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de la Colección Ecológica del Banco de Occidente:
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CAPÍTULO 4
LOS LLANOS ORIENTALES
Bajo
el primer cinturón de nubes, generalmente ubicado
a los 1.000 msnm, aparecen los Llanos Orientales de Colombia,
una extensa sabana que llega hasta el río Orinoco
por el oriente y se extiende en sentido norte-sur desde
el río Arauca hasta el río Guaviare; tiene
una superficie aproximada de 266.300 km2, en
la cual se pueden identificar tres grandes paisajes:
El
piedemonte llanero
La
llanura de inundación
La
altillanura plana y ondulada
EL
PIEDEMONTE
El terreno ubicado en la base de la vertiente oriental
de la cordillera Oriental, conocido como el piedemonte
llanero, es una estrecha franja ubicada entre los 700
y 500 msnm, que tiene un clima típicamente llanero,
con temperaturas medias de 23 a 30 ºC y un régimen
de lluvias biestacional con 3.000 a 4.000 mm de precipitación
anual.
Se formó a finales del Terciario y durante el Cuaternario
—entre cinco millones y 10.000 años—
por el poderoso transporte de rocas y detritus que descendieron
a través de los cañones y valles montañosos
y se depositaron en el pie de las montañas formando
abanicos o conos de deyección; los sedimentos más
finos llegaron a una gran distancia de la cordillera.
En el Pleistoceno —entre 600.000 y 10.000 años—
se levantó todo el bloque de tierras al oriente
del río Meta, lo que formó la altillanura,
una franja plana a la que no llegaron más sedimentos
aluviales. Los movimientos tectónicos que levantaron
el borde de la cordillera, en ciertos sectores elevaron
los abanicos y el terreno plano se inclinó hacia
la montaña, de tal manera que en dirección
al llano quedó un escarpe abrupto, como el que
se observa en algunas serranías bajas cerca de
Yopal; posteriormente los procesos erosivos se encargaron
de modelar el terreno para generar diferentes formas de
relieve, como terrazas escalonadas, terrazas planas y
profundamente disectadas por amplios valles y pequeñas
serranías.
Durante cada creciente los ríos aportan en el piedemonte
nuevos materiales que se depositan sobre el cono mismo,
formando una extensa zona de explayamiento con un cauce
trenzado que en algunos casos puede alcanzar cientos de
metros. Debido a los flujos torrenciales y a su desborde,
el terreno del piedemonte se torna inestable, lo que representa
una gran amenaza para la vida, los ecosistemas y las obras
de infraestructura; según el profesor Antonio Flórez,
sus principales causas son las siguientes:
La sismicidad característica de la zona favorece
los deslizamientos y movimientos en masa y el consecuente
aporte de materiales hacia los conos de deyección.
Las
cuencas hidrográficas en las montañas
tienen fuertes pendientes y por lo tanto su capacidad
de carga es alta.
La
disminución de la pendiente en el piedemonte
hace que las corrientes divaguen, lo cual genera inestabilidad
en los cauces —se forman algunos nuevos y otros
desaparecen—.
La
destrucción de la cobertura vegetal hace que
el escurrimiento del agua sea más rápido
y aumenten la disección y el transporte de material.
LA SELVA
DEL PIEDEMONTE
Poco se conoce acerca de la ecología de las selvas
húmedas tropicales del piedemonte llanero; en general,
éstas se caracterizan por un dosel continuo y heterogéneo
debido a la fuerte pendiente y a la irregularidad del
terreno que presenta suelos predominantemente arcillosos
en los interfluvios y arenosos en las laderas. La estructura
vertical del bosque es multiestratificada con árboles
que alcanzan hasta 30 m de altura y aunque abundan el
lechero, el higuerón o matapalos y el tronador
que produce una leche cáustica y tóxica,
las especies dominantes son las leguminosas como el dormilón
u orejero. También se encuentran maderas valiosas
como el laurel oloroso, el cabo de hacha o costillo, el
achapo y el peinemono; entre los frutales se destacan
el zapote, el mamey y los caimos.
Esta franja es rica en palmas de enormes raíces
zancos, —más de 20 especies— como el
palmiche, la mil pesos, la zancona y la choapos, que en
ocasiones emergen sobre el dosel. En los estratos bajos
sobresalen por sus grandes hojas varias especies de Ciclantáceas
como la iraca, cuyas hojas similares a las de la palma
son utilizadas para la elaboración de sombreros
y varias especies de Heliconia como los platanillos;
la alta humedad de esta zona favorece el desarrollo de
multitud de plantas epífitas entre las que se destacan
los helechos.
LA DIVERSIDAD
DEL PIEDEMONTE
La alta diversidad de mariposas endémicas contribuyó
a que los investigadores pudieran reconocer en el piedemonte
el refugio pleistocénico denominado «Villavicencio»,
que de acuerdo con el científico Jorge Hernández
Camacho, se extendió desde el río Ariari
hasta el Casanare y desde los 500 msnm, hasta entrar en
contacto con los bosques nublados.
Esto ayudó a que el piedemonte de la cordillera
de Los Andes posea un elevado nivel de endemismo de plantas
y animales, también relacionado con la gran variedad
de hábitats que ofrece y con las condiciones ambientales
favorables que se presentan durante la temporada de verano.
Se destaca la gran diversidad de mamíferos, como
los gatos o félidos y los primates como el mono
churuco, el mico araña o marimonda, el macaco,
el mono ardilla, el mico nocturno o marteja y el mono
aullador. En cuanto a reptiles se han registrado 32 especies.
Se considera que biogeográficamente el piedemonte
es una extensión de la selva orinoquense y a la
vez una prolongación de la selva amazónica,
pero con empobrecimiento de especies amazónicas
debido a su carácter de península, con una
orientación de sur a norte. En los estudios sobre
diversidad biológica en Colombia, el piedemonte
se reconoce como una de las regiones más ricas
en aves —542 especies—. Cada vez que se emprenden
investigaciones se descubren nuevas especies en todos
los grupos; recientemente los ornitólogos Paul
Salaman y Gary Stiles registraron 35 aves de las que no
se tenía conocimiento en esta zona, así
como una especie nueva: el colibrí Campylopterus
villaviscensio; diez especies muy poco conocidas
en esta vertiente resultaron ser mucho más comunes
de lo que se creía y el rango de distribución
de muchas otras se amplió significativamente. Los
nuevos datos ponen de manifiesto la importancia de tomar
medidas de conservación en una región tan
rica en aves y todavía pobremente conocida.
LA SABANIZACIÓN
Hace aproximadamente 45 años L.A. Holdridge y J.
Tosi, destacados ecólogos del Instituto Geográfico
Agustín Codazzi, llamaron la atención sobre
la destrucción de la selva de la Orinoquia:
«Al oriente de Villavicencio se puede apreciar
cómo se desprende la planicie oriental de la Cordillera,
en forma de un plano suavemente inclinado, recorrido por
los ríos, que a manera de anchurosas heridas, cortan
la espaciosa llanura. Las selvas aquí han quedado
reducidas a rastrojos, con uno que otro árbol como
mudo testigo sobre potreros donde crecen solitarias las
palmeras y ceibas corpulentas».
El proceso de tumba, roza y quema para el establecimiento
de pastizales para la ganadería y zonas de cultivo,
culmina con suelos erosionados y empobrecidos que después
de abandonados, son colonizados por especies pioneras
de rápido crecimiento como el balso, un árbol
de madera extraordinariamente liviana y el yarumo. La
deforestación se presenta en dos frentes: el que
desciende de la montaña y el que sube del llano;
entre estos se encuentran los últimos remanentes
de selva húmeda. Hay muchos lugares en los que
este tipo de bosque ha desaparecido completamente, rompiendo
así la comunicación entre la selva andina,
la selva del piedemonte y el bosque de galería,
que se adentra en las sabanas.
Los incendios periódicos, la pérdida de
nutrientes del suelo y el pastoreo mantienen el paisaje
transformado por largo tiempo. La eliminación de
este hábitat es sin duda una de las principales
amenazas para los primates del piedemonte llanero, como
el tití, el mico choyo y las marimondas, que se
encuentran entre los más amenazados de toda la
región. Desafortunadamente, este proceso también
comienza a afectar las áreas de conservación
de los Parques Nacionales Naturales de la Orinoquia.
LA LLANURA
DE INUNDACIÓN
La región localizada al occidente del río
Meta, conocida como sabanas de Casanare y Arauca, es probablemente
la mayor extensión de tierras del norte del continente
suramericano, que se encuentra por debajo de los 200 m
de altitud. Estas planicies, sujetas a inundaciones durante
aproximadamente siete a ocho meses al año, presentan
un período de lluvias entre marzo y noviembre y
un corto verano de diciembre a febrero; por el oriente,
su límite está definido por una falla geológica
que se desarrolla en sentido suroccidente–nororiente.
El río Meta sigue el rumbo de esta falla y socava
las paredes del bloque oriental —la altillanura—,
que está casi 40 a 50 m más alto.
En la llanura de inundación los procesos ecológicos,
los suelos, la flora, la fauna y el uso de la tierra están
determinados por el comportamiento de las inundaciones
y conforman conjuntos que involucran varios ecosistemas,
por lo cual son considerados macrosistemas en los que
hay ambientes acuáticos permanentes, temporales
y sabana de tierra firme, pero el área mayor corresponde
a los ambientes acuáticos temporales.
Las planicies inundables constituyen sistemas estables
con características únicas; si se analizan
durante largos períodos, según el comportamiento
de la cuenca, el curso del río y la planicie y
se acepta lo afirmado por Alfredo Paolillo y otros investigadores
de la Orinoquia venezolana, dichas planicies se pueden
catalogar como humedales.
Las tecnologías de análisis espacial del
Sistema de Información Geográfica de la
World Wild Fund de Colombia, permitieron delimitar con
precisión estas áreas inundables, cuya continuidad
ecológica abarca desde las planicies de inundación
del río Metica, hasta el extremo noreste de los
llanos bajos de Apure en Venezuela, a lo largo de un trayecto
de 800 km de longitud y una amplitud que oscila entre
los 100 y los 300 km.
EL RITMO
ESTACIONAL
En los grandes humedales, prácticamente todos los
procesos tienen relación con la frecuencia, duración,
magnitud y otras características de la secuencia
inundación–sequía: el transporte y
deposito de sedimentos, la colonización, producción
y descomposición de la vegetación herbácea
y leñosa, el consumo y mineralización de
la materia orgánica, la actividad migratoria de
los organismos, la pesca, las actividades humanas y otros
procesos, están ajustados al régimen pulsátil
del los ríos.
Un estudio realizado en una laguna de desborde del río
Metica, permitió establecer que las expansiones
y contracciones periódicas del ambiente acuático
son el principal factor que rige la dinámica de
las poblaciones de peces tropicales y de otros organismos
que habitan estos ecosistemas, los cuales han tenido que
adaptarse a las severas fluctuaciones espaciales. Las
inundaciones generan procesos de rejuvenecimiento de los
ecosistemas que forman parte del río y la dinámica
de los pulsos hídricos —inundación,
aguas bajas— es la que regula el conjunto de organismos
vegetales o animales que dependen de él. Sin embargo,
muchos árboles y plantas desarrollaron adaptaciones
que les permiten realizar la fotosíntesis en condiciones
de inmersión prolongada.
Estos pulsos son vitales para la alimentación,
dispersión y reproducción de numerosas especies
de peces y mamíferos acuáticos como los
delfines; la época de rebalse es básica
para la alimentación de los manatíes; por
el contrario, la estación de aguas bajas es imprescindible
para la nidificación de la tortuga del Orinoco
en las playas arenosas.
ECOSISTEMAS DE LA LLANURA
DE INUNDACIÓN
A pesar de la aparente homogeneidad espacial, en la llanura
de inundación existe un mosaico de formas de relieve
y una variedad de ambientes y ecosistemas, como las sabanas
húmedas o hiperestacionales, las sabanas eólicas
o semiestacionales, los zurales, los esteros, los morichales
y las selvas inundables.
LA SABANA
HÚMEDA
Las sabanas húmedas tienen una cobertura vegetal
abierta en la que dominan los pajonales altos del pasto
rabo de zorro, que le imprimen una coloración rojiza
al paisaje cuando las inflorescencias están maduras;
también están pobladas por otros pastizales
tolerantes a la inundación como la guaratara y
por varias especies de Ciperáceas. En algunos lugares
se forman gramalotales o grandes bancos de pastos de paja
chigüirera, cuyos tallos se elevan hasta dos metros
sobre el terreno pantanoso y en los sitios más
elevados se desarrolla el pasto saeta.
Las sabanas húmedas pasan por un ciclo anual de
cuatro estaciones hídricas: un período en
que las plantas disponen de agua suficiente en el suelo,
al que le sigue una fase en la que éste queda anegado
por completo y las especies sufren por exceso de agua;
posteriormente la tierra se va secando y otra vez aparecen
condiciones normales de disponibilidad de agua y finalmente
la sequía se hace extrema y la vegetación
debe resistir la deficiencia de agua. Debido a que cada
año pasan por cuatro estaciones con períodos
contrastantes de tensión ecológica, estos
ecosistemas también se definen como sabanas hiperestacionales,
en las que el exceso de agua tarda varios meses en escurrirse
y su deficiencia dura de tres a seis meses.
Los principales aspectos que caracterizan las sabanas
húmedas hiperestacionales son los siguientes:
Predominan los pastizales y las especies leñosas
son escasas.
Se
presenta una flora rica en gramíneas y Ciperáceas,
con ausencia casi total de leguminosas.
Los
niveles superiores del suelo, donde se desarrolla casi
toda la biomasa de gramíneas, permanecen saturados
de agua durante un período más o menos
prolongado.
El
fuego cumple en estos ecosistemas un papel regenerativo,
similar al que desempeña en las sabanas secas,
por lo que muchas especies se han adaptado a los incendios
y a las sequías periódicas.
Aunque
los suelos son bastante variados, predominan los que
tienen un alto contenido de arcillas y son pobres en
nutrientes.
En la llanura de inundación hay numerosos canales
superficiales de drenaje que adquieren el carácter
de caños, cuyas aguas claras y fondos limosos arcillosos
están cubiertos por diferentes especies de plantas
acuáticas sumergidas y emergentes, como la lambedora
y los juquillos. La mayor parte de los cursos de agua
que atraviesan la llanura aluvial no producen una clara
segregación de sedimentos, por lo que generalmente
no se observan formas de relieve como diques u orillares
elevados; sin embargo, estos se presentan en la planicie
de desborde de los grandes ríos como Meta, Casanare
y Arauca, entre otros.
LA SABANA
EÓLICA
Una de las formas de relieve más llamativas en
la llanura inundable, por su patrón de drenaje,
es la sabana eólica. Se trata de un vasto territorio
con agrupaciones de dunas o médanos alineados en
sentido nororiente – suroccidente, modelados por
la fuerza del viento, que en un período de extrema
aridez arrastró arenas fluviales hasta formar campos
de dunas, cuyo patrón de relieve está relacionado
con la dirección de los alisios del nororiente
y se extiende por las sabanas de Casanare, Arauca y Venezuela.
Durante la época seca los médanos presentan
erosión y arrastre de las arenas que conforman
el sustrato. Los rasgos más comunes de los médanos
son: un altura entre cuatro y ocho metros, un ancho entre
20 y 50 y una longitud entre 100 y 500; el suelo está
constituido por arenas cuarzosas —93% de arena y
2 a 3% de arcilla—; tienen una pequeña acumulación
de materia orgánica de 10 a 15 cm, de color pardo
y subsuelos pardo amarillentos; las zonas entre médanos
son cóncavas y en ellas se acumulan agua y materia
orgánica. Asociado a este relieve se observa un
fenómeno de escarceo, que se manifiesta en camellones
de 30 a 50 cm de altura y de 3 a 5 m de ancho, semejantes
a curvas de nivel que se aproximan entre sí. Las
zonas entre escarceos quedan cubiertas de agua por largos
períodos, lo que determina que los tipos de pastos
y su coloración sean diferentes en las depresiones
y en las crestas, factor que se destaca en el paisaje.
LOS ZURALES
Se forman en depresiones con pendiente muy suave, permanecen
anegados la mayor parte del año —hasta por
nueve meses— y tienen suelos de color oscuro, ricos
en materia orgánica. Desde el aire se observa un
patrón reticulado, conformado por montículos
de diferentes tamaños llamados zuros; los de menor
altura, 30 a 50 cm, se encuentran en el borde del zural
y sobre ellos crecen termiteros; los de mayor altura —uno
a dos metros— y más espaciados se desarrollan
hacia el interior del zural.
Algunos zurales alcanzan superficies de 5 km2
y densidades de 900 a 1.000 montículos por hectárea;
cada montículo tiene su propio gradiente de humedad
que determina la colonización de diferentes especies,
entre las que predominan las gramíneas, aunque
crecen familias raras como las Eriocauláceas y
las Burmaniáceas y comunes como las Cyperáceas,
Melastomatáceas y leguminosas; ocasionalmente en
lo alto de un montículo coronados por termiteros,
que permanece seco más tiempo, se desarrollan algunos
arbustos. El agua que circula entre los zurales es transparente,
pobre en nutrientes y su sistema de drenaje forma una
microcuenca cerrada, que en ocasiones se interconecta
con esteros
y morichales.
EL ESTERO
Tanto en la sabana de inundación como en la altillanura
y en las planicies de inundación de los grandes
ríos, existen ambientes acuáticos de poca
profundidad que ocupan extensas cubetas lacustres estacionales,
donde el suelo permanece anegado hasta bien entrado el
verano y conserva suficiente humedad para mantener la
vegetación acuática; este tipo de ambiente
se denomina localmente estero.
En la llanura de inundación hay esteros que reciben
aportes de aguas ricas en nutrientes procedentes de los
ríos andinos cuando se desbordan; entonces la productividad
de la vegetación se incrementa hasta formar verdaderas
masas flotantes, con pastos, buchones, lechugas de agua
y especies arbustivas de leguminosas especialmente adaptadas.
Este entramado flotante tiene la capacidad de soportar
mamíferos como los chigüiros, así como
anfibios y reptiles; algunos esteros alcanzan grandes
extensiones y se constituyen en hábitats para la
fauna acuática y terrestre, especialmente para
las aves, entre las que abunda una gran variedad de garzas.
Otros tipos de esteros se presentan en las sabanas estacionales,
donde la fase de inundación depende de las lluvias
torrenciales del invierno; sus aguas son transparentes
y menos productivas —oligotróficas—
y en ellas se desarrollan praderas sumergidas en las que
abundan diferentes especies de pequeños peces de
colores brillantes especialmente adaptados a los ambientes
donde los recursos más importantes son el zooplancton,
el fitoplancton y los insectos. Durante la estación
seca reverdecen sobre el suelo varias especies de plantas
acuáticas que permanecían como prados sumergidos,
para florecer rápidamente y dispersar sus semillas.
Los suelos de este tipo de estero, de color negro turboso,
quedan durante el verano al alcance de muchas aves acuáticas
que los escarban en busca de insectos coleóptero
y dípteros.
Llaman especialmente la atención en estos ambientes,
las pequeñas masas lanosas que se adhieren a los
fragmentos de vegetación del litoral; se trata
de uno de los organismos multicelulares más primitivos,
cuyos ancestros marinos surgieron en el Cámbrico
—hace 600 millones de años—; es una
diminuta esponja de agua dulce —probablemente del
género Ephydatia—, cuyo cuerpo,
formado por microscópicas agujas o espículas
de sílice, llega a ser urticante al contacto con
la piel y cuyas larvas móviles hacen parte de la
gran diversidad de microorganismos que componen el zooplancton.
EL MORICHAL
Algunos ríos y caños de la llanura de inundación
presentan a lo largo de su curso franjas angostas de bosques
de galería dominados por la palma moriche o canangucha,
que tiene hojas en forma de abanico y crece asociada con
árboles maderables de la familia de las Anonáceas,
como el tablón y con Miristicáceas, como
el palosangre. Estos bosques, donde también abundan
las Melastomatáceas arbustivas y otras palmas como
la milpesos, especie oleaginosa muy promisoria, son importantes
para el sostenimiento de una variada fauna, en la que
se destacan los grandes mamíferos silvestres como
los zainos y las dantas.
El nivel freático del suelo determina la estructura
y la composición de los bosques de galería
de la llanura de inundación; en comparación
con los de la altillanura son menos diversos y estructurados
y sus estratos herbáceos y arbustivos son más
pobres y con pocas especies tolerantes a la inundación.
El suelo, de donde emerge la maraña densa de raíces
finas y neumatóforos de las palmas y árboles,
estructuras especializadas en el intercambio de gases,
se encuentra casi desnudo, lodoso y con poca hojarasca;
hacia los bordes exteriores se presenta una angosta franja
de bosque denso de poca altura, 10 a 15 m, que corta abruptamente
la vegetación abierta de la sabana.
La palma de moriche es quizás la de más
amplia distribución y posiblemente la más
abundante en las cuencas del Amazonas y el Orinoco; su
hábitat óptimo se encuentra en los terrenos
inundados o con drenaje muy deficiente, por debajo de
los 900 m de altitud. Los indígenas la llaman «el
árbol de la vida» porque sus usos son muy
numerosos: la pulpa anaranjada de los frutos es altamente
nutritiva por su alto contenido en proteína y aceites;
de las hojas jóvenes se extrae fibra de excelente
calidad y las hojas adultas se utilizan como techo de
las viviendas; en los troncos caídos se crían
mojojoyes, larvas de cucarrón que son aprovechadas
como complemento de la dieta proteica; los troncos muertos
sirven como sitios de anidación de aves muy valiosas
como las guacamayas y los loros; durante las aguas altas,
los frutos son dispersados por las corrientes de agua
y hacen parte de la dieta de grandes peces que se alimentan
de semillas y frutos como el yamú o bocón.
LAS SELVAS
INUNDABLES
Algunos de los últimos reductos de las selvas de
inundación se encuentran en las llanuras de desborde
de los ríos Meta, Cusiana, Pauto y Casanare, sobre
un paisaje enriquecido por los sedimentos aluviales de
origen andino, depositados durante las últimas
inundaciones. La dinámica fluvial ha modelado un
complejo de geoformas en la llanura de desborde, como
diques naturales o acumulaciones de materiales gruesos
a los lados de los cauces, depresiones amplias —basines—
entre los diques de uno y otro río y cauces abandonados
que forman lagunas o madreviejas.
Cuando suben las aguas durante las crecientes, sobrepasan
el nivel de los diques y al regarse hacia los basines,
depositan toneladas de sedimentos que forman en los bordes,
complejos de orillares con un microrrelieve característico.
Este paisaje fluvial es muy dinámico y cambia durante
cada fase de inundación o de sequía, lo
que genera un mosaico de ambientes para la vegetación
y la fauna y determina los tipos de uso de la tierra y
el aprovechamiento de recursos bióticos.
Un factor determinante en las selvas inundables es la
duración de la inundación; en los lugares
más altos, denominados banquetas o vegas altas,
las aguas se desalojan rápidamente y en pocos días
el terreno queda abonado con los fértiles limos;
allí la selva presenta una estructura compleja
y diversa, con grandes árboles como los caimitos,
las chivechas o cauchos, las ceibas, los jobos, los maracos
con sus racimos de enormes frutos en el tallo y los mortecinos,
Lecitidáceas que producen flores pestilentes. Se
destaca la abundancia de palmas como la real, la milpesos,
el moriche y muchas otras.
En las vegas bajas —bajos o bajíos—
el agua permanece de siete a nueve meses, la mayor parte
de la estación lluviosa. En general, la vegetación
presenta ajustes muy sincronizados de crecimiento, floración,
fructificación y dispersión de semillas,
a los ritmos o pulsos estacionales de inundación
y sequía; algunas especies han desarrollado neumatóforos
u otras estructuras de intercambio de gases que les permiten
vivir adecuadamente; en otros árboles, durante
el período de inundación crecen raíces
adventicias para atrapar los sedimentos. Las especies
más comunes en los bajíos son la leguminosa
búcaro de pantano y el totumo.
Sin embargo, en medio de este aparente equilibrio, en
ciertos sectores ocurren fuertes disturbios por la caída
de grandes árboles o la muerte masiva de bosques
bien consolidados, debido a los cambios repentinos del
curso del río, lo que produce a la vez, cambios
en el nivel freático; estos aspectos hacen parte
de la dinámica natural.
LA ALTILLANURA
La gran zona de la altillanura está situada entre
los ríos Meta y Guaviare; comienza en el piedemonte
de la cordillera Oriental comprendido entre el río
Humadea y la Sierra de La Macarena y llega hasta el río
Orinoco, la parte más baja y oriental, conocida
como el andén Orinoqués, un territorio de
pendientes suaves de aproximadamente 100 kilómetros
de ancho, que corre paralelo al río Orinoco y se
conecta con los valles aluviales inundables de los ríos
Vichada, Tuparro, Tomo y Vita, entre otros.
La altillanura de la Orinoquia colombiana corresponde
al bloque levantado al oriente del río Meta, que
se originó hace unos 600.000 años por la
acumulación de sedimentos; presenta dos grandes
tipos de paisaje: uno plano y otro disectado o paisaje
de lomerío, denominado localmente serranía,
que se creó por la erosión.
En esta extensa región se desarrollaron diferentes
tipos de suelos que van desde los arcillosos hasta los
arenosos; el más común es de color rojizo
y corresponde al grupo de los oxisoles o suelos tropicales
muy evolucionados, viejos y pobres en nutrientes que se
caracterizan por los siguientes aspectos:
Una marcada deficiencia de nutrientes para la vegetación,
principalmente en la fase mineral del suelo.
Los
elementos necesarios para la nutrición vegetal
provienen casi exclusivamente de la materia orgánica,
pero ésta es escasa en el Llano y es afectada
por los incendios, la radiación solar, la erosión
por agua de escorrentía y la pérdida de
materia prima durante las épocas secas.
Algunos
elementos como el aluminio se encuentran en cantidades
que alcanzan a ser tóxicas para la vegetación.
Son
muy susceptibles a la erosión causada por las
aguas de escurrimiento o por la acción del viento.
Una forma especial de erosión es la de los zurales
o mogotes que producen una topografía irregular
y difícil de manejar.
Tienen
características que contribuyen a acentuar su
carácter oligotrófico, como bajo contenido
de carbono y nitrógeno, fuerte acidez, baja capacidad
de intercambio catiónico y extremada pobreza
en fósforo, entre otras.
La
altillanura disectada presenta capas de suelo endurecidas
y cementadas por hidróxidos y óxidos de
hierro que limitan su profundidad efectiva y disminuyen
su capacidad de almacenamiento de agua.
LA SABANA,
UN ECOSISTEMA NATURAL
Varios interrogantes se plantean los investigadores para
tratar de explicar el origen de estas sabanas, que aun
bajo condiciones tropicales húmedas permanecen
como pastizales abiertos o en el mejor de los casos con
árboles y arbustos dispersos: ¿por qué
no se cubren de selva? ¿la sabana es el resultado
de los incendios provocados por el hombre desde tiempos
históricos o es un ecosistema natural?
El clima no parece haber influido notoriamente, puesto
que bajo las mismas condiciones crecen bosques con dosel
cerrado y sabanas abiertas. Mayor incidencia tuvieron,
la limitación por nutrientes, el régimen
hídrico y su sistema de drenaje y el hecho de ser
reliquias de un tipo de vegetación seca ampliamente
distribuida.
A la luz del conocimiento actual de la ecología
de las sabanas tropicales, en especial de las del norte
de Suramérica, éstas se deben considerar
como ecosistemas naturales. Un largo proceso histórico
de evolución bajo ciertas condiciones ambientales,
permitió que se desarrollaran una flora y una fauna
características y se mantuvieran procesos ecológicos
propios de las sabanas, marcados por pulsos estacionales
en los que la sequía y el fuego son factores determinantes
para su dinámica y su equilibrio.
SABANAS DE ALTILLANURA
El ecosistema predominante de la altillanura es el de
sabana seca o estacional surcada por bosques de galería;
en ambientes mal drenados se desarrollan sabanas húmedas
o semiestacionales con presencia de zurales y esteros.
En la altillanura alternan anualmente una estación
lluviosa y otra seca que dura de cuatro a seis meses;
la acción de los factores ambientales permite el
desarrollo de varios tipos fisonómicos de sabanas,
que de acuerdo con el científico Guillermo Sarmiento,
se pueden clasificar en:
Sabanas de pastizal, que no tienen especies leñosas.
Sabanas
con especies leñosas de poca altura —menor
de 8m—, que de acuerdo con su cobertura se subdividen
en sabana abierta, sabana cerrada y sabana boscosa.
Sabanas
con árboles mayores de 8 m. En este grupo se
encuentran las variaciones de sabana abierta alta, sabana
boscosa alta y bosque claro, cuando los árboles
cubren del 15 al 30% del terreno.
Sabanas
con árboles altos en pequeños grupos o
matas de monte, que se denominan también sabana
parqueada.
Mosaicos
de unidades de sabana y bosque, denominados también
sabana parque.
SABANAS DE PASTIZAL
La más común en la altillanura es la sabana
plana y colinada con pasto saeta liso asociado con otras
gramíneas. Esta especie tolera condiciones de máxima
sequía y deficiencia de nutrientes y en condiciones
extremas alcanza poca altura y crece espaciada en buena
parte del suelo que aparece desnudo. Este tipo de pastizal
presenta un estrato herbáceo, que en buenas condiciones
de suelo puede alcanzar 40–60 cm de altura y se
mezcla con otras especies de Ciperáceas de hojas
filiformes y hierbas altas del género Hyptis,
de hojas labiadas y flores blancas muy aromáticas
y abundantes que son visitadas por avispones y abejorros;
ocasionalmente se encuentran arbustos bajos de Melastomatáceas
como el chaparro amarillo. Esta sabana se desarrolla principalmente
en los terrenos de planicie con buen drenaje, colinados,
sobre suelos pedregosos o con afloramientos rocosos de
plintita endurecida, como el que se observa en el Alto
de Menegua o en las cuchillas escarpadas del Tablazo en
San Juan de Arama.
En sabanas con suelos planos más profundos y un
poco más fértiles, la gramínea dominante
pasa a ser la paja amarilla, de inflorescencias doradas,
que forma extensos pajonales salpicados de arbustos bajos
de tunos del género Miconia.
El pastizal oculta numerosas especies de pocos centímetros
de altura, que sólo viven durante la estación
de lluvias y mueren luego de dispersar las semillas; son
plantas efímeras o terófitos como la diminuta
Melastomatácea Siphantera alsinoides.
Otro conjunto de plantas de estas sabanas son los geófitos,
que han desarrollado estructuras de reserva en las raíces
y tallos subterráneos para resistir el fuego y
disponer de recursos durante el verano; algunos como el
curíbano, presentan interacciones muy especializadas
con las hormigas que dispersan sus diminutas semillas
y las entierren en el suelo al excavar el hormiguero.
Un grupo importante de las sabanas estacionales son las
leguminosas, que además de producir un buen forraje
para la ganadería, constituyen piezas claves en
el ciclo del nitrógeno. Una de las características
de estas plantas es la formación de tallos profundos
y engrosados, que les permiten rebrotar rápidamente
después de los incendios; las hormigas se constituyen
en fuertes defensoras de los nectarios extraflorales de
estas plantas.
SABANAS DE LA ALTILLANURA
ARENOSA DEL ESCUDO
GUAYANÉS
Otro tipo de sabana, sorprendente por su composición
florística y sus endemismos y probablemente el
más desconocido, corresponde a las sabanas de altillanura
y planicies con suelos arenosos del escudo Guayanés,
una extensa franja de pastizales con arbustos de Ciperáceas
y Rapatáceas, que se encuentra en el extremo oriental
del Llano, desde Puerto Carreño hasta Puerto Inírida.
Estas formaciones vegetales bajas y abiertas, están
dominadas por especies herbáceas pertenecientes
a un grupo de monocotiledóneas entre las que se
destacan Eriocauláceas, Bromeliáceas y Rapatáceas,
entre otras. Las plantas más conocidas de esta
zona, por su belleza, son la flor de Inírida, que
pertenece a la familia de las Rapatáceas, así
como la flor de invierno y la flor de verano.
Debido a la escasa cobertura de gramíneas y a la
falta de estacionalidad anual de la zona, algunos autores
se preguntan si realmente este tipo de vegetación
corresponde a verdaderas sabanas; el biólogo Guillermo
Sarmiento prefiere denominarlas seudosabanas sobre arenas
blancas.
SABANAS BOSCOSAS
– EL SALADILLAL
Otro tipo de sabana, en la que se mantiene la matriz del
pastizal de gramíneas, pero mezclado con especies
arbóreas es la sabana boscosa; en la sabana conocida
localmente como saladillal, los árboles de saladillo
están suficientemente espaciados para mantener
una buena cobertura de pastos; generalmente, cuando están
cerca de los bordes del bosque de galería, donde
abundan sedimentos finos y un nivel freático adecuado,
hay mayor densidad de árboles. El saladillo tolera
los incendios y se adapta bien a cierto nivel de inundación;
en este caso los árboles son más corpulentos
y alcanzan alturas superiores a los 10 m. Otras formaciones
de sabanas boscosas se desarrollan con árboles
de chaparro y de alcornoque, este último sobre
ambientes bien drenados y pedregosos.
LOS BOSQUES
DE LA ALTILLANURA
La cobertura selvática de la altillanura está
conformada por los bosques de galería inundables
y los no inundables y por pequeñas formaciones
boscosas que crecen en medio de las sabanas, denominadas
«matas de monte».
EL BOSQUE
DE GALERÍA
La cobertura forestal que sigue el curso de los caños
y ríos de la altillanura, conocida como bosque
de galería o bosque ripario, generalmente tiene
una forma angosta y alargada, un patrón de drenaje
de tipo dendrítico sobre el relieve plano, plano
ondulado o colinado y en ambos lados está rodeado
por sabanas. De acuerdo con la profundidad del cauce y
la pendiente, se encuentran dos tipos de bosque de galería:
el inundable y el no inundable.
BOSQUE DE GALERÍA
NO INUNDABLE
En la altillanura plana, el bosque de galería no
inundable se encuentra en las márgenes de los caños
que han profundizado el terreno, en ocasiones hasta 8
m, por lo que se alcanza a presentar erosión en
las laderas angostas con pendiente fuerte. El suelo de
este tipo de bosque permanece todo el año bien
drenado, pero con buena disponibilidad de agua; tiene
poca cobertura herbácea y una delgada capa de hojarasca
superficial. En el fondo de la cañada corren, por
un cauce angosto, de poco caudal y de flujo lento, aguas
claras en la época de verano y de color un poco
lechoso en el invierno, debido al arrastre de limos del
sustrato arcilloso.
El estrato arbóreo, con especies perennifolias
y unas pocas caducifolias, alcanza de 20 a 30 m de altura,
se destacan el cachicamo, el orejero y otras especies
maderables y productoras de resinas como el anime y el
caraño; abundan las palmas como la del choapo,
la de cumare, la de cuezco o palma real y en el sotobosque
crecen platanillos y hierbas con hojas gigantes como el
tarriago y la guadua; en los estratos bajos escasean los
arbustos y entre las hierbas sobresale la piñuela,
una Bromeliácea de hojas espinosas, pariente de
la piña, que forma grandes parches. En sectores
de los bordes del bosque se observa disturbio del suelo
causado por las excavaciones de los armadillos o cachicamos
y de las hormigas arrieras.
BOSQUE DE GALERÍA
INUNDABLE
El bosque de galería inundable de la altillanura
ocupa depresiones amplias del terreno y se destaca por
la abundancia de palma de moriche, mezclada con árboles
maderables como el tablón y el sangretoro, entre
otras especies también tolerantes al elevado nivel
freático durante casi todo el año; en su
interior hay diversidad de hierbas de platanillo y Melastomatáceas.
En algunos sectores el suelo es un verdadero pantano sin
un cauce bien definido y en otros sigue el curso de un
caño; en esos casos el morichal sólo se
desarrolla en una franja angosta del centro del bosque.
Durante la temporada de lluvias la depresión se
inunda con el aporte de la escorrentía superficial
y las aguas de otros caños que transportan abundante
materia orgánica y detritos procedentes de las
sabanas.
BOSQUES DE MATA
DE MONTE
La mata de monte es el término local para referirse
a grupos de árboles que forman pequeñas
islas de bosque rodeadas por sabanas; se forman por un
complejo proceso sucesional relacionado con las hormigas
arrieras y los árboles pioneros. En las fases iniciales
—2 a 10 m de diámetro— presentan una
arquitectura perfectamente circular y semiesférica;
al aumentar el tamaño la forma es irregular.
Los árboles del borde crecen con sus tallos inclinados
hacia la sabana y proporcionan las condiciones ambientales
necesarias para la germinación y crecimiento de
nuevas plantas, al mismo tiempo que su sombra impide la
colonización de gramíneas, lo que se constituye
en su propio «cortafuego» frente a los incendios,
su principal enemigo.
En las primeras fases sucesionales se establecen las mismas
especies de los bordes del bosque de galería, tolerantes
a las fluctuaciones de temperatura, la insolación,
el estrés hídrico, los suelos pobres, los
vientos desecantes y la abundancia de hierbas. Estos árboles
pioneros son el tortolito, el cargadero, el chaparro manteco
y la falsa coca, entre otros, especies que sirven de percha
a las aves que aportan las semillas procedentes del bosque;
las hormigas arrieras contribuyen a mejorar el suelo al
extraer nutrientes que se han desplazado a capas profundas.
Después de muchos años de sucesión,
la mata de monte puede cubrir una gran superficie, en
algunos casos hasta de 10 o más hectáreas,
de tal manera que en el interior su estructura y composición
son similares a las de los bosques de galería bien
drenados; es de esperar que con el tiempo y en ausencia
del fuego, las grandes matas de monte se unan entre sí
o con los bosques de galería vecinos y de esta
manera constituyan grandes extensiones de selva de altillanura,
con alta diversidad de flora y fauna, rodeadas por sabanas.
ESTRATEGIAS DE ADAPTACIÓN
EN LA SABANA
Las condiciones de estrés ambiental y la fuerte
competencia de la vegetación por los escasos recursos,
han influido en la selección natural que se ha
dado durante la evolución de las sabanas, lo cual
llevó a muchas especies a crear mecanismos y estrategias
adaptativas altamente especializados y sorprendentes para
sobrevivir. A nivel de los ecosistemas, también
desarrollaron estrategias enfocadas a reciclar eficientemente
los nutrientes.
ESTRATEGIAS DEL ECOSISTEMA
Algunos árboles caducifolios son capaces de utilizar
en el verano hasta el 40% de las concentraciones de nutrientes
como nitrógeno, fósforo y potasio, que fueron
almacenadas durante la estación favorable; esta
forma de reciclado interno también se ha encontrado
en gramíneas de las sabanas, que al final de su
período vegetativo realizan una transferencia de
nutrientes hacia sus órganos subterráneos.
En
las sabanas que no se queman periódicamente, las
macollas de las gramíneas acumulan hojarasca muerta
y crean un microhábitat favorable para la fauna
de microartrópodos, hormigas y otros insectos,
lo que conduce a un proceso lento de formación
de humus y liberación de nutrientes; sin embargo,
cuando se presenta el fuego, encuentra una elevada cantidad
de materia seca apta para la combustión.
LA ECONOMÍA
DE NUTRIENTES
La sabana estacional es un ambiente sometido a estrés
nutritivo y con el fin de resolver esta escasez, las plantas
desarrollan diversos mecanismos adaptativos para satisfacer
su metabolismo con poco gasto de recursos; se trata de
«vivir con poco». Este aspecto se hace evidente
en las sabanas de suelos arenosos de la altillanura guayanesa
o en las rocas graníticas, donde las gramíneas
no han tenido mucho éxito, pero permiten el crecimiento
de nuevas familias como las Rapatáceas, Bromeliáceas,
Eriocauláceas y Xyridáceas, entre otras.
Los estudios indican que la escasez de nutrientes como
el nitrógeno y el fósforo permite el desarrollo
de una vegetación con especies achaparradas, de
hojas duras y coriáceas muy resistentes y de larga
duración, mecanismos que actúan más
como una respuesta a la falta de nutrientes que como defensa
ante la carencia de agua. Las hojas del chaparro amarillo
o del chaparro común, tienen una consistencia acartonada
que les permite permanecer largo tiempo en la planta.
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de la Colección Ecológica del Banco de Occidente:
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