Conocida
también como la serranía del Darién–San
Blas, es una «bisagra» geológica que
unió el istmo centroamericano con el continente suramericano
y permitió los intercambios genéticos de las
especies de dos mundos biológicos altamente diferenciados.
Es también un corredor de origen volcánico
muy antiguo, que a través de sucesivos y largos procesos
de formación y evolución geológica
permitió el desarrollo, desde el Terciario Inferior,
hace 5.2 millones de años, de una barrera que interrumpió
el continuum marino —mar de Tethys— con el agregado
de pequeñas islas que fueron surgiendo en el sitio
conocido como Fosa Atrato–San Juan, por la presión
de las placas continentales de Cocos, Nazca, Pacífico,
Suramérica y el Caribe, y formó los océanos
Pacífico y Atlántico.
La «bisagra» del Darién, aunque aparentemente
aislada como estructura montañosa, es el nodo que
permitió unir el eje montañoso más
largo y complejo de la Tierra: una formación que
se despliega en sentido sur–norte de polo a polo y
que incluye la cordillera de los Andes desde la Patagonia
hasta el nudo del Paramillo y las serranías de Abibe
y San Jacinto en el norte de Colombia; la cadena de Talamanca,
la cadena montañosa de la Sierra Madre y el complejo
de las Rocosas y los montes Mackenzie, hasta Alaska.
RELIEVE
El relieve del Darién se formó aproximadamente
al final del Plioceno, pero tuvieron que pasar varios siglos
antes de que adquiriera la geomorfología que conocemos.
Durante miles de años la porción más
austral del istmo centroamericano fue un conjunto de islas
que posibilitaron los primeros intercambios genéticos
de especies de flora y fauna. Al final del Pleistoceno y
comienzos del Holoceno, se dieron en el nivel del mar múltiples
variaciones que permitieron la formación de corredores
terrestres —extensos aluviones costeros, playas y
acantilados irregulares—, que dieron acceso a un intercambio
entre dos grandes continentes hoy plenamente unidos, pero
interrumpidos por una barrera natural que conocemos con
el nombre de Tapón del Darién.
Esta cadena montañosa, emparentada geológicamente
con la serranía del Baudó, la serranía
de Abibe e incluso con el archipiélago de San Blas,
ha sido considerada una de las más agrestes barreras
montañosas del mundo, no tanto por su tamaño
y exuberancia como por la existencia de cunetas pantanosas
y planicies húmedas aluviales.
La serranía de San Blas–Darién es una
unidad morfológica que se proyecta sobre el eje costero
del mar Caribe, entre Río Diablo en Panamá
y el bajo Atrato en Colombia, con elevaciones que no superan
los 2.000 msnm. En territorio colombiano, anexo a esta prolongación
y paralelo a las poblaciones de Sapzurro, Acandí
y Capurganá, aparece el Cerro de Tacarcuna, considerado
por muchos expertos como uno de los enclaves más
biodiversos del continente, poseedor de una gran cantidad
de endemismos.
Las serranías de San Blas–Darién y del
Baudó—Los Saltos son complejos volcánicos
y sedimentarios con bloques y afloramientos exóticos
de diferentes edades, fragmentados por depósitos
marinos profundos, que tienen su origen en el Oligoceno
y terminan su profusión en el Mioceno Medio, y depósitos
más recientes y someros del Plioceno, conocidos como
la formación Chucunaque–Atrato, que conforman
los valles fluviales e interceptan en sentido longitudinal
las dos serranías.
En el otro costado oceánico del istmo, sobre la vertiente
del Pacífico, aparecen otras formaciones montañosas
consideradas como parte de la serranía del Darién,
que no son del mismo origen ni de la misma época
de surgimiento a pesar de que guardan una estrecha conexión
con ella. Los Altos de Aspavé y Juradó son
la prolongación más septentrional de la serranía
del Baudó, una cadena montañosa mucho más
extensa y ancha que la del Darién y que, por sus
características geomorfológicas, parece tener
relación con las islas de Gorgona y Gorgonilla.
CLIMA
El clima de la serranía del Darién—San
Blas, es específico con respecto al territorio noroccidente
de Colombia; tiene una precipitación entre 2.000
y 2.500 mm anuales, con una distribución bimodal
que alterna las dos temporadas lluviosas que se presentan
desde mediados de abril hasta agosto y desde comienzos de
octubre hasta finales de noviembre.
La temperatura tiene una distribución media anual
entre 24 y 28 °C y el índice de disponibilidad
media del agua en el suelo es bastante alto —exceso
de 1.001 a 3.000 mm/año—, debido a la presencia
de exuberantes selvas, el fenómeno bruma y los vientos
alisios cargados de humedad, que se estrellan sobre sus
escarpados flancos en la cuenca del Urabá.
SUELOS
En las últimas décadas se ha discutido la
bondad de los suelos de esta región, cuya formación
es aparentemente rica y cargada de nutrientes en las estribaciones
bajas y los valles aluviales, por los sedimentos que aportan
el Atrato y sus tributarios; sin embargo, son en realidad
suelos poco evolucionados, superficiales y muy susceptibles
a la erosión.
En las partes altas de la serranía San Blas–Darién
son característicos los litosoles, suelos rocosos
que afloran a pesar de la persistente tendencia de los bosques
a formar pequeñas capas de humus por la descomposición
de la hojarasca, lo que permite soportar pequeños
conjuntos de vegetación herbácea y arbustiva.
VEGETACIÓN
La serranía del Darién—San Blas se caracteriza,
desde el punto de vista del paisaje y la vegetación,
por poseer una llanura aluvial y terrazas bajas inundadas,
que están conformadas por las vegas de los ríos
Atrato y León y la parte baja de algunos de sus afluentes.
En el piedemonte de las colinas se desarrolla un bosque
heterogéneo con algún predominio del cativo,
pero con alta participación de otras especies arbóreas
que pueden variar de acuerdo con el grado de pendiente y
altura sobre el nivel del mar. En las zonas cenagosas y
áreas pantanosas, se encuentran vegetación
herbácea, bosques de pantano de poca altura, comunidades
homogéneas de palmas y bosques naturales con cierto
grado de homogeneidad. Las terrazas planas, disectadas o
no, tienen suelos más o menos bien drenados, pero
sujetos a inundaciones ocasionales.
La cobertura vegetal está impregnada de vida y fortaleza,
saturada de verdes difusos que se entremezclan con los habanos
y parduscos de los troncos emergentes de algunas especies
que pierden temporalmente su follaje en los períodos
secos. Sobresalen centenarias bongas y ceibas, emparentadas
con los baobab africanos, que dejan ver su multicolor floración.
Llanuras, colinas suaves, valles longitudinales y escarpadas
laderas, componen el relieve sobre el cual crecen múltiples
especies resultantes del encuentro de dos tipos de evolución.
Musáceas, leguminosas, mirtáceas y artocarpelos
se explayan conjuntamente con una gran cantidad de especies
arborescentes y parásitas, líquenes y helechos
que se mezclan con yarumos plateados. En las partes más
bajas y pantanosas sobresalen los bijaos, las cañabravas
y los panganales, formaciones que mimetizan y esconden el
verdadero carácter de barrera infranqueable del Darién.
Entre todas sobresale el catival, conformado por árboles
adaptados al desborde permanente de los ríos que,
de manera similar a las varzeas o igapos del Amazonas, son
ecosistemas vegetales lacustres, adaptados para estar buena
parte del año bajo el agua. El catival, conocido
por lugareños y científicos como manglar de
agua dulce, estuvo antiguamente distribuido por los valles
aluviales del río Atrato, el León y los afluentes
que vierten sus aguas al golfo de Urabá y hasta hace
menos de una década se extendía por más
de 400.000 hectáreas, pero hoy está en vías
de extinción; cumple una función primordial
en el mantenimiento y funcionamiento de los ecosistemas
del Darién y constituye, junto con el manglar, el
caunajal y los sajales, las comunidades vegetales de tierras
bajas más representativas de las formaciones del
Pacífico Biogeográfico.
FAUNA
Infinidad de aves, algunos primates y ciertas especies de
roedores y reptiles, iniciaron la conquista del gran archipiélago
que posteriormente conformó un solo y compacto eje
continental, algunos siglos antes que el Darién soldara
en forma definitiva el corredor entre el mundo boreal y
templado del norte y el continente neotropical de Centro
y Suramérica.
De Norteamérica llegaron los felinos, los osos, los
ciervos y algunas especies de conejos y roedores. De Suramérica,
pasaron por el Darién hacia Centro América
y más al norte los chigüiros, los hormigueros,
los perezosos, los armadillos y el más persistentes
de todos los marsupiales: el fara, zarigüella o tlacuche.
Con los viajeros del norte, penetraron por el Darién
hacia el resto del continente los alisos, nogales, y robles
con simbióticos acompañantes como los pájaros
carpinteros y las ardillas, que lograron una muy positiva
adaptación a todo lo largo y ancho del relieve andino.
Después de todos los procesos de hibridación,
especiación y adaptación, propios de un corredor
de intercambio genético, se destacan en esta región
la danta, el manatí, el perro de monte, el zorro,
el puma o león colorado, el tigrillo, la rata espinosa,
el ponche o cacó, el olingo —un pequeño
marsupial—, el ratón de monte, el tití
o bichichi, el maicero cariblanco, la marimonda, el mico
nocturno, el mono rojo o aullador y el aullador negro.
Entre los reptiles se encuentran la tortuga bache o mordelona
y las tapaculos, varios lagartos y numerosas serpientes.
El Darién ha sido reseñado como el límite
norte para muchas especies animales suramericanas, es el
caso de los osos andino y de anteojos que, como dos de las
tres especies de dantas con las que cuenta el país
y unas cuantas aves de las 500 identificadas en el sector
suroccidental de la serranía, no han podido franquear
la barrera del Darién.
DISTRITOS BIOGEOGRÁFICOS
La complejidad de las formaciones ecológicas y de
paisaje de la serranía del Darién—San
Blas está relacionada con su ubicación geográfica,
el efecto corredor, su alta disponibilidad de hábitats
provistos de un relieve variado y sus condiciones abióticas
que propician un pródigo establecimiento de vida
silvestre.
De acuerdo con criterios fisionómicos de composición
florística y límites de distribución
de géneros, especies y subespecies de algunos animales
como los tetrapodos, que ejemplifican la caracterización
biótica y ecológica, en Colombia se han determinado
nueve unidades biológicas de interés científico.
La denominada provincia biogeográfica del Chocó–Magdalena,
a la que pertenece la serranía Darién–San
Blas se subdivide en cuatro distritos.
DISTRITO SAN BLAS – ACANDÍ –
TANELA
Comprende el corredor costero de la provincia panameña
de San Blas y los valles de los ríos Acandí,
Tolo, Tanela, Unguía y Arquía. La vegetación
es subhigrofítica con tendencia hacia la higrotropofitia
—muy húmeda—. Es un corredor de migración
costero generado por la llegada periódica de un gran
número de aves marinas, entre las que sobresalen
los chorlos y areneros, las gaviotas, las gualas y los gavilanes.
La presencia de aves migratorias como las familias de las
reinitas y las atrapamoscas, está favorecida, debido
a la preferencia que muestra una gran parte de estas aves,
por los hábitats que generan los rastrojos en diferentes
estados de desarrollo dejados por la intervención
humana.
Se han identificado 82 especies de reptiles, 845 de plantas
y 101 de peces estuarinos y los que remontan las corrientes
de agua dulce, algunos de ellos predominantemente marinos;
esta cifra no incluye peces arrecifales ni los de mar abierto.
Adicionalmente, se han identificado 177 especies de mamíferos,
328 de aves y 14 de anfibios, esta última cifra muestra
un escaso conocimiento, o el resultado de una fuerte intervención
en la región.
DISTRITO DEL TACARCUNA
Incluye las laderas de la serranía del Darién—
San Blas por encima de los 400 msnm, desde la provincia
de San Blas hacia el sur, hasta la cuenca del río
Pipirre; la altura máxima se alcanza en los cerros
Malí y Tacarcuna. Es considerado como un centro de
endemismos.
La vegetación está representada por selvas
frecuentemente nubladas en las que existen alrededor de
50 especies endémicas de plantas leñosas.
A partir de los 1.300 msnm aparecen los robledales, cuya
presencia es muy llamativa; el área de distribución
de la especie está restringida a los Andes colombianos
y a Panamá. De este distrito se conoce un total de
507 especies de plantas. Se han registrado 130 especies
de mamíferos, 247 de aves, 74 de reptiles y 19 de
anfibios.
En su fauna se destacan el covatierra, la ardilla enana
y varias especies de ratones silvestres como la reinita
del Tacarcuna y el frutero del Tacarcuna.
DISTRITO KATÍOS
Incluye las estribaciones de la serranía del Darién—San
Blas más cercanas a las riberas del río Atrato.
En su jurisdicción se encuentra el Parque Nacional
Natural Los Katíos y gran parte de la planicie aluvial
de la margen izquierda del río Atrato, que se extiende
desde su delta hasta la parte media de los ríos Truandó
y Domingodó. El área ha sido una de las más
estudiadas, no sólo como consecuencia de la declaración
del Parque Nacional, sino por la existencia de considerables
extensiones de bosques, que son aprovechados por diversas
empresas comerciales.
La composición biótica de esta zona está
integrada por 933 especies de plantas, 182 de mamíferos,
428 de aves, 96 de reptiles y 113 de peces.
DISTRITO TURBO – ARBOLETES
Comprende el sector norte del valle del río Apartadó,
las estribaciones bajas de la serranía de Abibe,
los municipios de Turbo, Necoclí, Arboletes y San
Pedro de Urabá; incluye la cuenca del río
Mulatos y se extiende hasta la margen derecha del río
San Juan. Muestra un alto grado de alteración, pues
la mayoría de su área se ha destinado al desarrollo
de actividades agropecuarias.
La cobertura vegetal original está representada por
selvas subhigrofíticas que se intergradan hacia selvas
higrotropofíticas en el noreste. La flórula
natural registrada hasta el momento consta de 487 especies
de plantas que se encuentran en pequeños bosques
ubicados en las partes altas. La fauna tetrápoda
está representada por 177 especies de mamíferos,
294 de aves, 61 de reptiles y 87 de peces dulceacuícolas.
La destrucción del hábitat natural y la presión
de la caza han ocasionado la extinción local de algunas
especies de dantas. En este distrito se destacan las playas
marinas de la Punta del Águila, donde anida un alto
número de tortugas canal —la más grande
del mundo.
EL POBLAMIENTO
La historia del hombre americano es un enigma, particularmente
la de los primeros pobladores de nuestro continente desplazándose
en hordas cuya movilidad dependía de los alimentos
ofrecidos por el medio natural, ante todo de mamíferos
y de frutos silvestres. Desde su arribo a Suramérica,
hace 25.000 años aproximadamente, hasta el inicio
de la conquista en el siglo XVI, Colombia tuvo un panorama
cultural variado, pródigo y lleno de mitos y leyendas.
En las estribaciones del Darién colombiano, Alonso
de Ojeda estableció en 1509 la primera fundación
en Tierra Firme. A pesar de que este villorrio llamado San
Sebastián de Urabá fue incendiado y destruido
por los indígenas dos años más tarde,
esta fundación marcó el inicio del dominio
de un mundo que los españoles llamarían Nuevo
Mundo.
La desaparición momentánea de aguerridos colonos
europeos a manos de indígenas Kuna o Tule, Karib
y posiblemente Wuaunana motivó un nuevo emplazamiento
mejor fortificado y con mayor número de soldados.
Así, Vasco Nuñez de Balboa fundó la
famosa población de Santa María la Antigua
del Darién en 1511. Desde dicha población
se inició la aventura de descubrir el océano
Pacífico en 1513, por parte de Balboa y sus hombres,
y se comprobó, desde las altas cumbres del Darién,
que este continente que después se llamaría
América, no era las Indias anunciadas por Colón.
Un par de años después, Balboa y Francisco
Pizarro, descubridor del Perú, convencerían
a Carlos V de España de las bondades de construir
un canal interoceánico que facilitara la conquista
española en estas tierras continentales y franqueara
el estrecho corredor que se interponía en las rutas
de las codiciadas especias de Oriente.
La agitación del descubrimiento de América
recorría no sólo las cortes de Europa sino
la imaginación de nobles, cortesanos, aventureros
y hasta prófugos de la justicia a todo lo largo y
ancho del mundo occidental. En los reinos aún no
consolidados de Castilla, Aragón y Andalucía,
así como en las cortes de los países anglosajones
y bávaros se debatía acerca de las riquezas
e infinitas posibilidades económicas que traerían
el descubrimiento del Nuevo Mundo. Pero quizás el
tema que suscitó mayores controversias, fue el de
la importancia geopolítica que tendría la
apertura de un canal interoceánico, utilizando una
vía de interconexión fluvial, al noroccidente
del Darién, a través de la vía Truandó–Atrato.
Este proyecto motivó la exploración del experto
Juan Antonnelli en 1550, quien con Antonio Consciente buscó
la ruta más eficaz.
El proyecto fue suspendido y la Corona Española dio
orden de sigilo una vez se evaluaron las connotaciones que
tendría para España la apertura de una vía
que facilitara la expansión de la flota Inglesa.
De nada sirvió el retraso del proyecto, ya que un
siglo después arribaron colonos escoceses e ingleses
a las tierras del Darién para fundar Nueva Caledonia
y Nuevo Edimburgo, emplazadas en las estribaciones del Darién,
para resistir los embates de los españoles. No obstante
el interés anglosajón por establecerse en
la serranía y abrir paso a la conquista de un mundo,
en marzo de 1700 el gobernador de Cartagena de Indias, Juan
de Dios Pimienta los expulsó.
De acuerdo con la descripción de Oviedo, la margen
occidental del golfo estaba habitada por los indígenas
Cueva y la oriental por los Urabaes, con un territorio que
se extendía hasta el Cabo de la Vela. El lugar ancestral
de los Embera era el de las cabeceras de los ríos
San Juan y Atrato, mientras que los Cuna ocupaban el medio
y bajo río Atrato. La presión de los españoles
sobre la provincia de Cueva produjo la desaparición
del grupo Embera y su territorio fue ocupado desde el siglo
XVI por los Cuna. En el siglo XVII, estos aprovecharon la
alianza con los piratas para atacar a los grupos localizados
en el bajo río Atrato; sus territorios se extendían
desde la isla de Gorgona hasta el golfo de Urabá.
Entre 1708 y 1740 colonizaron las islas y la desembocadura
del río Chagres. Desde entonces, la población
Cuna y Embera se ha reducido drásticamente.
En la actualidad, habitan en viviendas palafíticas
aisladas, en tambos construidos en los cauces altos de los
ríos. Particularmente para la etnia Embera, el río
conecta los pueblos y las ideas, y es el marco de su identidad
cultural. El río, como un ser transformable, está
ampliamente descrito en sus mitos y en sus manifestaciones:
amenaza o influye en la vida y las acciones de los humanos.
Desde el siglo XVII, los traficantes de esclavos aparecieron
en la región en búsqueda de oro. De acuerdo
con los historiadores, entre 1724 y 1728, el 53% de los
esclavos que desembarcaron en Cartagena fueron al Chocó,
la zona minera más importante. La región no
sólo se polarizó entre indígenas y
españoles, sino que la población negra fue
asumida de manera diversa y los conflictos territoriales
se hicieron evidentes. En los primeros años del régimen
colonial, los grupos explotados —africanos e indígenas—
fueron sometidos a una separación y a un control
tan extremo, que las crónicas de la época
cuentan de rebeliones indígenas donde los esclavos
africanos también eran abatidos por los indígenas,
pues eran considerados por éstos como parte integrante
del aparato de invasión colonial. Desde mediados
del siglo XIX, la deshabitada región del Darién
entró en un proceso de presión demográfica
por parte de indígenas, negros y mestizos, que determinó
una ocupación extensiva de las áreas medias
y bajas de los ríos, y una migración progresiva
de indígenas hacia las cabeceras más altas.
La resistencia cultural hizo posible que las etnias indígenas
de los Cuna, Wanana y Embera sobrevivieran como entidades
políticas, territoriales y culturales. Los Cuna están
conformados por cerca de treinta mil personas. Los Embera
llegan a los cincuenta mil, congregados en cinco grupos
dialectales, de los cuales dos están asentados en
la parte oriental del bajo Atrato y tres en la occidental.
EL IMPACTO DE LA MANO DEL HOMBRE
La serranía del Darién—San Blas y las
zonas aledañas están entre las regiones más
biodiversas del país, ubicadas en la provincia biogeográfica
del Chocó o en lo que se ha conocido como Chocó
Biogeográfico. En la actualidad y a pesar de que
los estudios científicos son escasos, puede afirmarse
que el Darién guarda por lo menos el 5% de la biodiversidad
total mundial; sin embargo, la colonización y explotación
no sostenibles la hacen una de las regiones más amenazadas
del país.
El peligro se ha intensificado desde mediados del presente
siglo, al hacerse más fuerte la aspiración
del pueblo antioqueño de tener una salida al mar,
meta que logró en 1950 con la llegada del primer
vehículo al puerto de Turbo. Desde entonces se han
multiplicado los intentos por continuar el trayecto que
conecte a Suramérica con el hemisferio Norte a través
de la carretera Panamericana; esta idea, concebida desde
el siglo pasado, tomó auge en la Tercera Conferencia
Panamericana de Vías y Carreteras, celebrada en Washington
en 1942, cuando encontró el apoyo del Gobierno del
los Estados Unidos.
La oleada migratoria, causada por la violencia de los años
50, generó uno de los procesos de colonización
más agresivos para los recursos naturales, y produjo
la deforestación y pérdida paulatina del núcleo
boscoso y selvático más importante del remate
suroeriental del istmo centroamericano, por la utilización
del suelo para la ganadería extensiva.
Con la carretera llegaron no sólo los colonos y el
ganado sino los grandes empresarios que ante las expectativas
de una vía internacional de conexión hemisférica
acapararon las tierras y crearon intereses económicos.
El debate de la carretera se dio en los congresos y en los
foros viales del continente e hicieron curso numerosas resoluciones
de los países panamericanos que apoyaron la iniciativa
y aportaron presupuestos gubernamentales para la realización
de los estudios que convocaron a lo más selecto de
los consultores, técnicos y diseñadores de
la ingeniería vial en el mundo entero. La propuesta
se analizó incluso en las cortes, incluidas las de
Estados Unidos, que desde los años setenta debaten
las denuncias de grupos ambientalistas férreamente
opuestos a la incursión en ecosistemas altamente
amenazados.
Durante los últimos veinte años, el Gobierno
de Colombia llevó hasta el sitio de Lomas Aisladas,
a orillas del río Atrato, una vía con excelentes
especificaciones constructivas y dejó su conexión
con la frontera panameña a tan sólo treinta
kilómetros de distancia.
El territorio por donde pasan las alternativas de la vía,
es el medio habitacional de grupos étnicos conformados
por comunidades negras, colonos mestizos, chilapos y pueblos
indígenas, quienes han conservado sus formas ancestrales
de relación con el medio.
ESTRATEGIAS DE CONSERVACIÓN
Desde comienzos de los años setenta se estableció
en la región un Parque Nacional que aunque pequeño
en su momento, contenía los ecosistemas más
representativos de la serranía del Darién
y de las zonas bajas inundables del Atrato.
El Parque, situado en el extremo noroccidental del territorio
colombiano, en los límites con Panamá, cubre
72.000 hectáreas; limita al noroccidente con la línea
fronteriza, al nororiente con el río Peye, al occidente
y al norte con el río Atrato, que incluye una porción
del Tapón del Darién y las ciénagas
de Tumaradó y al sur por el caño Gumercindo
y los ríos Perancho y Cacarica. El Parque se subdivide
en tres sectores, uno montañoso o de colinas, uno
de planicies no inundables y otro de planicies anegadizas
o pantanosas. El sector montañoso o de colinas se
sitúa al norte y en parte del centro del área
y está ocupado por las estribaciones meridionales
de la Serranía de Darién—San Blas.
Esta unidad de conservación fue establecida como
parte de los acuerdos logrados con el gobierno de los Estados
Unidos en 1974, como requisito para dar inicio a los programas
de erradicación de la fiebre aftosa, que el Departamento
de Agricultura de este país tenía que desarrollar
para atender el proyecto de eventual apertura de la frontera
colombo–panameña. Quince años más
tarde se cumplieron las metas de erradicación y el
gobierno norteamericano dio su certificación de cumplimiento;
durante este período, las conversaciones sobre la
construcción de la carretera se dilataron y la financiación
de las dos terceras partes de la obra, que dependían
de los recursos económicos que aportara el gobierno
americano, cayeron en el más bajo de los niveles
de interés por parte de los Estados Unidos y Panamá.
Entre tanto, Colombia continuaba agitando el tema a través
de las autoridades antioqueñas y de los organismos
estatales responsables de la construcción de las
vías del país.
El Ministerio del Medio Ambiente se constituyó en
el interlocutor para atender el clamor de los daños
ambientales que podrían generarse con un proyecto
vial que no los consideraba y, en particular, para defender
el Parque Nacional Natural que pretendía ser atravesado
por la Carretera Panamericana. En 1994 se estableció
el Área de Manejo Especial Darién–Katíos
y se definieron los procedimientos para establecer a lo
largo de toda la frontera con Panamá y en una extensión
superior a las 800.000 hectáreas, un trabajo de ordenamiento
territorial ambiental de tipo participativo. Por su parte,
el Instituto Nacional de Vías adelantó el
Diagnóstico Ambiental de Alternativas.
El Parque Nacional Natural Katíos fue reconocido
en 1994 por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad; con
ello se complementaba una estrategia de reconocimiento mundial
otorgada al gobierno panameño para su Parque Nacional
Darién, de 600.000 hectáreas y los territorios
indígenas de las comarcas Kuna-Yala y San Blas, unas
100.000 hectáreas adicionales.
En 1995, la Unidad de Parques Nacionales inició los
estudios para el establecimiento de varias áreas
protegidas que podrán incorporar en el futuro las
reservas de Aspeve, Tacarcuna, Playas de Acandí y
el Cordón Montañoso de Titumate, además
de la ampliación del Parque Nacional Natural Katíos
en 70.000 hectáreas adicionales, sobre las ciénagas
de Tumaradó y Peracho.