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CAPÍTULO 2

HISTORIA GEOLÓGICA
DE LA CUENCA

 

En términos de tiempo geológico se considera que el norte del continente suramericano es reciente y que muchos de sus elementos geográficos, físicos y biológicos aún se encuentran en proceso de formación.

En Colombia hay capas terrestres y estratos geológicos que demuestran un período de formación que va de la era Paleozoica, período Misisipiano —340 millones de años atrás— hasta el momento actual; abundan las de la era Cenozoica —hace entre 5 y 2 millones de años—. A comienzos del Terciario —hace 70 millones de años—, el territorio estaba constituido básicamente por varios macizos antiguos: el núcleo de la cordillera Central, parte de la Sierra Nevada de Santa Marta, un segmento que hace parte del basamento de la cordillera Oriental constituido por los macizos de Garzón, Quetame, Santander, La Floresta y Cocinas y un segmento aislado de la cordillera Occidental, todos localizados sobre la placa suramericana que estaba prácticamente sumergida bajo las aguas del único océano de ese momento, el mar de Tethys; Suramérica aún derivaba separada de Norteamérica, puesto que no se había formado el istmo centroamericano.

Al finalizar el Cretáceo —hace 60 millones de años—, se incrementaron el ciclo tectónico andino y el vulcanismo, lo cual provocó el levantamiento de fondos oceánicos de basalto que generaron un arco de islas que más tarde se convirtieron en la cordillera Occidental y la consolidación de las principales montañas de la cordillera Central, con el consiguiente desplazamiento de las aguas marinas que desde hacía millones de años cubrían la región; se formó entonces una gran cuenca que desembocaba en una fosa tectónica, una profunda entrada del mar que luego de colmatarse se convirtió en el lago de Maracaibo. La intensificación de las lluvias torrenciales incrementó los procesos erosivos y la gran cantidad de sedimentos generados por la cordillera Central, crearon lo que en la actualidad es el valle del Magdalena.

Los relieves aislados, no solo fueron moldeados en su basamento por la acción del agua marina, sino también esculpidos por fenómenos atmosféricos de carácter tropical, en los que se intercalaban condiciones húmedas y cálidas con períodos secos y fríos, durante los cuales las coberturas vegetales escasas y la desprotección de los suelos los hacía propensos a la erosión. Estas condiciones, que se presentaron del Eoceno medio al Oligoceno inferior —20 a 40 millones de años—, le infundieron al terreno una serie de perfiles que aún se pueden observar en algunos aterrazamientos del actual valle medio del Magdalena. Fue durante ese período cuando comenzó a levantarse la cordillera Oriental, cuyo proceso de formación terminó tan solo hace 3 millones de años, en el momento en que emergieron lo que en la actualidad son el Chocó y el istmo centroamericano y se unieron las dos Américas.

A medida que la placa suramericana se desplazaba en sentido noroccidental, desde la franja tropical a la ecuatorial, los episodios orogénicos del Terciario superior —25 millones a 600 mil años— le imprimían a estos relieves, que no superaban los 700 o 500 msnm una serie de modificaciones y pequeños levantamientos, a la vez que las condiciones bioclimáticas, que variaron hacia un período más húmedo, generaron una red de drenaje con mayor capacidad de disección y por lo tanto los procesos erosivos se hicieron más intensos debido a que las quebradas y pequeños ríos formaron cañones profundos donde el terreno poco compacto lo permitía y los sedimentos y depósitos generados se acumularon en las partes bajas, causando una proliferación de superficies de aplanamiento.

En la cuenca alta del Magdalena y del Cauca, se encuentran actualmente formas relictuales de estos procesos erosivos, constituidas por amplias divisorias de agua con lomos de tope plano a ondulado en las partes altas y con abruptos y muy pendientes cañones que llegan a valles profundos. Muchos de los paisajes de la parte alta de la cordillera andina y del Macizo Colombiano, en ambos flancos de la cordillera Central, muestran además el bruñimiento de largos y pequeños valles volcánicos y la formación de circos y lagunas moldeados por los procesos de erosión generados por las variaciones climáticas, que se han presentado durante los últimos 65 millones de años.

El levantamiento final de la cordillera Central ocurrió durante el Plioceno —entre 6 y 8 millones de años atrás— y muchos de los suelos y estratos geológicos de la antigua plataforma continental que estaba sumergida total o parcialmente bajo el agua marina, se levantaron y dejaron atrapados en las altas cumbres andinas infinidad de organismos marinos, como lo demuestran los restos paleontológicos del área fosilífera del Villa de Leyva y Sáchica en Boyacá. Durante ese período terminó de estructurarse la cuenca del río Magdalena y otros vestigios marinos quedaron depositados en la parte baja del valle —desierto de la Tatacoa—, donde los fósiles fueron sometidos a procesos de acumulación, desgaste, exposición y relleno, producto de la dinámica de una cuenca fluvial recientemente formada.

La Gran Cuenca, nombre que se le da a la hoya del Magdalena, es relativamente joven; aparte del cauce bien definido de su parte alta, compuesta por estrechos cañones y profundas gargantas, se presenta un serpenteante río que recorre el valle entre las cordilleras y una corriente zigzagueante que al llegar a las llanuras bajas se diluye en las sabanas y llena miles de vasos comunicantes, ciénagas, lagunas y brazos de diversas dimensiones; es un río que aún no encuentra su lecho definitivo antes de desembocar en el Caribe.

El río se formó gracias al levantamiento de los Andes; los tres ramales de la cordillera y parte del sistema montañoso periférico —serranías de San Lucas, San Jacinto y Sierra Nevada de Santa Marta— moldearon esta gran hoya y le abrieron paso al río hasta su desembocadura en el mar Caribe. La Gran Cuenca del Magdalena-Cauca es, ante todo, el resultado de la interacción del agua con las geoformas andinas; las montañas interpuestas entre los valles interandinos encausan el flujo hídrico y le dan una orientación longitudinal que le permite recorrer la mayor parte del territorio nacional.

LA GRAN CUENCA DEL MAGDALENA

Desde su nacimiento en el Macizo Colombiano, a 3.600 msnm, el río Magdalena recorre 1.550 km, hasta su desembocadura en Bocas de Ceniza y el delta de Salamanca.

La hoya del Magdalena tiene una superficie de 257.400 km2, lo cual equivale al 24% del territorio colombiano; su valle interandino, que recoge las aguas de múltiples ríos, quebradas y caños tiene cerca de 900 km de longitud y su anchura máxima puede llegar a tener, en la depresión Momposina, hasta 70 km de amplitud. Esta Gran Cuenca tiene un caudal promedio de 7.100 m3/s a la altura de Calamar; hasta este sitio recoge las aguas de más de 150 cuencas.
El río Cauca —tributario principal del Magdalena— recorre 1.015 km desde su nacimiento, hasta verter sus aguas, según algunos autores, en el sitio de Tacaloa al nororiente de Mompox, aunque otros ubican su desembocadura en Puerto Pinillas, al sur de Mompox, sobre el Brazo de Loba.

A medida que el río desciende se establece un enorme mosaico de unidades paisajísticas y zonas bioclimáticas altamente diferenciadas: la zona montañosa en su parte alta, media y baja, depresiones tectónicas intramontanas, el fértil valle del Magdalena, la depresión Momposina y las llanuras de desborde y las lagunas costeras.

LA LATA MONTAÑA

La franja localizada entre los 5.700 y 2.700 msnm, donde se encuentran las mayores altitudes del sistema cordillerano andino, es la que tiene mayor energía disponible. En el aspecto bioclimático, en la montaña alta se localizan los pisos glacial, páramos y bosque altoandino.

Los nevados y sus glaciares son formaciones superficiales de nieve y/o hielo mezclado parcialmente con detritos rocosos que forman un conjunto en movimiento, ubicado sobre los 4.800 msnm (± 200m). Estos constituyen una importante reserva de agua y de ella surgen, por fusión, los nacimientos de algunos ríos. Su aporte hídrico es básico para la cuenca del Magdalena, pues a ella llegan los deshielos provenientes del nevado del Huila y del complejo de nevados Tolima–Ruiz y para las cuencas hidrográficas deficitarias climáticamente, como las del flanco occidental de la sierra nevada del Cocuy, que drenan hacia la cuenca del río Chicamocha.

La alta montaña de la cuenca Magdalena es la más inestable del territorio; la vasta red de drenajes que genera esta franja, posee una gran capacidad de disección —apertura de la geoforma a través de canales o fracturas producidas por la acción física—, que al presentarse sobre pendientes muy fuertes causa arrastre de sedimentos en masa. La disección profunda es un proceso actualmente muy activo y se manifiesta principalmente en su modalidad de derrumbe y escurrimiento superficial, cuando hay ausencia de cobertura vegetal. En su conjunto, estos procesos son considerados como los constructores de los cañones más importantes del país.

El cañón es una depresión con profundidad superior a 100 m en relación con la divisoria de aguas, que resulta de la disección y evacuación de materiales por una corriente de agua. Es generado por un río principal, el cual tiene unos tributarios que confluyen en él de manera perpendicular u oblicua; en algunos casos, en las confluencias se forman conos de depósitos de sedimentos arrastrados por las corrientes. El río principal tiene mayor capacidad de disección y arrastre, razón por la cual construye un cauce más profundo y de pendiente más regular; generalmente los afluentes son más altos —colgantes— y de mayor pendiente.

Los frentes de condensación más activos de Colombia coinciden con muchos de los flancos de las cordilleras que enmarcan los valles interandinos de la cuenca alta del Magdalena en su parte más encañonada, lo cual asegura una alta humedad atmosférica que permite la abundancia de páramos y bosques de niebla. Los mayores caudales generados en la red hídrica y las fuertes pendientes, aseguran la continuidad de los procesos desestabilizadores y el continuo flujo de energía hacia las partes bajas.

LA MEDIA MONTAÑA

Esta franja se presenta de los 2.700 msnm (± 200m) hacia abajo, hasta el piedemonte andino (± 1.000 msnm); en ella se encuentra la mayor extensión de bloques y fallas producidos por el choque entre placas tectónicas, los cuales generan un control estructural del drenaje. La media montaña, donde se encuentran macizos antiguos con coberturas volcánicas y formaciones sedimentarias, se caracteriza por poseer una gran concentración de áreas de depresión, actualmente planas, rodeadas por circos o cordones montañosos que se conocen como altiplanos o altiplanicies. En el aspecto bioclimático en esta franja se localizan los pisos andino y subandino.

Los altiplanos corresponden a depresiones de origen tectónico que estuvieron ocupadas por lagos y pantanos al final del Terciario —hace 600.000 años—; estos cuerpos de agua, de los que aún existen algunos relictos como las lagunas de Fúquene, Suesca, Paletará y Coconucos, fueron colmatados por los procesos sedimentarios ligados a la última deglaciación del Pleistoceno, hace unos 10.000 años.

En general, las montañas que bordearon los altiplanos andinos estuvieron cubiertas por glaciares —algunas presentaron una dinámica volcánica— y en la actualidad poseen importantes depósitos fluvio–glaciares; lo mismo ocurre en las ramificaciones de las cuencas hidrográficas medias, donde los depósitos lacustres existentes tienen, en buena medida, forma de grandes anfiteatros construidos por la acción erosiva de los hielos.

Entre los más importantes altiplanos andinos está el que se ubica en la media ladera de Cundinamarca y Boyacá, que incluye la cuenca alta del río Bogotá y la del río Chicamocha. Esta altiplanicie no estuvo bajo influencia directa de volcanes, aunque entre sus sedimentos se registran capas delgadas de ceniza volcánica, procedentes de la cordillera Central.

Las altiplanicies andinas de la cordillera Central se encuentran en ambientes volcánicos y entre ellas se destacan las que están localizadas en el Macizo Colombiano, como el Páramo de la Papas y el de Paletará, en Cauca y el Páramo de Las Letras, una depresión de origen volcano–tectónico colmatada, que se encuentra en proceso de carcavamiento.

Los procesos morfológicos de esta franja de media montaña, se relacionan con la disección y el aporte de sedimentos hacia los piedemontes de la Orinoquia, la Amazonia, el Pacífico y la gran llanura caribeña. Dicho aporte se incrementa cuando aumentan la torrencialidad de los ríos y los escurrimientos de las vertientes que han perdido su cobertura vegetal. Los movimientos de masas ocasionan el cambio de las vertientes, lo cual aumenta considerablemente el aporte de sedimentos que afluyen a los ríos Magdalena y Cauca. En las vertientes medias, donde el plegamiento y las fallas son menores y por consiguiente tienen pendientes moderadas y la red de drenaje posee una adecuada superficie boscosa, los procesos de escurrimiento y erosión son mucho menores.

Debido a estos procesos, tanto la alta, como la media montaña de la gran Cuenca del Magdalena se caracteriza por la presencia de cañones, algunos muy profundos y lineales, otros superficiales y serpenteantes, que son en general oblicuos a las depresiones tectónicas y en su mayoría disectan macizos antiguos.

LA BAJA MONTAÑA

En la última franja, antes de llegar a los valles basales, se encuentra la baja montaña, conocida también como el conjunto estructural y morfológico formado por las estribaciones de las cordilleras. Por su ubicación altitudinal, posee menos energía disponible para desencadenar procesos erosivos fuertes y por lo tanto no se forman cañones; sin embargo, por encontrarse en las gargantas de salida de estos, recibe los aportes de sedimentos de las partes altas y los vierte a las llanuras y ecosistemas basales de tipo ribereño.

La ladera baja o piedemonte remata generalmente sobre llanuras basales de piso térmico cálido, pero a causa de la pendiente relativamente fuerte, los sedimentos se remueven rápidamente y se generan vertientes de retroceso o zonas con pendiente cóncava, las cuales hasta hace un siglo estaban cubiertas por vastas extensiones de selva húmeda tropical o selva húmeda pluvial.

DEPRESIONES TECTÓNICAS INTRAMONTANAS

En los valles interandinos bajos se presentan algunas depresiones tectónicas intramontanas o geoformas estructurales que resultaron del levantamiento diferencial del sistema cordillerano andino. La orogenia levantó las cordilleras hasta la posición actual, mientras que las depresiones fueron levantadas a una altitud menor. Durante el Plioceno, hace menos de 50 millones de años, las cordilleras andinas adquirieron una forma similar a la que tienen actualmente y desde entonces el límite entre las cordilleras y las depresiones se genera a lo largo de líneas estructurales que forman casi siempre fallas inversas. Las depresiones intramontanas bordean el sistema montañoso andino y en ellas se acumula gran parte de los materiales traídos por los ríos desde los relieves más altos; este proceso ha sido continuo, pero con diferentes intensidades a través del tiempo. A nivel macro, se identifica un sistema de transferencia compuesto por las cordilleras que aportan los sedimentos, la red de drenaje —generalmente encañonada— que los transfiere y las áreas bajas donde se depositan —áreas de gradación—.

EL VALLE DEL MAGDALENA

La extensa llanura del Magdalena se extiende desde el municipio de Hobo en el departamento del Huila hasta Bocas de Ceniza y la Isla de Salamanca, cerca de Barranquilla. En el extremo sur de la hoya, entre las estribaciones del nevado del Huila —cordillera Central— y de la cordillera de Los Picachos —cordillera Oriental—, aparece un valle muy estrecho —menos de 8 km de ancho— a la salida de un gran cañón. En este punto el río ha descendido rápidamente hasta los 700 msnm, pero a partir de allí tiene una pendiente muy moderada. En su recorrido entre las dos cordilleras andinas el valle adquiere dimensiones cada vez mayores, hasta llegar a unos 50 km de ancho entre Purificación y Flandes; se estrecha entre Girardot y Honda y nuevamente se ensancha hasta llegar a tener más de 100 km a la altura de Barrancabermeja. Cuando deja atrás la serranía de San Lucas y la sierra de Ocaña, inicia el último tercio de su recorrido, conocido como el bajo Magdalena, para adentrarse en una llanura amplia y prolongada llena de humedales, hasta llegar a su delta final, antes de desembocar en el Caribe.

LLANURAS DE DESBORDE

En la Gran Cuenca hay llanuras de desborde que no tienen ciénagas; este sistema de inundación asociado a los grandes ríos colombianos, se presenta aguas arriba de los sistemas cenagosos de los ríos San Juan, Atrato, Sinú, San Jorge y Magdalena. La espesa capa de sedimentos que arrastran los ríos está compuesta de fracciones finas —limos principalmente—, seguidos por arena y arcilla. La dinámica del aluvionamiento consiste en generar formas como diques, orillales y difluencias —división de aguas— para formar meandros y cauces abandonados. La pendiente, aunque muy baja, es suficiente para impedir la formación de ciénagas, pero ocurre un encharcamiento y con el retiro de las aguas los materiales finos se retractan, lo que genera un modelado poligonal conocido como «gilgay» o «zurales». Las inundaciones son un fenómeno natural frecuente, que tiende a aumentar en función del aporte cada vez mayor de sedimentos procedentes de los sistemas montañosos.

LLANURAS DE DESBORDE CON CIÉNAGAS

La llanura de desborde con ciénagas es un sistema interactuante río–ciénaga, en el que, cuando las aguas altas fluyen hacia las ciénagas, éstas se convierten en trampas de sedimentos y almacenan el agua y cuando el caudal baja, el agua fluye de la ciénaga hacia el río. Se constituye así un sistema de amortiguación hídrica, en el que la frecuencia del desborde es anual y para en el caso de las llanuras de desborde o inundación, es un mecanismo totalmente natural y necesario para el buen funcionamiento hidrológico de una cuenca de las características de la del Magdalena.

DEPRESIÓN MOMPOSINA

Cuando la Sierra Nevada de Santa Marta empezaba a sobresalir como un macizo aislado e independiente de los Andes, hace unos 400 millones de años, durante el Predevónico, en medio de la llanura del Caribe aún no existían una hoya interandina, ni una cordillera que sirviera de andén a Suramérica. En la medida en que este macizo de formación cristalina emergía del fondo oceánico y se consolidaba como una unidad geológica, las placas del Caribe, Nazca, Cocos y Suramérica colisionaban unas con otras; el territorio actual de Colombia se levantaba y empezaban a crearse fallas, fosas y otros arrugamientos para equilibrar las placas terrestres y oceánicas.

Durante el Plioceno y el Pleistoceno —20 millones a 10.000 años—, el mar y la costa se retiraron y la Sierra Nevada de Santa Marta se elevó hasta los 6000 msnm y debido a la gran falla colombiana se desplazó unos 200 km al norte; dicho movimiento generó la serie de hundimientos que se conoce como la Depresión Momposina. Este gran complejo de ciénagas y lagunas fluviales recibe las aguas de rebalse de los ríos San Jorge, Sinú, Cauca y Magdalena y se constituye en una gran hoya interior, que en algunos lugares se encuentra varios metros por debajo del nivel del mar.

El desplazamiento de la Sierra Nevada ocasionó una reorganización de la cuenca baja del río Magdalena; su cauce, aún hoy joven e inestable, desplazó su desembocadura hacia el oeste, donde se encuentra en la actualidad y formó todo el sistema estuarino y deltaico de Salamanca, un dique–isla que dio a su vez origen a la Ciénaga Grande de Santa Marta. La llanura magdalenense se fue modelando entonces con muchos depósitos no consolidados fluvio–lacustres —depósitos de arcillas y limos de carácter ribereño—, que cicatrizaron las gigantescas huellas de los movimientos en masa de la gran mole montañosa.

LAGUNAS COSTERAS

Las lagunas costeras se pueden clasificar como esteros, cuando son lagunas costeras asociadas con sistemas fluvio–deltaicos y se encuentran protegidas del embate directo del mar por amplias barras de sedimentos estabilizados y en algunos casos por playas arenosas que encierran las depresiones lagunares; como lagunas de erosión, cuando presentan amplias depresiones formadas por la erosión fluvial cuando bajó el nivel del mar durante la última glaciación y posteriormente fueron inundadas por transgresiones marinas durante el Holoceno y como lagunas tectónicas, cuando se formaron por depresiones producidas por plegamientos o hundimientos, debido a actividades tectónicas.

En el Caribe continental colombiano se encuentran cuatro grandes estuarios que corresponden a las desembocaduras del río Magdalena, del Canal del Dique y de los ríos Sinú y Atrato; así mismo, más de 59 lagunas que tienen una extensión aproximada de 155.472 ha. Las lagunas costeras relacionadas con el Magdalena son la de Mallorquín y la Ciénaga Grande de Santa Marta, la principal del país, cuya extensión aproximada es de 45.000 ha.

DESEMBOCADURA

Finalmente el Magdalena desemboca en el mar Caribe, donde se presenta una interacción entre aguas marinas y continentales. Al litoral llegan infinidad de sedimentos arrastrados por un importante volumen de agua dulce y hacia el continente se presentan la influencia del oleaje y de las corrientes de las mareas.

UN RÍO QUE BUSCA SU CURSO

El levantamiento final de los Andes ocurrió entre 3 y 5 millones de años atrás, cuando se terminaba el Plioceno y comenzaba el Pleistoceno. En ese mismo momento la colisión de las placas fue violenta y con ella se fusionaron dos continentes diferentes en su origen, en sus características ambientales y en los procesos evolutivos de su biota. El istmo centroamericano se convirtió así, en un corredor que permitió el encuentro de dos mundos que habían estado separados durante más de 170 millones de años.

Con el levantamiento de las montañas andinas y con la localización final del territorio colombiano sobre la franja ecuatorial, surgieron nuevos climas, nuevas formas de expresión biológica y nuevas formas de adaptación de la fauna y la flora. Con todos estos cambios aparecieron el río Magdalena y su tributario principal, el Cauca, para dar curso a la exuberante cantidad de agua con la que la naturaleza privilegió nuestro territorio.

Hace dos millones de años se inició un proceso dramático de variaciones climáticas conocidas como glaciares e interglaciares, en el cual el mayor protagonismo estuvo a cargo de las cordilleras y los eventos físicos que se desataron con el escurrimiento de las nieves y las masas de hielo desde las altas cumbres. El río fue un sistema de drenaje perfecto que se adaptó a los procesos geológicos y biológicos que se estaban dando y fue, a su vez, un elemento fundamental para atenuar los cambios en muchos de los ecosistemas tropicales y ecuatoriales que hasta entonces habían primado en la región.

Tanto para las especies de megafauna pleistocénica —que habían logrado penetrar por los valles del Magdalena y del Cauca desde hacía más de un millón de años—, como para el hombre, la ruta más adecuada para su desplazamiento fue por las riberas y sabanas de la Gran Cuenca, que durante los últimos años del Pleistoceno sufrieron numerosos cambios de cobertura vegetal y composición florística, debido a los diferentes estadios climáticos, que iban de muy húmedos a secos y de muy cálidos a fríos. En los valles medios y bajos del Magdalena y el Cauca se establecieron, en los momentos más fríos de la glaciación, corredores cálidos —refugios del Pleistoceno—, que permitieron la subsistencia de especies no adaptables a las condiciones de tipo holártico o antártico.

La última glaciación comenzó hace 100 mil años y se calcula que llegó a su fin hace unos 10.000, algo después de que el hombre llegara a suelo colombiano. Con su ingreso finalizó la vida de los grandes animales que dominaron todo el territorio durante las glaciaciones. Así, el caballo americano silvestre, el megaterio —perezoso gigante—, el tigre dientes de sable, el mastodonte, el mamut y otras especies de gran tamaño se extinguieron y dieron paso al nuevo hombre y al nuevo mundo.

La Gran Cuenca está relacionada con la orogenia pasada y presente del sistema andino. Los efectos del tectonismo —levantamiento, subsidencia y sismicidad—, los cambios climáticos y del nivel del mar y la influencia del hombre, han ido modelando su forma final. Durante la última glaciación el nivel del mar era más bajo y la costa Caribe estaba unos 15 kilómetros más al norte, lo cual generó una mayor amplitud continental y una mayor extensión insular, pero también hubo un nivel de base más bajo, el cual ha subido durante los últimos tiempos por el efecto del transporte de materiales de las montañas durante muchos siglos, que han producido un aumento del nivel del suelo firme.

La cuenca del Magdalena, por estar constituida por la cordillera Andina, recorre una gran variedad de estructuras geológicas, como fallas, lineamientos estructurales y pliegues, que hacen de su curso superficial un terraplén de intrincados escalonamientos y fisuras. La mayoría de las fallas que afectan la cuenca ocurren en sentido longitudinal norte–sur y transversal suroriente–noroccidente y se localizan generalmente en los bordes de la Cuenca. Esta conformación geológica determina, entre otros procesos, una serie de afloramientos y desplazamientos estructurales, una terminación abrupta de fallas y de ejes de plegamiento que se manifiestan especialmente en la inestabilidad de sus cursos medio y bajo, donde son comunes desviaciones, cauces secundarios, islas transitorias, ciénagas y pantanos en sus márgenes, desbordamientos continuos, abandono de viejos lechos y formación de otros nuevos y cambios en los límites de las subcuencas.

La dinámica de la estructura del subsuelo y la del suelo son muy heterogéneas; no obstante, existen afinidades que hacen posible que, desde el punto de vista geológico y morfológico, se pueda dividir en tres subunidades: cuenca alta, media y baja, lo que facilita el manejo de la información y el acercamiento a parámetros ambientales, ecológicos, climáticos y de paisaje.

 
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