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CAPÍTULO 5B

LA AMAZONIA INUNDABLE

 

Es una extraña e inolvidable sensación la que se produce al deslizarse silenciosamente en una pequeña canoa bajo el dosel de la selva inundada. De pronto el agua parece estar inmóvil y en medio de un laberinto de grandes árboles que emergen del agua, se pierde el sentido de la orientación, mientras en la superficie se dibuja una estela de miles de hojas, flores, frutos e insectos que han caído de las ramas y que harán parte de la dieta de muchos peces. Las costras de líquenes sobre los tallos indican el nivel máximo alcanzado por anteriores crecientes, marcado también por las termitas que construyen sus nidos justo en el punto que puede alcanzar el nivel más alto de las aguas.

La selva inundable es uno de los ecosistemas característicos de la Amazonia que se presenta en las llanuras aluviales de los principales ríos y en consecuencia están sujetos a fuertes cambios; durante la mayor parte del año permanecen anegados y en épocas secas quedan al descubierto inmensos playones y grandes áreas, lo cual genera un complejo mosaico de ambientes. Algunos investigadores consideran que este tipo de ecosistemas son humedales fluviales o macrosistemas en los que el agua, los nutrientes, sedimentos y organismos no son estáticos, sino móviles. Los humedales fluviales son retardadores del escurrimiento, puesto que a ellos llegan elementos desde los tramos superiores del río, son transformados y devueltos nuevamente a su curso cuando comienza la creciente.

En las planicies de inundación de los departamentos de Guainía y Vaupés, con sustratos arenosos y campos de dunas eólicas, hay numerosos cuerpos de agua aislados; según el limnólogo Juan José Neiff, estos son pantanales en los que la capa impermeable está cerca de la superficie, o a decenas de metros de profundidad. Pueden presentar dos fases: una de acumulación o saturación y otra de inundación, que ocurre cuando el agua desborda la capacidad de almacenamiento y pasa de unas cuencas a otras, o anega extensos sectores del paisaje. El exceso de agua, que se debe a las lluvias locales, puede cubrir hasta dos metros del suelo y posteriormente infiltrarse por las partes altas de las dunas fósiles e ir surgiendo lentamente, durante semanas, en las depresiones. Gran parte de los pantanales tienen características oligotróficas —falta de nutrientes— durante la fase seca y en el período de lluvias, eutróficas —exceso de nutrientes—, gracias al aporte y circulación de nutrientes que ingresan al sistema a través del agua.

Algunos humedales de la Amazonia, formados por las inundaciones, pueden alcanzar varios metros de profundidad y provienen de desbordes de ríos que nacen en otras regiones; en consecuencia, el estímulo meteorológico que origina el fenómeno está muy alejado y puede tener uno o varios meses de desfase con respecto al momento en que sube el nivel de agua. En estos humedales el escurrimiento de las áreas inundadas es más o menos organizado, aunque muy lento y las corrientes se dividen y subdividen para reagruparse más adelante.

De acuerdo con las características de las aguas, en la gran planicie Amazónica se presentan dos grandes tipos de humedal: los formados por los ríos de origen andino —denominados ríos blancos—, cuyas aguas son barrosas, amarillentas, ricas en nutrientes, cargadas de sedimentos, arenas y limos y tienen un pH o grado de acidez neutro, y los formados por los ríos de origen amazónico —denominados ríos de aguas negras—, que son los que nacen en medio de la planicie, llevan pocos sedimentos y gran cantidad de materia orgánica, lo que les genera una coloración café oscura; son pobres en nutrientes y sus aguas tienden a ser ácidas. Entre estos dos extremos se encuentran los humedales que son alimentados por los dos tipos de ríos o por los que mezclan las dos fuentes de agua.

Algunos ríos negros tributan a ríos blancos de mayor caudal como ocurre con los que desembocan al Amazonas o al Putumayo. Otros como el Yarí cambian de coloración; en su parte alta son muy barrosos y luego de adentrarse en la Amazonia y recibir los afluentes que nacen en Chiribiquete, se aclaran hasta tomar un aspecto verdoso. Ocurre también que algunos ríos durante el período de lluvias son de aguas blancas y barrosas y luego, durante la estación seca se vuelven claros, como ocurre con el Ariari. Aparte del Amazonas, que muestra un importante grado de mineralización y un pH con mayor tendencia a la neutralidad, los principales ríos de origen andino que recorren la Amazonia colombiana —Guaviare, Caquetá y Putumayo—, presentan una conductividad reducida y un pH bajo, condiciones que se van haciendo más agudas a medida que reciben tributarios nacidos en la selva. De esta manera se evidencia un gradiente de mayor a menor mineralización y de menor a mayor acidez, que sigue el sentido occidente–oriente; es decir, desde el piedemonte andino hacia los límites con Brasil.

RÍOS DE AGUAS BLANCAS

Los ríos más grandes de la Amazonia colombiana son los de aguas blancas. El Guayabero que nace en la cordillera Oriental y más adelante en la confluencia con el Ariari cambia de nombre a río Guaviare, tiene aproximadamente 1.300 km de curso y aunque dirige sus aguas a la cuenca del Orinoco, las formaciones vegetales de sus riberas hacen parte de la selva amazónica de transición; este río lleva sedimentos ricos en nutrientes procedentes de la vertiente andina y los deposita en extensos playones que rápidamente son colonizados por el sauce playero y por parches de caña brava. El río Caquetá nace en el Macizo Colombiano y en su recorrido de 2.200km, recoge dos grandes afluentes: el Orteguaza y el Caguán. Otro de los grandes afluentes del Amazonas es el Putumayo que nace en el sur del país en el Nudo de Los Pastos y recorre 2.000km. Finalmente, el Amazonas pasa en un corto tramo de 116 km por Colombia, en el extremo sur del país, en límites con Perú.

LA SELVA DE VÁRZEA

Las planicies inundadas por ríos de aguas blancas con abundantes sedimentos se denominan várzeas. La cantidad de limos que arrastran estos ríos de origen andino genera suelos ricos en nutrientes, lo que permite un buen desarrollo de la vegetación desde las vegas aluviales recientemente formadas, hasta las terrazas más altas que se anegan sólo temporalmente. El geomorfólogo Pedro Botero clasificó las principales formas de relieve de este paisaje, como sigue: diques naturales con explayamientos o restingas, que son áreas altas, de materiales gruesos, localizadas a los lados de los cauces; basines o bajiales, que son depresiones amplias ubicadas entre los diques de dos ríos y cauces abandonados o madreviejas. Durante las crecientes, las aguas sobrepasan al nivel de los diques naturales y se riegan hacia los basines y madreviejas, donde depositan toneladas de sedimentos que forman en sus orillas complejos sistemas con un microrelieve característico. Esto hace que el paisaje fluvial sea muy dinámico y cambie durante cada fase de inundación o de sequía, lo que ofrece un mosaico de hábitats para la vegetación y la fauna. El factor determinante en las selvas inundables es el tiempo de duración de la inundación.

El período de anegamiento de un determinado lugar de la selva inundable depende de su altitud con respecto al río. En los lugares más altos las aguas se desalojan en unos pocos días y el terreno queda abonado con limos fértiles; la selva de estos puntos es la que presenta una estructura más compleja, mayor diversidad y árboles más altos. Se destacan los gigantescos caimitos, las chivechas o cauchos, la ceibas, el jobo, el maraco con sus racimos de enormes frutos en el tallo y el mortecino, Lecitidácea que produce flores pestilentes, polinizadas por enormes abejas; las palmas constituyen un grupo de gran diversidad: la real, la milpesos y la moriche, son las más abundantes.

En las vegas bajas denominadas bajos o bajiales, el agua permanece durante la mayor parte de la estación lluviosa —7 a 9 meses según la posición topográfica— y ante la necesidad de adaptarse a las inundaciones, algunas plantas han desarrollado mecanismos especializados, como neumatóforos u otras estructuras de intercambio de gases, o raíces adventicias para atrapar sedimentos que sólo crecen durante la inundación. En general, la vegetación presenta en su crecimiento floración, fructificación y dispersión de semillas, un ajuste muy sincronizado con los pulsos de inundación y sequía, pero en medio de este aparente equilibrio, ocurren fuertes disturbios por la caída de grandes árboles o por la muerte masiva de ciertos sectores del bosque, causados por cambios repentinos del curso del río, aspectos que hacen parte de la dinámica natural.

En los planos aluviales con inundaciones frecuentes del medio Caquetá, las playas bien drenadas tienen una vegetación herbácea abierta y bosques bajos de yarumos; en los diques naturales y las barras del cauce con suelos de mejor calidad, hay bosques altos de cacao de monte, mientras que en las partes bajas pantanosas de suelos arcillosos y orgánicos, abundan las palmas y en los canales abandonados que tienen suelos orgánicos escasamente drenados, crecen bosques bajos de la hierba gigante aninga. Las partes altas del complejo de barras del cauce, donde la inundación es esporádica y los suelos son arcillosos y bien drenados hay bosques altos —hasta 25 m de altura— con la leguminosa Brownea grandiceps y palma bombona y los basines, con suelos arcillosos escasamente drenados, presentan bosques de palmas y Lauráceas y bosques bajos de palo de arco y palma canangucha. En las terrazas bajas con suelos planos y bien drenados se desarrollan bosques altos de digtigue y manzano, comunidades que también aparecen en las terrazas altas.

Muchas semillas son transportadas por el agua y germinan sobre los suelos limosos de las zonas inundadas por los ríos de aguas blancas. Algunas de ellas están especialmente adaptadas a los ambientes acuáticos y pueden permanecer largo tiempo sumergidas o flotantes, como ocurre con las de la aninga, hierba gigante de forma arborescente y las de la Victoria amazonica, loto que tan pronto como su flor perfumada es polinizada por escarabajos, sumerge su capullo hasta que sus frutos maduren y liberen las semillas. Del borde de playa hacia tierras mal drenadas, los primeros en germinar son los pastos, entre los que el más común y abundante es el gramalote cuyos tallos especializados le permiten flotar y formar praderas que constituyen un hábitat importante para la fauna de la várzea. Durante las crecientes en las grandes islas de gramalote, arrastradas por la corriente del río, se ven pequeños mamíferos como el chigüiro o algunos reptiles. El capinurí, el renaco, el yarumo de bajo y los guamos, son árboles pioneros muy comunes en el borde de río.

RÍOS DE AGUAS NEGRAS

Los ríos de aguas negras son más cortos y de menor caudal y se caracterizan por la pobreza de nutrientes y por su extrema acidez generada por la concentración de ácidos húmicos. En la Amazonia colombiana los principales ríos de aguas negras son el Inírida, que nace en el complejo sistema de tepuyes de la serranía de Tunahí y la Mesa de La Lindosa y desemboca en el río Guaviare; el alto río Negro, que formado por varios ríos, incluidos el Guainía y el Vaupés, atraviesa el territorio de los tepuyes de Puinawai y la serranía de Naquén; el Apaporis con su espectacular raudal de Jirijirimo y el río Miriti Paraná, que desemboca en el Caquetá. Otros afluentes importantes del Putumayo, son el Cara Paraná y el Igara Paraná, este último recordado porque en su cabecera se ubica La Chorrera, un poblado huitoto cuya fundación se asocia con la explotación de las caucherías.

LA SELVA DE IGAPÓ

A las selvas inundadas por ríos de aguas negras se las llama igapó. Sus aguas, a pesar de la coloración té oscuro, son tan transparentes que permiten una visibilidad de tres metros o más, mientras que en los ríos de aguas blancas, como el Amazonas, es apenas de 50 o 60 cm. La mayoría de las aguas negras del trópico desaguan en igapós con enormes selvas pantanosas, donde las grandes copas de los árboles evidencian un enorme sistema de raíces que por medio de su respiración consumen el oxígeno del agua y del suelo, de una manera tal, que resulta imposible para los organismos productores de humus realizar su trabajo.

El humus es insoluble en agua y por lo tanto se conserva en el suelo; en las zonas de aguas blancas tiñe los suelos de los ríos de un color que va del negruzco al marrón, pasando por el ocre. Pero donde el contenido de oxígeno baja a menos de 3 miligramos por litro, sólo se pueden formar las primeras partes de la cadena de moléculas de humus, que son las responsables de la coloración té de los ríos de aguas negras. Estas indican que son aguas pobres en oxígeno y ácidas —pH 3,8 a 4,5—; dicha acidez se debe en parte a las arenas del Escudo Guayanés, pobres en calcio y que carecen, por lo tanto, de iones neutralizantes. Las aguas negras también son pobres en electrolitos, así que ofrecen a las plantas un medio ambiente hostil. Por esta razón dominan especies con adaptaciones especiales, como las Apocináceas del género Malouetia, y la famosa palma chiquichiqui, que forma grandes palmares denominados fibrales, por el uso que se hace de esta palma productora de fibras en la región del Guainía.

En un transecto realizado en la llanura aluvial del río Cahuinari, en la región media del río Caquetá, se identificaron las siguientes unidades de paisaje y vegetación: En las orillas del plano de inundación, de suelos arcillosos moderadamente drenados, se encuentran bosques altos de sangretoro, mezclados con palmas asaí y bombona, entre otras especies. En los basines de suelos arcillosos y escasamente drenados se presentan bosques pantanosos de palmas canangucha. En los ambientes pantanosos de meandros abandonados se desarrollan comunidades de palmas, con castaña espinosa y macuri negro.

Los ríos de aguas negras han sido poco estudiados en la Amazonia colombiana, en especial en lo relacionado con su fauna. En una investigación realizada por varios biólogos dirigidos por Ivonne Bejarano en el río Mesay, que nace en las Sierras de Chiribiquete, se exploraron sus desconocidos raudales, chorros, lagos y quebradas, durante el anegamiento entre abril y septiembre y durante el estiaje entre diciembre y febrero. Con base en los muestreos realizados entre julio y septiembre, se encontró que hay especial riqueza de peces; se capturaron 79 especies pertenecientes a cuatro órdenes y 16 familias; de las 367 especies que tiene la Amazonia colombiana; 23 de las encontradas en el Mesay son nuevos registros. Los peces de tallas grandes abundan en los lugares con mayor plano de inundación, en tanto que los de tallas pequeñas prefieren las aguas corrientes. Aunque la riqueza de especies es elevada, la diversidad es baja; el orden Characiforme, como las sardinas y bocachicos, predomina con un total de 63 especies —80%—, seguido por los Siluriformes, como los babosos y bagres, con nueve especies —11%—; de los Perciformes, como las mojarras, se encontraron seis especies —8%— y de los Rajiformes o rayas, solamente una especie fue localizada —1%—. En los lagos, donde el detrito, el recurso alimenticio más abundante, es la base de la mayoría de cadenas tróficas, se encontró el mayor porcentaje de especies de la familia Curimatidae, conformada por especies detritívoras, que consumen material orgánico finamente particulado, rico en bacterias y microorganismos descomponedores.

LOS CANANGUCHALES O AGUAJALES

Uno de los tipos de vegetación característicos de la planicie aluvial son los bosques dominados por la palma canangucha, aguaje o moriche, cuyas amplias hojas tienen forma de abanico. Esta palma de múltiples usos crece asociada con árboles de especies maderables de la familia de las Anonáceas, como el tablón y de las Miristicáceas, como el palos angre; se entremezcla con abundantes Melastomatáceas arbustivas, así como con otras palmas, como la milpesos, que es considerada una de las oleaginosas más promisorias.

La palma de moriche es quizás la más ampliamente distribuida y la más abundante en las cuencas del Amazonas y el Orinoco; llega incluso hasta el pie de monte andino hasta los 900 m de altitud y su hábitat óptimo son los terrenos inundados o con drenaje muy deficiente. Los indígenas han llamado a esta palma el árbol de la vida, por los usos que se obtienen de ella: la pulpa anaranjada de los frutos es muy nutritiva por su alto contenido en proteína y aceites; de las hojas jóvenes se extrae fibra de excelente calidad y las hojas adultas sirven para elaborar los techos de las viviendas; en los troncos caídos se crían mojojoyes —larvas de un cucarrón, o coleóptero— que complementan la dieta proteica y sirven de alimento a grandes mamíferos silvestres, como saínos y dantas y sus troncos muertos sirven de sitios de anidación de aves, como guacamayas y loros.

Durante las inundaciones, los frutos de muchas plantas son dispersados por las corrientes y hacen parte de la dieta de grandes peces. La palma yavarí, muy común en la cuenca amazónica, es exclusiva de las orillas de ríos o de zonas inundadas cercanas a ellos, donde forma grandes poblaciones; crece hasta 15 m y su tallo, de unos 20 cm de espesor, está fuertemente armado de espinas; fructifica anualmente durante el invierno y sus frutos maduros de color amarillo y 4 cm de longitud, son importantes para la dieta de más de 16 especies de peces como el tambaqui o la gamitana y para la mayoría de tortugas amazónicas, como la charapa y para algunas aves, especialmente las guacamayas.

EL RÉGIMEN PULSÁTIL DE INUNDACIÓN

En la planicie de inundación, los procesos ecológicos, el tipo de fauna y flora, los suelos y el uso de la tierra, están determinados por el comportamiento estacional de las inundaciones y se constituyen en sistemas complejos que involucran generalmente varios ecosistemas; por tal motivo, es necesario considerarlas macrosistemas que soportan ambientes acuáticos permanentes y temporales.

Las planicies inundables deben ser interpretadas integralmente —cuenca, curso del río y planicie— en largas series de tiempo —años—. En el contexto de espacio y tiempo, son sistemas muy estables, con características únicas. En los grandes humedales, prácticamente todos los procesos tienen relación positiva o negativa con la frecuencia, duración, magnitud y otras características de la secuencia inundación–sequía. El transporte y deposición de sedimentos, la colonización, producción y descomposición de la vegetación herbácea y leñosa; el consumo y mineralización de la materia orgánica, la actividad migratoria de los organismos y las actividades de los pobladores del río, como la pesca y las cosechas, están sincronizados con el régimen pulsátil de los ríos.

Las inundaciones generan procesos de renovación de los ecosistemas que forman parte del río. El conjunto de organismos vegetales o animales que viven en los grandes ríos es regulado por la dinámica de los pulsos, en la que la fase de aguas bajas es tan importante como la inundación, la cual genera el mayor factor de cambio en la estructura biótica; sin embargo, muchos árboles y plantas herbáceas poseen adaptaciones morfológicas y fisiológicas que les permiten realizar la fotosíntesis en condiciones de inmersión prolongada.

EL MUNDO BAJO EL AGUA

Las torrenciales lluvias en el piedemonte andino de la vertiente amazónica, donde la precipitación puede alcanzar 5.000mm, además de las grandes tormentas que se desatan con fuertes borrascas en la planicie amazónica, incrementan los caudales de los ríos hasta anegar toda su planicie de inundación, situación que en la Amazonia colombiana alcanza su máximo nivel entre octubre y abril y llega al nivel mínimo entre agosto y septiembre; las planicies de los ríos que discurren más hacia el norte, como el Guaviare, tienen una influencia del régimen llanero y captan la mayor precipitación entre abril y agosto, con un pico máximo en junio. Las fluctuaciones en el caudal constituyen un régimen pulsátil que produce grandes inundaciones seguidas de épocas secas, cuando aparecen inmensos playones para la nidificación de las tortugas.

En el río Amazonas frente a Leticia, el nivel del agua entre la fase seca y la lluviosa puede variar entre 8 y 12 m. Durante unos tres meses, la inundación cubre extensas áreas de selva y amplía el hábitat para la fauna acuática. Los grandes mamíferos como el manatí amazónico, que puede alcanzar un tamaño de 3 m y pesar 480 kilogramos, cuenta con las grandes masas de aguas de lagos y ríos que forman un espacio subacuático continuo, donde puede moverse a sus anchas y alimentarse con diferentes tipos de forraje, como las praderas flotantes de pasto gramalote, la lechuguilla, que es su planta favorita, el camote de flores violeta y el buchón, entre otras; también aprovecha los frutos que flotan en el agua de la várzea. Las interacciones en la selva inundable conservan el equilibrio del ecosistema, de manera que cuando desaparece el manatí por exceso de caza, algunas de estas plantas se vuelven tan invasivas que taponan los canales y dificultan la navegación; la densa cobertura vegetal que no tiene su control biológico natural, se vuelve una plaga en el medio acuático y termina por afectar las cadenas alimentarias. Desde el siglo XVII, miles de manatíes han sido sacrificados para obtener su carne, manteca y piel, lo cual los ha llevado al borde de la extinción y aunque están protegidos por la Ley colombiana desde 1969, aún se consideradan una especie amenazada y no obstante los esfuerzos de las instituciones y organizaciones civiles, muchas crías y juveniles mueren cada año atrapados en las mallas de pesca.

El mundo bajo el agua es habitado por dos especies de delfines: el rosado o bufeo colorado, que alcanza 2,8 m de longitud y pesa alrededor de 180 kilogramos y el gris, de menor tamaño, que prefiere áreas más abiertas y despejadas. Aparte del color de su piel en los individuos adultos, la principal característica del delfín rosado es la movilidad de su cabeza, que le permite desplazarse con facilidad en el complejo mundo subacuático de los bosques inundables, donde se alimenta principalmente de peces, por lo que los pescadores lo consideran una competencia que afecta su labor. A pesar de que es una especie cuyo simbolismo en los mitos y en la cultura indígena es muy importante, las presiones de caza han aumentado y algunos pescadores los utilizan como carnada para atraer peces carroñeros, similares al capaz, que tienen gran demanda en las ciudades.

EL CICLO DE LAS INUNDACIONES

El científico Michael Bevis, divulgó en el Journal Geophysical Research Letters del año 2005, una investigación según la cual, la inundación en la Amazonia es de tal magnitud que el peso del agua afecta la corteza terrestre en el área de la cuenca y literalmente la hunde aproximadamente 10 cm y luego, en la estación seca, recupera su nivel. En este ambiente, la fauna acuática ajusta su ciclo de vida a los pulsos estacionales y a la oferta de recursos durante las diferentes épocas del año.

La inundación desencadena migraciones masivas de algunas especies de peces, como los Caracidos o peces de escama de los que hacen parte los bocachicos, la gamitada y las lisas y los siluriformes representados por varias clases de bagres, que se desplazan hacia las zonas de rebalse y lagunas de la várzea en busca de buenos lugares para su reproducción, como los camalotales o praderas flotantes donde sus larvas y juveniles encuentran alimento abundante y aguas de buena calidad. Estos ambientes se convierten en salacunas donde las cadenas alimenticias y las interacciones son muy complejas; la base de su productividad se debe en parte a organismos microscópicos como las bacterias y diversidad de algas —Euglenofíceas, Clorofíceas, Bacilariofíceas— que componen el fitoplancton y a un universo de invertebrados —Rotíferos, Copépodos, Cladóceros— que conforman el zooplancton; toneladas de material que aporta la vegetación riparia, complementan esta compleja red de interacciones invisibles, que hacen más o menos productivo el ecosistema, según sea de aguas blancas o negras.

Esto ocurre en grandes lagos de la planicie amazónica como el Yahuarcaca, que es inundado anualmente por el río Amazonas y que durante las aguas bajas es alimentado por la quebrada Yahuarcaca y el lago Tarapoto cuyo principal afluente es el río de aguas negras Loreto Yacú, sólo inundado por el Amazonas en los niveles más altos de las crecientes.

Los estudios realizados por el biólogo Tomás Castillo, sobre la productividad y biomasa de algas que se adhieren a la vegetación, a ramas y troncos sumergidos, revelan que su dinámica está relacionada con la mineralización de las aguas, el ingreso de nutrientes, el tipo de bosque inundable, la descomposición de la materia orgánica y la recirculación de nutrientes en la columna de agua; el valor más alto de clorofila se encontró en las aguas bajas —20 mg/m2— y el más bajo, en las aguas en ascenso o altas. Los disturbios de origen natural o humano afectan los ecosistemas acuáticos desde la base de su cadena productiva, lo cual se refleja en una cascada de efectos sobre las especies que lo habitan e incluso llega a afectar a los grandes depredadores y al hombre.

UN VERANO PROLONGADO

La temporada de mayor tensión en los ecosistemas de la Amazonia es la época seca, que aunque generalmente es breve, en algunas ocasiones se prolonga, como ocurre durante el fenómeno de El Niño; algunos ríos se secan y la fauna y la gente quedan aisladas, se producen incendios y muchos animales mueren. En una temporada seca normal, los manatíes, delfines, caimanes y algunos peces grandes se desplazan a nuevos sitios, tan pronto como perciben cambios químicos y disminución en el nivel de agua.

En las lagunas y ríos de poca profundidad, el oxígeno desciende a niveles críticos, y los gases emanados del fondo —metano y ácido sulfhídrico— crean un ambiente mortal para los peces, pero algunas criaturas están bien adaptadas y han convertido su vejiga natatoria en una especie de pulmón para tomar el aire de la atmósfera, por lo cual se denominan peces pulmonados; estas especies se consideran verdaderos fósiles vivientes, puesto que pertenecen a una etapa evolutiva intermedia entre los peces y los anfibios. El natinga de la Amazonia es un extraño pez de cuerpo oscuro y sin escamas, alargado como un anguila, de aproximadamente 50 cm de longitud y con unas diminutas aletas como filamentos; durante la época seca escapa a la muerte enterrándose 30 a 50 cm bajo el fango y aislándose en una cámara húmeda tapizada con una mucosidad producida por su piel, donde permanece en un estado latente, para salir de su refugio cuando su hábitat se inunda nuevamente. Otro pez que tolera condiciones de aguas barrosas y con deficiencia de oxígeno es el temblón, que a pesar de tener unas branquias muy reducidas, casi atrofiadas, cuando sale a boquear hace que el aire llene su cavidad bucal y faríngea, que al estar tapizada con papilas muy vascularizadas, con miles de capilares sanguíneos, cumple la función respiratoria; este pez se defiende con letales descargas eléctricas generadas por células especializadas en su cuerpo, que además le sirven para capturar sus presas.

El gigante de los peces pulmonados de la Amazonia, que prefiere vivir en grandes lagos y várzeas es el pirarucú, única especie de la familia Arapaimidae y uno de los más grandes de agua dulce del mundo —se han capturado ejemplares de 3 m de longitud y 200 kg de peso—; de cuerpo alargado y redondo, cubierto con grandes escamas de coloración rojiza en la cola, es un voraz depredador que abre velozmente su enorme boca y succiona las presas y todo lo que se encuentre a su alrededor. La alimentación del pirarucú en la fase de alevín está compuesta por camarones y pequeños crustáceos y a medida que va creciendo se convierte en piscívoro, aunque ocasionalmente se alimenta de aves y reptiles acuáticos.

Una investigación realizada por la Universidad de la Amazonia, en Florencia, Caquetá, basada en especies en cautiverio, permitió observar el comportamiento reproductivo del pirarucú. Para comenzar, el macho demarca el territorio mediante fuertes golpes que da en el agua con la cola, hasta atraer a la pareja y luego construyen el nido; la coloración del macho y la hembra cambia a un tono más oscuro; la del macho es más intensa. Al tercer día de establecida la pareja, las larvas eclosionan y seis días después los alevines desarrollan la respiración aérea, momento en el cual emergen por primera vez, nadando cerca de la cabeza de su progenitor. Tres semanas más tarde las crías disminuyen la dependencia del padre y se alejan para empezar a cazar pequeños peces; entonces su comportamiento gregario y la permanencia en las capas superficiales del agua los convierten en presa fácil para diferentes tipos de aves, especialmente para las garzas vaco y el martín pescador, aunque también son atacados por otros peces depredadores como el guyumbo, el dentón o pez perro y otros pirarucúes adultos. Esta especie ha sobrevivido desde el Cretáceo porque desarrolló estrategias exitosas; además de ser un pez pulmonado, cuida a sus crías permanentemente, es de gran tamaño, voraz, veloz y defiende agresivamente su territorio de otros invasores, atacándolos con su fuerte cabeza; pero la necesidad de salir a tomar aire en la superficie lo delata ante su mayor depredador, el hombre.

En un esfuerzo para su conservación, los países amazónicos han incluido al pirarucú en el Apéndice II de CITES —Convenio Internacional para el Tráfico de Fauna Silvestre—, donde están las especies, que si bien no se encuentran en peligro de extinción, podrían llegar a esa situación, a menos que su comercio sea regulado y se instituya una veda durante el período reproductivo. Los proyectos de investigación se proponen difundir, promulgar y capacitar a pescadores, acopiadores y productores en el desarrollo sostenible de esta especie que ofrece un gran potencial para cría en cautiverio.

Durante el verano, en la planicie de inundación muchas especies quedan atrapadas en los bajiales, restingas y madreviejas de poca profundidad y si el verano se prolonga, se pueden secar o bajar a niveles críticos que sólo toleran un reducido número de especies; algunas quebradas no cuentan con suficiente aporte de agua y en los pequeños charcos aislados, apenas subsisten diminutos peces de colores.

Los peces que quedan concentrados en aguas superficiales son presa fácil para muchas aves pescadoras que aprovechan para darse un festín; las garzas blancas y el garzón soldado, de casi 1,50 m de altura y un extraño cuello hinchado desnudo, encuentran abundantes peces moribundos que también son disputados por chulos y gualas, aves carroñeras que se encargan de la limpieza. En esta época se escucha la febril actividad de diversidad de moscardones que se posan sobre los restos de peces en descomposición y de avispas carnívoras que arrancan trocitos de carne para llevar afanosamente a su nido; nubes de mariposas amarillas se detienen en la arena para abastecerse de sales vitales, mientras que otras, de brillantes reflejos metálicos, prefieren los peces muertos. En lo alto de los yarumos el escenario es observado con atención por el águila cienaguera, que espera el momento oportuno para pescar.

En la ronda de las lagunas, bandadas de aves filtradoras, corocoras, coquitos y el extraño ibis verde, capturan en el lodo crustáceos y pequeñas presas. Los grupos de nutrias gigantes irrumpen chapoteando mientras emiten fuertes chillidos, como si fueran las dueñas del territorio y durante la estación de aguas bajas construyen sus cuevas en los taludes del borde del río para aprovechar con sus crías la abundancia de alimento.

LAS PLAYAS

En la época seca quedan al descubierto enormes playones en el río; unos son barrosos y con muchos residuos vegetales, otros de arenas finas y otros más, pedregosos; los hay muy amplios y también angostos con grandes barrancos gredosos en su borde, donde loros y guacamayas llegan en busca de arcillas. Los más altos presentan cierta cobertura de pasto gramalote y arbustos riparios como el camu camu, una mirtácea que produce abundantes frutos.

Hace pocos años era común observar en las playas cientos de caimanes asoleándose inmóviles, con sus grandes bocas abiertas, regulando la temperatura corporal, pero en la actualidad es raro ver alguno debido a la cacería indiscriminada para obtener sus pieles. Entre los caimanes de la Amazonia se destacan el gran caimán negro o yacaré, que puede alcanzar hasta 3 m; el caimán blanco y los pequeños cachirres o babillas, cuyos machos alcanzan los 2 m; en el borde norte de la Amazonia, en los ríos Duda, Guayabero y Guaviare se encuentra uno de los más grandes, el cocodrilo negro o caimán llanero. La caza intensiva llevó estas especies casi al borde de la extinción; actualmente son protegidos y forman parte de la lista del libro rojo de reptiles de Colombia, entre los que se encuentran varias especies de tortugas y la anaconda o güío negro, serpiente de gran tamaño que puede alcanzar de 7 a 10 m de longitud.

Durante la época de aguas bajas anidan en la playa, además de los reptiles, tortugas e iguanas, algunas aves como los gaviotines y diversidad de insectos y avispones cavadores en una frenética actividad, cazan larvas de otros insectos para alimentar las suyas que permanecen en cámaras muy elaboradas entre la arena. Grandes depredadores como el jaguar o los caimanes aprovechan para variar su dieta con huevos y carne de tortuga, puesto que esta es la época de nidificación de varias especies como el cupiso, la taricaya y la de mayor tamaño, la charapa. Esta temporada suele ocurrir entre agosto y septiembre y en algunos lugares entre octubre y noviembre.

La charapa, la tortuga de agua dulce de mayor tamaño, es principalmente frugívora y herbívora; su caparazón es ancho y aplanado y una hembra adulta puede alcanzar los 90 cm de longitud y un peso hasta de 60 kg. Lo que más ha llamado la atención es su forma de reproducción en colonias numerosas de decenas o hasta miles de desovadoras, que llegan a sus playas ancestrales. Muchas camadas de huevos se pierden por anidar en lugares inadecuados o por las inundaciones inesperadas de los ríos; la mayoría de los huevos eclosionan después de 42 a 68 días de incubación y al salir los neonatos deben sortear el ataque de los depredadores como aves, caimanes y grandes peces que los acechan en las playas y en el agua.

La gran selva húmeda de la Amazonia colombiana, con su bosques de altiplanicie, sus várzeas e igapós y el mundo bajo el agua, forma parte de uno de los biomas más diversos del planeta, en el que ninguna especie tiene el dominio y la clave del éxito está en la especialización y en la interacción de las especies que lo habitan; se han podido descifrar algunos de sus misterios, pero aún hay muchos de sus secretos que debemos conocer.

 
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