Es
difícil imaginar que haya existido un inmenso mar
amazónico en medio de lo que es en la actualidad
la cordillera de los Andes al occidente y las montañas
del Escudo Guayanés al oriente; sin embargo, dicho
mar interior fue una realidad. La historia geológica
se inició cuando el planeta estaba conformado por
un solo continente —Pangea— hace más
de 600 millones de años. De acuerdo con la teoría
de deriva continental, esta gran masa de tierra se dividió
en dos: Laurasia al norte y Gondwana al sur y de ésta,
hace 130 millones de años comenzaron a separarse
África, Suramérica, la Antártica, Australia
y la India; finalmente, la gigantesca masa continental de
Suramérica, que se desplazaba de oriente a occidente,
chocó contra la placa oceánica de Nasca y
se inició la formación de montañas
volcánicas en el borde occidental del continente;
durante el Eoceno —hace entre 50 y 35 millones de
años—, un fuerte desplazamiento de las placas
tectónicas provocó el primer gran levantamiento
de la cordillera andina. El sinclinal comprendido entre
los Andes y el escudo Guayano–Brasilero se llenó
alternadamente de sedimentos marinos o lagunares y de otros
continentales generados por la erosión de las cordilleras.
Durante el Mio–Plioceno —entre 25 y 1,5 millones
de años antes del presente—, un nuevo choque,
acompañado de fracturas, hundimientos y actividad
volcánica, permitió la conformación
definitiva de los Andes.
El geólogo de la Universidad de Carolina del Norte,
Russell Mapes encontró en los antiguos sedimentos
del Amazonas diminutos cristales de zircón, un mineral
de origen volcánico, que le permitieron rastrear
la evidencia de que el río drenaba hacia el océano
Pacífico durante el Cretáceo —hace 130
millones de años—; quizás esto originó,
en parte, la enorme diversidad ictiológica de la
Amazonia. En el período Terciario, durante el Mioceno
medio —hace entre 16 y 10 millones de años—,
las actuales cuencas amazónica y del mar Caribe drenaban
hacia un mismo lado, de modo que los ríos que tributan
hoy hacia la Amazonia noroccidental, corrían hacia
el occidente y luego hacia el norte y vertían sus
aguas en el actual lago de Maracaibo. Durante el Mioceno
tardío —hace entre 7 y 6 millones de años—,
se levantó el segmento nororiental de la cordillera
de los Andes —cordillera de Mérida—,
que impidió el drenaje hacia el lago de Maracaibo
e hizo que parte de los ríos formaran la cuenca del
Orinoco y los de la cuenca amazónica comenzaran a
drenar sus aguas hacia el oriente.
CAMBIOS CLIMÁTICOS GLOBALES
Durante el Pleistoceno —2,5 millones de años
a 10.000 a.C.—, se alternaron en el neotrópico
varios períodos glaciales e interglaciales que generaron
drásticos cambios en el clima y la biota de la región.
De acuerdo con estudios paleoecológicos realizados
por el profesor Tomás Van der Hammen, al hacer una
perforación de 30 m de profundidad en la llanura
costera cerca de Georgetown, Guyana, poblada en la actualidad
por bosques de manglar, se encontraron evidencias de cómo
al retirarse el mar y desaparecer los manglares, durante
la época glacial, surgió una vegetación
de sabana abierta, con gramíneas o pastos y arbolitos
de los géneros Byrsonima y Curatella;
posteriormente, a comienzos del Holoceno, cuando el área
llegó a ser nuevamente invadida por el mar, hace
cerca de 8.600 años, apareció un cinturón
de mangle Avicennia y posteriormente el mangle
Rhizophora dominó completamente la escena.
Además de demostrar que el nivel del mar fluctuó
varias veces, este estudio reveló que los cambios
en la vegetación están relacionados con el
clima.
Durante el Pleistoceno,
el cambio climático global actuó de una manera
mucho más severa de lo que se creía. De acuerdo
con los datos recolectados por el Programa de Perforación
Oceánica —Ocean Drilling Program—, la
temperatura de la superficie del océano bajó
y subió rápidamente, en ciclos de unos pocos
miles de años; a su vez, los registros provenientes
de muestras de hielo de glaciares de montaña y de
muestras de polen de sedimentos lacustres en la cordillera
de los Andes, demuestran que las oscilaciones en la temperatura
oceánica influyeron en los ecosistemas terrestres
neotropicales, particularmente en los de las zonas bajas.
Durante las glaciaciones del Pleistoceno,
el ambiente no fue totalmente frío ni caliente, seco
ni lluvioso, sino que presentaba una combinación
cambiante de estos escenarios y con cada oscilación
cambiaba el rango habitacional de las especies, haciendo
que las comunidades vegetales se mantuvieran en constante
migración. Cuando la precipitación fue inferior
en 1.000 mm respecto de la actual, buena parte de la cobertura
vegetal selvática se transformó en sabanas,
como pudo ocurrir hace cerca de 20.000 y 40.000 años,
cuando la selva lluviosa quedó reducida a pequeñas
áreas. Para algunos investigadores, esta dinámica
cambiante contribuyó a la formación de la
gran diversidad de la biota en la Amazonia. El análisis
de polen de los sedimentos de la zona media del río
Caquetá, evidencia la presencia de coníferas
del género Podocarpus en la región,
lo que indica condiciones ambientales frías en el
pasado; se estima que la temperatura en las tierras bajas
tropicales durante el último período glacial,
con respecto a la actual, pudo ser menor entre 5 y 7°C.
Para tener una idea del impacto de la variación del
clima sobre el ecosistema, basta observar los efectos que
actualmente genera el friaje, un evento que causa cambios
bruscos en las temperaturas mínimas de la Amazonia.
Según los lugareños, la baja temperatura superficial
del agua de lagunas y ríos hace boquear a los peces,
que mueren debido al déficit de oxígeno. El
friaje también afecta los patrones de floración
y fructificación de los árboles y ocasiona
daños graves a la agricultura, en especial a los
cultivos semiperennes, por ejemplo el café, el cacao
y algunos frutales, como ocurrió en la Amazonia brasileña
en 1994. Durante el año 2000 se registraron en Perú
diez casos de friaje; el más severo presentó
una temperatura mínima de 8,3°C, cuando la normal
fluctúa entre 19 y 21°C. Este fenómeno
se debió a una perturbación anticiclónica
en la zona central y oriental del océano Pacífico
Sur, que se desplazó hacia el continente por varios
días y produjo masas de aire polar frías y
secas.
REFUGIOS EN LA AMAZONIA
La observación de los cambios climáticos,
particularmente de aquellos ocurridos en la cuenca amazónica,
es importante para comprender cómo funciona un laboratorio
de biodiversidad, en un ambiente cambiante y dinámico,
a lo largo del tiempo.
Con base en los patrones de distribución de algunas
especies de aves de la Amazonia, el paleontólogo
alemán Jürgen Haffer propuso en 1969 la teoría
de los Refugios Húmedos del Pleistoceno, en los que
algunas especies encontraron las condiciones propicias para
subsistir y, al permanecer aisladas, se diferenciaron de
las demás; posteriormente, al romperse las barreras
biológicas o geográficas, se dispersaron y
contribuyeron al incremento de la diversidad de la selva
húmeda; este hecho se conoce como especiación
por aislamiento geográfico. El estudio sobre otros
grupos taxonómicos —plantas leñosas,
lagartijas, mariposas, micos— permitió comprobar
patrones similares.
Otros autores como el ecólogo Valentín Rull,
basados en estudios paleoecológicos recientes, llevados
a cabo en las tierras altas de Guayana —uno de los
refugios neotropicales del Pleistoceno—, sostienen
que la existencia de una gran heterogeneidad ambiental y
la variabilidad climática del Cuaternario, dieron
origen a la biodiversidad y la mantuvieron en la zona, pues
según ellos esta diversificación es mucho
más compleja que la que generalmente algunos científicos
estiman que se guareció en los refugios; por lo tanto
consideran que la teoría de los Refugios Húmedos
del Pleistoceno es válida para las zonas templadas,
pero demasiado simple para los trópicos.
EL GIGANTE DE LOS RÍOS
Entre la diversidad de afluentes que se originan en las
cumbres andinas, es difícil precisar dónde
nace el río Amazonas. Según una exploración
de científicos de Perú y Brasil, realizada
el año 2006 y la Sociedad Geográfica de Lima,
el río conocido en el pasado como Río Grande
y Orellana o Marañón y catalogado como el
más caudaloso del mundo, tiene su nacimiento en la
quebrada Apacheta, en las faldas del Nevado Quehuisha, en
el departamento de Arequipa, a 5.150 metros de altitud,
lo cual lo convierte en el primero del mundo en longitud,
con 6.762 km, seguido del Nilo con 6.671, y del Yangtze
en China con 6.380 km.
La dinámica y las dimensiones del río Amazonas
son portentosas: su cuenca ocupa la mayor parte del territorio
del norte del continente suramericano y sus efectos ambientales
tienen influencia global. Se calcula que la Amazonia puede
ceder a la atmósfera, por evapotranspiración,
cerca de siete trillones de toneladas de agua por año,
lo cual provee el vapor necesario para mantener el clima
húmedo y lluvioso, refrescar el aire y proteger la
selva de incendios. Este gigante vierte al océano
Atlántico entre 200.000 y 220.000 metros cúbicos
de agua por segundo, lo que representa entre 6,3 y 6,9 billones
de metros cúbicos al año y corresponde a cerca
del 15,47% de las aguas dulces de la Tierra. Además,
descarga aproximadamente mil millones de toneladas métricas
de sedimentos por año, de las cuales, sólo
la cordillera de los Andes aporta cerca de 13,5 toneladas
métricas por segundo. Entre otras características
del río se destacan las siguientes:
-
Es
el río más profundo del mundo, lo que permite
el ingreso de naves de gran calado hasta Iquitos, Perú,
a 2.375 km de su desembocadura. En el estrecho de Obidos,
Brasil, el río tiene cerca de 300 m de profundidad.
-
Tiene
un desnivel muy pronunciado en la cuenca alta, con cerca
de 5.000 m en 50 km de recorrido. En la parte media y
baja el desnivel es escaso; desde Iquitos hasta la desembocadura
desciende 4,5 cm cada kilómetro.
-
Es también el río más ancho de la
Tierra. Su anchura es variable y depende de las crecientes.
En algunas partes llega a inundar entre 20 y 50 km en
ambos lados.
-
En
su cauce se ubican numerosas islas que convierten al río
en un intrincado laberinto de canales. La principal de
ellas, Marajó, ubicada en el delta, supera los
40.000 km2.
-
La red de drenaje tiene numerosos afluentes que tienen
más de 1.000 km de longitud cada uno.
-
Las bocas del río Amazonas se abren casi 350 km
y fertilizan una extensa franja marina con millones de
toneladas de sedimentos.
DELIMITACIÓN DE LA AMAZONIA
Los límites de la Amazonia difícilmente se pueden
establecer, puesto que los criterios para definirlos varían
de acuerdo con la óptica con que se miren. Por un lado
está la cuenca hidrográfica del río Amazonas,
compuesta por miles de afluentes entre los que se destacan,
en la vertiente norte los ríos Negro, Caquetá–Japurá,
Putumayo, Napo y Marañón, y en la vertiente
sur los ríos Juruá, Purus, Madeira, Tapajos,
Xingu y el Araguaia–Tocantins; y de otra parte, está
la continuidad en la cobertura vegetal del bioma selva húmeda
tropical de tierras bajas.
Con el fin de tener unidad de criterio en cuanto a su delimitación,
la Comisión Europea, con la colaboración de
la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
—OTCA—, propuso en 2005 una metodología
de tres pasos para consolidar un mapa definitivo:
-
Primer paso: delimitación del área total
de la Amazonia, cuya superficie de 8.121.313 km2 incluye
toda la cuenca de drenaje conformada por las redes fluviales
de los ríos Amazonas y Tocantins, la cual se extiende
por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y
Venezuela y abarca todas las cabeceras hasta la desembocadura
del Amazonas; también comprende los ecosistemas
de aguas salobres del estuario y dos unidades externas,
aledañas a la cuenca, que presentan una continuidad
en la cobertura vegetal de selva húmeda tropical.
-
Segundo
paso: delimitación de tres subregiones dentro del
área total, basadas en criterios ecológicos
y biogeográficos. La primera es la Amazonia sensu
stricto, que tiene 5.569.174 km2 —68%— y corresponde
al área de la cuenca de los ríos Amazonas
y Tocantins, dominada por el bioma forestal amazónico
de tierra baja; incluye áreas menores de otros
tipos de vegetación forestal y no forestal con
su fauna asociada. La segunda subregión es la Andina,
con 555.564 km2 —7%—, que se extiende por
las vertientes orientales de la cordillera de los Andes
entre Bolivia al sur y Colombia al norte, a partir de
los 700 metros sobre el nivel del mar, hasta llegar a
la divisoria de aguas. La tercera subregión, llamada
Planalto, con 864.951 km2 —11%—, está
ubicada sobre las vertientes norte del Escudo Brasileño
y las planicies centrales de Santa Cruz en Bolivia.
-
Tercer paso: delimitación biogeográfica
de dos subregiones que presentan una continuidad del bioma
forestal amazónico de tierra baja, pero cuyas aguas
no pertenecen a la cuenca del Amazonas. La subregión
de la Guayana, con 970.161 km2 —12%—, se extiende
por parte de los territorios de Colombia y Venezuela,
por las tres Guayanas y por la zona norte del estado de
Amapá en Brasil, incluidas las montañas
de arenisca y de granito del Macizo Guayanés y
la zona de sabanas al norte de Gurí. La subregión
de Gurupí, con 161.463 km2 —2%—, comprende
las cuencas fluviales ubicadas entre el río Tocantins
inferior y el río Mearím–Pindare en
los estados de Pará oriental y de Maranhão
occidental de Brasil, que drenan hacia el océano
Atlántico.
Con esta metodología se unifican los criterios de delimitación
de la Amazonia y se crea un consenso entre las diferentes
disciplinas que la estudian. El uso de estas cinco subregiones
permite una flexibilidad en el estudio de la Amazonia, imposible
de obtener si se toma como referencia una sola región:
los principales elementos de la Hylea Amazónica se
encuentran en la subregión de la Amazonia sensu stricto
y en las dos regiones aledañas que no forman parte
de la cuenca; para los hidrólogos se contempla la totalidad
de la cuenca de drenaje, incluidas zonas que no se consideran
selva húmeda, pero que desempeñan papeles fundamentales
en el funcionamiento del sistema hidrológico; de igual
manera se han considerado subregiones diferenciadas, para
aquellos que no pueden conjugar lo andino con lo amazónico,
o los cerrados del Planalto con las várzeas del valle
amazónico. Así mismo, el especialista puede
estudiar las notables diferencias de flora y geología
entre el macizo guayanés y la planicie amazónica.
Los expertos esperan que este estudio sea de utilidad para
la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
y que constituya una base suficientemente flexible para la
elaboración de herramientas adecuadas para cumplir
con el propósito de conservar la Amazonia y fomentar
su desarrollo sostenible.
AMBIENTES DE LA AMAZONIA
La Amazonia presenta tres estructuras fundamentales: la cordillera
de los Andes como límite occidental; la depresión
o llanura sedimentaria y los macizos antiguos de la Guayana
y de Brasil como límite oriental. Estos grandes macroambientes
presentan alta interdependencia en cuanto a generación,
transporte, deposición y evacuación de agua,
sedimentos y nutrientes y en cuanto a procesos tales como
terremotos, inundaciones, erosión y barreras a la circulación
de las corrientes atmosféricas.
En este sentido, el dador fundamental es la montaña
andina, cuyo gran aporte de sedimentos ha modelado el paisaje
de la llanura. Como barrera orográfica reorganiza los
vientos del Pacífico, genera numerosos procesos climáticos
y ejerce gran influencia en la sismicidad, la pluviosidad
y la recarga de acuíferos del continente.
A nivel macroambiental se diferencian cuatro umbrales hipsométricos
—de altitud— fundamentales:
-
0 a 200 m. Incluye la gran planicie amazónica,
que en su mayoría esta cubierta por selva húmeda
tropical.
-
200 a 1.000 m. Incluye fundamentalmente los relieves antiguos
del Escudo Guayanés y los primeros contrafuertes
andinos.
-
1.000 a 2.000 m. En este rango están las cumbres
de los relieves antiguos y el borde de los Andes.
-
Más de 2.000 m. Es un umbral casi exclusivamente
andino.
Con base en las investigaciones recientes del científico
de Consevación Internacional, Russell Mittermeier,
la selva amazónica tiene una cobertura de 6.683.926
km2, incluyendo las tres Guayanas y de acuerdo
con la WWF comprende 34 ecorregiones: 17 son bosques húmedos
latifoliados tropicales; cinco son regiones forestales inundadas
por aguas blancas —várzeas—; una es el
bosque de las arenas blancas —campinarana— de
la región del río Negro; dos son bosques de
humedal costeros; cuatro son manglares costeros; dos son importantes
enclaves de sabana; uno se encuentra en la región de
los tepuyes de las tierras altas de Guayana en el sur de Venezuela
y dos son ecotonos de bosques subhúmedos tropicales.
La selva amazónica es compartida por nueve países:
Brasil posee el área más extensa con 4.245.278
km2, es decir, 63,7%; le siguen Perú con
661.331 km2—9,9%—; Colombia con 450.485
km2—6,7%—; Venezuela con 417.986 km2—6,3%—;
Bolivia con 355.730 km2—5,3%—; Guyana
214.969 km2—3,2%—; Surinam 163.820
km2—2,5%—; Guayana Francesa 90.000
km2—1,3%— y Ecuador 70.000 km2—1,1%—.
Según el investigador colombiano Camilo Domínguez,
la Amazonia puede subdividirse en seis grandes ambientes:
1– Macizo y planicie guayanesa. 2– Sierras y mesas
del Macizo Guayanés con alturas superiores a los 500
metros. 3– Macizo central brasileño. 4–
Planicie amazónica. 5– Región andino–amazónica.
6– Planicie amazónica reciente.
Los países panamazónicos o pertenecientes a
la cuenca del Amazonas, se pueden agrupar por su ubicación
geográfica de la siguiente manera: a) Los andino–amazónicos,
o sea aquellos que tienen una porción de los Andes
con otra de la cuenca amazónica —Bolivia, Colombia,
Ecuador, Perú y Venezuela—. b) Un segundo grupo
lo conforman los países de la orla atlántica,
que si bien no pertenecen a la cuenca amazónica, sí
tienen la mayor parte de sus territorios ocupados por selvas
de tipo amazónico —Guyana, Surinam y Guayana
Francesa—. c) Por la vastedad de su territorio, por
concentrar cerca del 70% del área involucrada en el
tratado de Cooperación Amazónica y por el historial
de su desarrollo, Brasil constituye una modalidad especial
de país amazónico.
La aparente homogeneidad de la gran alfombra verde de la Amazonia,
de aproximadamente 7 millones de kilómetros cuadrados,
está rodeada de otras grandes formaciones naturales
no forestales, como las sabanas tropicales hacia el norte,
que comprenden los llanos de Colombia y Venezuela; los matorrales
costeros hacia el oriente o restingas; el cerrado, o sabanas
arboladas en el suroriente; los bosques subhúmedos
de Bolivia y en la región occidental un gradiente altitudinal
con selvas nubladas del piedemonte andino, hasta culminar
en ecosistemas de alta montaña: la puna de Bolivia
y Perú y los páramos de Ecuador y Colombia.
DETERIORO DE LA AMAZONIA
Actualmente la humanidad se enfrenta al gran desafío
de evitar el daño del ecosistema más diverso
y complejo del planeta. Una visión global de la selva
tropical muestra la pérdida considerable de la cobertura
forestal y el deterioro de los ecosistemas, hábitats
y especies, así como la dispersión de las comunidades
tradicionales y con ellas, de su manejo del ambiente, con
el consecuente empobrecimiento de su cultura y su entorno.
En la gran cuenca amazónica se observan dinámicas
preocupantes y en muchos puntos críticas. Si continúan
construyéndose las principales vías de penetración
al corazón de la Amazonia, en el mediano y largo plazo
se pueden generar profundos desequilibrios naturales en toda
la cuenca y en las funciones ecológicas de la Amazonia
a escala local, regional, continental y planetaria.
La tecnología actual permite modelar y predecir estas
dinámicas y prever sus impactos. Investigadores del
Centro de Sensoramiento Remoto y del Centro de Desenvolvimento
e Planejamento Regional, y de otras instituciones, realizaron
el trabajo de modelación espacial —Modeling conservation
in the Amazon basin—; de acuerdo con la simulación
realizada, si continúa la tendencia actual, para el
año 2050 se eliminará un 40% de la selva amazónica,
incluyendo al menos las dos terceras partes de la cobertura
forestal de seis grandes cuencas y 12 ecorregiones. Los estudios
revelaron que la construcción o pavimentación
de vías en la región selvática y la expansión
de la frontera agrícola, así como los incendios
forestales causados por empresarios y pequeños productores
de la actividad pecuaria, son, entre otras, las principales
causas de deforestación y fragmentación de la
selva.
La WWF advierte que la Amazonia está en la cúspide
de un período dramático de transformación
debido al cambio climático. En 2007, el reporte Los
círculos viciosos de la Amazonia, preparado por Daniel
C. Nepstad, muestra una situación crítica sobre
el futuro de la Amazonia y argumenta que el punto sin retorno
podría estar más cerca de lo que pensamos; entre
los principales argumentos se destacan los siguientes:
-
Las tendencias actuales de expansión agrícola
y ganadera, el fuego, la sequía y la tala podrían
deforestar o dañar severamente el 55 por ciento
del bosque húmedo amazónico para el año
2030.
-
La degradación del bosque podría acelerarse
debido a la influencia sinergética de varios círculos
viciosos que existen entre los ecosistemas y el clima
de la región amazónica. Si se alcanza un
punto crítico, la posibilidad de conservar la selva
se reducirá considerablemente, en tanto que la
pérdida de biodiversidad y la emisión de
gases de efecto invernadero aumentarán.
-
El
punto crítico ecológico se alcanzará
cuando los bosques nativos resistentes al fuego se conviertan
en matorrales propensos al fuego. Este punto crítico
es favorecido por círculos viciosos, puesto que
los bosques que se queman son más susceptibles
a mayores incendios debido a que la muerte de árboles
permite que llegue más luz solar hasta el interior
del bosque y seque las hojas y ramas muertas. Después
del fuego, la invasión de pastos, helechos y bambúes
inflamables refuerza el ciclo de incendios, al aumentar
la cantidad de combustible en el sustrato forestal.
-
El punto crítico climático se presentará
cuando la deforestación, el humo, las anomalías
en la temperatura de la superficie del mar como el evento
del Niño y el calentamiento global inhiban la precipitación
a escala regional. Este punto crítico, que parece
volverse más fuerte cuando la pérdida del
bosque exceda el 30% se perpetuará, puesto que
la degradación y quema del bosque reduce la liberación
de vapor de agua y aumenta las emisiones de humo a la
atmósfera.
-
La deforestación amazónica se puede acelerar
debido a dos tendencias. Por un lado, al incremento en
la demanda mundial de fríjol de soya, biocombustibles
y carne, que está aumentando la rentabilidad de
la producción agrícola y ganadera en la
Amazonia. En segundo lugar, el riesgo de incendio accidental
desalienta a los propietarios de tierras para invertir
en cultivos de árboles vulnerables al fuego, en
bosques o en mejoramiento de forraje.
-
La suma de factores como la pérdida del bosque
nativo, la demanda de soya, biocombustibles y carne y
el cambio climático, pueden favorecer la pérdida
a gran escala de la selva amazónica en los próximos
15 a 25 años, con lo cual aumentan las fuentes
de ignición y las sequías regionales serán
cada vez más frecuentes, debido a la disminución
en la transpiración y al aumento en la emisión
de humo hacia la atmósfera.
-
La
degradación del bosque amazónico a gran
escala puede acelerar la alteración climática
global y afectar la precipitación en lugares remotos
del planeta.
-
Las tendencias económicas actuales y el cambio
climático a escala regional y global también
podrían destruir importantes ecorregiones de la
Amazonia, como los bosques de babaçu del Maranhão
en Brasil, el bosque seco del Marañón en
Perú y los bosques de neblina de Bolivia.
Ante esta presión, una estrategia de conservación
razonable consiste en proteger las cuencas, el rango de distribución
de las especies y la diversidad del ecosistema, lo cual puede
contribuir a la estabilidad de los climas regionales.
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