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CAPÍTULO 5
ESTRATEGIAS ADAPTATIVAS
DE LA VEGETACIÓN
Para
comprender las estrategias adaptativas de las plantas,
hay que determinar cuáles son las limitaciones
ambientales —fuerzas selectivas— que deben
salvar para sobrevivir. Las adaptaciones de las plantas
de páramo se pueden interpretar como la respuesta
que éstas han dado a los diferentes factores de
presión y de selección que operan en las
altas montañas tropicales; formas de vida semejantes,
pero evolutivamente no relacionadas entre sí, como
es el caso de las rosetas del género Espeletia
de los Andes y las rosetas del género Dendrosenecio
de África, han resuelto exitosamente y de la misma
manera los problemas ambientales equivalentes que se presentan
en sus respectivos hábitats, sin importar el continente
o país donde se encuentren. Este fenómeno
se ha denominado convergencia evolutiva.
FORMAS DE VIDA SIMILARES EN CONTINENTES DISTANTES
Los fenómenos de convergencia evolutiva que se
presentan en los ecosistemas de alta montaña tropical,
han producido una convergencia morfológica y fisiológica
en la resolución de problemas ambientales comunes
y se manifiestan en diferentes formas de vida, como son
plantas en roseta, arbustos de hojas micrófilas
o reducidas, plantas en macolla,
plantas en cojín, bambúes o chusque, geófitos,
terófitos
y musgos.
FUERZAS SELECTIVAS Y RESPUESTAS EVOLUTIVAS
Durante el desarrollo del medio ambiente páramo,
los organismos estuvieron expuestos a poderosas fuerzas
de selección natural, como el levantamiento de
altas montañas en las regiones tropicales, que
formaron un nuevo ambiente frío con fuertes fluctuaciones
climáticas —glaciaciones—, que fueron
constantes hasta hace 10.000 años.
En el páramo actual continúan operando fuerzas
selectivas, como una alta radiación ultravioleta,
capaz de alterar la estructura genética de los
organismos, la intensa fluctuación diaria de la
temperatura y una marcada estacionalidad por precipitación;
un ambiente extremo para la actividad fotosintética,
pulsos de alta radiación e insolación, seguidos
de momentos muy nublados con poca radiación y congelamiento
y descongelamiento diario del suelo; la baja viscosidad
del agua y vientos desecantes que generan mayor transpiración
y pérdida de agua; la acción del fuego;
los suelos poco desarrollados, ácidos, oligotróficos
y deficientes para la nutrición de las plantas
e hipoxia o poca concentración de oxígeno
disponible, relacionado con la baja presión atmosférica.
Como resultado de la influencia de estas fuerzas selectivas,
entre otros factores, las plantas desarrollaron las siguientes
estrategias evolutivas:
• Formas de vida muy especializadas, como rosetas,
macollas
y cojines
• Reducción del tamaño de las estructuras
asimilatorias —hojas reducidas—
• Esclerofilia —hojas endurecidas y gruesas,
en posición evasora de la insolación para
evitar el sobrecalentamiento—
• Tolerancia al congelamiento mediante el aumento
de la concentración de carbohidratos en sus tejidos
• Pigmentos antociánicos —coloración
rojiza de las hojas jóvenes—
• Órganos subterráneos de reserva
—bulbos, tubérculos o rizomas— y raíces
carnosas
• Alta capacidad de reproducción asexual
o vegetativa que representa mayor éxito en el establecimiento
de las plantas y permite la formación de colonias
extensas
• Acumulación de hojarasca en pie, alrededor
del tallo, cuya lenta descomposición permite obtener
un aislante térmico y acumular nutrientes, como
en los frailejones
• Secreción de resinas o gomas gelatinosas
para protección térmica de las yemas de
rebrote o los puntos vegetativos
• Interior del tallo con médula o tejidos
con capacidad para almacenar agua
• Alta capacidad de regeneración vegetativa,
principalmente en arbustos
• División temporal de fechas de floración
entre las especies, para maximizar la relación
con los polinizadores
Para compensar situaciones de estrés hídrico
en las condiciones extremas del páramo desértico,
por encima de los 4.200 msnm, las principales tendencias
en las adaptaciones se orientan hacia el mantenimiento
de una temperatura favorable y la disponibilidad de agua
en el tallo. Luego de superar la fase crítica de
plántula, los individuos desarrollan la habilidad
de permanecer en los sitios colonizados; en el suelo inestable
y móvil de las areneras del superpáramo,
encuentran un micrositio «seguro».
PROBLEMAS
AMBIENTALES Y CONSECUENCIAS ECOLÓGICAS EN
EL SUPERPÁRAMO
PROBLEMA
AMBIENTAL
CONSECUENCIA
ECOLÓGICA
Movilidad
del suelo por fenomenos de solifluxión -
congelamiento y descongelamiento, formación
de agujas de hielo y pérdida de suelo transportado
por el viento-
Estrés
mecánico debido a la dificultad de las plantas
para fijarse al suelo
Baja
disponibilidad de nutrientes, suelos ácidos,
poco desarrollados y sujetos a bajas temperaturas
Estrés
por nutrientes debido a suelos de baja fertilidad
Heladas
frecuentes, mayor número de días con
heladas a mayor altitud
Estrés
por frío
Congelamiento
del agua en el suelo y en la superficie durante
la noche y la madrugada
Estrés
hídrico por falta de agua
Días
brilantes o momentos con mucho sol, seguidos por
días nublados y periodos con baja insolación
Estrés
energético por fluctuación de la radiación
XEROMORFIA EN AMBIENTES HÚMEDOS
Es sorprendente la presencia de plantas con hojas de características
xeromorfas
—propias de ambientes secos—, en los páramos,
donde hay un alto grado de saturación de agua en
el suelo y en la atmósfera; son especies con hojas
reducidas, a veces filamentosas y rígidas y otras
con hojas escamosas, coriáceas, gruesas o cubiertas
de una densa capa de pelos. Estas características
se han relacionado con su necesidad de adaptarse a situaciones
como la elevada velocidad del viento, la escasez de fósforo
en el suelo, la fuerte radiación y el congelamiento
del agua en el suelo.
Las especies de páramo pueden presentar una o varias
de las siguientes características xeromorfas:
cutícula y paredes de la epidermis gruesas; revestimientos
de ceras o resinas; vainas de haces conductores con membranas
endurecidas; cobertura densa de pelos; papilas, ondulaciones
y lámina convoluta en las hojas y estomas protegidas
en criptas. Otra característica de interés
es la presencia en las hojas, de células que almacenan
agua con el fin de suplir las pérdidas causadas
por la transpiración; las fluctuaciones en la intensidad
de ésta son una respuesta a las pulsaciones de
la radiación, la temperatura, la humedad relativa
del aire y la saturación de agua del suelo. En
cada especie se presentan variaciones que dependen de
factores endógenos, estructurales y fisiológicos.
LAS ROSETAS
Las rosetas con su forma parabólica captan una
mayor cantidad de energía solar, lo cual favorece
la capacidad de hacer fotosíntesis y de mantener
temperaturas más propicias, principalmente hacia
el centro, donde están las hojas más tiernas.
Con esta forma pueden conducir o canalizar el agua lluvia
y sus nutrientes hacia las hojas a través del tallo.
Algunas rosetas producen en las axilas de las hojas, mucílagos
o masas gelatinosas que les permiten acumular agua para
proteger los nuevos brotes de hojas y flores; con este
mecanismo, plantas como el velón, probablemente
están filtrando la radiación solar y atenuando
los cambios bruscos de temperatura.
Las plantas en roseta son las formas de vida más
diversas y especializadas en los ambientes de páramo
de los diferentes lugares de las zonas tropicales. Su
tamaño varía, desde rosetas miniatura como
el lítamo, la genciana y la lucilia, hasta rosetas
gigantes como el frailejón y el cardón;
de estos últimos, el más destacado mundialmente
es el conocido como titanca del Perú, Puya
raimondii, que puede alcanzar hasta 10 m de altura
con su inflorescencia y unos 4 m de diámetro.
Un ejemplo evidente de convergencia evolutiva es el que
existe entre los frailejones de los Andes, que tienen
su equivalente en rosetas del género Senecio
—Dendrosenecio— y Lobelia,
plantas muy comunes en las altas montañas de la
región ecuatorial de África. Muchas especies
que habitan lugares distantes de continentes e islas de
la franja tropical, desarrollan estrategias similares
de adaptación.
FORMAS
CONVERGENTES DE ROSETAS DE LAS ALTAS MONTAÑAS
TROPICALES Y SUBTROPICALES
José Cuatrecasas, un reconocido botánico
catalán, dedicó buena parte de su vida al
estudio y clasificación taxonómica de las
aproximadamente 130 especies de frailejones que existen
y que conforman el grupo especial de las Asteráceas,
denominado Espeletiinae. Están geográfica
y ecológicamente especializadas en las peculiares
condiciones de vida del norte de los Andes y su área
de distribución abarca desde el norte de Ecuador
hasta las cadenas de montañas litorales de Ávila
en Venezuela.
La mayor concentración de especies está
en el macizo orográfico de la Sierra Nevada de
Mérida, donde se encuentran 6 géneros y
63 especies endémicas. En conjunto, el páramo
de Tamá y la serranía de Perijá presentan
cerca de 71 especies y 7 géneros, lo que sugiere
que esta región fue el lugar de origen y diversificación
de los frailejones; desde allí se distribuyeron,
por la cordillera Oriental, hacia las demás cordilleras
y el sur del país.
Principales géneros de frailejón y su área
de distribución:
• Carramboa y Coespeletia son
endémicos de Venezuela
• Ruilopezia, 21 especies en Venezuela
y una en Colombia, en la serranía de Perijá
• Espeletiopsis, presenta amplia distribución
en Colombia
• Espeletia, amplia distribución
en el norte de la cordillera de los Andes
• Libanothamnus, concentrado en Venezuela,
migró hacia la Sierra Nevada de Santa Marta
• Tamania, restringido a Tamá y
al cerro El Cobre en Colombia
TENDENCIAS EVOLUTIVAS DE LOS FRAILEJONES
Presentan diferentes formas de crecimiento, que van desde
verdaderos árboles ramificados, de tallos leñosos,
que alcanzan los 20 m de altura, hasta pequeñas
rosetas sésiles, sin un tallo evidente y cuya altura
no sobrepasa los 20 cm.
Su evolución es un claro ejemplo de adaptación
a la alta montaña tropical; mientras en los frailejones
más primitivos y de tipo arborescente, la base
de las hojas o peciolo tiene forma tubular, en los más
evolucionados se da la tendencia a desarrollar un peciolo
más aplanado y reducido, que favorece la existencia
de una cobertura muy entretejida, para proteger el cuerpo
del tallo. La mayoría de los frailejones o caulirrosetas
tienen un tallo único.
En las inflorescencias o tallos portadores de flores,
además de la propensión a reducir su tamaño,
se presentan dos grandes estrategias reproductivas: frailejones
con floración continua o policárpicos que
florecen en ciclos anuales o polianuales y frailejones
de una sola floración o monocárpicos; estos
individuos, después de muchos años de crecimiento
vegetativo, cambian repentinamente a una fase sexual en
la que después de florecer mueren.
EL FRAILEJÓN, UN MICROECOSISTEMA
Por sus características físicas, el frailejón
se constituye en un ecosistema en miniatura. Debido a
la alta proporción de material muerto unido a la
planta, se crea un hábitat en el cual se integran
el subsistema productivo, compuesto por los órganos
vivos y sus visitantes esporádicos y el degradativo,
integrado por las partes descompuestas de la planta y
sus descomponedores acompañantes.
Estudios detallados de la ecofisiología del frailejón,
demuestran que el 73,5% de la materia total de la planta
se presenta como necromasa, mientras que el 26,5% es biomasa
viva —raíces, tallos, hojas, inflorescencias,
semillas—. Utiliza muy poca energía en las
raíces, lo cual indica que explota poco volumen
de suelo, pero invierte gran cantidad de energía
en la reproducción; el 33% de la parte viva está
destinado a las estructuras reproductivas, como las inflorescencias,
cuyo ciclo de vida es muy largo —en algunas especies
puede alcanzar un año—.
PLANTAS EN MACOLLA
Las macollas
son la forma de vida que predomina en la cobertura vegetal
del páramo; forman extensos pajonales, que junto
con las plantas en forma de roseta, caracterizan la fisonomía
del paisaje paramuno.
Son plantas herbáceas de gramíneas, con
hojas acintadas o filiformes —generalmente xeromorfas—
cuya lámina casi siempre es convoluta o plegada
hacia adentro y sus raíces son muy fibrosas; los
manojos o fascículos de sus hojas crecen densamente
compactos a partir de las yemas de renuevo semisubterráneas,
lo que las protege de incendios y de las bajas temperaturas.
Gracias a sus hojas filiformes, se convierten en una verdadera
trampa de niebla que tiene una alta capacidad para captar
la humedad de las finas gotas de rocío, las cuales
son conducidas hacia el centro de la planta. El reducido
diámetro y la disposición de sus hojas en
forma casi vertical, les ayudan a evadir la intensidad
de los rayos solares y probablemente a evitar el sobrecalentamiento.
Gracias a su consistencia fuerte y a su forma alargada,
son resistentes a la acción de los vientos y las
nevadas.
Algunas de estas gramíneas tienen sus células
fisiológicamente mejor acondicionadas para captar
dióxido de carbono, más eficientemente que
las demás plantas.
El alto grado de humedad favorece la actividad de organismos
descomponedores de la materia orgánica acumulada
en su corona, que lentamente libera los nutrientes acumulados;
estos son aprovechados por una red de raíces que
crecen hacia arriba en busca de agua y nutrientes. Los
rebrotes de la macolla
están en los primeros centímetros bajo el
suelo, protegidos por los restos de las vainas de hojas
viejas y la materia orgánica, lo que les sirve
como aislante térmico.
Sus hojas, estrechamente plegadas, presentan pelos microscópicos,
puntiagudos en su cara interna, que contribuyen al «cierre
hermético» del pliegue, probablemente para
reducir la exposición al sol y para encriptar los
estomas y disminuir la pérdida de agua. Debido
a que en sus hojas se encuentran células que almacenan
agua, las macollas
generalmente forman pajonales extensos en las vertientes
más secas.
Se ha observado que en macollas
bien desarrolladas, los incendios inducen a un proceso
de multiplicación vegetativa por fragmentación
de la vieja planta. La hoja de una macolla
bien adaptada al páramo —como la paja ratona—,
cuando es tierna en su fase de rebrote después
de los incendios, es apetecida por el ganado, pero cuando
es adulta presenta una cubierta externa rígida
con cuerpos de sílice, que la hacen difícil
de ingerir; además es poco nutritiva, lo cual conduce
a quemar en otro lugar o en la siguiente temporada seca.
PLANTAS EN COJÍN
Las formas en cojín son el resultado de un crecimiento
vegetativo que se ramifica reiterativamente en forma dicotómica;
tienden a ser compactas y voluminosas y conforman masas
densas y muy extensas que acumulan gran cantidad de materia
orgánica y humedad en el interior del cojín;
es posible que tengan una mayor capacidad para captar
la energía solar y acumular calor. Su forma esférica
es ideal para retener los nutrientes que se acumulan en
su interior y que son producto de su propia descomposición,
lo cual genera temperaturas superiores a las del medio
exterior y les proporciona una estructura muy resistente
a la acción del viento.
Estas formas de vida pueden ser de pocos centímetros,
formar cojines suaves y laxos o grandes masas compactas
capaces de soportar el peso de varias personas; son frecuentes
en la parte superior del páramo, en las turberas
o sobre suelos húmedos. Por encima de los 3.500
msnm son comunes los cojines de Plantago rigida
y en la zona inferior del superpáramo, de Distichia
muscoides, especies muy emparentadas con las de la
región australoantártica. Se estima que
más del 50% de todas las especies formadoras de
cojines crecen en los Andes, mientras que el 14% se desarrolla
en las regiones subantárticas y en la región
alpina de Nueva Zelanda; solamente del 2 al 3% crece en
América del Norte y en el Ártico. La mayoría
de plantas formadoras de cojines de los páramos
neotropicales están confinadas a los altos Andes
secos del Perú y Bolivia. Las especies más
abundantes en los páramos colombianos son: Plantago
rigida, Azorella multifida y Aciachne fulvinata,
entre otras.
ARBUSTOS Y ÁRBOLES ENANOS
Debido a su capacidad de ramificarse, estos arbustos y
árboles pueden aumentar el número de hojas
por superficie, para crear copas densas y muy apretadas,
lo cual favorece su resistencia a los vientos fuertes
y a la vez aumenta la captación de energía
solar. Algunas especies como el cacho de venado, del género
Loricaria, orientan su follaje en sentido oriente
occidente para aprovechar la mayor cantidad de horas de
energía solar. Por encima de los 4.000 msnm, especies
de los géneros Pernettya y Disterigma,
aprovechan las grietas de las rocas que acumulan calor
y crecen sobre ellas, abrazándolas.
Las ericáceas, como también se las conoce,
son conjuntos de plantas con tallos leñosos o semileñosos,
frecuentemente ramificados a partir de la base; conforman
un grupo de arbustos muy comunes en el páramo bajo,
que desarrollan adaptaciones especiales al ambiente de
la alta montaña.
Las uvas caimaronas, arbustos de 1 a 3 m de altura en
áreas abiertas, tienen la capacidad de crecer sobre
sustrato rocoso, debido a que la base del tallo, desde
su fase de plántula se engruesa como órgano
de reserva, lo cual les permite ser muy resistentes a
la sequía. Las hojas xeromorfas,
duras y resistentes, presentan cuando jóvenes un
color rojizo, debido a los pigmentos de antociáninas
en las células de la epidermis y del mesófilo,
que reflejan la radiación e impiden el sobrecalentamiento
de la lámina; probablemente esta coloración
también se relaciona con señales visuales
para aves polinizadoras como los colibríes. En
su madurez, las hojas adoptan una posición perpendicular
al tallo, como una estrategia evasora de la alta radiación
solar.
Los estudios anatómicos de la hoja revelan una
epidermis cubierta por una cutícula gruesa; internamente
tiene grandes células almacenadoras de agua. Las
flores, adaptadas para ser polinizadas por los colibríes
son cortas, de rojo brillante, tienen larga vida y producen
abundante néctar. Sus frutos son bayas como pequeñas
uvas de color azul intenso, que poseen numerosas semillas
de 1 a 2 mm y son dispersadas por aves frugívoras;
al ser depositada la semilla en las heces de las aves,
sobre rocas o troncos, se hidrata con la humedad y se
rodea de una cubierta viscosa que favorece la fijación
al sustrato, la germinación y el establecimiento
de la plántula. Estos arbustos son bastante tolerantes
a los incendios y presentan buena capacidad de rebrotes.
Otras especies de ericáceas cubren zonas de taludes
y suelos erosionados, como Gaultheria y Disterigma,
que presentan tallos subterráneos con hojas que
parecen rebrotar del suelo; llaman la atención
por el reducido tamaño de sus hojas micrófilas,
menor de 5 mm, el pinito de flor y las aragoas y en el
superpáramo la cola de pavo; son formas de vida
en extremo sofisticadas, cuyas hojas, muy apretadas, pubescentes
y escuamiformes o de borde revoluto, tienen una disposición
imbricada en el tallo; estos mecanismos están diseñados
para protegerlas del viento desecante, disminuir la pérdida
de agua y tolerar las bajas temperaturas y la alta insolación.
Característico del páramo es el clavellino,
del género Diplostephium, genuino de la
zona andina neotropical; su máximo desarrollo se
ha dado en Colombia donde existen 57 especies; tan solo
en la cordillera Oriental se han reportado 31, de las
cuales 21 son endémicas.
En el límite superior del bosque hay algunos árboles
de alta montaña que se internan en el páramo
y se localizan en enclaves protegidos del viento o en
hábitats pantanosos, como el romero de páramo
y el rodamonte. Son árboles que en este ambiente
adquieren un tamaño reducido —de 2 a 5 m
de altura—; sus tallos son retorcidos y las copas
de su follaje densas y de forma globosa.
CHUSQUES O BAMBÚES
Los bambúes, especialmente la cañuela, desempeñan
un papel importante en casi todos los tipos de vegetación
paramuna, desde el subpáramo hasta el límite
inferior del superpáramo. Algunos bambúes
como Chusquea scandens, Neurolepis aristata y
Aulonemia trianae, característicos de
la selva húmeda altoandina, se han adaptado al
subpáramo.
En el páramo bajo, en ambientes de suelo profundo,
la cañuela desarrolla plantas hasta de 4 m de altura;
a mayor altitud, en suelos superficiales y bajo situaciones
de estrés, esta planta tiene una altura de 50 cm
a 1 m, crece en forma dispersa y se propaga por medio
de extensos rizomas. Sus hojas son rígidas, rectas
y punzantes, casi paralelas a las cañas que forman
el tallo; estudios anatómicos de la hoja revelan
la presencia de células especializadas en la epidermis,
que mediante movimientos higroscópicos la enrollan
y desenrollan; en sus bordes lleva cuerpos de sílice
que la hacen cortante y rígida. Otra sorprendente
adaptación de la cañuela consiste en haber
desarrollado un conjunto de células especializadas
que le permiten a esta gramínea retener parte del
carbono resultante de la respiración, el cual es
reutilizado posiblemente en el proceso de fotosíntesis,
antes de que escape de la hoja .
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