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CAPÍTULO 7

EL HOMBRE Y
EL PAISAJE
PARAMUNO

 

En el pueblo de indios llamado Soacha, los Muiscas tenían una fábula que se refería a una raza de gigantes que en otro tiempo habitó la Sabana de Bogotá. Esta leyenda tuvo su origen en los grandes huesos que fueron hallados muy superficialmente al labrar las sementeras; por esto el lugar fue llamado «Campo de gigantes». El descubrimiento de los primeros restos fósiles de mastodonte, hecho por Humbolt en 1802, fue la confirmación científica del origen de aquella fábula. Actualmente existe un amplio registro de restos de fauna pleistocénica, principalmente en las cercanías de Mosquera, Bosa, Soacha, Madrid y Guasca.

Estudios arqueológicos realizados en el altiplano cundiboyacense han permitido establecer por primera vez en Colombia una secuencia cultural precerámica, de cazadores– recolectores, comprendida entre los 12.000 y 5.000 años antes del presente. Los primeros hallazgos se efectuaron en El Abra–Zipaquirá y Tequendama–Soacha y siguieron los de Chía y el páramo del Neusa; se encontraron puntas de proyectil muy elaboradas, que demuestran que se trataba de cazadores especializados que ascendieron al altiplano y se refugiaron en abrigos rocosos. Posteriormente, en Zipacón se encontraron registros agro-alfareros que se remontan al año 1.320 a. de C. y demuestran la existencia de una cultura cuya subsistencia estaba basada en la agricultura.

EL PÁRAMO, UN ESPACIO SAGRADO

En la etapa prehistórica, el páramo fue considerado por los Muiscas un espacio sagrado, porque en él se concentraban los elementos fundamentales para la vida y el equilibrio del cosmos. El relato de la creación, según la tradición de Bogotá, recogido por Walter Krickeberg, dice que:

«En el distrito de la ciudad de Tunja, a cuatro leguas a la parte del norte y una de un pueblo de indios que llaman Iguaque, se hace una coronación de empinadas sierras, tierra muy fría y tan cubierta de páramos y ordinarias neblinas que casi en todo el año no se descubren sus cumbres, si no es al mediodía por el mes de enero. Entre estas sierras y cumbres se hace una muy honda [laguna] de donde dicen los indios que a poco de como amaneció o apareció la luz y fueron creadas las demás cosas, salió una mujer que llaman Bachué [...] sacó consigo de la mano un niño de entre las mismas aguas, de edad hasta tres años y bajando ambos juntos de la sierra a lo llano, donde ahora está el pueblo de Iguaque hicieron una casa…».

El relato indígena cuenta cómo al llegar el muchacho a la edad adulta se casaron y cuando poblaron la sabana, convertidos «en dos grandes culebras se metieron por las aguas de la laguna».

En los páramos se practicaban ceremonias religiosas relacionadas con las lagunas, que eran de naturaleza sagrada y durante la Colonia, a pesar de la prohibición ejercida por los misioneros cristianos, los indígenas continuaron realizando estos ritos en cuevas y en abrigos rocosos del páramo, donde los sacerdotes indígenas se escondían para ejecutarlos, a salvo de la persecución religiosa.

LA AGRICULTURA EN EL PÁRAMO

A través de las diversas etapas históricas, los pueblos modifican su medio ambiente; este proceso crea una relación naturaleza–sociedad que determina en cierta forma su desarrollo posterior. Los grupos indígenas tuvieron una relación armónica con la naturaleza; los Muiscas la respetaron y se sirvieron de ella sin destruirla ni alterar su equilibrio ecológico; en sus prácticas agrícolas integraron los páramos al aprovechamiento que les brindaban los recursos de los diversos pisos térmicos, de acuerdo con los ciclos temporales, lo cual permitió obtener mayor variedad de productos y lograr que los terrenos tuvieran amplios períodos de descanso.

Los españoles, que desconocían estos ecosistemas, equivocadamente introdujeron prácticas agrícolas con las que acostumbraron a indígenas y campesinos a hacer un uso intensivo de la tierra, lo cual produjo, a través de los años, cambios ambientales y transformación del paisaje del páramo.

Actualmente, este ecosistema paramuno está experimentando un acelerado proceso de disturbio y fragmentación debido a su uso, ya sea de tipo agrícola, ganadero o minero. La disminución de los períodos de descanso de la tierra después del cultivo, el aumento de la frecuencia de las quemas y el sobrepastoreo, son algunos de los factores que conducen a una degradación de sus condiciones originales y a la introducción de formaciones vegetales secundarias, como pastos exóticos para ganadería.

Con estos esquemas de explotación se afecta el funcionamiento original del páramo y se llega a la destrucción acelerada de hábitats y a la pérdida de la diversidad biológica, factores que inciden directamente en la eliminación de una de las principales funciones de este ambiente: la producción y regulación del recurso hídrico, fundamental para el desarrollo de la humanidad.

USO TRADICIONAL DE LA TIERRA

El manejo que le dan el campesino y el indígena a la tierra, es similar en todos los altos Andes tropicales, desde Venezuela hasta Bolivia e incluye descansos muy largos de las parcelas —10 a 30 años—, que alternan con períodos cortos de cultivo —1 a 4 años—. La duración de dichos descansos está sujeta a la presión demográfica resultante de la distancia que hay entre viviendas y parcelas cultivadas y depende de las limitaciones impuestas por el suelo y el clima: la altitud que condiciona la temperatura mínima, la variación topográfica del terreno que determina los riesgos de heladas y la pendiente y su orientación, que influyen sobre la resistencia de los suelos a la sequía.

El sistema de cultivo inicial, basado en la recuperación de la fertilidad, creó un mosaico de etapas sucesionales que probablemente favorecía la regeneración del páramo, aumentaba la diversidad de especies y ejercía el control de las plagas. Sin embargo, a medida que la presión de uso se intensifica hay una tendencia, como ocurre actualmente, a la introducción masiva de fertilizantes y otros insumos y a la reducción de los períodos de descanso, con lo cual no es posible la sucesión necesaria para la regeneración del páramo.

EL CULTIVO DE LA PAPA

La papa es el producto agrícola de clima frío que mayor importancia tiene en Colombia por la superficie cultivada, por el valor de su producción, por el número de familias dedicadas a esta labor y porque constituye uno de los principales alimentos de la población, con un consumo per cápita de unos 65 kg por año. Su producción total, que se estima en cerca de tres millones de toneladas, se cultiva prácticamente en toda la región andina, en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Nariño, Antioquia, Caldas, Cauca, Tolima y los Santanderes, donde las condiciones climáticas de los páramos los hacen ideales para la producción y el almacenamiento de semilla libre de plagas. Aproximadamente el 90% de la cosecha es producida por pequeños agricultores con predios de tamaño inferior a tres hectáreas. Unas 95.000 familias —500.000 personas— dependen directamente de este cultivo que genera al año cerca de 20 millones de jornales directos. Es el producto agrícola que mayor volumen de transporte terrestre ocupa en el país.

La producción de papa está influenciada por las condiciones ambientales, en especial por la distribución de las lluvias; la siembra Principal o de Año grande, que genera cerca del 50% del producto, se realiza en el primer semestre, entre enero y febrero y se cosecha entre agosto y octubre; la siembra de San Pedro o de Mitaca, que se realiza entre mayo y junio y se cosecha entre noviembre y enero, provee cerca del 30% del producto; el restante 20% se distribuye a lo largo del año en zonas donde no se presentan heladas y las condiciones agroecológicas son favorables.

Las prácticas agrícolas se inician con la preparación del terreno, que en algunas regiones de Colombia incluye la tumba y quema de la vegetación natural. Mediante un primer arado se rompe la estructura de la capa superficial del suelo, la cual se destruye y se mezcla con la vegetación natural; luego el terreno permanece en descanso durante 4 a 5 meses, período en el que se activa la descomposición, tanto por el aporte de residuos vegetales accesibles a los microorganismos, como por el efecto del arado que rompe los agregados del suelo y favorece su aireación al aumentar la degradación biológica.

Para conseguir que la tierra no pierda fertilidad, después del cultivo se deja en barbecho de una manera rotativa y algunas veces se destina al pastoreo durante unos meses. La práctica de descansos largos entre cultivos es importante desde un punto de vista ecológico, puesto que admite la existencia de un mosaico de parcelas con diferente edad sucesional, en las que se alternan zonas en cultivo, parcelas con pastoreo y áreas con páramo natural. Esta característica de mosaico permite mantener una gran diversidad funcional, de especies y de paisaje. Dicho proceso no debe ser remplazado por la incorporación de abonos en las prácticas agrícolas, incluso si se utiliza abundante fertilización mineral, puesto que los rendimientos disminuyen en forma considerable, al alterar el proceso natural de enriquecimiento de la tierra.

El cultivo de la papa utiliza una gran cantidad de insumos como pesticidas, herbicidas, exfoliantes y fertilizantes que generan contaminación de suelos y aguas; además de fertilizantes compuestos de químicos y orgánicos —30 a 40% del total nacional—; dicho cultivo es el que demanda una mayor cantidad de insecticidas y fungicidas y el segundo, después del café, en uso de fertilizantes orgánicos como gallinaza y úrea; también se utilizan abonos químicos y cal para contrarrestar la acidez del suelo. La asistencia técnica es muy pobre y no se realizan análisis de suelos, lo que trae como resultado una sobredosificación de nutrientes, desbalance catiónico, pérdidas por lavado y modificación de la composición microbiana. El aumento en el uso de estos químicos se debe a la especialización del cultivo en unas pocas variedades, lo cual contribuye a que disminuya su resistencia a las plagas y especialmente a nuevas especies de hongos.

En años recientes, debido a la incursión de empresas procesadoras de alimentos que comercializan papa precocida y pasabocas, se presenta un sistema de producción por contrato, en el que se observa un sensible aumento en rendimientos por efecto del uso de semillas mejoradas, aplicación de riego y manejo integral del cultivo. Se destacan adelantos en la producción de semillas certificadas, mediante la técnica de cultivo in vitro de meristemas para producir semilla libre de virus.

OTROS CULTIVOS DE PÁRAMO

Debido a la poca demanda, cada vez se cultiva una menor variedad de productos en la región paramuna colombiana; en el área del Parque Natural Sierra Nevada del Cocuy se han encontrado, excepcionalmente, cebolla junca y ajo y en algunas regiones de Nariño y del altiplano cundiboyasence aún se producen otros tubérculos que en épocas precolombinas fueron muy comunes como las ibias, el ulluco y los cubios.

LA GANADERÍA

Se considera que no es posible una actividad ganadera económicamente rentable en el páramo, puesto que la productividad del ecosistema es muy baja debido a que las especies de pastos naturales tienen poco valor nutritivo y se necesitarían grandes extensiones para que pudiera existir una ganadería intensiva.

El pastoreo de ganado vacuno, equino, lanar y caprino, es amplio en los páramos ubicados por encima del límite de los cultivos —3.500 a 4.000 msnm— y en los terrenos cercanos a las viviendas. En general, estos animales se alimentan de los pastos naturales que se encuentran en los pajonales-frailejonales del páramo y en un pequeño porcentaje de especies mejoradas como Poa, Gordura, Ray–Grass, Carretón y Puntero; se desplazan libremente y aprovechan los valles glaciares, los sitios bien drenados, las turberas e incluso los lugares más inaccesibles de los superpáramos ubicados por encima de 4.200 msnm.

Las prácticas utilizadas tradicionalmente para mejorar la actividad pecuaria se inician con la tala y quema de la vegetación, para aprovechar los rebrotes tiernos, con lo cual la matriz del paisaje se modifica y queda predominando un estrato rasante compuesto por gramíneas. Los fuegos reiterados generan múltiples impactos en los páramos y una de las especies que más sufre es el frailejón, puesto que al quemar la necromasa adherida a su tronco se impide la transferencia de los nutrientes de las hojas marchitas y en descomposición hacia los tejidos en crecimiento y se les quita la cobertura que les posibilita soportar las heladas y las fuertes oscilaciones de temperatura entre el día y la noche. Como el páramo es un ecosistema que inmobiliza nutrientes por la acumulación de una gran cantidad de hojas muertas adheridas a las plantas, al quemarse éstas se alteran los ciclos de nutrientes que mantienen el equilibrio del ecosistema.

El pisoteo permanente del ganado sobre el suelo genera erosión laminar y fragmenta y desintegra las macollas de gramíneas. Las afiladas pezuñas de las reses producen huecos en la superficie, forman grandes charcos que perturban totalmente la microtopografía del suelo y producen líneas de terraceo, lo cual afecta las características hidráulicas del terreno. La producción ganadera ha homogeneizado las coberturas vegetales del páramo natural debido a que la siembra de pastos compacta el suelo, de tal forma que se impide la sucesión natural de la vegetación y se afectan los procesos de descomposición de la materia orgánica y la respiración del suelo.

Las quemas en los páramos sólo tienen ventajas a corto plazo: buena calidad del forraje y alta productividad inicial; pero los efectos a largo plazo son en su mayoría negativos pues deterioran la buena cobertura del suelo generada por una vegetación con alto contenido de necromasa, fundamental para la retención de agua y de nutrientes. Después del disturbio, las áreas afectadas son colonizadas por especies exóticas que llegan a superar en diversidad a las endémicas del páramo.

El empleo del fuego en grandes extensiones tiende a homegeneizar el paisaje; durante un período de 1,5 a 5 años después de una quema, el porcentaje de suelo desnudo se incrementa en más del 10%, lo que sumado a la influencia del pastoreo favorece la erosión. Son necesarios unos 10 años después de la quema para la regeneración del frailejonal–pajonal y de 5 a 8 años para la recuperación de la cobertura y la biomasa de las macollas.

Los páramos pierden su fisonomía típica y se convierten en pastizales ralos en diferentes etapas de regeneración. El disturbio por quema, seguido por pastoreo, afecta negativamente la densidad, riqueza y diversidad de especies típicas del páramo y de los bancos de semillas, lo que conduce a la pérdida de capacidad de almacenamiento de agua.

Otro de los impactos del pisoteo y del consumo, por parte del ganado, es la fragmentación de las macollas que llegan a presentar diámetros más pequeños y baja densidad de individuos por el incremento de la mortalidad, lo que puede conducir a la desaparición de estas especies nativas.

Las actividades livianas de pastoreo tienden a incrementar la diversidad; sin embargo, bajo pastoreo moderado a intenso, la riqueza de especies es menor; esto también ocurre con los incendios, cuyas mayores frecuencias están relacionadas con un alto número de especies introducidas —hasta un 30%—. Este aspecto es muy importante para el manejo del páramo, ya que no sólo es necesario mantener una alta diversidad, sino una mejor calidad de las especies.

La presencia de frailejones y de pastos en forma de macollas conforma un tipo de vegetación que tiene una biomasa total de hasta 3 kg m2, una alta proporción de necromasa —70–80%— y una máxima tasa de biomasa aérea —75% de la total—. Cuando se incrementan el pastoreo y las quemas, gran parte de la necromasa desaparece y las yemas de crecimiento quedan más expuestas y pierden la protección a las temperaturas bajo cero y a las altas radiaciones propias del páramo. La necromasa en pie también le brinda refugio y alimento a una gran cantidad de artrópodos que son la base de la cadena alimenticia de otros animales; la fauna del páramo esta íntimamente ligada a la desaparición de la vegetación nativa y las quemas repetidas causan desaparición de aves, anfibios y mamíferos.

ACTIVIDAD MINERA EN EL PÁRAMO

En los páramos colombianos se explotan minas de carbón, gravas, calizas y oro. Esta es una de las actividades que produce mayor cantidad de disturbios, puesto que para llevarla a cabo es necesaria la remoción total de la vegetación y de los materiales superficiales y subsuperficiales del suelo, lo cual puede conducir a la destrucción total del ecosistema.

Su impacto tiene que ver con la sedimentación, hundimientos y desestabilización de vertientes; alteración del drenaje natural y artificial de los cuerpos de agua; alteraciones de los ciclos de inundación y pérdida de la calidad del agua por contaminación con grasas y sólidos suspendidos y con metales pesados como mercurio y plomo.

Los procesos de restauración se hacen mucho más difíciles y costosos porque, además de rehabilitar el paisaje, se deben recuperar la capa orgánica y la cobertura vegetal del suelo. El desarrollo de las sucesiones vegetales después de la explotación depende de las condiciones ambientales y de las características de los residuos estériles, los cuales generalmente se convierten en materiales que no son aptos para el desarrollo de la vida vegetal.

Este proceso se hace mucho más lento porque en los estados iniciales de regeneración, la temperatura sobre la superficie de los desechos es muy contrastante y se presentan excesivos niveles de radiación; además, el contenido de materia orgánica y de nutrientes disminuye y el estrés, causado por los altos y bajos niveles de humedad, que varían de acuerdo con la mayor o menor precipitación, pueden lavar y desecar la superficie del desecho, disminuyendo así la probabilidad de una germinación exitosa de las especies que son depositadas por dispersión.

FRAGILIDAD DEL SUELO PARAMUNO

Dicen los Mamos: «Cualquier desequilibrio que ocurra en la casa sagrada de la Sierra Nevada de Santa Marta, que en este momento está reflejado en la sequía, es el reflejo de las crisis de agua de nuestro planeta. [...] La tala de bosques, las grandes quemas [...] significan destrucción y sequía de la madre tierra».

El páramo es un ecosistema acumulador de agua y regulador de flujos hídricos; toda la estructura del suelo y la vegetación han desarrollado mecanismos que almacenan y regulan la salida del agua. El uso inadecuado de los suelos del páramo ha generado procesos erosivos de diversa naturaleza e intensidad y es la causa de derrumbes, deslizamientos, reptación y solifluxión del suelo.

Con las actividades agropecuarias se propician cambios en la geomorfología del terreno. La elaboración de surcos para el cultivo predispone el suelo a pequeños desplazamientos, con la consiguiente formación de terracetas que se degradan aún más si hay un pisoteo posterior del ganado, el cual forma cárcavas por escurrimiento superficial. Debido al aumento en la sedimentación, los sistemas lagunares se colmatan, pierden su capacidad amortiguadora y la torrencialidad en las partes bajas de la montaña aumenta. Para obtener terrenos aptos para cultivos o pastos, los campesinos drenan las lagunas sedimentadas y las turberas —muy importantes en la hidrología local por formar sobre el suelo una capa húmeda, gruesa y cerrada—.

En el suelo paramuno las bajas temperaturas reducen la actividad de los microorganismos y los procesos de transformación y descomposición de la materia orgánica se tornan lentos, lo cual produce una mayor acumulación de materia muerta en las plantas y en la superficie.

La fragilidad de los suelos del páramo también se origina en sus características físicas: los altos contenidos de materia orgánica, humus y arcillas los hacen muy porosos, poco densos y con una elevada capacidad de retención de agua; esto constituye importantes limitantes para el uso de los páramos en determinadas actividades ganaderas, especialmente en áreas pendientes, puesto que el suelo es sometido a presiones fuertes y constantes que terminan por compactarlo, lo cual deteriora su capacidad para acumular grandes cantidades de agua. El alto volumen de agua circundante en el medio edáfico remueve las bases solubles y origina suelos ácidos, pobres en sílice y ricos en aluminio, lo que a la vez crea una baja disponibilidad de nutrientes, factor que a la postre se convierte en el mayor limitante para el uso agrícola.

ACCIÓN DE LOS MICROORGANISMOS

En la actualidad hay un interés creciente por el estudio de los cambios en la cantidad, calidad, composición y dinámica de la materia orgánica del terreno y en el desempeño de los microorganismos como moduladores de la disponibilidad de carbono, nitrógeno y fósforo, elementos responsables de la fertilidad.

Los microorganismos del suelo, que cumplen el papel de descomponedores, no representan la mayor proporción del conjunto de nutrientes en el ecosistema, pero pueden ser considerados como su principal agente transformador y como una fuente importante de alimento para las plantas durante sus ciclos de renovación. Se ha descubierto que el aumento de tales microorganismos influye en la diversidad y complejidad de formas de vida que nacen después de más de 20 años de un cultivo de papa; la biomasa microbiana representa una fuente de nitrógeno que puede explicar la mayor fertilidad a partir de los 12 años de descanso del terreno.

La riqueza de especies durante las últimas etapas de la sucesión vegetal significa una mayor coexistencia, debido a un mejoramiento en las condiciones edáficas y microclimáticas; esto se refleja en el éxito de un mayor número de formas de crecimiento, en el que dominan las rosetas, macollas y arbustos, formas con alta especialización en la captura, distribución, acumulación y liberación de recursos, así como en el desarrollo de mecanismos de protección de los meristemas o yemas de renovación.

Los cambios que se dan en la estructura de la comunidad y en el ecosistema, durante el período de descanso, están orientados a la acumulación de energía, como necromasa en pie y al rápido reciclaje de nutrientes, favorecido por la asociación con micorrizas.

A pesar de la existencia de nitrógeno y fósforo, elementos esenciales para las plantas, estos no están disponibles fácilmente, debido al carácter muy ácido de los suelos. El nitrógeno mineral representa una pequeña proporción del contenido total de nitrógeno —no superior al 5%—, pero tiene gran importancia, puesto que es potencialmente asimilable por las plantas y por los microorganismos. Cuando el suelo es muy ácido, la solubilidad del aluminio y el hierro es elevada y estos elementos precipitan el fósforo en forma de compuestos insolubles, no aprovechables por las plantas. Estas deficiencias pueden ser superadas gracias a la relación simbiótica entre micorrizas y bacterias; los hongos que forman micorrizas tienen un amplio rango de plantas hospedantes en el páramo y se presentan hasta 2.000 esporas, en 10 gramos de suelo, de los géneros Acaulospora y Glomus, microorganismos que permiten un reciclaje directo de iones y nutrientes, en especial fosfatos, potasio, cobre y zinc, los cuales ayudan a evitar que estos elementos se pierdan del ecosistema.

En las comunidades vegetales del páramo existen especies que necesitan de descansos largos para iniciar su establecimiento y mantenimiento; a escala regional, estos dependerán de la existencia de un mosaico de parcelas con edades muy avanzadas en la sucesión y con páramo natural que garantice su dispersión normal.

CONSERVACIÓN DEL PÁRAMO

Los factores que han tenido mayor influencia en la acelerada destrucción de los páramos de Colombia, además de las quemas indiscriminadas, la ganadería extensiva, una erosión hídrica fuerte y la alteración de los movimientos naturales del agua —sedimentación y eutrofización de las lagunas—, son el corte de matorrales y bosques enanos para leña, la extinción de fauna y flora nativas, la pérdida de endemismos, los cambios en la dirección natural de las sucesiones, la pérdida del potencial de regeneración natural, la explotación de minas, el poblamiento acelerado, el establecimiento de plantaciones forestales con especies exóticas y la apertura de carreteras. Se ha detectado la invasión biológica de arbustos espinosos de retamo, originarios del noroccidente de España, que forman matorrales homogéneos de difícil control y erradicación.

El ecosistema páramo, además de ser un sistema natural muy frágil, se encuentra considerablemente poblado. Es indudable la importancia que ha tenido en la producción de alimentos y en el desarrollo económico y cultural del país y aunque la papa sea un cultivo adecuado para este ambiente, la clave de su sostenibilidad radica en el conocimiento y respeto de las limitantes ecológicas de este medio, cuya principal función es el almacenamiento y protección del sistema hidrológico; esto sólo puede garantizarse en condiciones naturales que aseguren una alta retención de agua durante todo el año.

Para la conservación de la biodiversidad y sostenibilidad a largo plazo, es necesario que existan áreas extensas y en lo posible intactas de páramo, con muchas especies y comunidades que evolucionen en su estado natural. Es hora de llevar a cabo un proceso que permita entender la interrelación del hombre con su espacio, del hombre como responsable de su medio ambiente; el mal uso de éste incrementará los costos sociales en el futuro, por lo que se hacen necesarias la formulación y la aplicación de políticas que reglamenten el manejo ambiental del ecosistema páramo, para que se conserve su biodiversidad y se mantengan sus condiciones hídricas y paisajísticas.

 
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