En
términos de tiempo geológico se considera
que el norte del continente suramericano es reciente y que
muchos de sus elementos geográficos, físicos
y biológicos aún se encuentran en proceso
de formación.
En Colombia hay capas terrestres y estratos geológicos
que demuestran un período de formación que
va de la era Paleozoica, período Misisipiano —340
millones de años atrás— hasta el momento
actual; abundan las de la era Cenozoica —hace entre
5 y 2 millones de años—. A comienzos del Terciario
—hace 70 millones de años—, el territorio
estaba constituido básicamente por varios macizos
antiguos: el núcleo de la cordillera Central, parte
de la Sierra Nevada de Santa Marta, un segmento que hace
parte del basamento de la cordillera Oriental constituido
por los macizos de Garzón, Quetame, Santander, La
Floresta y Cocinas y un segmento aislado de la cordillera
Occidental, todos localizados sobre la placa suramericana
que estaba prácticamente sumergida bajo las aguas
del único océano de ese momento, el mar de
Tethys; Suramérica aún derivaba separada de
Norteamérica, puesto que no se había formado
el istmo centroamericano.
Al finalizar el Cretáceo —hace 60 millones
de años—, se incrementaron el ciclo tectónico
andino y el vulcanismo, lo cual provocó el levantamiento
de fondos oceánicos de basalto que generaron un arco
de islas que más tarde se convirtieron en la cordillera
Occidental y la consolidación de las principales
montañas de la cordillera Central, con el consiguiente
desplazamiento de las aguas marinas que desde hacía
millones de años cubrían la región;
se formó entonces una gran cuenca que desembocaba
en una fosa tectónica, una profunda entrada del mar
que luego de colmatarse se convirtió en el lago de
Maracaibo. La intensificación de las lluvias torrenciales
incrementó los procesos erosivos y la gran cantidad
de sedimentos generados por la cordillera Central, crearon
lo que en la actualidad es el valle del Magdalena.
Los relieves aislados, no solo fueron moldeados en su basamento
por la acción del agua marina, sino también
esculpidos por fenómenos atmosféricos de carácter
tropical, en los que se intercalaban condiciones húmedas
y cálidas con períodos secos y fríos,
durante los cuales las coberturas vegetales escasas y la
desprotección de los suelos los hacía propensos
a la erosión. Estas condiciones, que se presentaron
del Eoceno medio al Oligoceno inferior —20 a 40 millones
de años—, le infundieron al terreno una serie
de perfiles que aún se pueden observar en algunos
aterrazamientos del actual valle medio del Magdalena. Fue
durante ese período cuando comenzó a levantarse
la cordillera Oriental, cuyo proceso de formación
terminó tan solo hace 3 millones de años,
en el momento en que emergieron lo que en la actualidad
son el Chocó y el istmo centroamericano y se unieron
las dos Américas.
A medida que la placa suramericana se desplazaba en sentido
noroccidental, desde la franja tropical a la ecuatorial,
los episodios orogénicos del Terciario superior —25
millones a 600 mil años— le imprimían
a estos relieves, que no superaban los 700 o 500 msnm una
serie de modificaciones y pequeños levantamientos,
a la vez que las condiciones bioclimáticas, que variaron
hacia un período más húmedo, generaron
una red de drenaje con mayor capacidad de disección
y por lo tanto los procesos erosivos se hicieron más
intensos debido a que las quebradas y pequeños ríos
formaron cañones profundos donde el terreno poco
compacto lo permitía y los sedimentos y depósitos
generados se acumularon en las partes bajas, causando una
proliferación de superficies de aplanamiento.
En la cuenca alta del Magdalena y del Cauca, se encuentran
actualmente formas relictuales de estos procesos erosivos,
constituidas por amplias divisorias de agua con lomos de
tope plano a ondulado en las partes altas y con abruptos
y muy pendientes cañones que llegan a valles profundos.
Muchos de los paisajes de la parte alta de la cordillera
andina y del Macizo Colombiano, en ambos flancos de la cordillera
Central, muestran además el bruñimiento de
largos y pequeños valles volcánicos y la formación
de circos y lagunas moldeados por los procesos de erosión
generados por las variaciones climáticas, que se
han presentado durante los últimos 65 millones de
años.
El levantamiento final de la cordillera Central ocurrió
durante el Plioceno —entre 6 y 8 millones de años
atrás— y muchos de los suelos y estratos geológicos
de la antigua plataforma continental que estaba sumergida
total o parcialmente bajo el agua marina, se levantaron
y dejaron atrapados en las altas cumbres andinas infinidad
de organismos marinos, como lo demuestran los restos paleontológicos
del área fosilífera del Villa de Leyva y Sáchica
en Boyacá. Durante ese período terminó
de estructurarse la cuenca del río Magdalena y otros
vestigios marinos quedaron depositados en la parte baja
del valle —desierto de la Tatacoa—, donde los
fósiles fueron sometidos a procesos de acumulación,
desgaste, exposición y relleno, producto de la dinámica
de una cuenca fluvial recientemente formada.
La Gran Cuenca, nombre que se le da a la hoya del Magdalena,
es relativamente joven; aparte del cauce bien definido de
su parte alta, compuesta por estrechos cañones y
profundas gargantas, se presenta un serpenteante río
que recorre el valle entre las cordilleras y una corriente
zigzagueante que al llegar a las llanuras bajas se diluye
en las sabanas y llena miles de vasos comunicantes, ciénagas,
lagunas y brazos de diversas dimensiones; es un río
que aún no encuentra su lecho definitivo antes de
desembocar en el Caribe.
El río se formó gracias al levantamiento de
los Andes; los tres ramales de la cordillera y parte del
sistema montañoso periférico —serranías
de San Lucas, San Jacinto y Sierra Nevada de Santa Marta—
moldearon esta gran hoya y le abrieron paso al río
hasta su desembocadura en el mar Caribe. La Gran Cuenca
del Magdalena-Cauca es, ante todo, el resultado de la interacción
del agua con las geoformas andinas; las montañas
interpuestas entre los valles interandinos encausan el flujo
hídrico y le dan una orientación longitudinal
que le permite recorrer la mayor parte del territorio nacional.
LA GRAN CUENCA DEL MAGDALENA
Desde su nacimiento en el Macizo Colombiano, a 3.600 msnm,
el río Magdalena recorre 1.550 km, hasta su desembocadura
en Bocas de Ceniza y el delta de Salamanca.
La hoya del Magdalena tiene una superficie de 257.400 km2,
lo cual equivale al 24% del territorio colombiano; su valle
interandino, que recoge las aguas de múltiples ríos,
quebradas y caños tiene cerca de 900 km de longitud
y su anchura máxima puede llegar a tener, en la depresión
Momposina, hasta 70 km de amplitud. Esta Gran Cuenca tiene
un caudal promedio de 7.100 m3/s a la altura
de Calamar; hasta este sitio recoge las aguas de más
de 150 cuencas.
El río Cauca —tributario principal del Magdalena—
recorre 1.015 km desde su nacimiento, hasta verter sus aguas,
según algunos autores, en el sitio de Tacaloa al
nororiente de Mompox, aunque otros ubican su desembocadura
en Puerto Pinillas, al sur de Mompox, sobre el Brazo de
Loba.
A medida que el río desciende se establece un enorme
mosaico de unidades paisajísticas y zonas bioclimáticas
altamente diferenciadas: la zona montañosa en su
parte alta, media y baja, depresiones tectónicas
intramontanas, el fértil valle del Magdalena, la
depresión Momposina y las llanuras de desborde y
las lagunas costeras.
LA LATA MONTAÑA
La franja localizada entre los 5.700 y 2.700 msnm, donde
se encuentran las mayores altitudes del sistema cordillerano
andino, es la que tiene mayor energía disponible.
En el aspecto bioclimático, en la montaña
alta se localizan los pisos glacial, páramos y bosque
altoandino.
Los nevados y sus glaciares son formaciones superficiales
de nieve y/o hielo mezclado parcialmente con detritos rocosos
que forman un conjunto en movimiento, ubicado sobre los
4.800 msnm (± 200m). Estos constituyen una importante
reserva de agua y de ella surgen, por fusión, los
nacimientos de algunos ríos. Su aporte hídrico
es básico para la cuenca del Magdalena, pues a ella
llegan los deshielos provenientes del nevado del Huila y
del complejo de nevados Tolima–Ruiz y para las cuencas
hidrográficas deficitarias climáticamente,
como las del flanco occidental de la sierra nevada del Cocuy,
que drenan hacia la cuenca del río Chicamocha.
La alta montaña de la cuenca Magdalena es la más
inestable del territorio; la vasta red de drenajes que genera
esta franja, posee una gran capacidad de disección
—apertura de la geoforma a través de canales
o fracturas producidas por la acción física—,
que al presentarse sobre pendientes muy fuertes causa arrastre
de sedimentos en masa. La disección profunda es un
proceso actualmente muy activo y se manifiesta principalmente
en su modalidad de derrumbe y escurrimiento superficial,
cuando hay ausencia de cobertura vegetal. En su conjunto,
estos procesos son considerados como los constructores de
los cañones más importantes del país.
El cañón es una depresión con profundidad
superior a 100 m en relación con la divisoria de
aguas, que resulta de la disección y evacuación
de materiales por una corriente de agua. Es generado por
un río principal, el cual tiene unos tributarios
que confluyen en él de manera perpendicular u oblicua;
en algunos casos, en las confluencias se forman conos de
depósitos de sedimentos arrastrados por las corrientes.
El río principal tiene mayor capacidad de disección
y arrastre, razón por la cual construye un cauce
más profundo y de pendiente más regular; generalmente
los afluentes son más altos —colgantes—
y de mayor pendiente.
Los frentes de condensación más activos de
Colombia coinciden con muchos de los flancos de las cordilleras
que enmarcan los valles interandinos de la cuenca alta del
Magdalena en su parte más encañonada, lo cual
asegura una alta humedad atmosférica que permite
la abundancia de páramos y bosques de niebla. Los
mayores caudales generados en la red hídrica y las
fuertes pendientes, aseguran la continuidad de los procesos
desestabilizadores y el continuo flujo de energía
hacia las partes bajas.
LA MEDIA MONTAÑA
Esta franja se presenta de los 2.700 msnm (± 200m)
hacia abajo, hasta el piedemonte andino (± 1.000
msnm); en ella se encuentra la mayor extensión de
bloques y fallas producidos por el choque entre placas tectónicas,
los cuales generan un control estructural del drenaje. La
media montaña, donde se encuentran macizos antiguos
con coberturas volcánicas y formaciones sedimentarias,
se caracteriza por poseer una gran concentración
de áreas de depresión, actualmente planas,
rodeadas por circos o cordones montañosos que se
conocen como altiplanos o altiplanicies. En el aspecto bioclimático
en esta franja se localizan los pisos andino y subandino.
Los altiplanos corresponden a depresiones de origen tectónico
que estuvieron ocupadas por lagos y pantanos al final del
Terciario —hace 600.000 años—; estos
cuerpos de agua, de los que aún existen algunos relictos
como las lagunas de Fúquene, Suesca, Paletará
y Coconucos, fueron colmatados por los procesos sedimentarios
ligados a la última deglaciación del Pleistoceno,
hace unos 10.000 años.
En general, las montañas que bordearon los altiplanos
andinos estuvieron cubiertas por glaciares —algunas
presentaron una dinámica volcánica—
y en la actualidad poseen importantes depósitos fluvio–glaciares;
lo mismo ocurre en las ramificaciones de las cuencas hidrográficas
medias, donde los depósitos lacustres existentes
tienen, en buena medida, forma de grandes anfiteatros construidos
por la acción erosiva de los hielos.
Entre los más importantes altiplanos andinos está
el que se ubica en la media ladera de Cundinamarca y Boyacá,
que incluye la cuenca alta del río Bogotá
y la del río Chicamocha. Esta altiplanicie no estuvo
bajo influencia directa de volcanes, aunque entre sus sedimentos
se registran capas delgadas de ceniza volcánica,
procedentes de la cordillera Central.
Las altiplanicies andinas de la cordillera Central se encuentran
en ambientes volcánicos y entre ellas se destacan
las que están localizadas en el Macizo Colombiano,
como el Páramo de la Papas y el de Paletará,
en Cauca y el Páramo de Las Letras, una depresión
de origen volcano–tectónico colmatada, que
se encuentra en proceso de carcavamiento.
Los procesos morfológicos de esta franja de media
montaña, se relacionan con la disección y
el aporte de sedimentos hacia los piedemontes de la Orinoquia,
la Amazonia, el Pacífico y la gran llanura caribeña.
Dicho aporte se incrementa cuando aumentan la torrencialidad
de los ríos y los escurrimientos de las vertientes
que han perdido su cobertura vegetal. Los movimientos de
masas ocasionan el cambio de las vertientes, lo cual aumenta
considerablemente el aporte de sedimentos que afluyen a
los ríos Magdalena y Cauca. En las vertientes medias,
donde el plegamiento y las fallas son menores y por consiguiente
tienen pendientes moderadas y la red de drenaje posee una
adecuada superficie boscosa, los procesos de escurrimiento
y erosión son mucho menores.
Debido a estos procesos, tanto la alta, como la media montaña
de la gran Cuenca del Magdalena se caracteriza por la presencia
de cañones, algunos muy profundos y lineales, otros
superficiales y serpenteantes, que son en general oblicuos
a las depresiones tectónicas y en su mayoría
disectan macizos antiguos.
LA BAJA MONTAÑA
En la última franja, antes de llegar a los valles
basales, se encuentra la baja montaña, conocida también
como el conjunto estructural y morfológico formado
por las estribaciones de las cordilleras. Por su ubicación
altitudinal, posee menos energía disponible para
desencadenar procesos erosivos fuertes y por lo tanto no
se forman cañones; sin embargo, por encontrarse en
las gargantas de salida de estos, recibe los aportes de
sedimentos de las partes altas y los vierte a las llanuras
y ecosistemas basales de tipo ribereño.
La ladera baja o piedemonte remata generalmente sobre llanuras
basales de piso térmico cálido, pero a causa
de la pendiente relativamente fuerte, los sedimentos se
remueven rápidamente y se generan vertientes de retroceso
o zonas con pendiente cóncava, las cuales hasta hace
un siglo estaban cubiertas por vastas extensiones de selva
húmeda tropical o selva húmeda pluvial.
DEPRESIONES TECTÓNICAS INTRAMONTANAS
En los valles interandinos bajos se presentan algunas depresiones
tectónicas intramontanas o geoformas estructurales
que resultaron del levantamiento diferencial del sistema
cordillerano andino. La orogenia levantó las cordilleras
hasta la posición actual, mientras que las depresiones
fueron levantadas a una altitud menor. Durante el Plioceno,
hace menos de 50 millones de años, las cordilleras
andinas adquirieron una forma similar a la que tienen actualmente
y desde entonces el límite entre las cordilleras
y las depresiones se genera a lo largo de líneas
estructurales que forman casi siempre fallas inversas. Las
depresiones intramontanas bordean el sistema montañoso
andino y en ellas se acumula gran parte de los materiales
traídos por los ríos desde los relieves más
altos; este proceso ha sido continuo, pero con diferentes
intensidades a través del tiempo. A nivel macro,
se identifica un sistema de transferencia compuesto por
las cordilleras que aportan los sedimentos, la red de drenaje
—generalmente encañonada— que los transfiere
y las áreas bajas donde se depositan —áreas
de gradación—.
EL VALLE DEL MAGDALENA
La extensa llanura del Magdalena se extiende desde el municipio
de Hobo en el departamento del Huila hasta Bocas de Ceniza
y la Isla de Salamanca, cerca de Barranquilla. En el extremo
sur de la hoya, entre las estribaciones del nevado del Huila
—cordillera Central— y de la cordillera de Los
Picachos —cordillera Oriental—, aparece un valle
muy estrecho —menos de 8 km de ancho— a la salida
de un gran cañón. En este punto el río
ha descendido rápidamente hasta los 700 msnm, pero
a partir de allí tiene una pendiente muy moderada.
En su recorrido entre las dos cordilleras andinas el valle
adquiere dimensiones cada vez mayores, hasta llegar a unos
50 km de ancho entre Purificación y Flandes; se estrecha
entre Girardot y Honda y nuevamente se ensancha hasta llegar
a tener más de 100 km a la altura de Barrancabermeja.
Cuando deja atrás la serranía de San Lucas
y la sierra de Ocaña, inicia el último tercio
de su recorrido, conocido como el bajo Magdalena, para adentrarse
en una llanura amplia y prolongada llena de humedales, hasta
llegar a su delta final, antes de desembocar en el Caribe.
LLANURAS DE DESBORDE
En la Gran Cuenca hay llanuras de desborde que no tienen
ciénagas; este sistema de inundación asociado
a los grandes ríos colombianos, se presenta aguas
arriba de los sistemas cenagosos de los ríos San
Juan, Atrato, Sinú, San Jorge y Magdalena. La espesa
capa de sedimentos que arrastran los ríos está
compuesta de fracciones finas —limos principalmente—,
seguidos por arena y arcilla. La dinámica del aluvionamiento
consiste en generar formas como diques, orillales y difluencias
—división de aguas— para formar meandros
y cauces abandonados. La pendiente, aunque muy baja, es
suficiente para impedir la formación de ciénagas,
pero ocurre un encharcamiento y con el retiro de las aguas
los materiales finos se retractan, lo que genera un modelado
poligonal conocido como «gilgay» o «zurales».
Las inundaciones son un fenómeno natural frecuente,
que tiende a aumentar en función del aporte cada
vez mayor de sedimentos procedentes de los sistemas montañosos.
LLANURAS DE DESBORDE CON CIÉNAGAS
La llanura de desborde con ciénagas es un sistema
interactuante río–ciénaga, en el que,
cuando las aguas altas fluyen hacia las ciénagas,
éstas se convierten en trampas de sedimentos y almacenan
el agua y cuando el caudal baja, el agua fluye de la ciénaga
hacia el río. Se constituye así un sistema
de amortiguación hídrica, en el que la frecuencia
del desborde es anual y para en el caso de las llanuras
de desborde o inundación, es un mecanismo totalmente
natural y necesario para el buen funcionamiento hidrológico
de una cuenca de las características de la del Magdalena.
DEPRESIÓN MOMPOSINA
Cuando la Sierra Nevada de Santa Marta empezaba a sobresalir
como un macizo aislado e independiente de los Andes, hace
unos 400 millones de años, durante el Predevónico,
en medio de la llanura del Caribe aún no existían
una hoya interandina, ni una cordillera que sirviera de
andén a Suramérica. En la medida en que este
macizo de formación cristalina emergía del
fondo oceánico y se consolidaba como una unidad geológica,
las placas del Caribe, Nazca, Cocos y Suramérica
colisionaban unas con otras; el territorio actual de Colombia
se levantaba y empezaban a crearse fallas, fosas y otros
arrugamientos para equilibrar las placas terrestres y oceánicas.
Durante el Plioceno y el Pleistoceno —20 millones
a 10.000 años—, el mar y la costa se retiraron
y la Sierra Nevada de Santa Marta se elevó hasta
los 6000 msnm y debido a la gran falla colombiana se desplazó
unos 200 km al norte; dicho movimiento generó la
serie de hundimientos que se conoce como la Depresión
Momposina. Este gran complejo de ciénagas y lagunas
fluviales recibe las aguas de rebalse de los ríos
San Jorge, Sinú, Cauca y Magdalena y se constituye
en una gran hoya interior, que en algunos lugares se encuentra
varios metros por debajo del nivel del mar.
El desplazamiento de la Sierra Nevada ocasionó una
reorganización de la cuenca baja del río Magdalena;
su cauce, aún hoy joven e inestable, desplazó
su desembocadura hacia el oeste, donde se encuentra en la
actualidad y formó todo el sistema estuarino y deltaico
de Salamanca, un dique–isla que dio a su vez origen
a la Ciénaga Grande de Santa Marta. La llanura magdalenense
se fue modelando entonces con muchos depósitos no
consolidados fluvio–lacustres —depósitos
de arcillas y limos de carácter ribereño—,
que cicatrizaron las gigantescas huellas de los movimientos
en masa de la gran mole montañosa.
LAGUNAS COSTERAS
Las lagunas costeras se pueden clasificar como esteros,
cuando son lagunas costeras asociadas con sistemas fluvio–deltaicos
y se encuentran protegidas del embate directo del mar por
amplias barras de sedimentos estabilizados y en algunos
casos por playas arenosas que encierran las depresiones
lagunares; como lagunas de erosión, cuando presentan
amplias depresiones formadas por la erosión fluvial
cuando bajó el nivel del mar durante la última
glaciación y posteriormente fueron inundadas por
transgresiones marinas durante el Holoceno y como lagunas
tectónicas, cuando se formaron por depresiones producidas
por plegamientos o hundimientos, debido a actividades tectónicas.
En el Caribe continental colombiano se encuentran cuatro
grandes estuarios que corresponden a las desembocaduras
del río Magdalena, del Canal del Dique y de los ríos
Sinú y Atrato; así mismo, más de 59
lagunas que tienen una extensión aproximada de 155.472
ha. Las lagunas costeras relacionadas con el Magdalena son
la de Mallorquín y la Ciénaga Grande de Santa
Marta, la principal del país, cuya extensión
aproximada es de 45.000 ha.
DESEMBOCADURA
Finalmente el Magdalena desemboca en el mar Caribe, donde
se presenta una interacción entre aguas marinas y
continentales. Al litoral llegan infinidad de sedimentos
arrastrados por un importante volumen de agua dulce y hacia
el continente se presentan la influencia del oleaje y de
las corrientes de las mareas.
UN RÍO QUE BUSCA SU CURSO
El levantamiento final de los Andes ocurrió entre
3 y 5 millones de años atrás, cuando se terminaba
el Plioceno y comenzaba el Pleistoceno. En ese mismo momento
la colisión de las placas fue violenta y con ella
se fusionaron dos continentes diferentes en su origen, en
sus características ambientales y en los procesos
evolutivos de su biota. El istmo centroamericano se convirtió
así, en un corredor que permitió el encuentro
de dos mundos que habían estado separados durante
más de 170 millones de años.
Con el levantamiento de las montañas andinas y con
la localización final del territorio colombiano sobre
la franja ecuatorial, surgieron nuevos climas, nuevas formas
de expresión biológica y nuevas formas de
adaptación de la fauna y la flora. Con todos estos
cambios aparecieron el río Magdalena y su tributario
principal, el Cauca, para dar curso a la exuberante cantidad
de agua con la que la naturaleza privilegió nuestro
territorio.
Hace dos millones de años se inició un proceso
dramático de variaciones climáticas conocidas
como glaciares e interglaciares, en el cual el mayor protagonismo
estuvo a cargo de las cordilleras y los eventos físicos
que se desataron con el escurrimiento de las nieves y las
masas de hielo desde las altas cumbres. El río fue
un sistema de drenaje perfecto que se adaptó a los
procesos geológicos y biológicos que se estaban
dando y fue, a su vez, un elemento fundamental para atenuar
los cambios en muchos de los ecosistemas tropicales y ecuatoriales
que hasta entonces habían primado en la región.
Tanto para las especies de megafauna pleistocénica
—que habían logrado penetrar por los valles
del Magdalena y del Cauca desde hacía más
de un millón de años—, como para el
hombre, la ruta más adecuada para su desplazamiento
fue por las riberas y sabanas de la Gran Cuenca, que durante
los últimos años del Pleistoceno sufrieron
numerosos cambios de cobertura vegetal y composición
florística, debido a los diferentes estadios climáticos,
que iban de muy húmedos a secos y de muy cálidos
a fríos. En los valles medios y bajos del Magdalena
y el Cauca se establecieron, en los momentos más
fríos de la glaciación, corredores cálidos
—refugios del Pleistoceno—, que permitieron
la subsistencia de especies no adaptables a las condiciones
de tipo holártico o antártico.
La última glaciación comenzó hace 100
mil años y se calcula que llegó a su fin hace
unos 10.000, algo después de que el hombre llegara
a suelo colombiano. Con su ingreso finalizó la vida
de los grandes animales que dominaron todo el territorio
durante las glaciaciones. Así, el caballo americano
silvestre, el megaterio —perezoso gigante—,
el tigre dientes de sable, el mastodonte, el mamut y otras
especies de gran tamaño se extinguieron y dieron
paso al nuevo hombre y al nuevo mundo.
La Gran Cuenca está relacionada con la orogenia pasada
y presente del sistema andino. Los efectos del tectonismo
—levantamiento, subsidencia y sismicidad—, los
cambios climáticos y del nivel del mar y la influencia
del hombre, han ido modelando su forma final. Durante la
última glaciación el nivel del mar era más
bajo y la costa Caribe estaba unos 15 kilómetros
más al norte, lo cual generó una mayor amplitud
continental y una mayor extensión insular, pero también
hubo un nivel de base más bajo, el cual ha subido
durante los últimos tiempos por el efecto del transporte
de materiales de las montañas durante muchos siglos,
que han producido un aumento del nivel del suelo firme.
La cuenca del Magdalena, por estar constituida por la cordillera
Andina, recorre una gran variedad de estructuras geológicas,
como fallas, lineamientos estructurales y pliegues, que
hacen de su curso superficial un terraplén de intrincados
escalonamientos y fisuras. La mayoría de las fallas
que afectan la cuenca ocurren en sentido longitudinal norte–sur
y transversal suroriente–noroccidente y se localizan
generalmente en los bordes de la Cuenca. Esta conformación
geológica determina, entre otros procesos, una serie
de afloramientos y desplazamientos estructurales, una terminación
abrupta de fallas y de ejes de plegamiento que se manifiestan
especialmente en la inestabilidad de sus cursos medio y
bajo, donde son comunes desviaciones, cauces secundarios,
islas transitorias, ciénagas y pantanos en sus márgenes,
desbordamientos continuos, abandono de viejos lechos y formación
de otros nuevos y cambios en los límites de las subcuencas.
La dinámica de la estructura del subsuelo y la del
suelo son muy heterogéneas; no obstante, existen
afinidades que hacen posible que, desde el punto de vista
geológico y morfológico, se pueda dividir
en tres subunidades: cuenca alta, media y baja, lo que facilita
el manejo de la información y el acercamiento a parámetros
ambientales, ecológicos, climáticos y de paisaje.