Aunque
la Orinoquia colombiana se ha conocido tradicionalmente
como una región natural donde predominan las sabanas
llamadas «Llanos Orientales» o simplemente
«Llanos», que están por debajo de los
500 m de altitud y tienen un clima relativamente homogéneo,
el concepto de cuenca hidrográfica es mucho más
amplio e incluye, además de estas planicies, el
terreno montañoso comprendido entre las cumbres
paramunas y nevadas de la cordillera Oriental, donde nacen
las aguas de su vertiente oriental y el piedemonte llanero,
aspectos que le otorgan a la cuenca orinoquense una amplia
heterogeneidad con complejos ambientes ecológicos
de montaña tropical, vastas planicies, selvas de
transición, intrincados sistemas hidrológicos
y una gran diversidad biológica y cultural.
El estudio más reciente sobre la Orinoquia colombiana
como cuenca hidrográfica fue elaborado por el Instituto
de Investigación de Recursos Biológicos
Alexander von Humboldt en 2004 y establece con precisión
—basado en imágenes de satélite—
sus verdaderos límites, su extensión y la
caracterización de sus ecosistemas. De acuerdo
con este estudio, la cuenca hidrográfica del río
Orinoco en Colombia tiene una superficie de 347.713 km2
que corresponde al 30,4% del territorio nacional, se localiza
en el nororiente del país y comprende los departamentos
de Arauca, Casanare, Vichada, Meta y parte de Boyacá,
Cundinamarca, Santander, Norte de Santander, Guaviare,
Guainía, Vaupés, Huila, Caquetá y
el Distrito Capital de Bogotá.
Los límites de la cuenca van desde el río
Arauca al norte, hasta el río Inírida al
sur y desde la divisoria de aguas de la vertiente oriental
de la cordillera Oriental al occidente, hasta el río
Orinoco al oriente. Comprende la cuencas de los ríos
Arauca, Meta, Bita, Dagua–Mesetas, Tomo, Tuparro,
Vichada, Zama, Matavén, Ajota, Guaviare, Atabapo
e Inírida.
La zona cuenta con un régimen de lluvias que produce
un promedio de 23 mil m3/s, lo que representa el 33,8%
de la escorrentía total nacional, estimada en 67.000
m3/s. A la Orinoquia colombiana vierten aguas cuatro de
los once ríos del país que tienen caudales
superiores a 1.000 m3/s: Guaviare, Inírida, Meta
y Vichada, los cuales además de captar el flujo
procedente de las cuencas altas de la cordillera Oriental
—6.200 m3/s—, aportan al río Orinoco
21.400 m3/s. A esta cuenca también pertenece el
36% de los ríos colombianos con un caudal superior
a 10 m3/s, así como el 38,7% de las microcuencas
del país. Hay 13 cuencas principales de primer
orden, entre las que se destacan las del Inírida,
Guaviare y Meta —con más de 5’000.000
de hectáreas cada una—, que desembocan directamente
al Orinoco, así como 93 subcuencas de segundo orden.
FORMACIÓN DE LA ORINOQUIA
Muy temprano en la historia geológica del planeta,
durante el Cretácico superior, hace aproximadamente
90 millones de años, se separaron África
y América del Sur y hace unos 35 o 40 millones
de años, durante el Terciario inferior, la Patagonia
se separó de la Antártica; desde entonces
el continente suramericano ha seguido su propio camino
evolutivo, marcado por los grandes eventos geológicos
y climáticos que ocurrieron posteriormente.
SEDIMENTACIÓN MARINA
De acuerdo con las investigaciones geológicas,
hace entre 140 y 100 millones de años, en el Cretáceo
inferior, el mar depositó grandes cantidades de
sedimentos en la placa suramericana y desde los 100 hasta
los 65 millones de años, es decir, durante el Cretáceo
superior se acentuó la sedimentación marina
sobre la zona donde más tarde surgiría la
cordillera Oriental; esto generó extensas zonas
pantanosas en lo que era el litoral noroccidental de Suramérica,
mientras que en la base del Escudo Guayanés se
depositaban grandes cantidades de arena. Desde los 25
hasta 12 millones de años —en el Mioceno
inferior y medio— se presentó una nueva trasgresión
marina que inundó toda la Orinoquia; fueron 13
millones de años, durante los cuales las aguas
relativamente superficiales produjeron estratificaciones
al depositar sus sedimentos en una extensa planicie entre
la cordillera Central y el Escudo Guayanés, que
fue afectada por eventos tectónicos sucesivos,
interrumpidos por períodos de relativa calma; se
formaron entonces inmensas superficies planas, cada una
de ellas con características diferentes en su sustrato.
La materia orgánica acumulada generó los
mantos de carbón que actualmente se encuentran
en la cordillera Oriental.
SURGIMIENTO DE LA CORDILLERA
ORIENTAL
El levantamiento de la cordillera Oriental colombiana,
que se inició durante el Plioceno superior y se
prolongó hasta el Pleistoceno —entre 11 millones
y 600.000 años—, influyó considerablemente
en la organización del relieve, en la evolución
de la biota y en la dirección de la red de drenaje;
este evento geológico, uno de los acontecimientos
más extraordinarios de la orogenia andina, creó
la vertiente occidental de la Orinoquia. A partir de los
12 millones de años, debido a la compresión
causada por el choque entre la placa tectónica
oceánica contra la masa continental sólida
del Escudo Guayanés, se iniciaron el plegamiento
y el penúltimo levantamiento de la cordillera Oriental
y la consecuente emersión de su piedemonte. Estudios
recientes del reconocido investigador Thomas Van der Hammen,
revelaron que el mayor levantamiento de la cordillera
ocurrió en el Plioceno , hace entre siete y cinco
millones de años y que alcanzó su altura
actual hace unos tres millones de años. De una
época de grandes movimientos tectónicos
se pasó a una de profundos cambios climáticos,
con ciclos de 20.000, 40.000 y 100.000 años. Durante
el último millón de años de la historia
de la Tierra, se presentaron 10 ciclos glacial–interglacial
con una duración de 100.000 años cada uno.
La actividad volcánica de la vecina cordillera
Central fue un factor de considerable importancia, puesto
que la ceniza producida por sus volcanes llegó
a la cordillera Oriental y originó los suelos andinos
del piso climático frío, profundos y negros,
cuyas características físico–químicas,
con alto contenido de materiales orgánicos y minerales
los diferencian de los suelos del Llano. Una vez edificada
la estructura de este enorme sistema montañoso
de origen sedimentario, las fluctuaciones climáticas
ocurridas durante el Cuaternario, generaron corrientes
de agua que comenzaron a erosionar intensamente la vertiente
y crearon nuevas formas del paisaje montañoso,
como cañones profundos, terrazas aluviales y valles
de diferentes tamaños.
CAMBIOS DE CLIMA
Y VEGETACIÓN
La Orinoquia, como el resto del planeta, sufrió
grandes variaciones ambientales relacionadas con las glaciaciones
e interglaciaciones y con los períodos muy fríos
y secos que ocurrieron en muchos lugares. Durante el Cuaternario
—hace entre 600.000 y 10.000 años—
los cinturones de vegetación de los ecosistemas
de montaña fluctuaron continuamente debido a la
alternancia de los climas fríos de las glaciaciones
con los períodos relativamente más favorables
de las interglaciaciones, lo que generó el avance
o retroceso de las masas glaciares que modelaron el relieve
de las cumbres de la cordillera Oriental colombiana y
de su vertiente orinoquense. El último período
glacial ocurrió hace entre 90.000 y 10.000 años
antes del presente y se inició con pulsos muy fríos,
seguidos por algunas fases cortas más cálidas
y otras extremadamente secas.
Las épocas secas tuvieron una gran influencia sobre
la Orinoquia; se estima que la disminución de la
temperatura, probablemente entre 2 y 6 ºC, causó
una mengua en las lluvias de por lo menos 1.000 mm. Los
últimos tres registros mínimos de las épocas
secas se presentaron entre los 60.000 y 40.000 años
antes del presente y hace entre 22.000 y 14.000 años;
la existencia de arenales en Arauca y Casanare y cerca
del río Meta, parece indicar que se llegó
a condiciones casi desérticas, especialmente al
final del Pleistoceno —final del último glacial—,
hace entre 20.000 y 13.000 años; el geógrafo
Antonio Flórez describe este paisaje de dunas como
modelados eólicos antiguos cuyas formas longitudinales,
compuestas principalmente por arenas finas y limos, están
relacionadas con la orientación dominante de los
vientos Alisios procedentes del nororiente y pueden tener
de 2 a 6 km de largo hasta por 1,5 km de ancho y no más
de 10 m de altura.
Estos eventos secos alteraron los ecosistemas y al cambiar
los patrones de distribución de la biota en la
región de la Orinoquia, los límites entre
la sabana y la selva amazónica también sufrieron
profundas modificaciones. Los estudios paleoecológicos
de Van der Hammen revelan que en varias partes de la Amazonia,
la selva fue remplazada por sabanas o bosques de sabana
y que posiblemente un tipo de bosque seco amazónico
pudo haber sido tan abundante durante ciertos intervalos,
que logró aislar bosques tropicales húmedos,
formando refugios selváticos.
Se ha establecido también, que durante las fases
más frías y secas del último período
glacial, la vegetación de zonas áridas parece
haber estado en contacto, en los Andes, con la vegetación
del páramo; al mismo tiempo la vegetación
de sabana y el bosque de sabana aumentaron, limitando
así el crecimiento del bosque tropical cerrado,
lo que probablemente generó una zona de pastizal–bosque
de sabana, justo a través de la Amazonia. Este
fenómeno que parece increíble, fue también
significativo en los patrones de distribución de
la megafauna pleistocénica y de la ocupación
del hombre prehistórico; se estima que hace 23.000
años ambos aprovecharon los corredores de vegetación
abierta para alcanzar nuevos territorios.
A finales del Terciario, en el Plioceno , hace unos 4,5
millones de años, se formó el istmo centroamericano,
finalizó el aislamiento geográfico de la
biota de Suramérica y la fauna pudo encontrar un
extenso corredor de vegetación abierta, durante
los períodos secos se desplazó a través
de las llanuras bajas tropicales hacia los Andes; los
hallazgos de mastodontes y de otros grandes mamíferos
en los altiplanos de la cordillera Oriental y en regiones
del sur del continente, evidencian este proceso. Las musarañas,
los conejos, los zorros, las llamas, los venados y las
dantas son algunas de las especies que provenientes del
norte llegaron a Suramérica y permanecen hasta
hoy.
La presencia en algunos valles interandinos de la cordillera
Oriental, de una flora que tiene estrechas relaciones
con la de las sabanas de los Llanos Orientales y la existencia
de unos enclaves de sabanas, llamados Sabanas del Refugio
y Sabanas del Yarí, localizadas al sur de la serranía
de La Macarena, cuya composición florística
también es muy afín con las especies de
los antiguos escudos de las Guayanas, como la familia
de las Velloziáceas, presente en África
y América y las Rapatáceas, entre otras,
también son ejemplos del avance de la flora de
la Orinoquia durante los períodos secos.
ESCAPAR A LA EXTINCIÓN
EN REFUGIOS HÚMEDOS
Los fuertes cambios ambientales en la Orinoquia llevaron
a la extinción de muchos de sus componentes y a
la aparición de nuevos organismos; durante los
periodos secos las selvas de las llanuras bajas se fragmentaron
y fueron reemplazadas por sabanas y más tarde,
al aumentar nuevamente las lluvias, se volvieron a extender;
sin embargo, durante los períodos críticos
la fauna y la flora lograron encontrar lugares adecuados
para sobrevivir y dar origen a nuevas especies.
De acuerdo con la teoría del científico
J. Haffer, durante los períodos secos se formaron
«refugios» o «islas de bosque»
que ayudaron a conservar la biota. Se han identificado
algunas zonas en la Orinoquia que sirvieron como refugios
húmedos durante el Pleistoceno , hace 25.000 años,
lugares que en las épocas críticas conservaron
precipitaciones elevadas y se convirtieron en centros
de diversificación. Entre estos se encuentra el
Refugio de Villavicencio, que probablemente abarcaba el
piedemonte y las estribaciones bajas del flanco oriental
de la cordillera Oriental, en territorio de los actuales
departamentos de Meta, Cundinamarca y Boyacá; en
el extremo norte del piedemonte llanero estaba el Refugio
de Apure, que se extendía por el piedemonte oriental
de la Sierra Nevada del Cocuy, hasta la cuenca del alto
río Arauca en Colombia y a lo largo del piedemonte
orinoquense de la cordillera de Mérida en Venezuela.
Otros autores estiman que fue más bien la repetida
migración altitudinal de la vegetación y
no la estabilidad generada por los refugios, la que ayudó
a promover la diversificación de especies; sin
embargo, en el último decenio los análisis
del polen de sedimentos de la Amazonia y el estudio de
los mapas históricos de la distribución
de las precipitaciones, corroboran que hubo cambios de
selva por sabana en algunos lugares, lo que podría
confirmar la existencia de los refugios.
ORIGEN DE LA LLANURA
Evidencias de registros fósiles indican que el
río Orinoco cambió varias veces su curso
y fue sólo a finales del Plioceno , cuando el exceso
de sedimentos que provenían principalmente de la
activa erosión de las nuevas cadenas montañosas,
se encargó de modificar su cauce hasta llevarlo
al lugar donde se encuentra ahora, justo en el límite
del escudo de las Guayanas y los Llanos.
Después de un largo proceso quedó conformada
una amplia llanura entre la cordillera Oriental y el río
Orinoco que, como en la zona montañosa, presenta
variados ambientes y paisajes, como el piedemonte, la
llanura de inundación y la altillanura, en los
cuales, de acuerdo con sus condiciones particulares, se
han desarrollado múltiples formas de vida y ecosistemas.
Al iniciarse los períodos glaciares, el hielo actuó
como uno de los principales elementos modeladores del
paisaje; debido al calentamiento ocurrido en los períodos
interglaciares, se derritieron los nevados y se generaron
fuertes avalanchas de lodo que depositaron grandes cantidades
de materiales en los valles. Los ríos torrenciales
bajaban de las montañas cargados de sedimentos
y al llegar a la planicie formaron, a manera de extensos
abanicos, inmensos conos de deyección que extendieron
por la llanura una enorme cantidad de tierra y piedras.
La principal consecuencia de este proceso erosivo fue
la formación del piedemonte llanero, como se llama
la zona de transición entre la montaña y
la planicie de los Llanos Orientales, que está
conformada por suaves terrazas y zonas planas de tierras
más fértiles que las de las sabanas.
Debido al peso de los sedimentos y a movimientos tectónicos
recientes, el río Meta se convirtió en el
principal receptor de la red de drenaje de los ríos
que se originan en la vertiente andina y en la sabana;
su curso marca el límite entre dos grandes paisajes:
al noroccidente se forma una planicie sedimentaria deprimida
o una llanura aluvial, cuyas principales características
son el mal drenaje y la inundación periódica
causada por el desborde de los ríos en las temporadas
de lluvias; la estacionalidad de este fenómeno
es fundamental para los humedales de la región
y el desarrollo de las especies que los habitan.
En la otra ribera del Meta, hacia el suroriente, el paisaje
es distinto; se forma una altillanura 50 o 60 m más
alta, que tiene algunas áreas planas y otras onduladas;
sin embargo, la mayor parte de la superficie se ha disectado
formando un extenso lomerío o sabana de serranía
—como se conoce localmente—, en cuyos interfluvios
o vallecitos, se crean condiciones favorables de humedad
y suelos para el desarrollo de «matas de monte»
o «bosques de galería». Se destacan
en este paisaje los ríos de altillanura, algunos
de los cuales nacen entre las selvas y morichales y presentan
aguas ricas en taninos, materia orgánica y ácidos
húmicos, elementos que les dan una coloración
oscura, por lo que se denominan ríos de «aguas
negras»; otros nacen en plena sabana y presentan
aguas lechosas debido a los finos limos que acompañan
los sedimentos que se depositan en su lecho; a estos se
les conoce como ríos de «aguas blancas».
EL ENCUENTRO
DE TRES GIGANTES
En el actual período interglacial — Holoceno—,
que se inició hace unos 10.000 años, mejoraron
las condiciones ambientales, lo que permitió la
existencia de diversos ecosistemas, tanto en la montaña,
como en la llanura tropical. Debido a la amplitud de la
cuenca y a su complejidad topográfica y climática,
en la Orinoquia colombiana confluyen tres grandes biomas
o conjuntos de ecosistemas, que se pueden agrupar de acuerdo
con sus características estructurales y funcionales:
-
El
orobioma o bioma de montaña, con selvas andinas
y páramos, que básicamente corresponde
a la vertiente oriental de la cordillera Oriental.
-
Las
sabanas tropicales de los Llanos Orientales, con pastizales,
morichales y matas de monte, que se desarrollan a
partir del piedemonte de la cordillera Oriental colombiana
y continúan hasta los llanos de Venezuela.
-
La selva amazónica de transición, con
sus bosques húmedos, que se presenta al sur
de la cuenca e incluye las sierras y serranías
del Escudo Guayanense que hay en Colombia.
Estos biomas ricos en biodiversidad, presentan una historia
evolutiva específica y a la vez estrechamente relacionada
y en su conjunto tienen la mayor diversidad biológica
del norte del continente suramericano.