hacia el lago de Maracaibo e hizo que parte de los ríos formaran la cuenca del Orinoco y los de la cuenca amazónica comenzaran a drenar sus aguas hacia el oriente.

CAMBIOS CLIMÁTICOS GLOBALES

Durante el Pleistoceno —2,5 millones de años a 10.000 a.C.—, se alternaron en el neotrópico varios períodos glaciales e interglaciales que generaron drásticos cambios en el clima y la biota de la región. De acuerdo con estudios paleoecológicos realizados por el profesor Tomás Van der Hammen, al hacer una perforación de 30 m de profundidad en la llanura costera cerca de Georgetown, Guyana, poblada en la actualidad por bosques de manglar, se encontraron evidencias de cómo al retirarse el mar y desaparecer los manglares, durante la época glacial, surgió una vegetación de sabana abierta, con gramíneas o pastos y arbolitos de los géneros Byrsonima y Curatella; posteriormente, a comienzos del Holoceno, cuando el área llegó a ser nuevamente invadida por el mar, hace cerca de 8.600 años, apareció un cinturón de mangle Avicennia y posteriormente el mangle Rhizophora dominó completamente la escena. Además de demostrar que el nivel del mar fluctuó varias veces, este estudio reveló que los cambios en la vegetación están relacionados con el clima.

Durante el Pleistoceno, el cambio climático global actuó de una manera mucho más severa de lo que se creía. De acuerdo con los datos recolectados por el Programa de Perforación Oceánica —Ocean Drilling Program—, la temperatura de la superficie del océano bajó y subió rápidamente, en ciclos de unos pocos miles de años; a su vez, los registros provenientes de muestras de hielo de glaciares de montaña y de muestras de polen de sedimentos lacustres en la cordillera de los Andes, demuestran que las oscilaciones en la temperatura oceánica influyeron en los ecosistemas terrestres neotropicales, particularmente en los de las zonas bajas. Durante las glaciaciones del Pleistoceno, el ambiente no fue totalmente frío ni caliente, seco ni lluvioso, sino que presentaba una combinación cambiante de estos escenarios y con cada oscilación cambiaba el rango habitacional de las especies, haciendo que las comunidades vegetales se mantuvieran en constante migración. Cuando la precipitación fue inferior en 1.000 mm respecto de la actual, buena parte de la cobertura vegetal selvática se transformó en sabanas, como pudo ocurrir hace cerca de 20.000 y 40.000 años, cuando la selva lluviosa quedó reducida a pequeñas áreas. Para algunos investigadores, esta dinámica cambiante contribuyó a la formación de la gran diversidad de la biota en la Amazonia. El análisis de polen de los sedimentos de la zona media del río Caquetá, evidencia la presencia de coníferas del género Podocarpus en la región, lo que indica condiciones ambientales frías en el pasado; se estima que la temperatura en las tierras bajas tropicales durante el último período glacial, con respecto a la actual, pudo ser menor entre 5 y 7°C.

Para tener una idea del impacto de la variación del clima sobre el ecosistema, basta observar los efectos que actualmente genera el friaje, un evento que causa cambios bruscos en las temperaturas mínimas de la Amazonia. Según los lugareños, la baja temperatura superficial del agua de lagunas y ríos hace boquear a los peces, que mueren debido al déficit de oxígeno. El friaje también afecta los patrones de floración y fructificación de los árboles y ocasiona daños graves a la agricultura, en especial a los cultivos semiperennes, por ejemplo el café, el cacao y algunos frutales, como ocurrió en la Amazonia brasileña en 1994. Durante el año 2000 se registraron en Perú diez casos de friaje; el más severo presentó una temperatura mínima de 8,3°C, cuando la normal fluctúa entre 19 y 21°C. Este fenómeno se debió a una perturbación anticiclónica en la zona central y oriental del océano Pacífico Sur, que se desplazó hacia el continente por varios días y produjo masas de aire polar frías y secas.

REFUGIOS EN LA AMAZONIA

La observación de los cambios climáticos, particularmente de aquellos ocurridos en la cuenca amazónica, es importante para comprender cómo funciona un laboratorio de biodiversidad, en un ambiente cambiante y dinámico, a lo largo del tiempo.

Con base en los patrones de distribución de algunas especies de aves de la Amazonia, el paleontólogo alemán Jürgen Haffer propuso en 1969 la teoría de los Refugios Húmedos del Pleistoceno, en los que algunas especies encontraron las condiciones propicias para subsistir y, al permanecer aisladas, se diferenciaron de las demás; posteriormente, al romperse las barreras biológicas o geográficas, se dispersaron y contribuyeron al incremento de la diversidad de la selva húmeda; este hecho se conoce como especiación por aislamiento geográfico. El estudio sobre otros grupos taxonómicos —plantas leñosas, lagartijas, mariposas, micos— permitió comprobar patrones similares.

Otros autores como el ecólogo Valentín Rull, basados en estudios paleoecológicos recientes, llevados a cabo en las tierras altas de Guayana —uno de los refugios neotropicales del Pleistoceno—, sostienen que la existencia de una gran heterogeneidad ambiental y la variabilidad climática del Cuaternario, dieron origen a la biodiversidad y la mantuvieron en la zona, pues según ellos esta diversificación es mucho más compleja que la que generalmente algunos científicos estiman que se guareció en los refugios; por lo tanto consideran que la teoría de los Refugios Húmedos del Pleistoceno es válida para las zonas templadas, pero demasiado simple para los trópicos.

EL GIGANTE DE LOS RÍOS

Entre la diversidad de afluentes que se originan en las cumbres andinas, es difícil precisar dónde nace el río Amazonas. Según una exploración de científicos de Perú y Brasil, realizada el año 2006 y la Sociedad Geográfica de Lima, el río conocido en el pasado como Río Grande y Orellana o Marañón y catalogado como el más caudaloso del mundo, tiene su nacimiento en la quebrada Apacheta, en las faldas del Nevado Quehuisha, en el departamento de Arequipa, a 5.150 metros de altitud, lo cual lo convierte en el primero del mundo en longitud, con 6.762 km, seguido del Nilo con 6.671, y del Yangtze en China con 6.380 km.

La dinámica y las dimensiones del río Amazonas son portentosas: su cuenca ocupa la mayor parte del territorio del norte del continente suramericano y sus efectos ambientales tienen influencia global. Se calcula que la Amazonia puede ceder a la atmósfera, por evapotranspiración, cerca de siete trillones de toneladas de agua por año, lo cual provee el vapor necesario para mantener el clima húmedo y lluvioso, refrescar el aire y proteger la selva de incendios. Este gigante vierte al océano Atlántico entre 200.000 y 220.000 metros cúbicos de agua por segundo, lo que representa entre 6,3 y 6,9 billones de metros cúbicos al año y corresponde a cerca del 15,47% de las aguas dulces de la Tierra. Además, descarga aproximadamente mil millones de toneladas métricas de sedimentos por año, de las cuales, sólo la cordillera de los Andes aporta cerca de 13,5 toneladas métricas por segundo. Entre otras características del río se destacan las siguientes:

  • Es el río más profundo del mundo, lo que permite el ingreso de naves de gran calado hasta Iquitos, Perú, a 2.375 km de su desembocadura. En el estrecho de Obidos, Brasil, el río tiene cerca de 300 m de profundidad.
  • Tiene un desnivel muy pronunciado en la cuenca alta, con cerca de 5.000 m en 50 km de recorrido. En la parte media y baja el desnivel es escaso; desde Iquitos hasta la desembocadura desciende 4,5 cm cada kilómetro.
  • Es también el río más ancho de la Tierra. Su anchura es variable y depende de las crecientes. En algunas partes llega a inundar entre 20 y 50 km en ambos lados.
  • En su cauce se ubican numerosas islas que convierten al río en un intrincado laberinto de canales. La principal de ellas, Marajó, ubicada en el delta, supera los 40.000 km2.
  • La red de drenaje tiene numerosos afluentes que tienen más de 1.000 km de longitud cada uno.
  • Las bocas del río Amazonas se abren casi 350 km y fertilizan una extensa franja marina con millones de toneladas de sedimentos.
DELIMITACIÓN DE LA AMAZONIA

Los límites de la Amazonia difícilmente se pueden establecer, puesto que los criterios para definirlos varían de acuerdo con la óptica con que se miren. Por un lado está la cuenca hidrográfica del río Amazonas, compuesta por miles de afluentes entre los que se destacan, en la vertiente norte los ríos Negro, Caquetá–Japurá, Putumayo, Napo y Marañón, y en la vertiente sur los ríos Juruá, Purus, Madeira, Tapajos, Xingu y el Araguaia–Tocantins; y de otra parte, está la continuidad en la cobertura vegetal del bioma selva húmeda tropical de tierras bajas.

Con el fin de tener unidad de criterio en cuanto a su delimitación, la Comisión Europea, con la colaboración de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica —OTCA—, propuso en 2005 una metodología de tres pasos para consolidar un mapa definitivo:
  • Primer paso: delimitación del área total de la Amazonia, cuya superficie de 8.121.313 km2 incluye toda la cuenca de drenaje conformada por las redes fluviales de los ríos Amazonas y Tocantins, la cual se extiende por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela y abarca todas las cabeceras hasta la desembocadura del Amazonas; también comprende los ecosistemas de aguas salobres del estuario y dos unidades externas, aledañas a la cuenca, que presentan una continuidad en la cobertura vegetal de selva húmeda tropical.
  • Segundo paso: delimitación de tres subregiones dentro del área total, basadas en criterios ecológicos y biogeográficos. La primera es la Amazonia sensu stricto, que tiene 5.569.174 km2 —68%— y corresponde al área de la cuenca de los ríos Amazonas y Tocantins, dominada por el bioma forestal amazónico de tierra baja; incluye áreas menores de otros tipos de vegetación forestal y no forestal con su fauna asociada. La segunda subregión es la Andina, con 555.564 km2 —7%—, que se extiende por las vertientes orientales de la cordillera de los Andes entre Bolivia al sur y Colombia al norte, a partir de los 700 metros sobre el nivel del mar, hasta llegar a la divisoria de aguas. La tercera subregión, llamada Planalto, con 864.951 km2 —11%—, está ubicada sobre las vertientes norte del Escudo Brasileño y las planicies centrales de Santa Cruz en Bolivia.
  • Tercer paso: delimitación biogeográfica de dos subregiones que presentan una continuidad del bioma forestal amazónico de tierra baja, pero cuyas aguas no pertenecen a la cuenca del Amazonas. La subregión de la Guayana, con 970.161 km2 —12%—, se extiende por parte de los territorios de Colombia y Venezuela, por las tres Guayanas y por la zona norte del estado de Amapá en Brasil, incluidas las montañas de arenisca y de granito del Macizo Guayanés y la zona de sabanas al norte de Gurí. La subregión de Gurupí, con 161.463 km2 —2%—, comprende las cuencas fluviales ubicadas entre el río Tocantins inferior y el río Mearím–Pindare en los estados de Pará oriental y de Maranhão occidental de Brasil, que drenan hacia el océano Atlántico.
Con esta metodología se unifican los criterios de delimitación de la Amazonia y se crea un consenso entre las diferentes disciplinas que la estudian. El uso de estas cinco subregiones permite una flexibilidad en el estudio de la Amazonia, imposible de obtener si se toma como referencia una sola región: los principales elementos de la Hylea Amazónica se encuentran en la subregión de la Amazonia sensu stricto y en las dos regiones aledañas que no forman parte de la cuenca; para los hidrólogos se contempla la totalidad de la cuenca de drenaje, incluidas zonas que no se consideran selva húmeda, pero que desempeñan papeles fundamentales en el funcionamiento del sistema hidrológico; de igual manera se han considerado subregiones diferenciadas, para aquellos que no pueden conjugar lo andino con lo amazónico, o los cerrados del Planalto con las várzeas del valle amazónico. Así mismo, el especialista puede estudiar las notables diferencias de flora y geología entre el macizo guayanés y la planicie amazónica.

Los expertos esperan que este estudio sea de utilidad para la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica y que constituya una base suficientemente flexible para la elaboración de herramientas adecuadas para cumplir con el propósito de conservar la Amazonia y fomentar su desarrollo sostenible.

AMBIENTES DE LA AMAZONIA

La Amazonia presenta tres estructuras fundamentales: la cordillera de los Andes como límite occidental; la depresión o llanura sedimentaria y los macizos antiguos de la Guayana y de Brasil como límite oriental. Estos grandes macroambientes presentan alta interdependencia en cuanto a generación, transporte, deposición y evacuación de agua, sedimentos y nutrientes y en cuanto a procesos tales como terremotos, inundaciones, erosión y barreras a la circulación de las corrientes atmosféricas.

En este sentido, el dador fundamental es la montaña andina, cuyo gran aporte de sedimentos ha modelado el paisaje de la llanura. Como barrera orográfica reorganiza los vientos del Pacífico, genera numerosos procesos climáticos y ejerce gran influencia en la sismicidad, la pluviosidad y la recarga de acuíferos del continente.

A nivel macroambiental se diferencian cuatro umbrales hipsométricos —de altitud— fundamentales:
  • 0 a 200 m. Incluye la gran planicie amazónica, que en su mayoría esta cubierta por selva húmeda tropical.
  • 200 a 1.000 m. Incluye fundamentalmente los relieves antiguos del Escudo Guayanés y los primeros contrafuertes andinos.
  • 1.000 a 2.000 m. En este rango están las cumbres de los relieves antiguos y el borde de los Andes.
  • Más de 2.000 m. Es un umbral casi exclusivamente andino.
Con base en las investigaciones recientes del científico de Consevación Internacional, Russell Mittermeier, la selva amazónica tiene una cobertura de 6.683.926 km2, incluyendo las tres Guayanas y de acuerdo con la WWF comprende 34 ecorregiones: 17 son bosques húmedos latifoliados tropicales; cinco son regiones forestales inundadas por aguas blancas —várzeas—; una es el bosque de las arenas blancas —campinarana— de la región del río Negro; dos son bosques de humedal costeros; cuatro son manglares costeros; dos son importantes enclaves de sabana; uno se encuentra en la región de los tepuyes de las tierras altas de Guayana en el sur de Venezuela y dos son ecotonos de bosques subhúmedos tropicales.

La selva amazónica es compartida por nueve países: Brasil posee el área más extensa con 4.245.278 km2, es decir, 63,7%; le siguen Perú con 661.331 km2—9,9%—; Colombia con 450.485 km2—6,7%—; Venezuela con 417.986 km2—6,3%—; Bolivia con 355.730 km2—5,3%—; Guyana 214.969 km2—3,2%—; Surinam 163.820 km2—2,5%—; Guayana Francesa 90.000 km2—1,3%— y Ecuador 70.000 km2—1,1%—.

Según el investigador colombiano Camilo Domínguez, la Amazonia puede subdividirse en seis grandes ambientes: 1– Macizo y planicie guayanesa. 2– Sierras y mesas del Macizo Guayanés con alturas superiores a los 500 metros. 3– Macizo central brasileño. 4– Planicie amazónica. 5– Región andino–amazónica. 6– Planicie amazónica reciente.

Los países panamazónicos o pertenecientes a la cuenca del Amazonas, se pueden agrupar por su ubicación geográfica de la siguiente manera: a) Los andino–amazónicos, o sea aquellos que tienen una porción de los Andes con otra de la cuenca amazónica —Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela—. b) Un segundo grupo lo conforman los países de la orla atlántica, que si bien no pertenecen a la cuenca amazónica, sí tienen la mayor parte de sus territorios ocupados por selvas de tipo amazónico —Guyana, Surinam y Guayana Francesa—. c) Por la vastedad de su territorio, por concentrar cerca del 70% del área involucrada en el tratado de Cooperación Amazónica y por el historial de su desarrollo, Brasil constituye una modalidad especial de país amazónico.

La aparente homogeneidad de la gran alfombra verde de la Amazonia, de aproximadamente 7 millones de kilómetros cuadrados, está rodeada de otras grandes formaciones naturales no forestales, como las sabanas tropicales hacia el norte, que comprenden los llanos de Colombia y Venezuela; los matorrales costeros hacia el oriente o restingas; el cerrado, o sabanas arboladas en el suroriente; los bosques subhúmedos de Bolivia y en la región occidental un gradiente altitudinal con selvas nubladas del piedemonte andino, hasta culminar en ecosistemas de alta montaña: la puna de Bolivia y Perú y los páramos de Ecuador y Colombia.

DETERIORO DE LA AMAZONIA

Actualmente la humanidad se enfrenta al gran desafío de evitar el daño del ecosistema más diverso y complejo del planeta. Una visión global de la selva tropical muestra la pérdida considerable de la cobertura forestal y el deterioro de los ecosistemas, hábitats y especies, así como la dispersión de las comunidades tradicionales y con ellas, de su manejo del ambiente, con el consecuente empobrecimiento de su cultura y su entorno.

En la gran cuenca amazónica se observan dinámicas preocupantes y en muchos puntos críticas. Si continúan construyéndose las principales vías de penetración al corazón de la Amazonia, en el mediano y largo plazo se pueden generar profundos desequilibrios naturales en toda la cuenca y en las funciones ecológicas de la Amazonia a escala local, regional, continental y planetaria.

La tecnología actual permite modelar y predecir estas dinámicas y prever sus impactos. Investigadores del Centro de Sensoramiento Remoto y del Centro de Desenvolvimento e Planejamento Regional, y de otras instituciones, realizaron el trabajo de modelación espacial —Modeling conservation in the Amazon basin—; de acuerdo con la simulación realizada, si continúa la tendencia actual, para el año 2050 se eliminará un 40% de la selva amazónica, incluyendo al menos las dos terceras partes de la cobertura forestal de seis grandes cuencas y 12 ecorregiones. Los estudios revelaron que la construcción o pavimentación de vías en la región selvática y la expansión de la frontera agrícola, así como los incendios forestales causados por empresarios y pequeños productores de la actividad pecuaria, son, entre otras, las principales causas de deforestación y fragmentación de la selva.

La WWF advierte que la Amazonia está en la cúspide de un período dramático de transformación debido al cambio climático. En 2007, el reporte Los círculos viciosos de la Amazonia, preparado por Daniel C. Nepstad, muestra una situación crítica sobre el futuro de la Amazonia y argumenta que el punto sin retorno podría estar más cerca de lo que pensamos; entre los principales argumentos se destacan los siguientes:
  • Las tendencias actuales de expansión agrícola y ganadera, el fuego, la sequía y la tala podrían deforestar o dañar severamente el 55 por ciento del bosque húmedo amazónico para el año 2030.
  • La degradación del bosque podría acelerarse debido a la influencia sinergética de varios círculos viciosos que existen entre los ecosistemas y el clima de la región amazónica. Si se alcanza un punto crítico, la posibilidad de conservar la selva se reducirá considerablemente, en tanto que la pérdida de biodiversidad y la emisión de gases de efecto invernadero aumentarán.
  • El punto crítico ecológico se alcanzará cuando los bosques nativos resistentes al fuego se conviertan en matorrales propensos al fuego. Este punto crítico es favorecido por círculos viciosos, puesto que los bosques que se queman son más susceptibles a mayores incendios debido a que la muerte de árboles permite que llegue más luz solar hasta el interior del bosque y seque las hojas y ramas muertas. Después del fuego, la invasión de pastos, helechos y bambúes inflamables refuerza el ciclo de incendios, al aumentar la cantidad de combustible en el sustrato forestal.
  • El punto crítico climático se presentará cuando la deforestación, el humo, las anomalías en la temperatura de la superficie del mar como el evento del Niño y el calentamiento global inhiban la precipitación a escala regional. Este punto crítico, que parece volverse más fuerte cuando la pérdida del bosque exceda el 30% se perpetuará, puesto que la degradación y quema del bosque reduce la liberación de vapor de agua y aumenta las emisiones de humo a la atmósfera.
  • La deforestación amazónica se puede acelerar debido a dos tendencias. Por un lado, al incremento en la demanda mundial de fríjol de soya, biocombustibles y carne, que está aumentando la rentabilidad de la producción agrícola y ganadera en la Amazonia. En segundo lugar, el riesgo de incendio accidental desalienta a los propietarios de tierras para invertir en cultivos de árboles vulnerables al fuego, en bosques o en mejoramiento de forraje.
  • La suma de factores como la pérdida del bosque nativo, la demanda de soya, biocombustibles y carne y el cambio climático, pueden favorecer la pérdida a gran escala de la selva amazónica en los próximos 15 a 25 años, con lo cual aumentan las fuentes de ignición y las sequías regionales serán cada vez más frecuentes, debido a la disminución en la transpiración y al aumento en la emisión de humo hacia la atmósfera.
  • La degradación del bosque amazónico a gran escala puede acelerar la alteración climática global y afectar la precipitación en lugares remotos del planeta.
  • Las tendencias económicas actuales y el cambio climático a escala regional y global también podrían destruir importantes ecorregiones de la Amazonia, como los bosques de babaçu del Maranhão en Brasil, el bosque seco del Marañón en Perú y los bosques de neblina de Bolivia.
Ante esta presión, una estrategia de conservación razonable consiste en proteger las cuencas, el rango de distribución de las especies y la diversidad del ecosistema, lo cual puede contribuir a la estabilidad de los climas regionales.

 
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