Es
una extraña e inolvidable sensación la que
se produce al deslizarse silenciosamente en una pequeña
canoa bajo el dosel de la selva inundada. De pronto el
agua parece estar inmóvil y en medio de un laberinto
de grandes árboles que emergen del agua, se pierde
el sentido de la orientación, mientras en la superficie
se dibuja una estela de miles de hojas, flores, frutos
e insectos que han caído de las ramas y que harán
parte de la dieta de muchos peces. Las costras de líquenes
sobre los tallos indican el nivel máximo alcanzado
por anteriores crecientes, marcado también por
las termitas que construyen sus nidos justo en el punto
que puede alcanzar el nivel más alto de las aguas.
La selva inundable es uno de los ecosistemas característicos
de la Amazonia que se presenta en las llanuras aluviales
de los principales ríos y en consecuencia están
sujetos a fuertes cambios; durante la mayor parte del
año permanecen anegados y en épocas secas
quedan al descubierto inmensos playones y grandes áreas,
lo cual genera un complejo mosaico de ambientes. Algunos
investigadores consideran que este tipo de ecosistemas
son humedales fluviales o macrosistemas en los que el
agua, los nutrientes, sedimentos y organismos no son estáticos,
sino móviles. Los humedales fluviales son retardadores
del escurrimiento, puesto que a ellos llegan elementos
desde los tramos superiores del río, son transformados
y devueltos nuevamente a su curso cuando comienza la creciente.
En las planicies de inundación de los departamentos
de Guainía y Vaupés, con sustratos arenosos
y campos de dunas eólicas, hay numerosos cuerpos
de agua aislados; según el limnólogo Juan
José Neiff, estos son pantanales en los que la
capa impermeable está cerca de la superficie, o
a decenas de metros de profundidad. Pueden presentar dos
fases: una de acumulación o saturación y
otra de inundación, que ocurre cuando el agua desborda
la capacidad de almacenamiento y pasa de unas cuencas
a otras, o anega extensos sectores del paisaje. El exceso
de agua, que se debe a las lluvias locales, puede cubrir
hasta dos metros del suelo y posteriormente infiltrarse
por las partes altas de las dunas fósiles e ir
surgiendo lentamente, durante semanas, en las depresiones.
Gran parte de los pantanales tienen características
oligotróficas —falta de nutrientes—
durante la fase seca y en el período de lluvias,
eutróficas —exceso de nutrientes—,
gracias al aporte y circulación de nutrientes que
ingresan al sistema a través del agua.
Algunos humedales de la Amazonia, formados por las inundaciones,
pueden alcanzar varios metros de profundidad y provienen
de desbordes de ríos que nacen en otras regiones;
en consecuencia, el estímulo meteorológico
que origina el fenómeno está muy alejado
y puede tener uno o varios meses de desfase con respecto
al momento en que sube el nivel de agua. En estos humedales
el escurrimiento de las áreas inundadas es más
o menos organizado, aunque muy lento y las corrientes
se dividen y subdividen para reagruparse más adelante.
De acuerdo con las características de las aguas,
en la gran planicie Amazónica se presentan dos
grandes tipos de humedal: los formados por los ríos
de origen andino —denominados ríos blancos—,
cuyas aguas son barrosas, amarillentas, ricas en nutrientes,
cargadas de sedimentos, arenas y limos y tienen un pH
o grado de acidez neutro, y los formados por los ríos
de origen amazónico —denominados ríos
de aguas negras—, que son los que nacen en medio
de la planicie, llevan pocos sedimentos y gran cantidad
de materia orgánica, lo que les genera una coloración
café oscura; son pobres en nutrientes y sus aguas
tienden a ser ácidas. Entre estos dos extremos
se encuentran los humedales que son alimentados por los
dos tipos de ríos o por los que mezclan las dos
fuentes de agua.
Algunos ríos negros tributan a ríos blancos
de mayor caudal como ocurre con los que desembocan al
Amazonas o al Putumayo. Otros como el Yarí cambian
de coloración; en su parte alta son muy barrosos
y luego de adentrarse en la Amazonia y recibir los afluentes
que nacen en Chiribiquete, se aclaran hasta tomar un aspecto
verdoso. Ocurre también que algunos ríos
durante el período de lluvias son de aguas blancas
y barrosas y luego, durante la estación seca se
vuelven claros, como ocurre con el Ariari. Aparte del
Amazonas, que muestra un importante grado de mineralización
y un pH con mayor tendencia a la neutralidad, los principales
ríos de origen andino que recorren la Amazonia
colombiana —Guaviare, Caquetá y Putumayo—,
presentan una conductividad reducida y un pH bajo, condiciones
que se van haciendo más agudas a medida que reciben
tributarios nacidos en la selva. De esta manera se evidencia
un gradiente de mayor a menor mineralización y
de menor a mayor acidez, que sigue el sentido occidente–oriente;
es decir, desde el piedemonte andino hacia los límites
con Brasil.
RÍOS DE AGUAS
BLANCAS
Los ríos más grandes de la Amazonia colombiana
son los de aguas blancas. El Guayabero que nace en la
cordillera Oriental y más adelante en la confluencia
con el Ariari cambia de nombre a río Guaviare,
tiene aproximadamente 1.300 km de curso y aunque dirige
sus aguas a la cuenca del Orinoco, las formaciones vegetales
de sus riberas hacen parte de la selva amazónica
de transición; este río lleva sedimentos
ricos en nutrientes procedentes de la vertiente andina
y los deposita en extensos playones que rápidamente
son colonizados por el sauce playero y por parches de
caña brava. El río Caquetá nace en
el Macizo Colombiano y en su recorrido de 2.200km, recoge
dos grandes afluentes: el Orteguaza y el Caguán.
Otro de los grandes afluentes del Amazonas es el Putumayo
que nace en el sur del país en el Nudo de Los Pastos
y recorre 2.000km. Finalmente, el Amazonas pasa en un
corto tramo de 116 km por Colombia, en el extremo sur
del país, en límites con Perú.
LA SELVA
DE VÁRZEA
Las planicies inundadas por ríos de aguas blancas
con abundantes sedimentos se denominan várzeas.
La cantidad de limos que arrastran estos ríos de
origen andino genera suelos ricos en nutrientes, lo que
permite un buen desarrollo de la vegetación desde
las vegas aluviales recientemente formadas, hasta las
terrazas más altas que se anegan sólo temporalmente.
El geomorfólogo Pedro Botero clasificó las
principales formas de relieve de este paisaje, como sigue:
diques naturales con explayamientos o restingas, que son
áreas altas, de materiales gruesos, localizadas
a los lados de los cauces; basines o bajiales, que son
depresiones amplias ubicadas entre los diques de dos ríos
y cauces abandonados o madreviejas. Durante las crecientes,
las aguas sobrepasan al nivel de los diques naturales
y se riegan hacia los basines y madreviejas, donde depositan
toneladas de sedimentos que forman en sus orillas complejos
sistemas con un microrelieve característico. Esto
hace que el paisaje fluvial sea muy dinámico y
cambie durante cada fase de inundación o de sequía,
lo que ofrece un mosaico de hábitats para la vegetación
y la fauna. El factor determinante en las selvas inundables
es el tiempo de duración de la inundación.
El período de anegamiento de un determinado lugar
de la selva inundable depende de su altitud con respecto
al río. En los lugares más altos las aguas
se desalojan en unos pocos días y el terreno queda
abonado con limos fértiles; la selva de estos puntos
es la que presenta una estructura más compleja,
mayor diversidad y árboles más altos. Se
destacan los gigantescos caimitos, las chivechas o cauchos,
la ceibas, el jobo, el maraco con sus racimos de enormes
frutos en el tallo y el mortecino, Lecitidácea
que produce flores pestilentes, polinizadas por enormes
abejas; las palmas constituyen un grupo de gran diversidad:
la real, la milpesos y la moriche, son las más
abundantes.
En las vegas bajas denominadas bajos o bajiales, el agua
permanece durante la mayor parte de la estación
lluviosa —7 a 9 meses según la posición
topográfica— y ante la necesidad de adaptarse
a las inundaciones, algunas plantas han desarrollado mecanismos
especializados, como neumatóforos u otras estructuras
de intercambio de gases, o raíces adventicias para
atrapar sedimentos que sólo crecen durante la inundación.
En general, la vegetación presenta en su crecimiento
floración, fructificación y dispersión
de semillas, un ajuste muy sincronizado con los pulsos
de inundación y sequía, pero en medio de
este aparente equilibrio, ocurren fuertes disturbios por
la caída de grandes árboles o por la muerte
masiva de ciertos sectores del bosque, causados por cambios
repentinos del curso del río, aspectos que hacen
parte de la dinámica natural.
En los planos aluviales con inundaciones frecuentes del
medio Caquetá, las playas bien drenadas tienen
una vegetación herbácea abierta y bosques
bajos de yarumos; en los diques naturales y las barras
del cauce con suelos de mejor calidad, hay bosques altos
de cacao de monte, mientras que en las partes bajas pantanosas
de suelos arcillosos y orgánicos, abundan las palmas
y en los canales abandonados que tienen suelos orgánicos
escasamente drenados, crecen bosques bajos de la hierba
gigante aninga. Las partes altas del complejo de barras
del cauce, donde la inundación es esporádica
y los suelos son arcillosos y bien drenados hay bosques
altos —hasta 25 m de altura— con la leguminosa
Brownea grandiceps y palma bombona y los basines,
con suelos arcillosos escasamente drenados, presentan
bosques de palmas y Lauráceas y bosques bajos de
palo de arco y palma canangucha. En las terrazas bajas
con suelos planos y bien drenados se desarrollan bosques
altos de digtigue y manzano, comunidades que también
aparecen en las terrazas altas.
Muchas semillas son transportadas por el agua y germinan
sobre los suelos limosos de las zonas inundadas por los
ríos de aguas blancas. Algunas de ellas están
especialmente adaptadas a los ambientes acuáticos
y pueden permanecer largo tiempo sumergidas o flotantes,
como ocurre con las de la aninga, hierba gigante de forma
arborescente y las de la Victoria amazonica,
loto que tan pronto como su flor perfumada es polinizada
por escarabajos, sumerge su capullo hasta que sus frutos
maduren y liberen las semillas. Del borde de playa hacia
tierras mal drenadas, los primeros en germinar son los
pastos, entre los que el más común y abundante
es el gramalote cuyos tallos especializados le permiten
flotar y formar praderas que constituyen un hábitat
importante para la fauna de la várzea. Durante
las crecientes en las grandes islas de gramalote, arrastradas
por la corriente del río, se ven pequeños
mamíferos como el chigüiro o algunos reptiles.
El capinurí, el renaco, el yarumo de bajo y los
guamos, son árboles pioneros muy comunes en el
borde de río.
RÍOS DE AGUAS
NEGRAS
Los ríos de aguas negras son más cortos
y de menor caudal y se caracterizan por la pobreza de
nutrientes y por su extrema acidez generada por la concentración
de ácidos húmicos. En la Amazonia colombiana
los principales ríos de aguas negras son el Inírida,
que nace en el complejo sistema de tepuyes de la serranía
de Tunahí y la Mesa de La Lindosa y desemboca en
el río Guaviare; el alto río Negro, que
formado por varios ríos, incluidos el Guainía
y el Vaupés, atraviesa el territorio de los tepuyes
de Puinawai y la serranía de Naquén; el
Apaporis con su espectacular raudal de Jirijirimo y el
río Miriti Paraná, que desemboca en el Caquetá.
Otros afluentes importantes del Putumayo, son el Cara
Paraná y el Igara Paraná, este último
recordado porque en su cabecera se ubica La Chorrera,
un poblado huitoto cuya fundación se asocia con
la explotación de las caucherías.
LA SELVA
DE IGAPÓ
A las selvas inundadas por ríos de aguas negras
se las llama igapó. Sus aguas, a pesar de la coloración
té oscuro, son tan transparentes que permiten una
visibilidad de tres metros o más, mientras que
en los ríos de aguas blancas, como el Amazonas,
es apenas de 50 o 60 cm. La mayoría de las aguas
negras del trópico desaguan en igapós con
enormes selvas pantanosas, donde las grandes copas de
los árboles evidencian un enorme sistema de raíces
que por medio de su respiración consumen el oxígeno
del agua y del suelo, de una manera tal, que resulta imposible
para los organismos productores de humus realizar su trabajo.
El humus es insoluble en agua y por lo tanto se conserva
en el suelo; en las zonas de aguas blancas tiñe
los suelos de los ríos de un color que va del negruzco
al marrón, pasando por el ocre. Pero donde el contenido
de oxígeno baja a menos de 3 miligramos por litro,
sólo se pueden formar las primeras partes de la
cadena de moléculas de humus, que son las responsables
de la coloración té de los ríos de
aguas negras. Estas indican que son aguas pobres en oxígeno
y ácidas —pH 3,8 a 4,5—; dicha acidez
se debe en parte a las arenas del Escudo Guayanés,
pobres en calcio y que carecen, por lo tanto, de iones
neutralizantes. Las aguas negras también son pobres
en electrolitos, así que ofrecen a las plantas
un medio ambiente hostil. Por esta razón dominan
especies con adaptaciones especiales, como las Apocináceas
del género Malouetia, y la famosa palma
chiquichiqui, que forma grandes palmares denominados fibrales,
por el uso que se hace de esta palma productora de fibras
en la región del Guainía.
En un transecto realizado en la llanura aluvial del río
Cahuinari, en la región media del río Caquetá,
se identificaron las siguientes unidades de paisaje y
vegetación: En las orillas del plano de inundación,
de suelos arcillosos moderadamente drenados, se encuentran
bosques altos de sangretoro, mezclados con palmas asaí
y bombona, entre otras especies. En los basines de suelos
arcillosos y escasamente drenados se presentan bosques
pantanosos de palmas canangucha. En los ambientes pantanosos
de meandros abandonados se desarrollan comunidades de
palmas, con castaña espinosa y macuri negro.
Los ríos de aguas negras han sido poco estudiados
en la Amazonia colombiana, en especial en lo relacionado
con su fauna. En una investigación realizada por
varios biólogos dirigidos por Ivonne Bejarano en
el río Mesay, que nace en las Sierras de Chiribiquete,
se exploraron sus desconocidos raudales, chorros, lagos
y quebradas, durante el anegamiento entre abril y septiembre
y durante el estiaje entre diciembre y febrero. Con base
en los muestreos realizados entre julio y septiembre,
se encontró que hay especial riqueza de peces;
se capturaron 79 especies pertenecientes a cuatro órdenes
y 16 familias; de las 367 especies que tiene la Amazonia
colombiana; 23 de las encontradas en el Mesay son nuevos
registros. Los peces de tallas grandes abundan en los
lugares con mayor plano de inundación, en tanto
que los de tallas pequeñas prefieren las aguas
corrientes. Aunque la riqueza de especies es elevada,
la diversidad es baja; el orden Characiforme, como las
sardinas y bocachicos, predomina con un total de 63 especies
—80%—, seguido por los Siluriformes, como
los babosos y bagres, con nueve especies —11%—;
de los Perciformes, como las mojarras, se encontraron
seis especies —8%— y de los Rajiformes o rayas,
solamente una especie fue localizada —1%—.
En los lagos, donde el detrito, el recurso alimenticio
más abundante, es la base de la mayoría
de cadenas tróficas, se encontró el mayor
porcentaje de especies de la familia Curimatidae, conformada
por especies detritívoras, que consumen material
orgánico finamente particulado, rico en bacterias
y microorganismos descomponedores.
LOS CANANGUCHALES
O AGUAJALES
Uno de los tipos de vegetación característicos
de la planicie aluvial son los bosques dominados por la
palma canangucha, aguaje o moriche, cuyas amplias hojas
tienen forma de abanico. Esta palma de múltiples
usos crece asociada con árboles de especies maderables
de la familia de las Anonáceas, como el tablón
y de las Miristicáceas, como el palos angre; se
entremezcla con abundantes Melastomatáceas arbustivas,
así como con otras palmas, como la milpesos, que
es considerada una de las oleaginosas más promisorias.
La palma de moriche es quizás la más ampliamente
distribuida y la más abundante en las cuencas
del Amazonas y el Orinoco; llega incluso hasta el pie
de monte andino hasta los 900 m de altitud y su hábitat
óptimo son los terrenos inundados o con drenaje
muy deficiente. Los indígenas han llamado a esta
palma el árbol de la vida, por los usos que se
obtienen de ella: la pulpa anaranjada de los frutos es
muy nutritiva por su alto contenido en proteína
y aceites; de las hojas jóvenes se extrae fibra
de excelente calidad y las hojas adultas sirven para elaborar
los techos de las viviendas; en los troncos caídos
se crían mojojoyes —larvas de un cucarrón,
o coleóptero— que complementan la dieta proteica
y sirven de alimento a grandes mamíferos silvestres,
como saínos y dantas y sus troncos muertos sirven
de sitios de anidación de aves, como guacamayas
y loros.
Durante las inundaciones, los frutos de muchas plantas
son dispersados por las corrientes y hacen parte de la
dieta de grandes peces. La palma yavarí, muy común
en la cuenca amazónica, es exclusiva de las orillas
de ríos o de zonas inundadas cercanas a ellos,
donde forma grandes poblaciones; crece hasta 15 m y su
tallo, de unos 20 cm de espesor, está fuertemente
armado de espinas; fructifica anualmente durante el invierno
y sus frutos maduros de color amarillo y 4 cm de longitud,
son importantes para la dieta de más de 16 especies
de peces como el tambaqui o la gamitana y para la mayoría
de tortugas amazónicas, como la charapa y para
algunas aves, especialmente las guacamayas.
EL RÉGIMEN
PULSÁTIL DE INUNDACIÓN
En la planicie de inundación, los procesos ecológicos,
el tipo de fauna y flora, los suelos y el uso de la tierra,
están determinados por el comportamiento estacional
de las inundaciones y se constituyen en sistemas complejos
que involucran generalmente varios ecosistemas; por tal
motivo, es necesario considerarlas macrosistemas que soportan
ambientes acuáticos permanentes y temporales.
Las planicies inundables deben ser interpretadas integralmente
—cuenca, curso del río y planicie—
en largas series de tiempo —años—.
En el contexto de espacio y tiempo, son sistemas muy estables,
con características únicas. En los grandes
humedales, prácticamente todos los procesos tienen
relación positiva o negativa con la frecuencia,
duración, magnitud y otras características
de la secuencia inundación–sequía.
El transporte y deposición de sedimentos, la colonización,
producción y descomposición de la vegetación
herbácea y leñosa; el consumo y mineralización
de la materia orgánica, la actividad migratoria
de los organismos y las actividades de los pobladores
del río, como la pesca y las cosechas, están
sincronizados con el régimen pulsátil de
los ríos.
Las inundaciones generan procesos de renovación
de los ecosistemas que forman parte del río. El
conjunto de organismos vegetales o animales que viven
en los grandes ríos es regulado por la dinámica
de los pulsos, en la que la fase de aguas bajas es tan
importante como la inundación, la cual genera el
mayor factor de cambio en la estructura biótica;
sin embargo, muchos árboles y plantas herbáceas
poseen adaptaciones morfológicas y fisiológicas
que les permiten realizar la fotosíntesis en condiciones
de inmersión prolongada.
EL MUNDO
BAJO EL AGUA
Las torrenciales lluvias en el piedemonte andino de la
vertiente amazónica, donde la precipitación
puede alcanzar 5.000mm, además de las grandes tormentas
que se desatan con fuertes borrascas en la planicie amazónica,
incrementan los caudales de los ríos hasta anegar
toda su planicie de inundación, situación
que en la Amazonia colombiana alcanza su máximo
nivel entre octubre y abril y llega al nivel mínimo
entre agosto y septiembre; las planicies de los ríos
que discurren más hacia el norte, como el Guaviare,
tienen una influencia del régimen llanero y captan
la mayor precipitación entre abril y agosto, con
un pico máximo en junio. Las fluctuaciones en el
caudal constituyen un régimen pulsátil que
produce grandes inundaciones seguidas de épocas
secas, cuando aparecen inmensos playones para la nidificación
de las tortugas.
En el río Amazonas frente a Leticia, el nivel del
agua entre la fase seca y la lluviosa puede variar entre
8 y 12 m. Durante unos tres meses, la inundación
cubre extensas áreas de selva y amplía el
hábitat para la fauna acuática. Los grandes
mamíferos como el manatí amazónico,
que puede alcanzar un tamaño de 3 m y pesar 480
kilogramos, cuenta con las grandes masas de aguas de lagos
y ríos que forman un espacio subacuático
continuo, donde puede moverse a sus anchas y alimentarse
con diferentes tipos de forraje, como las praderas flotantes
de pasto gramalote, la lechuguilla, que es su planta favorita,
el camote de flores violeta y el buchón, entre
otras; también aprovecha los frutos que flotan
en el agua de la várzea. Las interacciones en la
selva inundable conservan el equilibrio del ecosistema,
de manera que cuando desaparece el manatí por exceso
de caza, algunas de estas plantas se vuelven tan invasivas
que taponan los canales y dificultan la navegación;
la densa cobertura vegetal que no tiene su control biológico
natural, se vuelve una plaga en el medio acuático
y termina por afectar las cadenas alimentarias. Desde
el siglo XVII, miles de manatíes han sido sacrificados
para obtener su carne, manteca y piel, lo cual los ha
llevado al borde de la extinción y aunque están
protegidos por la Ley colombiana desde 1969, aún
se consideradan una especie amenazada y no obstante los
esfuerzos de las instituciones y organizaciones civiles,
muchas crías y juveniles mueren cada año
atrapados en las mallas de pesca.
El mundo bajo el agua es habitado por dos especies de
delfines: el rosado o bufeo colorado, que alcanza 2,8
m de longitud y pesa alrededor de 180 kilogramos y el
gris, de menor tamaño, que prefiere áreas
más abiertas y despejadas. Aparte del color de
su piel en los individuos adultos, la principal característica
del delfín rosado es la movilidad de su cabeza,
que le permite desplazarse con facilidad en el complejo
mundo subacuático de los bosques inundables, donde
se alimenta principalmente de peces, por lo que los pescadores
lo consideran una competencia que afecta su labor. A pesar
de que es una especie cuyo simbolismo en los mitos y en
la cultura indígena es muy importante, las presiones
de caza han aumentado y algunos pescadores los utilizan
como carnada para atraer peces carroñeros, similares
al capaz, que tienen gran demanda en las ciudades.
EL CICLO
DE LAS INUNDACIONES
El científico Michael Bevis, divulgó en
el Journal Geophysical Research Letters del año
2005, una investigación según la cual, la
inundación en la Amazonia es de tal magnitud que
el peso del agua afecta la corteza terrestre en el área
de la cuenca y literalmente la hunde aproximadamente 10
cm y luego, en la estación seca, recupera su nivel.
En este ambiente, la fauna acuática ajusta su ciclo
de vida a los pulsos estacionales y a la oferta de recursos
durante las diferentes épocas del año.
La inundación desencadena migraciones masivas de
algunas especies de peces, como los Caracidos o peces
de escama de los que hacen parte los bocachicos, la gamitada
y las lisas y los siluriformes representados por varias
clases de bagres, que se desplazan hacia las zonas de
rebalse y lagunas de la várzea en busca de buenos
lugares para su reproducción, como los camalotales
o praderas flotantes donde sus larvas y juveniles encuentran
alimento abundante y aguas de buena calidad. Estos ambientes
se convierten en salacunas donde las cadenas alimenticias
y las interacciones son muy complejas; la base de su productividad
se debe en parte a organismos microscópicos como
las bacterias y diversidad de algas —Euglenofíceas,
Clorofíceas, Bacilariofíceas— que
componen el fitoplancton y a un universo de invertebrados
—Rotíferos, Copépodos, Cladóceros—
que conforman el zooplancton; toneladas de material que
aporta la vegetación riparia, complementan esta
compleja red de interacciones invisibles, que hacen más
o menos productivo el ecosistema, según sea de
aguas blancas o negras.
Esto ocurre en grandes lagos de la planicie amazónica
como el Yahuarcaca, que es inundado anualmente por el
río Amazonas y que durante las aguas bajas es alimentado
por la quebrada Yahuarcaca y el lago Tarapoto cuyo principal
afluente es el río de aguas negras Loreto Yacú,
sólo inundado por el Amazonas en los niveles más
altos de las crecientes.
Los estudios realizados por el biólogo Tomás
Castillo, sobre la productividad y biomasa de algas que
se adhieren a la vegetación, a ramas y troncos
sumergidos, revelan que su dinámica está
relacionada con la mineralización de las aguas,
el ingreso de nutrientes, el tipo de bosque inundable,
la descomposición de la materia orgánica
y la recirculación de nutrientes en la columna
de agua; el valor más alto de clorofila se encontró
en las aguas bajas —20 mg/m2— y
el más bajo, en las aguas en ascenso o altas. Los
disturbios de origen natural o humano afectan los ecosistemas
acuáticos desde la base de su cadena productiva,
lo cual se refleja en una cascada de efectos sobre las
especies que lo habitan e incluso llega a afectar a los
grandes depredadores y al hombre.
UN VERANO
PROLONGADO
La temporada de mayor tensión en los ecosistemas
de la Amazonia es la época seca, que aunque generalmente
es breve, en algunas ocasiones se prolonga, como ocurre
durante el fenómeno de El Niño; algunos
ríos se secan y la fauna y la gente quedan aisladas,
se producen incendios y muchos animales mueren. En una
temporada seca normal, los manatíes, delfines,
caimanes y algunos peces grandes se desplazan a nuevos
sitios, tan pronto como perciben cambios químicos
y disminución en el nivel de agua.
En las lagunas y ríos de poca profundidad, el oxígeno
desciende a niveles críticos, y los gases emanados
del fondo —metano y ácido sulfhídrico—
crean un ambiente mortal para los peces, pero algunas
criaturas están bien adaptadas y han convertido
su vejiga natatoria en una especie de pulmón para
tomar el aire de la atmósfera, por lo cual se denominan
peces pulmonados; estas especies se consideran verdaderos
fósiles vivientes, puesto que pertenecen a una
etapa evolutiva intermedia entre los peces y los anfibios.
El natinga de la Amazonia es un extraño pez de
cuerpo oscuro y sin escamas, alargado como un anguila,
de aproximadamente 50 cm de longitud y con unas diminutas
aletas como filamentos; durante la época seca escapa
a la muerte enterrándose 30 a 50 cm bajo el fango
y aislándose en una cámara húmeda
tapizada con una mucosidad producida por su piel, donde
permanece en un estado latente, para salir de su refugio
cuando su hábitat se inunda nuevamente. Otro pez
que tolera condiciones de aguas barrosas y con deficiencia
de oxígeno es el temblón, que a pesar de
tener unas branquias muy reducidas, casi atrofiadas, cuando
sale a boquear hace que el aire llene su cavidad bucal
y faríngea, que al estar tapizada con papilas muy
vascularizadas, con miles de capilares sanguíneos,
cumple la función respiratoria; este pez se defiende
con letales descargas eléctricas generadas por
células especializadas en su cuerpo, que además
le sirven para capturar sus presas.
El gigante de los peces pulmonados de la Amazonia, que
prefiere vivir en grandes lagos y várzeas es el
pirarucú, única especie de la familia Arapaimidae
y uno de los más grandes de agua dulce del mundo
—se han capturado ejemplares de 3 m de longitud
y 200 kg de peso—; de cuerpo alargado y redondo,
cubierto con grandes escamas de coloración rojiza
en la cola, es un voraz depredador que abre velozmente
su enorme boca y succiona las presas y todo lo que se
encuentre a su alrededor. La alimentación del pirarucú
en la fase de alevín está compuesta por
camarones y pequeños crustáceos y a medida
que va creciendo se convierte en piscívoro, aunque
ocasionalmente se alimenta de aves y reptiles acuáticos.
Una investigación realizada por la Universidad
de la Amazonia, en Florencia, Caquetá, basada en
especies en cautiverio, permitió observar el comportamiento
reproductivo del pirarucú. Para comenzar, el macho
demarca el territorio mediante fuertes golpes que da en
el agua con la cola, hasta atraer a la pareja y luego
construyen el nido; la coloración del macho y la
hembra cambia a un tono más oscuro; la del macho
es más intensa. Al tercer día de establecida
la pareja, las larvas eclosionan y seis días después
los alevines desarrollan la respiración aérea,
momento en el cual emergen por primera vez, nadando cerca
de la cabeza de su progenitor. Tres semanas más
tarde las crías disminuyen la dependencia del padre
y se alejan para empezar a cazar pequeños peces;
entonces su comportamiento gregario y la permanencia en
las capas superficiales del agua los convierten en presa
fácil para diferentes tipos de aves, especialmente
para las garzas vaco y el martín pescador, aunque
también son atacados por otros peces depredadores
como el guyumbo, el dentón o pez perro y otros
pirarucúes adultos. Esta especie ha sobrevivido
desde el Cretáceo porque desarrolló estrategias
exitosas; además de ser un pez pulmonado, cuida
a sus crías permanentemente, es de gran tamaño,
voraz, veloz y defiende agresivamente su territorio de
otros invasores, atacándolos con su fuerte cabeza;
pero la necesidad de salir a tomar aire en la superficie
lo delata ante su mayor depredador, el hombre.
En un esfuerzo para su conservación, los países
amazónicos han incluido al pirarucú en el
Apéndice II de CITES —Convenio Internacional
para el Tráfico de Fauna Silvestre—, donde
están las especies, que si bien no se encuentran
en peligro de extinción, podrían llegar
a esa situación, a menos que su comercio sea regulado
y se instituya una veda durante el período reproductivo.
Los proyectos de investigación se proponen difundir,
promulgar y capacitar a pescadores, acopiadores y productores
en el desarrollo sostenible de esta especie que ofrece
un gran potencial para cría en cautiverio.
Durante el verano, en la planicie de inundación
muchas especies quedan atrapadas en los bajiales, restingas
y madreviejas de poca profundidad y si el verano se prolonga,
se pueden secar o bajar a niveles críticos que
sólo toleran un reducido número de especies;
algunas quebradas no cuentan con suficiente aporte de
agua y en los pequeños charcos aislados, apenas
subsisten diminutos peces de colores.
Los peces que quedan concentrados en aguas superficiales
son presa fácil para muchas aves pescadoras que
aprovechan para darse un festín; las garzas blancas
y el garzón soldado, de casi 1,50 m de altura y
un extraño cuello hinchado desnudo, encuentran
abundantes peces moribundos que también son disputados
por chulos y gualas, aves carroñeras que se encargan
de la limpieza. En esta época se escucha la febril
actividad de diversidad de moscardones que se posan sobre
los restos de peces en descomposición y de avispas
carnívoras que arrancan trocitos de carne para
llevar afanosamente a su nido; nubes de mariposas amarillas
se detienen en la arena para abastecerse de sales vitales,
mientras que otras, de brillantes reflejos metálicos,
prefieren los peces muertos. En lo alto de los yarumos
el escenario es observado con atención por el águila
cienaguera, que espera el momento oportuno para pescar.
En la ronda de las lagunas, bandadas de aves filtradoras,
corocoras, coquitos y el extraño ibis verde, capturan
en el lodo crustáceos y pequeñas presas.
Los grupos de nutrias gigantes irrumpen chapoteando mientras
emiten fuertes chillidos, como si fueran las dueñas
del territorio y durante la estación de aguas bajas
construyen sus cuevas en los taludes del borde del río
para aprovechar con sus crías la abundancia de
alimento.
LAS PLAYAS
En la época seca quedan al descubierto enormes
playones en el río; unos son barrosos y con muchos
residuos vegetales, otros de arenas finas y otros más,
pedregosos; los hay muy amplios y también angostos
con grandes barrancos gredosos en su borde, donde loros
y guacamayas llegan en busca de arcillas. Los más
altos presentan cierta cobertura de pasto gramalote y
arbustos riparios como el camu camu, una mirtácea
que produce abundantes frutos.
Hace pocos años era común observar en las
playas cientos de caimanes asoleándose inmóviles,
con sus grandes bocas abiertas, regulando la temperatura
corporal, pero en la actualidad es raro ver alguno debido
a la cacería indiscriminada para obtener sus pieles.
Entre los caimanes de la Amazonia se destacan el gran
caimán negro o yacaré, que puede alcanzar
hasta 3 m; el caimán blanco y los pequeños
cachirres o babillas, cuyos machos alcanzan los 2 m; en
el borde norte de la Amazonia, en los ríos Duda,
Guayabero y Guaviare se encuentra uno de los más
grandes, el cocodrilo negro o caimán llanero. La
caza intensiva llevó estas especies casi al borde
de la extinción; actualmente son protegidos y forman
parte de la lista del libro rojo de reptiles de Colombia,
entre los que se encuentran varias especies de tortugas
y la anaconda o güío negro, serpiente de gran
tamaño que puede alcanzar de 7 a 10 m de longitud.
Durante la época de aguas bajas anidan en la playa,
además de los reptiles, tortugas e iguanas, algunas
aves como los gaviotines y diversidad de insectos y avispones
cavadores en una frenética actividad, cazan larvas
de otros insectos para alimentar las suyas que permanecen
en cámaras muy elaboradas entre la arena. Grandes
depredadores como el jaguar o los caimanes aprovechan
para variar su dieta con huevos y carne de tortuga, puesto
que esta es la época de nidificación de
varias especies como el cupiso, la taricaya y la de mayor
tamaño, la charapa. Esta temporada suele ocurrir
entre agosto y septiembre y en algunos lugares entre octubre
y noviembre.
La charapa, la tortuga de agua dulce de mayor tamaño,
es principalmente frugívora y herbívora;
su caparazón es ancho y aplanado y una hembra adulta
puede alcanzar los 90 cm de longitud y un peso hasta de
60 kg. Lo que más ha llamado la atención
es su forma de reproducción en colonias numerosas
de decenas o hasta miles de desovadoras, que llegan a
sus playas ancestrales. Muchas camadas de huevos se pierden
por anidar en lugares inadecuados o por las inundaciones
inesperadas de los ríos; la mayoría de los
huevos eclosionan después de 42 a 68 días
de incubación y al salir los neonatos deben sortear
el ataque de los depredadores como aves, caimanes y grandes
peces que los acechan en las playas y en el agua.
La gran selva húmeda de la Amazonia colombiana,
con su bosques de altiplanicie, sus várzeas e igapós
y el mundo bajo el agua, forma parte de uno de los biomas
más diversos del planeta, en el que ninguna especie
tiene el dominio y la clave del éxito está
en la especialización y en la interacción
de las especies que lo habitan; se han podido descifrar
algunos de sus misterios, pero aún hay muchos de
sus secretos que debemos conocer.