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de la Colección Ecológica del Banco de Occidente:
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CAPÍTULO 2
FORMACIÓN DE LOS ALTIPLANOS DE
COLOMBIA
"Cuesta trabajo imaginarse
que estos altiplanos alguna vez fueron
fondos de un mar, y sin embargo así fue".
Profesor Ernesto Gulh.
Después
de haber atravesado los cálidos y húmedos
valles interandinos y de enfrentar el difícil ascenso
por las escarpadas laderas montañosas, los exploradores
que conquistaron los territorios de la cordillera Oriental
y siglos más tarde los naturalistas del siglo XIX
que estudiaron esta región, tuvieron ante sus ojos
el paisaje calmado y sereno del altiplano.
Alfred Hettner al describir sus viajes por la Cordillera
de Bogotá durante 1882-84 escribió:
«…Si seguimos aguas arriba el río
Bogotá, o el río Suárez o el río
Sogamoso, y mientras más fuerte se torna en lo
alto la corriente, más pendiente es la vertiente.
A través del valle del río Bogotá,
pasamos al lado de un formidable salto, y de un golpe
cambia el paisaje: de los grandiosos valles entramos ahora
a las llanuras a través de las cuales se mueven
los ríos perezosamente. Se trata de una de las
impresiones paisajísticas más raras, que
se repiten varias veces en América».
Un escenario muy diferente se presenta en el norte de
la cordillera Central, donde resulta paradójico
que la región conocida como la montaña antioqueña,
que sirvió de cuna a la cultura «paisa»,
sea en realidad una zona de altiplanos
colinados o suavemente ondulados, ubicados a diferentes
altitudes.
¿Por qué de repente y a gran altitud aparece
ante los ojos una extensa planicie circundada por cerros?
¿Cómo explicar las diferencias ecológicas
tan marcadas que se dan entre los altiplanos?
En la actualidad es posible interpretar estos aspectos
de la naturaleza, que en el pasado estaban rodeados de
misterio, con base en el conocimiento de la historia geológica
del país y en el estudio de los cambios que se
han presentado en el clima, la vegetación y el
medio ambiente.
LOS ALTIPLANOS DEL NORTE DE LOS ANDES
De acuerdo con la clásica concepción de
la teoría davisiana —Morris Davis—,
dominante a fines del siglo XIX, durante un período
de millones de años, los agentes de erosión
trabajaron para reducir los relieves hasta convertirlos
casi en planicies; durante el ciclo de erosión
se presentaron tres estadios: juventud, madurez y vejez.
Bajo esta concepción se hicieron las primeras clasificaciones
de los altiplanos
cundiboyacenses. En la fase inicial del ciclo o «juventud»,
donde las zonas lacustres no estaban muy sedimentadas,
se incluyó el altiplano
Laguna de Tota; el altiplano de Bogotá, en el que
los grandes lagos se convirtieron en zonas muy planas,
se denominó como «maduro» y como altiplano
«viejo» se catalogó el de Sogamoso,
por estar muy disectado.
Posteriormente el geógrafo George Viers postuló
un planteamiento diferente al modelo davisiano, en el
que sostiene que a través de los tiempos se han
presentado crisis erosivas breves pero violentas y no
todas de la misma naturaleza, relacionadas con los movimientos
tectónicos y orogénicos, que dieron origen
a los altiplanos.
El geógrafo Antonio Flórez argumenta que
si bien el ciclo ideal davisiano refleja la evolución
de las geoformas, no incluye los procesos de degradación.
En sus estudios sobre la evolución de los relieves
y modelados de Colombia, definió los altiplanos
como depresiones de origen tectónico que resultaron
de los diferentes procesos endógenos de plegamiento,
fallamiento y posterior levantamiento de las cordilleras;
estas depresiones, que generalmente se localizan en la
parte media de las cordilleras, sobre los 2.000 msnm,
son representativas de la media y alta montaña
de los Andes, aunque no exclusivas de éstas y fueron
ocupadas por lagos durante el levantamiento andino. Su
definición hace especial énfasis en la relación
de los altiplanos
con los procesos genéticos y morfogenéticos
posteriores a su formación y proporciona un nuevo
enfoque de la degradación del paisaje andino.
Investigaciones sobre la evolución del relieve
del departamento de Antioquia, identifican unos altiplanos
colinados que se localizan entre los 200 y 3.200 msnm,
que se formaron a partir de las antiguas superficies de
erosión. Estas planicies se elevaron a altitudes
variadas debido a episodios tectónicos que se presentaron
en épocas diferentes. Esta teoría indica
que hay marcadas diferencias en la génesis y evolución
de los altiplanos
colombianos y también en su posición altitudinal.
En un sentido estricto, el altiplano andino es una planicie
de origen fluvio-lacustre localizada a elevada altitud
—entre 1000 y 4000 m—, con relieve plano,
plano ondulado o colinado. También forman parte
de esta categoría los altiplanos
cuyas superficies se han denudado —erosionado—
y las formaciones de terrazas altas de origen aluvial
torrencial de los valles altos interandinos. Estos tres
grandes tipos de altiplanos
se diferencian en su génesis y evolución
morfogenética y en los procesos ecológicos
y culturales que en ellos han acaecido.
DISTRIBUCIÓN DE LOS ALTIPLANOS EN COLOMBIA
Tradicionalmente se han representado en la literatura
geográfica y edafológica del país
cuatro grandes altiplanos:
el altiplano cundiboyacense que comprende la Sabana de
Bogotá, valles de Ubaté-Chiquinquirá
y Tunja-Sogamoso; los altiplanos
del sur como Túquerres-Ipiales en Nariño;
el de Popayán en el Cauca y los de Santa Rosa de
Osos y Rionegro en la cordillera Central. En 1982 el Instituto
Geográfico Agustín Codazzi —IGAC—
publicó el mapa de suelos de la región andina,
que delimita los altiplanos
con relación a factores formadores como clima,
relieve y tipo de material parental —del origen—.
Un grupo corresponde a los Andisoles —suelos andinos
oscuros, profundos, bien estructurados bajo la influencia
de ceniza volcánica—, presentes en los altiplanos
fríos y húmedos como los de Antioquia. En
las planicies de clima frío y seco del altiplano
cundiboyacense son comunes los suelos con una capa de
arcilla endurecida, que dieron origen a los Alfisoles,
o suelos pesados, arcillosos. Otro grupo corresponde a
los Inceptisoles
y Entisoles, o suelos jóvenes de menor evolución,
ricos en materia orgánica y en ocasiones mal drenados
o con fluctuaciones del nivel freático en los planos
de inundación.
El inventario de altiplanos
de Colombia hecho por el profesor Antonio Flórez
contempla 17 altiplanos
que, de acuerdo con sus estadios evolutivos y grado de
sedimentación, los clasificó en cuatro grandes
grupos. En estadio lacustre, como el Guamués en
Nariño y el Lago de Tota en Boyacá; Sedimentados
con pantanos y lagunas residuales, como La Magdalena,
Gabriel López-Totoró y Paletará en
Cauca, Balsillas en Huila, Sibundoy en Putumayo, La Lejía
en Norte de Santander, Toquilla en Boyacá y El
Estero en Nariño; Sedimentados en estado de disección,
como el altiplano de Las Papas en Cauca, Santa Rosa de
Viterbo-Cerinza en Boyacá, Pasto y Túquerres-Ipiales
en Nariño y Pamplona en Norte de Santander y con
problemas de desertización, en el que se incluyen
los que tienen procesos de degradación ambiental
causados por la intervención humana, como el altiplano
de Berlín en Santander y el altiplano Cundiboyacense.
CLASIFICACIÓN DE LOS PRINCIPALES ALTIPLANOS
DE COLOMBIA
Más allá de un criterio predominantemente
geomorfológico, han surgido otras interpretaciones
complementarias y más integradoras, que permiten
comprender mejor el funcionamiento ecológico, en
especial el relacionado con el uso y manejo sostenible
de estos grandes paisajes andinos. A partir del mapa de
zonificación agroecológica de Colombia,
elaborado en 1985 por el IGAC y el Instituto Colombiano
de Agricultura, se estima que los altiplanos
en el país ocupan aproximadamente un millón
de hectáreas, el 10% de la región andina,
cifra que puede ser aún mayor, si se tiene en cuenta
que la lectura se hizo sobre un mapa a escala 1:1.500.000,
que dificultaba la representación de muchos altiplanos
de poca extensión, perdidos entre las montañas.
En el piso térmico medio o templado, de 1.000 a
2.000 msnm, la superficie de planicies aluviales y pie
de montes planos u ondulados, que han resultado principalmente
del acarreo, es de 409.150 ha. En el piso térmico
frío, 2.000 a 3.000 msnm, la zona plana a ondulada,
los valles cóncavos mal drenados y otras formas
complejas severamente erosionadas, representan 501.650
ha aproximadamente. En el piso térmico muy frío
o de páramo bajo se presenta la menor extensión,
45.500 ha.
El nombre actual de los principales altiplanos
de Colombia corresponde al del pueblo o ciudad establecida
en él o a una toponimia reconocida y en algunos
casos se refiere al nombre del lago o río del cual
hace parte.
............................para
ver la tabla ampliada de click sobre ella
......
MODELADO DEL PAISAJE DE ALTIPLANOS
La Ecología del paisaje, campo recientemente desarrollado
en el país por algunos investigadores como Andrés
Etter, contribuye al análisis de los procesos que
modelaron el relieve de los altiplanos.
Un paisaje puede definirse como una porción de
la superficie terrestre con patrones homogéneos,
consistente en un complejo de sistemas conformados por
la actividad de las rocas, el agua, el aire, las plantas,
los animales y el hombre, que por su fisonomía
es una entidad reconocible y se diferencia de otras vecinas.
Este enfoque permite ver el paisaje de altiplano como
el resultado de las interacciones de los factores formadores
del paisaje como el clima, la litología,
la hidrología, el suelo, la cobertura vegetal,
la fauna y el hombre y sus actividades y para poder comprender
los procesos ecológicos que ocurren en ellos, se
debe integrar a su estructura, además de la parte
plana del relieve, el sistema de montañas periféricas
y sus ecosistemas naturales y transformados. Con base
en este criterio, en un altiplano de origen lacustre como
la Sabana de Bogotá, se diferencian varias unidades
de paisaje: la planicie y el plano aluvial del río
Bogotá, humedales, ríos y quebradas, el
piedemonte y la montaña, que son componentes estratégicos
de la estructura ecológica principal, como se le
ha denominado recientemente en los planes de ordenación
del territorio. Cada una de estas unidades de paisaje
presenta diferencias en sus componentes biofísicos,
socioeconómicos, ambientales y en sus procesos
ecológicos.
El paisaje no es estático; en el transcurso del
tiempo se presentan constantes cambios y se crean nuevas
formas que le imprimen mayor diversidad de ambientes ecológicos
y gran heterogeneidad espacial. Algunos de estos procesos
ocurren en forma acelerada, muchas veces asociados a la
estacionalidad climática anual, como los deslizamientos
masivos de tierra causados por las lluvias formadoras
de abanicos o conos
de deyección en el pie de las montañas,
que sepultan suelos o relieves más antiguos. En
otros casos se combinan varios factores como la actividad
volcánica, el deshielo de los glaciares y la energía
gravitacional de las vertientes, que forman enormes avalanchas
con un poder indescriptible de transformación del
paisaje, como ocurrió con la reciente actividad
del volcán-nevado del Ruíz. Este fenómeno
ha generado en diferentes épocas, voluminosos flujos
de lodo que al descender por estrechos cañones
hasta llegar al pie de la cordillera, han dejado extensos
depósitos fluvio-volcánicos como el inmenso
abanico de Pereira-Armenia, Santa Rosa de Cabal, Chinchiná
o como el gran abanico de Ibagué. De acuerdo con
la hipótesis de Jean-Claude Thouret, estos explayamientos
fueron alimentados por el deshielo de las grandes masas
glaciares y el gigantesco transporte aluvio-torrencial
ocurrido en los períodos climáticos bastante
húmedos del Plio-Pleistoceno,
entre 600.000 y 10.000 años.
PROCESOS OROGÉNICOS
El origen de los altiplanos
colombianos se remonta a la formación misma de
las montañas andinas. En la temprana historia geológica
del país, hace aproximadamente 100 millones de
años, comenzó a levantarse el arco de islas
que más tarde sería la cordillera Central,
la cual terminó de emerger durante el Terciario,
unos 65 millones de años atrás. Durante
el Cretáceo
—entre 115 y 60 millones de años— y
buena parte del Terciario,
hasta hace unos 40 millones de años, lo que actualmente
es la cordillera Oriental, especialmente en el sector
de Cundinamarca y Boyacá, estaba cubierto por el
mar y en el Mioceno
—hace entre 25 y 11 millones de años—,
los valles que había entre las montañas
de la cordillera que iniciaba su elevación, al
subir de nivel dejaron atrapados infinidad de organismos
marinos y restos vegetales, que cubrieron el fondo, mezclados
con las arenas y los sedimentos transportados por los
ríos que erosionaban el joven relieve. Posteriormente,
el levantamiento y plegamiento de la corteza terrestre,
acompañado de la fuerte actividad volcánica
de la cordillera Central, terminó de edificar el
paisaje montañoso del norte de Los Andes colombianos.
De acuerdo con estudios del profesor Antonio Flórez,
el levantamiento principal de esta parte ocurrió
en el Plioceno
medio —7 a 5 millones de años—, continuó
moderadamente durante el Cuaternario
y sigue haciéndolo muy levemente en el presente
u Holoceno.
Los procesos orogénicos de mayor complejidad de
los altiplanos
se presentaron en el sur del país, en la cordillera
Central, debido a que en ese lugar se combinó la
acción directa de la actividad volcánica
con la influencia de los glaciares, lo cual generó
paisajes de altiplanos
fluviovolcánicos-fluvioglaciáricos. El lago
Guamués o laguna de La Cocha, con su extenso sector
lacustre aledaño, se formó debido a que
los movimientos de las fallas estructurales de la zona
formaron una depresión que más tarde fue
ocupada por el agua. Las lluvias de ceniza de numerosos
volcanes como el Chiles, Cumbal y Azufral, entre otros,
del suroccidente nariñense, aplanaron el paisaje
en los altiplanos
del eje Túquerres–Ipiales y el de los alrededores
de la ciudad de Pasto. Al suroccidente de la sierra de
Los Coconucos, a una altitud de 2.800 msnm, un lago que
se rellenó de materiales aluviales y volcánicos
provenientes de esta sierra formó la altiplanicie
de Paletará, actualmente atravesada por el río
Cauca. Por la vertiente oriental de la cordillera, espesos
flujos espumosos de roca piroclástica incandescentes,
formaron una extensa altiplanicie denominada por su origen
y composición altillanura ignimbrítica,
sobre la cual se asentaron las poblaciones de San Agustín
e Isnos.
Otra forma compleja de altiplanos
se presenta en el norte de la cordillera Central, sobre
antiguas superficies de aplanamiento o superficies de
erosión levantadas tectónicamente, que en
el transcurso de su historia geomorfológica adquirieron
un relieve colinado. De acuerdo con Alberto Arias, se
trata de una sucesión de tres altiplanos
muy extensos, el más antiguo de los cuales es el
Páramo de Belmira-Páramo de Sonsón,
le sigue el altiplano intermedio de Santa Rosa de Osos-Rionegro
y el altiplano inferior, el más reciente es el
de Anorí-Amalfi-Carolina- embalse del Peñol.
Este investigador propone el siguiente esquema de evolución
del relieve en los altiplanos
de Antioquia:
Formación de superficies de erosión en
el piso ecuatorial tropical de baja altitud y un fuerte
contraste entre estaciones lluviosas y secas, similar
al clima de las sabanas, en las cuales la estación
de lluvias tiene una duración de 6-9 meses.
Complejos procesos pulsátiles de formación
de la cordillera, caracterizados por episodios de levantamiento
geológicamente rápidos, separados por
largos períodos de relativa calma tectónica.
Las etapas sucesivas de levantamiento dieron origen
a altiplanos escalonados, cuyo patrón de edades
es muy simple: los más elevados son los antiguos,
mientras que los más bajos son los recientes.
Este esquema puede presentar variaciones ocasionadas
por los movimientos verticales asociados con fallas
activas.
Después
de los procesos de levantamiento ocurrió una
gama morfológicamente compleja de procesos de
erosión y disección. Las superficies con
un relieve suave y simple dieron paso a las diversas
expresiones de las superficies de erosión degradadas,
como relieve de colinas, valles encajonados, cadenas
de montes aisladas y peñoles.
Fuertes
cambios climáticos, especialmente durante el
Plio-Cuaternario —hace unos 600.000 años—
dejaron la huella en el modelado del paisaje de la alta
montaña, debido a la fuerza de los glaciares
y a los deshielos.
Como consecuencia de estos procesos, las cadenas montañosas
exhiben un relieve de altiplanos escalonados con distintos
grados de conservación, dentro de los cuales hay
huellas de los cambios tectónicos y climáticos
y de las nuevas generaciones de relieves que se presentaron
durante su proceso de levantamiento.
De acuerdo con los estudios de Antonio Flórez,
las superficies de aplanamiento fueron elaboradas en fases
de relativa quietud tectónica y en las condiciones
bioclimáticas contrastantes, anteriores al levantamiento
mayor de los Andes; debido a éste y a los cambios
climáticos, se generó un potencial hidrogravitatorio
que permitió un modelado de disección profunda
de los relieves, hasta formar profundos cañones
y permitir el afloramiento de rocas ígneas denominadas
«peñoles», característicos de
esta región antioqueña.
LOS PROCESOS DE ACCIÓN GLACIAR O FLUCIO-GLACIAR
Los ecosistemas de alta montaña tropical colombiana
sufrieron grandes fluctuaciones ambientales y cambios
climáticos, acompañados de una fuerte actividad
volcánica en la cordillera Central. Durante dos
millones de años, se alternaron en el neotrópico
las condiciones frías y secas de las glaciaciones,
cuando las montañas estaban cubiertas por glaciares,
con los períodos húmedos y menos fríos
de las interglaciaciones. El Holoceno, que se inició
hace aproximadamente 10.000 años, tampoco fue un
período de completa estabilidad; durante esta época
ocurrieron los importantes cambios en la vegetación,
el clima y el suelo, que originaron un nuevo tipo de ecosistema
en Suramérica: la alta montaña tropical.
Al iniciarse los períodos glaciares, se sumó
el hielo como otro elemento modelador del paisaje de alta
montaña; cuando se presentó el cambio a
períodos más cálidos, las altas temperaturas,
sumadas a las erupciones de los volcanes, generaron avalanchas
de lodo que depositaron grandes cantidades de materiales
en los valles. Algunos altiplanos tienen su origen en
este fenómeno, puesto que formaron enormes terrazas
de acarreo por encima de los 1000 m de altitud, como las
del alto cañón del río Sumapaz, las
de Cáqueza y Ubaque y la Mesa de Juan Díaz,
entre otras. Según el profesor Ernesto Guhl, estas
grandes terrazas son características de la topografía
de la cordillera Oriental que fueron generadas tanto por
los depósitos fluviales, como por el levantamiento
tectónico. La dinámica geomorfológica-hidrológica
y los procesos ecológicos de este tipo de altiplanos,
son muy diferentes a los de los altiplanos de origen en
cuencas lacustres, puesto que en estas terrazas la superficie
plana carece de agua, debido a que ésta se filtra
en sus suelos que no son estratificados.
En consecuencia, los altiplanos localizados sobre la alta
montaña ecuatorial tropical están sujetos
a una serie de procesos climáticos, que forman
verdaderas barreras selectivas para la biota —plantas
y animales— y generan una gran diversidad biológica
altamente especializada para tolerar condiciones restrictivas,
como mayor número de días con heladas, altas
temperaturas durante el día y muy bajas durante
la noche, tormentas con fuertes granizadas, congelamiento
a mayor altitud, descongelamiento diario de los suelos
y fuerte radiación solar, entre otros.
PROCESOS DE SEDIMENTACIÓN
Los primeros geógrafos como Humboldt, Codazzi y
más recientemente Alfred Hettner, este último
en 1892, describieron la formación de los altiplanos
por medio del rellenamiento de lagos; esto da una idea
de la importancia del trabajo geológico de las
corrientes fluviales en los procesos de erosión,
transporte y sedimentación. La erosión remueve
constantemente materiales del fondo del cauce y de las
orillas de los ríos y quebradas, partículas
que son transportadas mediante el arrastre por el fondo,
o suspendidas en la masa de agua. La sedimentación
consiste en la acumulación progresiva de las partículas
que finalmente terminan por colmatar o rellenar los cuerpos
de agua.
Los cambios en el clima generaron la fusión de
los hielos y su consecuente transporte de toneladas de
derrubios rocosos y sedimentos que empezaron a rellenar
las cuencas lacustres. En la actualidad, arenas finas,
arcillas y materia orgánica son depositadas constantemente
por ríos y quebradas en los lagos, como parte de
un proceso natural que tiende a su eutrofización,
sedimentación y terrización final, como
se puede observar en la laguna de Fúquene en el
altiplano de Ubaté.
Este proceso se ha acelerado debido al establecimiento
de cultivos y ganadería en las rondas de los lagos
y humedales, actividades que aportan al ecosistema excesos
de nutrientes representados en materia orgánica,
nitrógeno, fósforo y otros elementos que
alteran la calidad física y química del
agua. Las lagunas de Palacio y Cucunubá, en el
altiplano de Ubaté, son un buen ejemplo de colmatación
total del sistema y desaparición del espejo de
agua, lo que afecta los hábitats específicos
de fauna endémica de la región y la función
hidráulica del sistema. ¿Qué sigue
después de estos cambios? Aún no tenemos
respuestas; sin embargo, los lagos de alta montaña
tropical no siguen el proceso de sucesión vegetal
que ocurre en las zonas templadas, en el que se genera
un frondoso bosque clímax después de su
sedimentación. En el trópico requieren de
mucho más tiempo y de otros procesos que aún
no se conocen bien.
La dinámica de los procesos erosivos y de transformación
de los altiplanos no ha terminado. El paisaje en las planicies
toma nuevas formas; en la actualidad está sujeto
a las fluctuaciones del clima y aunque éste ha
tendido a estabilizarse durante los últimos diez
mil años, los ríos y quebradas continúan
su proceso de erosión y transporte de materiales
en las vertientes que buscan definir su red de drenaje.
Las áreas ya sedimentadas y bien drenadas de los
altiplanos son objeto de diferentes grados de disección
y erosión. Simultáneamente, con el continuo
depósito de materiales en la planicie, el río
excava su cauce y modela el plano aluvial para formar
terrazas a diferentes niveles, humedales, meandros abandonados,
jarillones y otros elementos típicos de la dinámica
fluvial. Este proceso crea una serie de gradientes ecológicos,
un continuum ripario, en concepto de R. Forman, donde
el flujo de agua, materia orgánica, poblaciones
de fauna acuática y otros elementos, cambian gradualmente
desde su nacimiento en las montañas, hasta los
humedales del altiplano. Se destacan cuatro procesos en
el paisaje fluvial: caudales hidrológicos, flujos
de partículas, actividades de animales y actividades
del hombre. Estos procesos dependen del área y
forma de la cuenca, la pendiente, la cobertura vegetal
y el uso de la tierra.
PROCESOS CLIMÁTICOS GLOBALES
Los procesos climáticos en los altiplanos, como
ocurre en todo el país, están bajo la influencia
directa de la Zona de Convergencia Intertropical —ZCIT—;
su posición entre los 5° de latitud sur y 15°
de latitud norte, en una zona donde convergen los vientos
Alisios del nororiente y los Alisios del suroriente, les
genera una intensa precipitación o tiempo ciclónico.
La ZCIT cambia su posición sobre la superficie
terrestre a lo largo del año, de acuerdo con el
paso aparente del sol entre el Trópico de Cáncer
y el Trópico de Capricornio. Este fenómeno
produce en la región andina las dos temporadas
de lluvias y dos temporadas de verano que generan los
regímenes bimodales, característicos del
clima de las cordilleras Oriental y Occidental, excluyendo
sus vertientes exteriores.
En enero la ZCIT se encuentra en su posición más
al sur y genera en el norte y centro del país tendencias
secas. En abril está en una posición intermedia
y produce una temporada invernal en la región central
del país. En julio y agosto las lluvias continúan
su desplazamiento hacia el norte, lo cual genera un período
lluvioso en la costa Caribe; en ese momento se acentúa
el tiempo seco en el sur del país, donde el verano
de mediados de año es mucho más marcado
y largo que el de principios del año. A partir
de septiembre la ZCIT comienza a regresar nuevamente hacia
el sur y en octubre y noviembre alcanza una posición
intermedia; es entonces cuando ocurre la temporada más
lluviosa o de invierno en el centro de Colombia. En diciembre,
en su avance hacia el extremo sur, la ZCIT deja despejado
el centro y la mayor parte de país, donde se inicia
la mayor temporada de verano.
Este comportamiento determina los regímenes pluviométricos
de la región montañosa, sus estaciones lluviosas
y estaciones secas que conforman el régimen bimodal
en los altiplanos, caracterizado por un pico de lluvias
entre abril y mayo, seguido por el «veranillo de
San Juan» a mitad de año; el siguiente período
de lluvias, el más fuerte, se da entre octubre
y noviembre y al finalizar el año, de diciembre
hasta marzo, ocurre el período más largo
de verano o temporada seca. A la latitud de Bogotá
y Chinchiná —entre los 4° y 5°—
se presentan los regímenes más equilibrados;
las estaciones secas y las estaciones húmedas son
de duración equivalente y los veranos tienen la
misma intensidad.
Durante las temporadas de invierno los altiplanos reciben,
además de los grandes aportes de las lluvias, el
agua que genera la red de drenaje de las vertientes por
ríos y quebradas y cumplen una función hidráulica
reguladora importante en la recarga de acuíferos
y en la amortiguación de crecientes. Sin embargo,
este frágil equilibrio se está alterando
sobre todo en los altiplanos que soportan grandes centros
urbanos.
ALTIPLANOS EN LA SOMBRA DE LLUVIAS
Los factores orográficos locales determinan en
los altiplanos la formación de extensas zonas secas
o «enclaves xerofíticos». Estas condiciones
se hacen extremas en las zonas de mayor altitud, como
sucede en el altiplano del Titicaca, entre Perú
y Bolivia.
El fenómeno de sequía es evidente en todo
el altiplano cundiboyacense como consecuencia del llamado
abrigo o sombra de lluvia, o efecto Foehn, que consiste
en que los vientos cargados de humedad, al ascender por
las laderas de las montañas dejan las lluvias en
las vertientes exteriores y al cruzarlas, después
de haber perdido la humedad, crean en el altiplano un
efecto desecante. Como consecuencia de esta sombra de
lluvia, la Sabana de Bogotá tiene una pluviometría
inferior en un 50% a la de las montañas del oriente
y a la de las vertientes que bajan hacia el Magdalena,
al occidente; las precipitaciones en su interior son inferiores
a los 1.000 mm al año.
En los altiplanos ocurren otros procesos pluviométricos
relacionados con su extensión. En el caso de la
Sabana de Bogotá, Ernesto Guhl explica que la altiplanicie
actúa como si fuera un enorme sartén, o
un espacio de calentamiento y por ello forma, por regla
general, un estrato libre de nubes entre la superficie
del altiplano y la altura media del nivel de condensación,
donde se generan nubes de convección, capaces de
desencadenar fuertes tormentas. Por este mecanismo la
atmósfera se reabastece de humedad, la cual se
precipita generalmente en los bordes, cerca de las cadenas
de montañas. Este mecanismo se ve reforzado por
los vientos ascendentes periféricos a la Sabana,
que suben durante el día por las vertientes exteriores,
al altiplano, en la medida en que se calienta la atmósfera.
A pesar de la recarga de humedad por estos mecanismos,
la alta evapotranspiración potencial en la altiplanicie
contribuye a intensificar la aridez. Con base en este
comportamiento se distinguen dos clases de altiplanos:
Los de la región de Bogotá, Sabana de Bogotá,
Sabana de Ubaté y Chiquinquirá y valle alto
del río Chicamocha —cerca a Tunja—,
donde las lluvias no pasan de 800 mm en su centro y aumentan
hacia los bordes donde superan los 1.000 mm. En la parte
suroriental de la Sabana de Bogotá, las precipitaciones
son inferiores a 600 mm, debido a que allí el efecto
de abrigo es más marcado, porque es donde están
los relieves más altos que rodean la Sabana.
Cerca de la frontera ecuatoriana, en el altiplano de Nariño,
entre las cordilleras Occidental y Oriental, se presentan
los mismos rasgos. Esta región, próxima
a los 3.000 msnm, que continúa hacia el norte por
el cañón del río Guáitara,
recibe lluvias del orden de 1.000 mm anuales o un poco
menos.
Otros altiplanos localizados en valles transversales profundos,
sufren el efecto secante por déficit de humedad
en el fondo del valle, como puede observarse en el altiplano
de Llanomesa localizado en el cañón de río
Negro, en el municipio de Ubaque, a 2000 msnm.
Los procesos climáticos contribuyen en los altiplanos
a generar mayor diversidad ambiental, como zonas lacustres
sobre suelos hidromorfos, bosques andinos y páramos,
hasta enclaves xerofíticos con clima árido.
EL CLIMA Y LA SEGURIDAD AGROALIMENTARIA
En el altiplano del Titicaca los «camellones»
o «waru-waru» permitieron la agricultura en
terrenos inundables a orillas del lago más grande
de Suramérica —3.812 msnm— y aseguraron
una agricultura intensiva. En México, en la planicie
lacustre —2.240 msnm— aún subsisten
en forma productiva las chinampas, sistema ideado por
los aztecas para desarrollar una agricultura altamente
intensiva y productiva, formada por una sucesión
de campos elevados dentro de una red de canales dragados
sobre el lecho del lago. Este sistema reciclaba de una
manera muy eficiente los nutrientes acarreados por las
lluvias de los campos agrícolas, a través
de la cosecha de productos acuáticos de los canales.
Así se obtenían cosechas abundantes que
abastecían de alimento a la población de
la cuenca, estimada en varios millones de personas.
Los procesos climáticos relacionados con el comportamiento
de las lluvias y su estacionalidad, fueron objeto de especial
atención para las culturas de los altiplanos de
Los Andes. En el altiplano cundiboyacense el manejo adecuado
de estos sistemas fue trascendental para que los indígenas
pudieran abastecerse de maíz, tubérculos
y proteína de origen animal como la del pescado.
Los Cronistas de Indias hacen referencia a las pesquerías
que daban sustento a esta cultura hidráulica —denominada
así por su capacidad de manejar las tierras pantanosas
o inundables—; probablemente gracias al manejo intensivo
de recursos hidrobiológicos de los ríos
y humedales de la época, así como a los
productos provenientes de las vertientes de la altiplanicie,
pudieron alimentar a la gran población muisca,
cercana al millón de habitantes, que encontraron
los españoles.
Los estudios detallados del Profesor Tomas van der Hammen
sobre los sedimentos extraídos de las profundidades
del antiguo lago de la Sabana de Bogotá, muestran
claras evidencias de los cambios de clima y de vegetación
que aquí ocurrieron. Fue precisamente la leyenda
muisca de Bochica, que habla de la presencia de un gran
lago y de una gran inundación en el altiplano,
la que indujo a este reconocido investigador a descubrir
el misterio y a dedicar su vida a la reconstrucción
histórica y ecológica de los cambios ambientales
de dicha zona.
Durante los últimos tres mil años se han
alternado épocas de altas precipitaciones, con
períodos más secos; en uno de los intervalos
más lluviosos se generó la leyenda de Bochica,
segun la cual, pasados los años los muiscas olvidaron
las enseñanzas de un héroe civilizador que
había venido del oriente a darles los preceptos
para una vida ordenada y de trabajo. Enojado Chibchacum,
el dios de la Sabana, desató una lluvia tan abundante
y durante tantos días, que la tierra y los ranchos
se inundaron, se perdieron las cosechas y quienes lograron
sobrevivir huyeron a las montañas acosados por
el hambre. Bochica se apiadó entonces de ellos
y les dijo: «abriré una sierra por donde
salgan las aguas y queden libres vuestras tierras».
Se mostró ante ellos en todo su esplendor sobre
el arco iris y con una vara de oro que clavó en
el confín del poniente de la Sabana quebró
la roca en dos mitades por donde se precipitaron las aguas.
Nuevas investigaciones han puesto al descubierto en el
altiplano de Bogotá antiguos campos muiscas de
cultivo de camellones y zanjas, sobre la planicie aluvial
del río Bogotá, que son visibles a elevada
altura y cuyos patrones son similares a los descubiertos
en el bajo río San Jorge, de la cultura Sinú.
Además de los procesos físicos, modeladores
de la dinámica en ríos y en ambientes lacustres
de los altiplanos del piso andino y páramo, hay
procesos ecológicos y biológicos de las
especies, que aún son desconocidos. El estado de
deterioro de muchos ecosistemas y la extinción
de especies endémicas ha llamado la atención
de las organizaciones internacionales, que exigen un mayor
esfuerzo del país para su conservación;
algunas especies han desaparecido para siempre y una enorme
cantidad está en peligro de extinción.
Libros
de la Colección Ecológica del Banco de Occidente: