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CAPÍTULO 5
DINÁMICA Y ESTRUCTURA
DEL BOSQUE SECO
Los
bosques son sistemas que cambian a través del tiempo.
Muchos procesos dinámicos como la caída
de las hojas, la herbivoría y la descomposición
de la hojarasca ocurren a diario; otros menos cotidianos
como la pérdida masiva del follaje, la floración,
la polinización y la diseminación y germinación
de las semillas, suelen estar asociados al ritmo de las
estaciones climáticas; finalmente, la muerte y
caída de grandes árboles, los incendios
naturales o el paso de los huracanes son de frecuencia
esporádica, pero juegan un papel fundamental en
la configuración de la estructura o rasgo característico
de determinado bosque, la cual está constituida
por un mosaico de parches que unas veces son más
diferenciados, otras menos y a veces imperceptibles; algunos
bosques son jóvenes, otros viejos o tienen mayor
o menor cantidad de especies y cada una en diferentes
proporciones.
Dada su diversidad, la descripción de las características
del bosque seco tropical se dificulta, puesto que las
adaptaciones anatómicas y fisiológicas que
se presentan son tan numerosas, como inmensa es la cantidad
de especies que lo habitan.
SIN ÁRBOLES
NO HAY BOSQUE
Los bosques tropicales son posiblemente las comunidades
vegetales más complejas de la Tierra y su heterogeneidad
se debe, principalmente, a la gran variedad de formas
y tamaños de sus árboles, resultado de la
lucha evolutiva por la luz y el agua. Al contrario de
lo que ocurre en los bosques de altas latitudes conformados
por muy pocas especies, las selvas tropicales no forman
agrupaciones densas monoespecíficas, sino que normalmente
los árboles de diferentes especies se encuentran
entremezclados y otras formas subordinadas, como los bejucos
y las epífitas, los usan de soporte para poder
captar algo de luz o, como en el caso de las hierbas y
los arbustos del sotobosque, se desarrollan utilizando
la poca luz que deja libre la vegetación prominente.
La estructura de los bosques y el principal elemento que
les confiere complejidad es el arbolado. Desde la germinación
de la semilla, cada una de las especies arbóreas
va incrementando progresivamente su talla hasta alcanzar
los estratos superiores, pasando por una serie de etapas
de desarrollo, conocidas en el lenguaje de la ciencia
forestal como plántula, brinzal, latizal y fustal.
Se designa como plántula a los arbolitos recién
germinados hasta que alcanzan una altura de 30 cm; el
brinzal corresponde a aquellos árboles jóvenes
con una talla de hasta un metro y medio; el latizal se
refiere a la generación de árboles adolescentes
que, de acuerdo con la especie, alcanzan entre 8 y 15
m de altura y sus tallos tienen un diámetro entre
15 y 30 cm a la altura del pecho de un hombre; el fustal
es la generación madura, con copas bien desarrolladas;
su altura sobrepasa generalmente los 15 m y el diámetro
de sus tallos los 30 cm.
UN SISTEMA
TRIDIMENSIONAL
El dicho popular «la vegetación no deja ver
el bosque» confirma el hecho de que en la mayoría
de bosques tropicales la enmarañada vegetación
no deja apreciar su conformación espacial; sin
embargo, algunas veces es posible diferenciar tres niveles
de vegetación —inferior, medio y superior—
y si a ello se suman las zonas no arbóreas más
cercanas al suelo, los bosques primarios presentan cinco
capas o estratos; sin embargo, debido al alto grado de
intervención humana en la mayoría de bosques
secos, para la extracción de maderas y leña
y para obtener terrenos de pastoreo, en dichos bosques
no es posible discriminar sino tres, o a lo sumo cuatro
de los niveles mencionados.
En las selvas húmedas, como las de la Amazonia,
el estrato superior de los árboles emergentes puede
superar los 70 m de altura. En los bosques secos tropicales
llega hasta los 35 m, pero no es compacto, puesto que
los árboles están muy espaciados y sus copas,
que generalmente tienen forma de sombrilla que se abre
por encima del dosel, presentan hojas pequeñas
como una estrategia para enfrentar la exposición
al viento y la resequedad del ambiente. La segunda capa,
llamada dosel principal, está conformada por árboles
cuyas copas forman un techo más o menos continuo;
en la época de lluvias, cuando el follaje está
presente, este nivel, junto con los árboles emergentes,
conforma una gran bóveda, donde las copas se sobreponen
y reciben directamente la luz solar; debajo de éstas,
la intensidad lumínica disminuye drásticamente
y limita en gran medida el desarrollo de los estratos
inferiores. Algunas de las especies del bosque seco que
dominan los estratos superiores, son el indio desnudo
o resbalamono, el palo santo o bija, la ceiba blanca,
el caracolí, los guayacanes y el guásimo.
El tercer estrato es el subdosel que presenta árboles
entre 4 y 8 m; muchos de estos latizales están
conformados por especies que más tarde harán
parte del dosel; a esta altura hay poco movimiento de
aire y por lo tanto la humedad es mayor y más constante.
El naranjuelo, el níspero, el mamón, el
vara de piedra y el totumo, son propios de este nivel.
El cuarto estrato o sotobosque, está compuesto
por arbustos de bajo porte, muchos de ellos brinzales
de las mismas especies que forman los estratos superiores.
El quinto y último nivel, que en comparación
con el de los bosques húmedos es despoblado, es
la capa basal o estrato rastrero, donde en la época
lluviosa aparecen las plántulas de los grandes
árboles y en zonas donde penetra el sol, unas pocas
hierbas de vida corta; un elemento típico de la
capa basal es la piñuela.
La estratificación está influenciada por
la forma de las copas de los árboles, las cuales
a su vez tienen una relación directa con su desarrollo:
los árboles jóvenes que todavía pueden
crecer, poseen por lo general un tallo único y
una copa estrecha y alargada y a medida que maduran, de
su tronco se desprenden ramas, de manera que las copas
se van acoplando unas con otras. Por otra parte, la estratificación
del bosque crea un clima característico en su interior,
puesto que se alteran, no sólo la entrada de luz,
sino la temperatura, la humedad, la evaporación
y la proporción de gases en el aire.
También en los animales que habitan el bosque se
aprecia una estratificación vertical, al menos
en tres niveles. Los monos y muchas aves frugívoras,
como los tucanes, se mantienen en las partes más
altas; otros animales, como las serpientes bejuquillo,
las chicharras, las lagartijas gekko o cuquecas y muchas
aves insectívoras prefieren el sotobosque y los
estratos intermedios, en tanto que los escarabajos estercoleros,
los roedores, venados, zainos y la mayoría de las
serpientes y lagartos se mantienen en el estrato del suelo.
Varios animales, según sus hábitos sean
diurnos o nocturnos, se mueven verticalmente en el bosque
y cambian frecuentemente de estrato, como las ardillas,
las iguanas, las zarigüeyas o zorros chucho y las
hormigas arrieras.
A PLENO
SOL O A LA SOMBRA
El comportamiento de los organismos en la naturaleza responde
a la interacción de las características
genéticas definidas en el transcurso de la evolución
con los factores ambientales. En los bosques secos tropicales
se han identificado grupos ecológicos que permiten
reconocer y agrupar plantas que poseen características
biológicas y ecológicas similares: son los
llamados gremios de especies vegetales o grupos que utilizan
uno o varios recursos de igual manera y que, por lo tanto,
comparten patrones similares de exigencias de energía
lumínica, regeneración y crecimiento.
Una de las clasificaciones más utilizadas contempla
cuatro grupos ecológicos: el primero, el de las
heliófitas efímeras, está constituido
por plantas que no toleran la sombra y requieren de alta
energía lumínica para establecerse, crecer
y reproducirse; en general tienen una vida muy corta y
están representadas por muchas hierbas y por especies
pioneras que se establecen en un terreno libre de cobertura
vegetal arbórea. Las heliófitas durables
son igualmente intolerantes a la sombra, pero tienen una
vida relativamente larga; de este gremio hacen parte las
plantas propias del sotobosque como el olivo y el vara
de piedra. Las esciófitas parciales toleran la
sombra en las etapas tempranas de su desarrollo, pero
requieren de niveles altos de energía lumínica
para alcanzar el dosel del bosque, pasando por las etapas
de brinzales y latizales hasta convertirse en fustales.
El gremio de las esciófitas totales agrupa las
amantes de la sombra, que se establecen y desarrollan
siempre en bajos niveles de iluminación; en caso
de que se abra el dosel y queden expuestas a plena luz,
no tienen la capacidad de crecer significativamente.
Puesto que las especies estructurales del bosque —las
que alcanzan las mayores tallas y en su estado adulto
desarrollan las copas del dosel— están adaptadas
a vivir a plena luz, pero en sus etapas de plántula
y brinzal deben sobrevivir en condiciones precarias de
iluminación, a la sombra de árboles más
grandes, deben cambiar las exigencias de cantidad y calidad
de luz durante su desarrollo. El umbral lumínico
es el momento a partir del cual el árbol requiere
plena iluminación, o al menos más radiación
de la que ha recibido hasta ese momento; ese cambio de
exigencia energética corresponde a variaciones
fisiológicas del individuo, relacionadas posiblemente
con niveles hormonales que determinan, entre otros, la
eficiencia para realizar la fotosíntesis y la diferenciación
de los tejidos reproductivos. Algunas especies requieren
altos niveles de radiación para iniciar el proceso
de germinación y otras —las esciófilas
parciales— para pasar de plántula a brinzal,
como ocurre con el botarrama o corosillo, pariente cercano
de los magnolios. Hay especies que pueden llegar al estado
de brinzal, a la sombra, pero mueren si a partir de cierta
talla no reciben mayor cantidad de luz, como es el caso
del curupau o yopo, el nazareno y el almendro o cumarú.
Otras pueden llegar a las etapas de latizal sin tener
mucha disponibilidad lumínica, pero detienen ahí
su crecimiento, hasta que reciban suficiente luz, como
ocurre con el dividivi y el masabalo. Las hay que son
capaces de completar todo su ciclo de vida sin tener plena
iluminación —esciófilas totales—
como el blanquillo, el punte candado o manú y el
olivo o vara de piedra. Es evidente que, más que
grupos ecológicos, lo que se observa es un continuo
de especies en el que cada una va respondiendo al estímulo
de la radiación directa en diferentes momentos
de su desarrollo; el crecimiento de cada árbol
depende de su capacidad de tolerar o dominar a sus vecinos,
lo que a su vez depende, en parte, de la pericia de su
sistema radicular para obtener agua y nutrimentos y de
la que tienen sus copas para alcanzar una iluminación
adecuada.
La muerte y caída de árboles altos, producida
por distintas causas, crea claros iluminados donde se
establecen hierbas que no toleran la sombra y plantas
de crecimiento rápido consideradas pioneras. Con
el paso del tiempo, esta vegetación es superada
y reemplazada por especies del final de la sucesión,
tolerantes a la sombra.
GENERALISTAS Y ESPECIALISTAS
La evolución es el resultado de un proceso de adaptación
mediante el sistema de prueba y error en diferentes ambientes
del bosque y en situaciones climáticas cambiantes,
lo que ha conducido a que cada especie posea unas características
propias y haya encontrado las estrategias que más
le convienen para perpetuarse. Se ha llegado a un amplio
gradiente continuo de posibilidades, en el que se encuentran
dos esquemas principales en sus extremos: el de las especies
generalistas, que de acuerdo con los ecólogos tienen
una estrategia «R», y el de las especialistas,
cuya estrategia es «K», en alusión
a los parámetros de una ecuación que describe
el crecimiento de una población de cualquier organismo
biológico. Las generalistas se caracterizan porque
exigen altos niveles de energía lumínica
y tienen tasas elevadas de producción de semilla
para obtener una capacidad eficiente de dispersión,
a la espera de encontrar un ambiente adecuado para establecerse,
como un claro del bosque; en lugares donde encuentran
competencia tienen muy pocas probabilidades de establecerse,
pues gastan tanta energía en reproducirse que sucumben
ante las plantas ya establecidas. Las especialistas son
tolerantes a altos niveles de competencia y a la sombra,
por lo que pueden formar poblaciones densas sin mayor
demanda de luz. Los dos tipos se complementan para generar
la dinámica del bosque.
En los bosques maduros y primarios predominan las plantas
especialistas, mientras que en los inmaduros y secundarios,
las generalistas. Estas últimas son reemplazadas
paulatinamente por las especialistas, a medida que las
condiciones ambientales se hacen más estables y
la competencia entre las distintas especies se vuelve
más intensa.
PERTURBACIONES Y REGENERACIÓN
Un bosque primario, lo que en el lenguaje común
se conoce como selva virgen, es aquel que ha existido
sin una significativa intervención humana ni otras
perturbaciones durante períodos que exceden el
tiempo normal de vida de los árboles maduros, que
oscila entre 60 y 100 años.
En estos bosques relativamente estables se desarrollan
relaciones funcionales de preferencia, tolerancia, capacidad
e interdependencia entre las plantas y los animales que
allí viven. Generalmente alcanzan un equilibrio
energético relativamente sólido entre la
producción total de biomasa y la respiración;
generan cadenas alimenticias complejas, mantienen una
alta biodiversidad y muestran una estratificación
bien organizada y heterogeneidad espacial. Además,
alojan árboles y animales de tamaños considerables
y con ciclos de vida largos; sin embargo, por muy válidos
que sean estos conceptos, la visión tradicional
del bosque virgen como un lugar con estabilidad perpetua
y a salvo de daños, está muy alejada de
la realidad.
La antigua creencia de que sin la intervención
del hombre los bosques tropicales serían inmutables
en el tiempo, ha sido desechada; el bosque tiene una dinámica
interna muy intensa y su principal promotor es el colapso
o caída de los árboles, sus elementos estructurales
más importantes, lo que implica la apertura de
grandes claros. Con el nombre de chablis se denomina la
serie de hechos biológicos y ecológicos
desencadenados por la caída de un árbol;
esto genera diferentes microambientes que permiten el
establecimiento y desarrollo de otras especies de flora
y fauna; se promueve así la biodiversidad y se
mantiene la dinámica del bosque, lo que constituye
el elemento más importante del proceso de reconstrucción
natural de éste —silvigénesis o sucesión
ecológica— y permite que se rejuvenezca su
estructura.
Esta dinámica puede acrecentarse debido a perturbaciones
que modifican el patrón natural de caída
de los árboles más viejos, como el paso
de huracanes, deslizamiento de laderas, sismos y tormentas
eléctricas, entre otros; el fuego espontáneo
también es muy frecuente en épocas de sequía
extrema.
Tras una perturbación, la regeneración del
bosque seco tropical sigue en términos generales
el mismo patrón que el de otros bosques: germinación
de las semillas que se encontraban a la espera de una
oportunidad, arribo de semillas provenientes de los alrededores,
rápida colonización de especies pioneras
generalistas y reemplazo gradual de éstas por plantas
cada vez más especializadas, hasta que al cabo
de los años se restablece una estructura similar
a la original. La gran diversidad de plantas que habitan
los bosques tropicales hace que el proceso de regeneración
o sucesión sea poco predecible. Las plantas que
conforman la comunidad pionera establecida al poco tiempo
de la perturbación y las que corresponden a la
comunidad de clímax, que resulta al final de un
proceso de sucesión, que puede durar varias décadas,
están condicionadas, en parte, por la disponibilidad
de semillas en el medio, bien sea porque estaban en estado
latente, o porque fueron transportadas por el viento o
por algún animal que las ingirió en otra
área y las depositó en este sitio. Que las
semillas de una determinada especie sean las que germinen
y produzcan plántulas y no las de otra, puede deberse
a la presencia de un árbol progenitor en las inmediaciones,
pero también a la época del año y
a las condiciones de luz, viento y humedad, pero esta
es, en esencia, una cuestión bastante azarosa y
circunstancial. La llegada de semillas de cualquier lugar
cercano puede cambiar, al menos parcialmente, así
como la secuencia y el patrón de sustitución
de los elementos, el cual se convierte en uno de los principales
factores que hacen que se mantenga la diversidad de plantas
en un bosque y que su composición no resulte dominada
en exceso por unas pocas especies.
El bosque secundario es aquel que resulta de una sucesión
secundaria, es decir, que se origina y desarrolla en un
área donde el primario fue arrasado y el suelo
utilizado para la agricultura o la ganadería. Estos
bosques pueden madurar y llegar a tener, con el tiempo,
una estructura similar a la de los bosques originales,
como ocurrió en la península de Yucatán,
en México, donde se encuentran bosques maduros
que ocupan áreas que hace 600 años fueron
extensos campos de cultivo de la cultura Maya; igualmente,
en lugares como Puerto Rico y la isla de Providencia en
Colombia, en las áreas que fueron arrasadas por
huracanes hace algún tiempo, se observa una vegetación
pionera que, en caso de no ser nuevamente impactada por
un huracán, dará lugar a un bosque secundario
al cabo de algunas décadas. En los casos en que
no se ha interrumpido la sucesión primaria iniciada
sobre el suelo original y las perturbaciones catastróficas
forman parte de las características que determinan
la estructura del bosque, estas formaciones se consideran
primarias.
BIODIVERSIDAD
Con el término biodiversidad se designa el conjunto
de formas de vida —organismos vivos de cualquier
fuente— que se encuentra en una determinada área
de nuestro planeta. Las selvas tropicales húmedas
y muy húmedas representan, por antonomasia, los
ecosistemas terrestres donde habita la mayor cantidad
de especies de plantas y animales de todo el globo; por
esta razón, dichas formaciones vegetales se han
constituido en el patrimonio natural y en la fuente de
la biodiversidad de muchos países tropicales. En
los bosques secos tropicales la diversidad es menor debido
a que el estrés ambiental aumenta con la inestabilidad
estacional, de modo que una menor cantidad de plantas
y animales genera mecanismos que contribuyan a la estabilidad
interna del ecosistema, para hacer frente a las agresiones
del medio.
Aunque las especies de los bosques secos tropicales constituyen
alrededor de la mitad de las de las selvas húmedas
de regiones cercanas, no por ello esta formación
vegetal deja de figurar entre los ecosistemas más
biodiversos del planeta. En un décimo de hectárea
de la selva amazónica es posible encontrar entre
100 y 140 especies distintas de árboles, mientras
que en un área equivalente en un bosque seco de
la región Caribe de Colombia se encuentran entre
50 y 70 y en un bosque maduro de latitudes templadas de
Europa central o Norteamérica, el número
de especies arbóreas no sobrepasa las 20. La diversidad
biológica de los bosques secos tropicales cobra
mayor relevancia si se considera que muchas plantas y
animales son exclusivos de estos ecosistemas y que, en
muchos casos, este es el único hábitat para
un considerable número de especies endémicas
de una región particular. Las sorprendentes adaptaciones
que han desarrollado los organismos que los habitan, particularmente
las plantas, para desarrollarse en ambientes con una marcada
estacionalidad hídrica, es el resultado de millones
de años de evolución que propiciaron la
creación de múltiples especies y generaron
un hábitat de suma importancia para las aves migratorias
que encuentran allí refugio y alimento.
Los bosques secos tropicales más diversos del mundo
son los americanos, seguidos por los indomalayos; los
africanos por lo general son menos ricos, posiblemente
debido a la extinción de muchas especies durante
los episodios secos de la historia de esa región.
La elevada diversidad de los bosques tropicales parece
tener distintas causas. Por una parte, los climas cálidos
que se presentaron en la Tierra antes de la expansión
de las condiciones secas y frías de las épocas
Terciaria y Cuaternaria, pudo haber promovido la acumulación
de especies adaptadas a la sequía en las regiones
tropicales a lo largo de su historia.
Toda nueva especie debe poder encontrar un vacío
en el ecosistema sin desplazar a otra previamente existente;
de lo contrario, lo ganado en especiación se perdería
en extinción, ¿cómo es posible entonces
que, en un ecosistema aparentemente copado, sin vacíos
o nichos ecológicos disponibles, la especiación
haya inclinado la balanza a su favor? Entre las hipótesis
que se han postulado para dar explicación a este
interrogante están:
La abundancia de árboles de varios tamaños
promueve una gran heterogeneidad estructural, la cual,
a su vez, permite la presencia de una mayor cantidad
de especies que pueden ocupar los estratos intermedios
— intersticiales—.
La inestabilidad en los procesos de silvigénesis
y sucesión-regeneración, hace que el
bosque esté conformado por un mosaico de parches
con comunidades vegetales en diferente estado de sucesión,
cada uno con sus especies propias.
Las contracciones y expansiones que experimentaron
los bosques tropicales debido a las glaciaciones e
interglaciales del Cuaternario,
hicieron que muchos de ellos quedaran aislados y en
cada uno se dieran procesos de especiación
relativamente independientes.
A pesar de que las estadísticas que existen sobre
la cantidad de animales y plantas que viven en los bosques
secos tropicales, provienen de inventarios localizados
y generalmente parciales, que no admiten hacer generalizaciones,
algunas cifras bien documentadas permiten dimensionar
y valorar la biodiversidad que alojan. Se estima que alrededor
de 13.000 especies diferentes de insectos, 75 de anfibios
y reptiles, 175 de aves residentes y 115 de mamíferos,
viven en las 11.000 has de bosque seco del Parque Nacional
Santa Rosa en Costa Rica, donde también se han
contabilizado casi 700 especies de plantas que producen
flores. En los remanentes de bosque seco tropical en Colombia
se han encontrado hasta 123 especies diferentes de hormigas,
32 de escarabajos estercoleros, 13 de anfibios, 14 de
reptiles, 131 de aves y 21 de murciélagos, además
de monos, felinos, roedores, armadillos, osos perezosos
y venados.
Debido al avanzado estado de fragmentación, la
composición de especies, tanto faunística
como florística, suele ser muy variable entre un
parche de bosque seco tropical y otro. Como es de esperar,
el tamaño del bosque es directamente proporcional
a la cantidad de especies que lo habitan. Sin embargo,
se observan ciertas tendencias comunes en cuanto al parentesco
de los organismos propios de este tipo de formación
vegetal. En casi todos los bosques secos del mundo predominan
árboles que pertenecen a unas pocas familias; se
destacan las leguminosas, como el trupillo, el dividivi
y el ébano, seguidas por las bignoniáceas,
de la que hacen parte el lumbre, el guayacán o
roble y el totumo, las sapindáceas, como el mamoncillo,
y las bombacáceas o ceibas. Las palmas, en general,
no están bien representadas, aunque hay especies
que son frecuentes en algunas áreas del sotobosque.
El bosque seco tropical ha proporcionado hábitat
para muchas especies utilizadas por el hombre desde tiempos
inmemoriales. Se encuentran, para mencionar sólo
algunas, plantas forrajeras y ornamentales como el matarratón
y el carbonero; frutales como el jobo, el caimito y el
mamoncillo; maderas finas como el guayacán, las
ceibas, el caracolí y el samán y hasta materia
prima para la confección de herramientas y recipientes,
como el totumo.
El bosque seco tropical constituye un verdadero banco
genético in situ que apenas empieza a ser descubierto;
las especies que se encuentran en estos hábitats
pueden dar origen a diversos productos farmacéuticos
y ser fuente de nuevos recursos genéticos y productos
forestales no maderables como resinas, frutas, hongos
y pienso para animales. Sin embargo, no hay que olvidar
que la supervivencia de muchas especies consideradas actualmente
amenazadas y en peligro de extinción, depende de
que el tamaño, la estructura y la integridad de
este ecosistema se mantengan.
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