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CAPÍTULO 6

SABANA AMAZÓNICA, CAATINGAS Y TEPUYES

 

Además de los ambientes característicos de la Amazonia, que son los de montaña de la parte andina y los de selva lluviosa tropical de la llanura amazónica, están las franjas de transición entre la selva y la sabana, las zonas de arenas blancas con escasa vegetación, conocidas como caatingas y las antiguas formaciones del Escudo de Guayana o tepuyes.

SELVA DE TRANSICIÓN

En el límite norte de la Amazonia colombiana, a la altura del curso del río Guaviare, el predominio de los meses secos, la poca disponibilidad de agua en el suelo y la fuerte influencia de los incendios, son factores que limitan el desarrollo de la vegetación y consolidan un paisaje de sabana seca o estacional; la selva tropical desaparece o se vuelve muy rala y se reduce a pequeñas franjas de bosques de galería de bajo porte, asentadas en los valles más húmedos de la altillanura, siguiendo el curso de los caños y los ríos.
Camilo Domínguez, investigador de la Amazonia colombiana denominó Selva Transicional Norte a esta región; es un área de vegetación baja que cubre aproximadamente 140.000 km2 y está formada por un conjunto de microcuencas que llegan al río Atabapo y continúan hacia el norte por las cuencas de los ríos Inírida, Matavén, Guaviare y parte de la vertiente oriental del río Vichada. Esta zona, que drena hacia el Orinoco, hace parte de la Amazonia noroccidental y presenta un paisaje de altillanura ondulada a fuertemente ondulada, con suelos pobres en nutrientes que reciben precipitaciones de entre 2.000 y 3.000 mm al año, con temporadas secas de uno a dos meses. La selva de transición comparte muchos aspectos fisonómicos, estructurales y de composición florística con los bosques de galería de la altillanura; sin embargo, las especies caducifolias como el floramarillo son escasas; se encuentran maderas valiosas: granadillo, sangretoro, cedro macho, cabo de hacha o costillo, caimo, anime, peine mono y el flor morado. Las palmas, entre las que se destacan el chuapo, el cumare y el corozo, son abundantes.

En los estratos bajos del sotobosque es muy común la palma yagua, de frutos ricos en aceites y de su tallo grueso subterráneo emergen hojas hasta de 5 m de longitud. Cuando se tala el bosque es muy difícil erradicarla, puesto que del banco de semillas enterradas, con la luz y las altas temperaturas, germinan miles de semillas que dan la apariencia de una plantación de palmas; finalmente sucumbe después de muchos años de desyerbe, pastoreo e intensificación de la erosión del suelo. Otra palma que se destaca por su altura y múltiples usos es la milpesos o seje, de gran importancia como alimento para la fauna silvestre, que ha sido aprovechada por los indígenas desde tiempos antiguos y produce aceite de alta calidad.

LAS CAATINGAS

Durante los primeros meses del año, en el noroccidente de la Amazonia colombiana el notable descenso de la pluviosidad forma una cuña de sequedad que penetra cientos de kilómetros hacia el sur, entre los meridianos 73 a 75 oeste, lo que es suficiente para hacer variar notablemente la flora de la zona y generar arrabales o caatingas, que son algunos de los ecosistemas terrestres menos conocidos del país, a pesar de su fascinante contexto biogeográfico y de su elevado grado de endemismos. Estas grandes extensiones de vegetación herbácea se localizan en el alto río Negro, en la cuenca del río Inírida en Guainía, en parte de Vaupés y en las sabanas del Refugio o sabanas del Yari, en el extremo sur de la serranía de La Macarena.

Según Guillermo Sarmiento, ecólogo especialista en sabanas tropicales, estas seudosabanas sobre arenas blancas soportan una fuerte y prolongada inundación anual; sus suelos están constituidos casi exclusivamente por arenas cuarcíticas y probablemente son los ecosistemas más hiperdistróficos —faltos de nutrientes— del trópico americano. Las sabanas llaneras cubiertas por gramíneas se diferencian florísticamente de las sabanas amazónicas de plantas herbáceas, porque éstas fueron centros de diversificación más antiguos y su vegetación se adaptó a los sustratos arenosos —psamófila—, escasos en nutrientes, desde hace más de 70 millones de años.

Los arenales de la planicie amazónica surgieron en las épocas extremadamente secas del Pleistoceno —hace 10.000 años—, cuando el viento arrastró arenas fluviales y cuarcíticas provenientes de la erosión del Macizo Guayanés. En estos suelos donde predominan arenas blancas con altos niveles de humedad edáfica se desarrolla un bosque muy pobre, de poca altura y de tallos delgados generalmente con menos de 30 cm de diámetro, denominado varillal. La formación vegetal, también llamada caatinga, corresponde al mosaico de selvas bajas y sabanas que predominan en los departamentos de Guainía y en Vaupés, en una extensa franja cerca al Orinoco. Los caatingales de la Amazonia colombiana son muy diferentes a los de la verdadera caatinga —caa= bosque; tinga= blanco o ralo— del Tupí–Guaraní de la Amazonia brasileña, tanto en su composición y fisonomía como en otros aspectos ecológicos; sin embargo, muestra algunas similitudes en las estrategias de adaptación de las plantas a ambientes con deficiencia de nutrientes.
Bosques de arena blanca o varillales similares a los caatingales de la Amazonia peruana, al suroccidente de Iquitos, donde hay pocas especies, pero abundantes individuos por especie y los árboles presentan diámetro reducido; el sotobosque es bajo e irregularmente abierto, los bejucos tienen una cantidad muy reducida de especies e individuos y el estrato herbáceo está compuesto predominantemente por helechos.

El aspecto de los varillales puede variar desde un bosque enano de 2 a 4 m de altura, con capa orgánica gruesa de 43 cm de espesor y con el 90% de tallos menores de 1 cm de diámetro, hasta bosques con una altura de 30 m, escasa materia orgánica —1 cm— y árboles macizos hasta de un metro de diámetro; aún no se sabe a qué se deben estas variantes en su estructura. En las depresiones o cuando hay capas impermeables en el subsuelo, el bosque sobre arena blanca presenta muy baja estatura —chamizal—, alta penetración de luz y un dosel dominado por aguaje, aguaje de varillal y aguajillo. Los varillales albergan una fauna y flora únicas, adaptadas a condiciones muy duras de estrés por escasez de nutrientes y a la fluctuación constante de la capa freática; muchas especies como las de los géneros Bonnetia y Ternstroemia son endémicas.

Investigadores del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional descubrieron una gran complejidad ecosistémica y heterogeneidad espacial en los caatingales del Guainía y de acuerdo con su fisonomía y la fisiografía, los caracterizaron en los siguientes tipos de vegetación y de ambientes:

  • Bosques medianos de las planicies aluviales bajas. Son los que están sujetos a inundación y presentan un arbolado de 15 a 18 m de altura con diámetros de 7 a 30 cm. Entre las 58 especies que registraron en estos bosques, se destacan comunidades de la Sapotácea Manilkara y la Lecitidácea Gustavia, entre otras.
  • Bosquecitos y matorrales de ribera. Se desarrollan en los caños y planicies aluviales bajas inundadas estacionalmente y su vegetación, que tiene 7 m de altura y tallos menores de 15 cm de diámetro, presenta entre 14 a 29 especies. Los matorrales, que rodean la sabana, se desarrollan sobre suelos arenosos y alcanzan los 5 m de altura; están compuestos por palmas y arbustos de hojas esclerófilas como el gaquillo y los delgados arbolitos de Humiria, especialmente adaptados a la pobreza en nutrientes. Las investigaciones señalan que las plantas bajo estas condiciones hacen asociaciones simbióticas con micorrizas ectotróficas, lo que les permite suplir la deficiencia de nutrientes en el sustrato arenoso y optimizar la captura de algunos minerales como el fósforo y el nitrógeno, fundamentales para su desarrollo. El excedente de productividad, como la hojarasca y las ramas, forman una pequeña capa de humus y la acción descomponedora de microorganismos, como los hongos basidiomicetos, lentamente libera los ácidos húmicos y minerales que contribuyen a la coloración ambarina característica de las aguas ácidas de estos ecosistemas.
  • Bosques altos de las terrazas medias de altillanura. Alcanzan una altura de 18 m con árboles que alcanzan 35 cm de diámetro. Entre las 89 especies que componen estos bosques se destacan las Burseráceas Protium opacum y Dacryoides chimantensis, de un gran potencial económico como productoras de resinas industriales; entre las maderables está la leguminosa del género Clathrotropis.

Otros tres tipos de vegetación encontrados en los planos aluviales de las sabanas arboladas con suelos arenosos, donde se desarrollan el pasto Mesosetum y arbolitos de Licania, son: las comunidades de pequeños arbolitos de laurel y saladillo; las comunidades de Rapateáceas, entre las que crece la flor de Inírida, reconocida por su uso ornamental y los bosques de chiquichiqui, conocidos locamente como fibrales, que cobran especial importancia debido a su utilización artesanal por parte de las comunidades indígenas curripacos y cuinaves. Los estudios sobre este ecosistema, indican que los fibrales que crecen sobre suelos arenosos son más pobres y presentan cerca de 377 individuos por hectárea y los fibrales sobre suelos arcillosos llegan a 602 individuos por hectárea.


LOS TEPUYES

Las formas extraordinarias de vida que hay en las inexpugnables cimas de los tepuyes, monumentales mesas de la roca granítica más antigua del mundo, que emergen envueltas en nubes en medio de la selva amazónica, han suscitado siempre el deseo de conocerlas y fueron fuente de inspiración para el escritor inglés Sir Arthur Conan Doyle, en su novela Mundo perdido.

Tanto la biota como las culturas que albergaron estas fabulosas formaciones de la Amazonia colombiana fueron por mucho tiempo desconocidas; una de las primeras expediciones para explorarlas, la realizó en 1820 el botánico Carl von Martius, quien logró solamente llegar hasta la base de las mesas de Araracuara. La serranía de La Macarena fue objeto de una gran exploración por parte del botánico Jesús Idrobo y en la década de 1980, varios investigadores lograron establecer campamentos temporales en las cimas de la serranía de Chiribiquete.

La provincia de Guayana Occidental, que abarca las tierras bajas y serranías aisladas del oriente colombiano, suroccidente venezolano y norte brasilero, forma parte del Escudo Guayanés, una de las formaciones más antiguas del planeta, que data de hace unos dos mil millones de años, durante los cuales se han erosionado progresivamente y han formado impresionantes mesas, aisladas de la llanura amazónica por paredes verticales de más de 1.000 m de altura.

La biota de las cumbres de los tepuyes está muy diferenciada de la del resto de la región guayanesa y de la de cualquier otro bioma planetario; solo se han encontrado similitudes, aunque remotas, con los ecosistemas de páramos andinos. Además de su elevada diversidad, estas cimas se caracterizan por poseer muchas especies únicas y relictuales, así como adaptaciones muy particulares a ambientes tropicales fríos, pobres en nutrientes. Esto ha llevado al establecimiento de una provincia biogeográfica llamada Pantepuy, que es discontinua —está constituida por las cumbres tepuyanas por encima de los 1.500 m de altitud— y tiene una extensión total de unos 5.000 km2. Su flora es relativamente conocida, aunque todavía queda mucho por explorar; hasta ahora, se han documentado 2.322 especies, pertenecientes a 630 géneros y 158 familias; 766 de estas especies —33%— son endémicas, muchas de ellas de un solo tepuy y 1.517 —65,3%— son endémicas del Escudo de Guayana. Así como existen 23 géneros endémicos de Pantepuy y 85 de Guayana, hay una familia —Tepuianthaceae— endémica de Pantepuy y cuatro del Escudo de Guayana.

Las plantas están especialmente adaptadas a las condiciones ambientales de suelos sobre rocas cristalinas, ácidos y extremadamente pobres en nutrientes, a la exposición permanente a fuertes vientos desecantes y a la fuerte fluctuación térmica de temperaturas, con altas tasas de evaporación acompañadas de intensa radiación, lo que ha generado una flora de apariencia rústica y achaparrada, de tallos tortuosos capaces de tolerar largos períodos de sequía y falta de nutrientes.

Entre los principales factores que dieron origen a esta flora única se cuentan los siguientes:
  • Una historia geológica larga y su muy temprana aparición en la historia del planeta, probablemente desde el Cretáceo tardío, hace más de 70 millones de años.
  • El aislamiento de los tepuyes por procesos de erosión a diferentes intervalos de tiempo.
  • La combinación de condiciones edáficas, climáticas particulares.
  • La conexión con elementos florísticos de los refugios amazónicos y de los Andes, antes y después de los cambios climáticos del Pleistoceno, así como su antiquísima relación con elementos florísticos de Australasia.
Estos elementos le otorgan características especiales a tan singular región. Algunos de los 23 géneros endémicos de las cimas de los tepuyes son reconocidos por el nombre del tepuy donde se encuentran: el Chimantaea del tepuy Chimantá, el Duidaea del tepuy Duida y el Neblinaea del tepuy Neblina, el de mayor altitud del macizo, con 3.014 m. Las elevadas mesas de los tepuyes en Venezuela son el escenario de la caída de agua más alta del mundo, el salto Ángel, con cerca de 980 m de caída vertical.

El Escudo Guayanés se adentra en el territorio colombiano y emerge formando un conjunto de mesas y serranías como los cerros de Mavecuri, las serranías de Tunahí, del Naquén, La Lindosa y Chiribiquete, la serranía de La Macarena y los afloramientos de El Tuparro en la Orinoquia. Se estima que la extensión original del complejo geológico guayanés debió de ser de más de un millón de kilómetros cuadrados; en Colombia ocupa un área de por lo menos 250.000 km2; en la actualidad, después de prolongados procesos de fracturamiento, disección y erosión, solamente subsiste un 20 a 25% del área original, conformada por pequeños fragmentos con forma de cerros tabulares aislados.

LOS TEPUYES DE LA SELVA DE TRANSICIÓN

En el extremo oriental del departamento de Guainía, donde se desarrollan selvas de transición hacia las sabanas de la Orinoquia, varios cerros de poca altura, que forman parte del Escudo Guayanés, emergen unos 200 a 300 m sobre el nivel del piso. Al sur de Puerto Inírida se destaca el conjunto de cerros Mavecuri, El Mono y Pajarito, tepuyes fuertemente erosionados, de laderas suaves y rodeados por suelos arenosos, profundos y bien drenados, que soportan una cobertura boscosa discontinua, de poca altura —10 a 15m—, con algunos árboles y palmas emergentes del género Syagrus.

En las áreas más abiertas de sus alrededores, con suelos superficiales, crecen matorrales esclerófilos dispersos y en las planicies, sobre sustrato rocoso, se forman pequeños pantanos con vegetación graminoide y arbustos y varillales característicos de las caatingas. Sobre la roca desnuda se encuentran plantas xerófilas con un metabolismo adaptado para soportar grandes fluctuaciones de temperatura, déficit hídrico y escasez de nutrientes; se destacan Bromeliáceas, Cactáceas, Agaváceas, algunas Orquidáceas y la extraña familia Velloziaceae, capaz de tolerar la extrema desecación de la planta. Donde las fluctuaciones de temperatura están entre 30 y 60ºC, se desarrollan algunos líquenes y organismos microscópicos formados por cianobacterias epilíticas y endolíticas que degradan la roca y le extraen nutrientes. Las lluvias lavan los nutrientes de la roca con superficie oscura aparentemente inhóspita y humedecen los suelos arenosos que soportan alguna vegetación.

También en el Guainía, al sur del departamento, en los límites con Brasil, sobresale en el paisaje la serranía de Caranacoa, que hace parte de la Reserva Natural de Puinawai, vocablo indígena que hace referencia a la cosmogonía puinave, según la cual, en estos cerros tuvo su origen la humanidad. Hacia el occidente, cerca de la mesa de Mariapiri y sobre la ribera norte del río Inírida, emergen de la selva como inselbergs o cerros islas, los cerros Cangrejo, Rayado y Tigre.
Los primeros estudios sobre las selvas del Guainía, realizados por los biólogos Mireya Córdoba y Andrés Etter, revelan una enorme diversidad florística con un total de 678 especies que representan más de 307 géneros y 104 familias. Se identificaron 74 especies de leguminosas, 49 de Rubiáceas y 37 de Melastomatáceas, entre otras, así como 11 géneros de los 140 que se reconocen como endémicos para la región de Guayana.

La vegetación abierta es la de sabana amazónica sobre suelos arenosos, donde predominan las Ciperáceas, Eriocauláceas, Xiridáceas y Juncáceas; otras formaciones vegetales comunes son los bosques sobre arenas blancas en bajos pantanosos que circundan las sabanas, donde se desarrollan bosques medio densos y arbustales arbolados con apariencia de varillales. La región también se caracteriza por su gran diversidad de fauna, los grupos con mayor diversidad son las aves y los mamíferos; de los 180 mamíferos que se han observado, son de especial interés dantas, venados, osos palmeros, nutrias, perros de agua y siete especies de primates entre los que se destacan el churuco, el mico diablo, el choyo; también hay poblaciones de cachicamos, armadillos gigantes u ocarros —los más grandes del mundo que pueden llegar a pesar hasta 30 kilos—, ñeques y puercoespines.

A unos 150 km al suroriente de San José del Guaviare, en el departamento de Guaviare se encuentra la serranía de Tunahí, que forma parte de la Reserva Nacional Natural Nukak. El complejo de formaciones rocosas no sobrepasa los 700 m de altitud y presenta diferentes mesas y picachos escarpados donde afloran areniscas cuarcíticas estratificadas, de la formación Araracuara. En el sustrato limoso–arenoso de las cimas plano–cóncavas de los cerros se presenta una cobertura vegetal rica en Ciperáceas, Poáceas, Xiridáceas y Bromeliáceas y en las laderas, sobre suelos arenosos bien drenados, se desarrolla un bosque bajo y achaparrado, con arbustos de hojas esclerófilas de los géneros Bonnetia y Ternstroemia. En la vertiente norte de la serranía, que forma parte de la cuenca de la Orinoquia, nacen varios afluentes de aguas negras que forman el río Inírida, en cuyas vegas se desarrolla una exuberante selva inundable, con especies de cacao de monte, caraño y cuyubí y maderables de importancia como el caimo y el cabo de hacha; entre las palmas se destacan la asaí, la cumare y el chipo. En los sectores de terrazas altas crece una selva de altillanura sobre suelos bien drenados.

Esta área de reserva es de gran importancia cultural porque constituye un refugio para los indígenas cazadores–recolectores nukak, emparentados con los makú de Venezuela y Brasil, grupo que conserva su forma de vida nómade y muchas de sus tradiciones selváticas.

La franja de transición entre la selva amazónica y la sabana orinocense presenta mesas bajas muy erosionadas, como la Mesa de La Lindosa, cerca a San José del Guaviare y otros cerros que están rodeados por tierras fuertemente transformadas para la agricultura y la ganadería.

LA SERRANÍA DE LA MACARENA

El tepuy más occidental del Escudo de Guayana, que prácticamente se incrusta en la cordillera de los Andes es la serranía de La Macarena, una formación geológica con un longitud de 120 km aproximadamente y un ancho entre 20 y 40 km , que en algunos sectores sobrepasa los 2.000 msnm.

Esta serranía es considerada como un enclave biogéográfico de gran valor, debido a que allí convergen elementos de flora y fauna andinos, amazónicos, guayanenses y orinocenses; es por esto que en 1989 fue declarada Parque Nacional Natural e integrada a un área de manejo especial de conservación, del cual también hacen parte los parques nacionales Cordillera de Los Picachos y Tinigua. Esta zona constituye un verdadero gradiente ecológico que integra ecosistemas de montaña andina, con los de selva húmeda tropical y los de sabana; sin embargo, se observa un avanzado proceso de fragmentación de la selva para convertirla en tierras aptas para ganadería y agricultura.

En los picos más elevados de la serranía crecen selvas altimontanas de bosques bajos, cuyos elementos florísticos tienen afinidad con algunos de los Andes, como los bosques achaparrados de encinos y de gaquillos de los géneros Clusia y Tovomita; a esta altitud las neblinas frecuentes y la alta humedad favorecen el epifitismo, así como el desarrollo de abundantes musgos y de un estrato herbáceo denso y rico en heliconias. En el extremo norte, en las cimas del piso medio, se presentan bosques sobre suelos más profundos arcillosos que soportan grandes árboles de abarco, con diámetros promedio de un metro y altura de 20 a 30 m; en contraste, en el extremo sur, sobre los afloramientos rocosos de mesetas que ascienden hasta 1.300 msnm, donde el déficit de nutrientes y estrés hídrico y térmico son factores que limitan el crecimiento de la vegetación, se desarrollan bosques bajos y matorrales achaparrados, en los que se encuentran plantas altamente especializadas, como la Vellozia macarenensis, endémica de la región y la bromelia terrestre del género Navia, entre otras.

Estas dos especies tienen en común que no requieren del suelo para subsistir, puesto que desarrollaron la capacidad de tomar nutrientes de la lluvia; la Vellozia lo hace a través de un sistema de raicillas que surgen del ápice de la planta y la Navia almacena el agua como una planta tanque. Los estudios ecofisiológicos han demostrado que la principal estrategia de las especies de ambientes extremos es su alta tolerancia a la desecación —pueden subsistir en condiciones de extrema marchitez— y la tolerancia al fuego; después de un incendio, la Vellozia reverdece y florece, gracias a que parte de los nutrientes de las cenizas son reabsorbidos por las raíces de su tallo. En suelos totalmente arenosos la estrategia de muchas plantas se orienta a la carnivoría, como ocurre con el género Drosera, cuyas hojas rojizas están provistas de múltiples tentáculos glandulosos que secretan un mucílago especial para atraer y atrapar diminutos insectos que luego son digeridos.

La fauna en la serranía es igualmente diversa y vistosa; en las partes bajas hay elementos de la Amazonia y la Orinoquia y en las altas, de los Andes y de Guayana. Existen ocho especies de primates: el macaco, el zocayo, el tití, el maicero, el araguato, el choyo, la marimonda y el mico de noche o tutamono, único género de primates con actividad nocturna. Varios mamíferos fitófagos —comedores de hierbas— habitan La Macarena; algunos ramonean en los claros o a la orilla de los cuerpos de agua y otros, como los tapires y pecaríes, prefieren vivir entre el follaje aprovechando que su cuerpo está perfectamente adaptado a deslizarse entre la vegetación tupida. Entre las aves de la serranía se destacan los tinamúes, la gallineta azul, el paujil y el tente, este muy apreciado por los indígenas debido a que hace mucho ruido ante la presencia de serpientes.

LA SERRANÍA DE CHIRIBIQUETE

La serranía de Chiribiquete, la más representativa de los tepuyes de la Amazonia colombiana es actualmente Parque Nacional Natural. El conjunto de mesas planas tiene una longitud de unos 300 km, una anchura promedio de 90 km y las cimas de estas moles de granito pueden alcanzar entre 700 a 1.000 m sobre le nivel del piso. Con una orientación sur–norte, la mayor área del macizo se localiza en el departamento de Caquetá y luego de ser cortado por el río Apaporis, continúa en el departamento de Guaviare. Los ríos negros como el Mesay y el Yarí nacen en la serranía y lentamente erosionan la dura arenisca del macizo antiguo formando un cauce estrecho y encajonado para entregar sus aguas al Caquetá.

El modelado de la superficie es muy variable; tiene algunos sectores planos y otros planos con ondulaciones, separados por profundas grietas labradas por procesos erosivos de más de 500 millones de años, algunas de las cuales son tan amplias que separan completamente un tepuy de otro. Las formas columnares que emergen sobre las grandes mesas forman angostos valles e infinidad de laberintos que semejan un mundo perdido. En el borde inferior de las mesas la erosión genera una terraza corta donde se acumula el material que se erosiona desde arriba y sobre el que crece una vegetación de bosques bajos y matorrales.

En la estructura vertical del tepuy se pueden reconocer varios tipos de flora. La de la base presenta características similares a la hylea de la planicie amazónica; sin embargo, aproximadamente el 18% de la flora es autóctona del Escudo de Guayana; en el talud superior, de mayor pendiente, crecen bosques densos y altos, que al aproximarse a la escarpada reducen su porte; en dichos bosques, el 17% de los géneros son propios de la cima y del talud; en el escarpe de areniscas cuarzosas se desarrolla una vegetación especialmente adaptada a vivir en ambientes rocosos y en la cima se encuentran 39 géneros, muchos de ellos endémicos del Escudo Guayanés. Existen otros ambientes que aún no se han explorado en detalle, como los de las cuevas y cavernas formadas como resultado de la disolución de la roca granítica de la formación Roraima.

En las expediciones realizadas entre 1991 y 1992, los botánicos y ecólogos encontraron nuevos tipos de comunidades vegetales, especialmente adaptados a estas antiguas formaciones, como los bosquecitos bajos y achaparrados de los géneros Bonnetia, Tepuianthus y Licania. En la roca granítica crecen matorrales de Vellozia, planta que en Chiribiquete mide aproximadamente 1 m de altura, se ramifica en tallos con forma de roseta y utiliza las raíces sólo para fijarse al piso; los nutrientes los toma de las lluvias, a través de un complejo sistema interno de filamentos que tiene en el tallo.

El acceso al agua y a los nutrientes son aspectos críticos para la sobrevivencia de las plantas que crecen en las rocas graníticas y en los suelos arenosos de los tepuyes; dichas plantas han desarrollado especial tolerancia a las condiciones extremas de escasez de nutrientes, fuerte radiación y alta temperatura. Debido a que el agua se pierde rápidamente en los suelos arenosos, algunas plantas presentan hojas duras y correosas, cuyo tamaño reducido y el ángulo de posición en el tallo, o el cubrimiento con cutículas o resinas, evitan el sobrecalentamiento y la pérdida de nutrientes. Otras formas de vida se han adaptado elaborando un tanque en el que almacenan agua, como es el caso de la bromelia Brocchinia y algunas, como ciertas especies suculentas, guardan el agua en los tejidos. La germinación rápida y los ciclos de vida cortos les sirven a algunas especies para aprovechar tiempos favorables y otras como la Utricularia o la pequeña roseta de Drosera optan por la carnivoría como estrategia para adquirir nutrientes a partir de los pequeños invertebrados que atrapan en sus hojas glandulosas.

La fauna de la serranía y sus alrededores está compuesta por numerosos mamíferos, entre los que se encuentran varios murciélagos —insectívoros, frugívoros y hematófagos—, armadillos, ñeques, pecaríes, borugos, dantas, perros de agua o nutrias, monos maiceros, monos de noche, y felinos como el puma y el tigrillo. Algunas de las aves que habitan este sector son el guácharo, especialmente adaptado a la cavernas, el gallito de roca, la guacamaya roja, el barranquero, el martín pescador y varias gallinetas; entre los reptiles se destacan el caimán negro y la babilla del Apaporis, cuyas condiciones de aislamiento se deben a la presencia de los grandes raudales.

Se han reportado muchas especies de las que no se tenía noticia en la región, entre las que se encuentran 40 de lepidópteros —mariposas—, 78 coleópteros —escarabajos— y 16 endemismos a nivel de subespecies.

Al analizar el riquísimo conjunto de miles de pictografías halladas en el Parque Nacional Natural de Chiribiquete, se pudo establecer que a lo largo de milenios hubo presencia humana en los abrigos rocosos de la zona, pero no se observan vestigios de asentamientos permanentes. Probablemente fueron grupos nómades de cazadores y recolectores los que dejaron las representaciones, cuya variada temática fue clasificada por los investigadores de la siguiente manera:
  • Naturalista o seminaturalista con motivos zoomorfos, entre los que se destacan por su abundancia, el jaguar, el ciervo y bandadas de animales, entre otros.
  • Seminaturalista–esquemática con representaciones antropomorfas, que no suelen ser figuras aisladas, sino asociaciones narrativas muy variadas, como escenas de caza, recolección sobre palmeras, transporte de alimentos, danzas, luchas y motivos relacionados con la fecundidad.
  • Fitológica de carácter naturalista o seminaturalista de palmeras, unas aisladas, otras en germinación, que aluden a la idea de fecundidad.
  • Ideográfica, donde aparecen manos, en algunos casos asociadas con elementos faunísticos.
En el extremo sur de las mesas de la serranía de Chiribiquete, se localizan las mesas de Araracuara, lugar que fue asiento de una famosa colonia penal durante 33 años —1938 a 1971— y muy cerca el río Caquetá cruza imponente formando poderosos raudales y cachiveras.

Hacia el sur, en los raudales de Araracuara, el destacado botánico alemán Karl Friedrich von Martius, tuvo contacto en 1820 con los indígenas karijona de la región, ya desaparecidos; allí aún subsisten algunas comunidades como los andoke, los muinane y los huitoto, que luchan por conservar su tradiciones y su cultura, a pesar de la presión de la colonización. En el siglo XIX, en la región comprendida entre los ríos Caquetá y Putumayo, la casa Arana —angloperuana— esclavizó a los indígenas para extraer del caucho, látex que produce el tronco de la siringa; esta vasta zona llegaba hasta El Encanto en la región del río Cara Paraná.

 
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