En
el pueblo de indios llamado Soacha, los Muiscas tenían
una fábula que se refería a una raza de
gigantes que en otro tiempo habitó la Sabana de
Bogotá. Esta leyenda tuvo su origen en los grandes
huesos que fueron hallados muy superficialmente al labrar
las sementeras; por esto el lugar fue llamado «Campo
de gigantes». El descubrimiento de los primeros
restos fósiles de mastodonte, hecho por Humbolt
en 1802, fue la confirmación científica
del origen de aquella fábula. Actualmente existe
un amplio registro de restos de fauna pleistocénica,
principalmente en las cercanías de Mosquera, Bosa,
Soacha, Madrid y Guasca.
Estudios arqueológicos realizados en el altiplano
cundiboyacense han permitido establecer por primera vez
en Colombia una secuencia cultural precerámica,
de cazadores– recolectores, comprendida entre los
12.000 y 5.000 años antes del presente. Los primeros
hallazgos se efectuaron en El Abra–Zipaquirá
y Tequendama–Soacha y siguieron los de Chía
y el páramo del Neusa; se encontraron puntas de
proyectil muy elaboradas, que demuestran que se trataba
de cazadores especializados que ascendieron al altiplano
y se refugiaron en abrigos rocosos. Posteriormente, en
Zipacón se encontraron registros agro-alfareros
que se remontan al año 1.320 a. de C. y demuestran
la existencia de una cultura cuya subsistencia estaba
basada en la agricultura.
EL PÁRAMO, UN ESPACIO SAGRADO
En la etapa prehistórica, el páramo fue
considerado por los Muiscas un espacio sagrado, porque en él se concentraban los elementos
fundamentales para la vida y el equilibrio del cosmos.
El relato de la creación, según la tradición
de Bogotá, recogido por Walter Krickeberg, dice
que:
«En el distrito de la ciudad de Tunja, a cuatro
leguas a la parte del norte y una de un pueblo de indios
que llaman Iguaque, se hace una coronación de empinadas
sierras, tierra muy fría y tan cubierta de páramos
y ordinarias neblinas que casi en todo el año no
se descubren sus cumbres, si no es al mediodía
por el mes de enero. Entre estas sierras y cumbres se
hace una muy honda [laguna] de donde dicen los indios
que a poco de como amaneció o apareció la
luz y fueron creadas las demás cosas, salió
una mujer que llaman Bachué [...] sacó consigo
de la mano un niño de entre las mismas aguas, de
edad hasta tres años y bajando ambos juntos de
la sierra a lo llano, donde ahora está el pueblo
de Iguaque hicieron una casa…».
El relato indígena cuenta cómo al llegar
el muchacho a la edad adulta se casaron y cuando poblaron
la sabana, convertidos «en dos grandes culebras
se metieron por las aguas de la laguna».
En los páramos se practicaban ceremonias religiosas
relacionadas con las lagunas, que eran de naturaleza sagrada
y durante la Colonia, a pesar de la prohibición
ejercida por los misioneros cristianos, los indígenas
continuaron realizando estos ritos en cuevas y en abrigos
rocosos del páramo, donde los sacerdotes indígenas
se escondían para ejecutarlos, a salvo de la persecución
religiosa.
LA AGRICULTURA EN EL PÁRAMO
A través de las diversas etapas históricas,
los pueblos modifican su medio ambiente; este proceso
crea una relación naturaleza–sociedad que
determina en cierta forma su desarrollo posterior. Los
grupos indígenas tuvieron una relación armónica
con la naturaleza; los Muiscas la respetaron y se sirvieron
de ella sin destruirla ni alterar su equilibrio ecológico;
en sus prácticas agrícolas integraron los
páramos al aprovechamiento que les brindaban los
recursos de los diversos pisos térmicos, de acuerdo
con los ciclos temporales, lo cual permitió obtener
mayor variedad de productos y lograr que los terrenos
tuvieran amplios períodos de descanso.
Los españoles, que desconocían estos ecosistemas,
equivocadamente introdujeron prácticas agrícolas
con las que acostumbraron a indígenas y campesinos
a hacer un uso intensivo de la tierra, lo cual produjo,
a través de los años, cambios ambientales
y transformación del paisaje del páramo.
Actualmente, este ecosistema paramuno está experimentando
un acelerado proceso de disturbio y fragmentación
debido a su uso, ya sea de tipo agrícola, ganadero
o minero. La disminución de los períodos
de descanso de la tierra después del cultivo, el
aumento de la frecuencia de las quemas y el sobrepastoreo,
son algunos de los factores que conducen a una degradación
de sus condiciones originales y a la introducción
de formaciones vegetales secundarias, como pastos exóticos
para ganadería.
Con estos esquemas de explotación se afecta el
funcionamiento original del páramo y se llega a
la destrucción acelerada de hábitats y a
la pérdida de la diversidad biológica, factores
que inciden directamente en la eliminación de una
de las principales funciones de este ambiente: la producción
y regulación del recurso hídrico, fundamental
para el desarrollo de la humanidad.
USO TRADICIONAL DE LA TIERRA
El manejo que le dan el campesino y el indígena
a la tierra, es similar en todos los altos Andes tropicales,
desde Venezuela hasta Bolivia e incluye descansos muy
largos de las parcelas —10 a 30 años—,
que alternan con períodos cortos de cultivo —1
a 4 años—. La duración de dichos descansos
está sujeta a la presión demográfica
resultante de la distancia que hay entre viviendas y parcelas
cultivadas y depende de las limitaciones impuestas por
el suelo y el clima: la altitud que condiciona la temperatura
mínima, la variación topográfica
del terreno que determina los riesgos de heladas y la
pendiente y su orientación, que influyen sobre
la resistencia de los suelos a la sequía.
El sistema de cultivo inicial, basado en la recuperación
de la fertilidad, creó un mosaico de etapas sucesionales
que probablemente favorecía la regeneración
del páramo, aumentaba la diversidad de especies
y ejercía el control de las plagas. Sin embargo,
a medida que la presión de uso se intensifica hay
una tendencia, como ocurre actualmente, a la introducción
masiva de fertilizantes y otros insumos y a la reducción
de los períodos de descanso, con lo cual no es
posible la sucesión necesaria para la regeneración
del páramo.
EL CULTIVO DE LA PAPA
La papa es el producto agrícola de clima frío
que mayor importancia tiene en Colombia por la superficie
cultivada, por el valor de su producción, por el
número de familias dedicadas a esta labor y porque
constituye uno de los principales alimentos de la población,
con un consumo per cápita de unos 65 kg por año.
Su producción total, que se estima en cerca de
tres millones de toneladas, se cultiva prácticamente
en toda la región andina, en los departamentos
de Boyacá, Cundinamarca, Nariño, Antioquia,
Caldas, Cauca, Tolima y los Santanderes, donde las condiciones
climáticas de los páramos los hacen ideales
para la producción y el almacenamiento de semilla
libre de plagas. Aproximadamente el 90% de la cosecha
es producida por pequeños agricultores con predios
de tamaño inferior a tres hectáreas. Unas
95.000 familias —500.000 personas— dependen
directamente de este cultivo que genera al año
cerca de 20 millones de jornales directos. Es el producto
agrícola que mayor volumen de transporte terrestre
ocupa en el país.
La producción de papa está influenciada
por las condiciones ambientales, en especial por la distribución
de las lluvias; la siembra Principal o de Año grande,
que genera cerca del 50% del producto, se realiza en el
primer semestre, entre enero y febrero y se cosecha entre
agosto y octubre; la siembra de San Pedro o de Mitaca,
que se realiza entre mayo y junio y se cosecha entre noviembre
y enero, provee cerca del 30% del producto; el restante
20% se distribuye a lo largo del año en zonas donde
no se presentan heladas y las condiciones agroecológicas
son favorables.
Las prácticas agrícolas se inician con la
preparación del terreno, que en algunas regiones
de Colombia incluye la tumba y quema de la vegetación
natural. Mediante un primer arado se rompe la estructura
de la capa superficial del suelo, la cual se destruye
y se mezcla con la vegetación natural; luego el
terreno permanece en descanso durante 4 a 5 meses, período
en el que se activa la descomposición, tanto por
el aporte de residuos vegetales accesibles a los microorganismos,
como por el efecto del arado que rompe los agregados del
suelo y favorece su aireación al aumentar la degradación
biológica.
Para conseguir que la tierra no pierda fertilidad, después
del cultivo se deja en barbecho de una manera rotativa
y algunas veces se destina al pastoreo durante unos meses.
La práctica de descansos largos entre cultivos
es importante desde un punto de vista ecológico,
puesto que admite la existencia de un mosaico de parcelas
con diferente edad sucesional, en las que se alternan
zonas en cultivo, parcelas con pastoreo y áreas
con páramo natural. Esta característica
de mosaico permite mantener una gran diversidad funcional,
de especies y de paisaje. Dicho proceso no debe ser remplazado
por la incorporación de abonos en las prácticas
agrícolas, incluso si se utiliza abundante fertilización
mineral, puesto que los rendimientos disminuyen en forma
considerable, al alterar el proceso natural de enriquecimiento
de la tierra.
El cultivo de la papa utiliza una gran cantidad de insumos
como pesticidas, herbicidas, exfoliantes y fertilizantes
que generan contaminación de suelos y aguas; además
de fertilizantes compuestos de químicos y orgánicos
—30 a 40% del total nacional—; dicho cultivo
es el que demanda una mayor cantidad de insecticidas y
fungicidas y el segundo, después del café,
en uso de fertilizantes orgánicos como gallinaza
y úrea; también se utilizan abonos químicos
y cal para contrarrestar la acidez del suelo. La asistencia
técnica es muy pobre y no se realizan análisis
de suelos, lo que trae como resultado una sobredosificación
de nutrientes, desbalance catiónico, pérdidas
por lavado y modificación de la composición
microbiana. El aumento en el uso de estos químicos
se debe a la especialización del cultivo en unas
pocas variedades, lo cual contribuye a que disminuya su
resistencia a las plagas y especialmente a nuevas especies
de hongos.
En años recientes, debido a la incursión
de empresas procesadoras de alimentos que comercializan
papa precocida y pasabocas, se presenta un sistema de
producción por contrato, en el que se observa un
sensible aumento en rendimientos por efecto del uso de
semillas mejoradas, aplicación de riego y manejo
integral del cultivo. Se destacan adelantos en la producción
de semillas certificadas, mediante la técnica de
cultivo in vitro de meristemas para producir semilla libre
de virus.
OTROS CULTIVOS DE PÁRAMO
Debido a la poca demanda, cada vez se cultiva una menor
variedad de productos en la región paramuna colombiana;
en el área del Parque Natural Sierra Nevada del
Cocuy se han encontrado, excepcionalmente, cebolla junca
y ajo y en algunas regiones de Nariño y del altiplano
cundiboyasence aún se producen otros tubérculos
que en épocas precolombinas fueron muy comunes
como las ibias, el ulluco y los cubios.
LA GANADERÍA
Se considera que no es posible una actividad ganadera
económicamente rentable en el páramo, puesto
que la productividad del ecosistema es muy baja debido
a que las especies de pastos naturales tienen poco valor
nutritivo y se necesitarían grandes extensiones
para que pudiera existir una ganadería intensiva.
El pastoreo de ganado vacuno, equino, lanar y caprino,
es amplio en los páramos ubicados por encima del
límite de los cultivos —3.500 a 4.000 msnm—
y en los terrenos cercanos a las viviendas. En general,
estos animales se alimentan de los pastos naturales que
se encuentran en los pajonales-frailejonales del páramo
y en un pequeño porcentaje de especies mejoradas
como Poa, Gordura, Ray–Grass,
Carretón y Puntero; se desplazan libremente y aprovechan
los valles glaciares, los sitios bien drenados, las turberas
e incluso los lugares más inaccesibles de los superpáramos
ubicados por encima de 4.200 msnm.
Las prácticas utilizadas tradicionalmente para
mejorar la actividad pecuaria se inician con la tala y
quema de la vegetación, para aprovechar los rebrotes
tiernos, con lo cual la matriz del paisaje se modifica
y queda predominando un estrato rasante compuesto por
gramíneas. Los fuegos reiterados generan múltiples
impactos en los páramos y una de las especies que
más sufre es el frailejón, puesto que al
quemar la necromasa adherida a su tronco se impide la
transferencia de los nutrientes de las hojas marchitas
y en descomposición hacia los tejidos en crecimiento
y se les quita la cobertura que les posibilita soportar
las heladas y las fuertes oscilaciones de temperatura
entre el día y la noche. Como el páramo
es un ecosistema que inmobiliza nutrientes por la acumulación
de una gran cantidad de hojas muertas adheridas a las
plantas, al quemarse éstas se alteran los ciclos
de nutrientes que mantienen el equilibrio del ecosistema.
El pisoteo permanente del ganado sobre el suelo genera
erosión laminar y fragmenta y desintegra las macollas
de gramíneas. Las afiladas pezuñas de las
reses producen huecos en la superficie, forman grandes
charcos que perturban totalmente la microtopografía
del suelo y producen líneas de terraceo, lo cual
afecta las características hidráulicas del
terreno. La producción ganadera ha homogeneizado
las coberturas vegetales del páramo natural debido
a que la siembra de pastos compacta el suelo, de tal forma
que se impide la sucesión natural de la vegetación
y se afectan los procesos de descomposición de
la materia orgánica y la respiración del
suelo.
Las quemas en los páramos sólo tienen ventajas
a corto plazo: buena calidad del forraje y alta productividad
inicial; pero los efectos a largo plazo son en su mayoría
negativos pues deterioran la buena cobertura del suelo
generada por una vegetación con alto contenido
de necromasa, fundamental para la retención de
agua y de nutrientes. Después del disturbio, las
áreas afectadas son colonizadas por especies exóticas
que llegan a superar en diversidad a las endémicas
del páramo.
El empleo del fuego en grandes extensiones tiende a homegeneizar
el paisaje; durante un período de 1,5 a 5 años
después de una quema, el porcentaje de suelo desnudo
se incrementa en más del 10%, lo que sumado a la
influencia del pastoreo favorece la erosión. Son
necesarios unos 10 años después de la quema
para la regeneración del frailejonal–pajonal
y de 5 a 8 años para la recuperación de
la cobertura y la biomasa de las macollas.
Los páramos pierden su fisonomía típica
y se convierten en pastizales ralos en diferentes etapas
de regeneración. El disturbio por quema, seguido
por pastoreo, afecta negativamente la densidad, riqueza
y diversidad de especies típicas del páramo
y de los bancos de semillas, lo que conduce a la pérdida
de capacidad de almacenamiento de agua.
Otro de los impactos del pisoteo y del consumo, por parte
del ganado, es la fragmentación de las macollas
que llegan a presentar diámetros más pequeños
y baja densidad de individuos por el incremento de la
mortalidad, lo que puede conducir a la desaparición
de estas especies nativas.
Las actividades livianas de pastoreo tienden a incrementar
la diversidad; sin embargo, bajo pastoreo moderado a intenso,
la riqueza de especies es menor; esto también ocurre
con los incendios, cuyas mayores frecuencias están
relacionadas con un alto número de especies introducidas
—hasta un 30%—. Este aspecto es muy importante
para el manejo del páramo, ya que no sólo
es necesario mantener una alta diversidad, sino una mejor
calidad de las especies.
La presencia de frailejones y de pastos en forma de macollas
conforma un tipo de vegetación que tiene una biomasa
total de hasta 3 kg m2, una alta proporción
de necromasa —70–80%— y una máxima
tasa de biomasa aérea —75% de la total—.
Cuando se incrementan el pastoreo y las quemas, gran parte
de la necromasa desaparece y las yemas de crecimiento
quedan más expuestas y pierden la protección
a las temperaturas bajo cero y a las altas radiaciones
propias del páramo. La necromasa en pie también
le brinda refugio y alimento a una gran cantidad de artrópodos
que son la base de la cadena alimenticia de otros animales;
la fauna del páramo esta íntimamente ligada
a la desaparición de la vegetación nativa
y las quemas repetidas causan desaparición de aves,
anfibios y mamíferos.
ACTIVIDAD MINERA EN EL PÁRAMO
En los páramos colombianos se explotan minas de
carbón, gravas, calizas y oro. Esta es
una de las actividades que produce mayor cantidad de disturbios,
puesto que para llevarla a cabo es necesaria la remoción
total de la vegetación y de los materiales superficiales
y subsuperficiales del suelo, lo cual puede conducir a
la destrucción total del ecosistema.
Su impacto tiene que ver con la sedimentación,
hundimientos y desestabilización de vertientes;
alteración del drenaje natural y artificial de
los cuerpos de agua; alteraciones de los ciclos de inundación
y pérdida de la calidad del agua por contaminación
con grasas y sólidos suspendidos y con metales
pesados como mercurio y plomo.
Los procesos de restauración se hacen mucho más
difíciles y costosos porque, además de rehabilitar
el paisaje, se deben recuperar la capa orgánica
y la cobertura vegetal del suelo. El desarrollo de las
sucesiones vegetales después de la explotación
depende de las condiciones ambientales y de las características
de los residuos estériles, los cuales generalmente
se convierten en materiales que no son aptos para el desarrollo
de la vida vegetal.
Este proceso se hace mucho más lento porque en
los estados iniciales de regeneración, la temperatura
sobre la superficie de los desechos es muy contrastante
y se presentan excesivos niveles de radiación;
además, el contenido de materia orgánica
y de nutrientes disminuye y el estrés, causado
por los altos y bajos niveles de humedad, que varían
de acuerdo con la mayor o menor precipitación,
pueden lavar y desecar la superficie del desecho, disminuyendo
así la probabilidad de una germinación exitosa
de las especies que son depositadas por dispersión.
FRAGILIDAD DEL SUELO PARAMUNO
Dicen los Mamos: «Cualquier desequilibrio que
ocurra en la casa sagrada de la Sierra Nevada de Santa
Marta, que en este momento está reflejado en la
sequía, es el reflejo de las crisis de agua de
nuestro planeta. [...] La tala de bosques, las grandes
quemas [...] significan destrucción y sequía
de la madre tierra».
El páramo es un ecosistema acumulador de agua y
regulador de flujos hídricos; toda la estructura
del suelo y la vegetación han desarrollado mecanismos
que almacenan y regulan la salida del agua. El uso inadecuado
de los suelos del páramo ha generado procesos erosivos
de diversa naturaleza e intensidad y es la causa de derrumbes,
deslizamientos, reptación y solifluxión
del suelo.
Con las actividades agropecuarias se propician cambios
en la geomorfología del terreno. La elaboración
de surcos para el cultivo predispone el suelo a pequeños
desplazamientos, con la consiguiente formación
de terracetas que se degradan aún más si
hay un pisoteo posterior del ganado, el cual forma cárcavas
por escurrimiento superficial. Debido al aumento en la
sedimentación, los sistemas lagunares se colmatan,
pierden su capacidad amortiguadora y la torrencialidad
en las partes bajas de la montaña aumenta. Para
obtener terrenos aptos para cultivos o pastos, los campesinos
drenan las lagunas sedimentadas y las turberas —muy
importantes en la hidrología local por formar sobre
el suelo una capa húmeda, gruesa y cerrada—.
En el suelo paramuno las bajas temperaturas reducen la
actividad de los microorganismos y los procesos de transformación
y descomposición de la materia orgánica
se tornan lentos, lo cual produce una mayor acumulación
de materia muerta en las plantas y en la superficie.
La fragilidad de los suelos del páramo también
se origina en sus características físicas:
los altos contenidos de materia orgánica, humus
y arcillas los hacen muy porosos, poco densos y con una
elevada capacidad de retención de agua; esto constituye
importantes limitantes para el uso de los páramos
en determinadas actividades ganaderas, especialmente en
áreas pendientes, puesto que el suelo es sometido
a presiones fuertes y constantes que terminan por compactarlo,
lo cual deteriora su capacidad para acumular grandes cantidades
de agua. El alto volumen de agua circundante en el medio
edáfico remueve las bases solubles y origina suelos
ácidos, pobres en sílice y ricos en aluminio,
lo que a la vez crea una baja disponibilidad de nutrientes,
factor que a la postre se convierte en el mayor limitante
para el uso agrícola.
ACCIÓN DE LOS MICROORGANISMOS
En la actualidad hay un interés creciente por el
estudio de los cambios en la cantidad, calidad, composición
y dinámica de la materia orgánica del terreno
y en el desempeño de los microorganismos como moduladores
de la disponibilidad de carbono, nitrógeno y fósforo,
elementos responsables de la fertilidad.
Los microorganismos del suelo, que cumplen el papel de
descomponedores, no representan la mayor proporción
del conjunto de nutrientes en el ecosistema, pero pueden
ser considerados como su principal agente transformador
y como una fuente importante de alimento para las plantas
durante sus ciclos de renovación. Se ha descubierto
que el aumento de tales microorganismos influye en la
diversidad y complejidad de formas de vida que nacen después
de más de 20 años de un cultivo de papa;
la biomasa microbiana representa una fuente de nitrógeno
que puede explicar la mayor fertilidad a partir de los
12 años de descanso del terreno.
La riqueza de especies durante las últimas etapas
de la sucesión vegetal significa una mayor coexistencia,
debido a un mejoramiento en las condiciones edáficas
y microclimáticas; esto se refleja en el éxito
de un mayor número de formas de crecimiento, en
el que dominan las rosetas, macollas
y arbustos, formas con alta especialización en
la captura, distribución, acumulación y
liberación de recursos, así como en el desarrollo
de mecanismos de protección de los meristemas o
yemas de renovación.
Los cambios que se dan en la estructura de la comunidad
y en el ecosistema, durante el período de descanso,
están orientados a la acumulación de energía,
como necromasa en pie y al rápido reciclaje de
nutrientes, favorecido por la asociación con micorrizas.
A pesar de la existencia de nitrógeno y fósforo,
elementos esenciales para las plantas, estos no están
disponibles fácilmente, debido al carácter
muy ácido de los suelos. El nitrógeno mineral
representa una pequeña proporción del contenido
total de nitrógeno —no superior al 5%—,
pero tiene gran importancia, puesto que es potencialmente
asimilable por las plantas y por los microorganismos.
Cuando el suelo es muy ácido, la solubilidad del
aluminio y el hierro es elevada y estos elementos precipitan
el fósforo en forma de compuestos insolubles, no
aprovechables por las plantas. Estas deficiencias pueden
ser superadas gracias a la relación simbiótica
entre micorrizas y bacterias; los hongos que forman micorrizas
tienen un amplio rango de plantas hospedantes en el páramo
y se presentan hasta 2.000 esporas, en 10 gramos de suelo,
de los géneros Acaulospora y Glomus,
microorganismos que permiten un reciclaje directo de iones
y nutrientes, en especial fosfatos, potasio, cobre y zinc,
los cuales ayudan a evitar que estos elementos se pierdan
del ecosistema.
En las comunidades vegetales del páramo existen
especies que necesitan de descansos largos para iniciar
su establecimiento y mantenimiento; a escala regional,
estos dependerán de la existencia de un mosaico
de parcelas con edades muy avanzadas en la sucesión
y con páramo natural que garantice su dispersión
normal.
CONSERVACIÓN DEL PÁRAMO
Los factores que han tenido mayor influencia en la acelerada
destrucción de los páramos de Colombia, además de las quemas indiscriminadas,
la ganadería extensiva, una erosión hídrica
fuerte y la alteración de los movimientos naturales
del agua —sedimentación y eutrofización
de las lagunas—, son el corte de matorrales y bosques
enanos para leña, la extinción de fauna
y flora nativas, la pérdida de endemismos, los
cambios en la dirección natural de las sucesiones,
la pérdida del potencial de regeneración
natural, la explotación de minas, el poblamiento
acelerado, el establecimiento de plantaciones forestales
con especies exóticas y la apertura de carreteras.
Se ha detectado la invasión biológica de
arbustos espinosos de retamo, originarios del noroccidente
de España, que forman matorrales homogéneos
de difícil control y erradicación.
El ecosistema páramo, además de ser un sistema
natural muy frágil, se encuentra considerablemente
poblado. Es indudable la importancia que ha tenido en
la producción de alimentos y en el desarrollo económico
y cultural del país y aunque la papa sea un cultivo
adecuado para este ambiente, la clave de su sostenibilidad
radica en el conocimiento y respeto de las limitantes
ecológicas de este medio, cuya principal función
es el almacenamiento y protección del sistema hidrológico;
esto sólo puede garantizarse en condiciones naturales
que aseguren una alta retención de agua durante
todo el año.
Para la conservación de la biodiversidad y sostenibilidad
a largo plazo, es necesario que existan áreas extensas
y en lo posible intactas de páramo, con muchas
especies y comunidades que evolucionen en su estado natural.
Es hora de llevar a cabo un proceso que permita entender
la interrelación del hombre con su espacio, del
hombre como responsable de su medio ambiente; el mal uso
de éste incrementará los costos sociales
en el futuro, por lo que se hacen necesarias la formulación
y la aplicación de políticas que reglamenten
el manejo ambiental del ecosistema páramo, para
que se conserve su biodiversidad y se mantengan sus condiciones
hídricas y paisajísticas.