Colombia
tiene el privilegio de poseer litorales sobre el océano
Pacífico y el mar Caribe, por lo cual la variedad
y cantidad de ambientes marino- costeros es enorme. En
total, su línea de costa marina tiene una longitud
cercana a los 3.000 km; al Caribe le corresponden 1.642
km que se extienden desde Cabo Tiburón, límite
fronterizo con la República de Panamá, hasta
Castilletes, en la frontera con Venezuela.
A lo largo de este litoral la morfología costera
es variada y contrastante; abarca desde macizos montañosos
que se precipitan abruptamente hacia el mar, como los
de la Serranía del Darién y la Sierra Nevada
de Santa Marta, que configuran una costa irregular de
acantilados rocosos y pequeñas bahías, hasta
amplias planicies costeras y aluviales con escaso relieve.
El clima está controlado por el desplazamiento
anual de la Zona de Convergencia Intertropical, de baja
presión, donde confluyen los vientos Alisios
provenientes de ambos hemisferios. El régimen de
lluvias en la región es marcadamente bimodal puesto
que se presentan dos períodos de lluvia —abril
a junio y septiembre a noviembre— y dos épocas
secas —diciembre a marzo y julio a agosto—,
aunque existe un marcado gradiente geográfico de
pluviosidad: la parte más meridional de la región,
el Golfo de Urabá, es relativamente húmeda,
con precipitaciones anuales de alrededor de 2.500 mm y
a medida que se desplaza hacia el nororiente a lo largo
de la costa, las condiciones se van tornando gradualmente
más secas hasta llegar a la península de
La Guajira, en el extremo norte del litoral, donde las
precipitaciones anuales no sobrepasan los 250 mm y prevalecen
condiciones semidesérticas.
El territorio continental colombiano es, después
del de Rusia, Canadá y Brasil, el cuarto del mundo
en volumen de agua por unidad de superficie, con un rendimiento
hídrico promedio estimado en 60 litros de agua
por segundo en cada kilómetro cuadrado, cifra que
equivale a seis veces del promedio mundial y a tres del
de Suramérica. Dicha cantidad de agua está
repartida en cinco vertientes o grandes espacios geográficos
hacia donde discurren los ríos: Caribe, Pacífico,
Catatumbo, Orinoco y Amazonas.
La vertiente del Caribe tiene una extensión de
435.000 km2 —más del 40% de la
superficie terrestre del país— y posee infinidad
de ríos y quebradas que drenan las cuencas de la
parte septentrional de la cordillera andina. Los principales
afluentes que desembocan en la costa del Caribe, después
de recibir las aguas de innumerables tributarios son el
Magdalena, el Atrato y el Sinú, cada uno de los
cuales ha desarrollado importantes estructuras deltaicas.
EL DELTA
DEL RÍO MAGDALENA
El río Grande de La Magdalena, como fue llamado
por los conquistadores españoles, con un área
de drenaje de 257.400 km2, es uno de los sistemas
fluviales andinos de mayor importancia en Suramérica
por su rendimiento hídrico y relevancia socioeconómica,
más que por la extensión de su cuenca, que
ocupa el 22,5% del territorio continental de Colombia;
abarca 724 municipios, el 65% del total nacional y concentra
casi el 80% de la población, con una densidad de
unos 113 habitantes por kilómetro cuadrado, cifra
que supera cuatro veces el promedio nacional.
Desde su nacimiento en el Macizo Colombiano, a una altitud
de 3.600 metros sobre el nivel del mar, el río
Magdalena recorre una longitud de 1.550 km hasta las Bocas
de Ceniza, como se denomina su desembocadura en el Caribe.
El río desciende por entre cañones estrechos
y profundos, luego recorre el valle que divide los ramales
central y oriental de la cordillera andina, antes de llegar
a la gran planicie del Caribe —la Depresión
Momposina—, donde se vuelve sinuoso y se expande
por las llanuras bajas llenando ciénagas y formando
un amplio entreverado de caños y lagunas; en esa
zona se le suman otros grandes ríos como el Cauca,
el San Jorge y el Cesar y juntos encuentran de nuevo un
único cauce que los conduce finalmente al mar.
Los procesos geológicos de configuración
de las cuencas sedimentarias de la planicie Caribe y del
levantamiento final de los sistemas montañosos
de esta cuenca, ambos de edades geológicas relativamente
recientes, cambiaron en repetidas ocasiones el curso y
los lugares de desembocadura del río Magdalena.
A mediados del Plioceno,
hace unos dos millones de años, se ubicaba al oriente
de la Sierra Nevada de Santa Marta a la altura de la ciudad
de Riohacha, donde hoy lo hace el río Ranchería;
luego, el río cambió su curso hacia el occidente
del macizo montañoso y desembocaba en la región
de Galerazamba, entre Barranquilla y Cartagena; más
tarde, durante el Pleistoceno,
la desembocadura se fue trasladando inicialmente hacia
Cartagena y luego, en sentido contrario, hacia Barranquilla,
hasta alcanzar el lugar que tiene actualmente.
El caudal promedio del río Magdalena antes de su
desembocadura es de 7.200 m3 por segundo, pero
en las épocas de lluvia puede incrementarse a 10.287
m3/s y en la estación seca, descender
a 4.068 m3/s. Transporta hacia el Caribe alrededor
de 144 millones de toneladas de sedimentos por año,
que equivalen al 86% de la carga total llevada por los
ríos colombianos que tributan al Caribe; por esta
razón no sólo es el más caudaloso
de los que desembocan allí, sino también
uno de los diez ríos del mundo con mayor aporte
de sedimentos a un océano. En consecuencia, desde
finales del Pleistoceno
y durante el Holoceno
—desde hace 15.000 años hasta el presente—,
el Magdalena ha jugado un papel muy importante en la modelación
morfológica de la costa a lo largo de casi 250
km, desde la población de Ciénaga hasta
la bahía de Barbacoas.
No obstante el caudal y la enorme carga sedimentaria del
río, la extensión de la planicie deltaica
más reciente del Magdalena, 1.700km2,
es bastante modesta; está delimitada por el macizo
de la Sierra Nevada de Santa Marta, al este del cauce
actual del río y al oeste por el relieve montañoso
costero del cinturón de San Jacinto; el ápice
interior del delta se encuentra aproximadamente a 45 km
tierra adentro de su desembocadura actual. La razón
del tamaño relativamente pequeño del delta
radica en la ausencia de una plataforma continental frente
a su desembocadura; la inclinación del fondo marino
es tan pronunciada que la mayoría de los sedimentos
se precipita por el talud
y se deposita en profundidades superiores a 500 m, donde,
como consecuencia, se ha formado un amplio abanico de
sedimentos que semeja un delta, pero localizado fuera
de la costa y a gran profundidad. Otra parte considerable
de los sedimentos es dispersada por el fuerte oleaje que
predomina en esta área intensamente azotada por
los vientos Alisios
del nororiente y transportada por la corriente de deriva
litoral hacia el suroccidente y depositada a lo largo
de la costa. Los barrios de Bocagrande y La Boquilla en
Cartagena de Indias están asentados sobre espigas
y cordones litorales constituidos en gran parte por sedimentos
descargados por el río en Bocas de Ceniza, que
se encuentra a más de 100 km de distancia.
En la actualidad, el plano deltaico del Magdalena posee
un solo distributario, pero anteriormente y hasta hace
menos de un siglo, algunos kilómetros antes de
arribar a la costa, el cauce principal se dividía
en dos brazos, a veces tres, que vertían sus aguas
independientemente al mar. Numerosas lagunas, madreviejas
y caños ciegos localizados en el plano deltaico
dan testimonio del comportamiento errático que
tenían los distributarios, que mudaban continuamente
su curso y afectaban la estabilidad y el desarrollo de
la navegación y la infraestructura portuaria, la
cual debía ser trasladada según los dictados
del río. Así, el puerto marítimo
y fluvial de Barranquilla estuvo inicialmente en Sabanilla,
entres 1871 y 1888, luego pasó a Puerto Colombia,
entre 1888 y 1924, más tarde a Bocas de Ceniza,
entre 1928 y 1935 y finalmente, una vez estabilizada la
desembocadura mediante grandes espolones y tajamares,
se ubicó en la margen izquierda del río,
frente a la ciudad de Barranquilla.
La morfología triangular de la llanura deltaica
del Magdalena es característica de los deltas dominados
por la influencia del mar; la línea de costa, casi
recta, refleja la alta intensidad del oleaje, que sumada
a la fuerte pendiente del fondo marino no permite la deposición
significativa de sedimentos, ni la progradación
del frente deltaico. La influencia de la marea es poca
puesto que el rango mareal apenas supera los 40 cm.
LA CIÉNAGA
GRANDE DE SANTA
MARTA
Gran parte del plano deltaico del río Magdalena
adyacente a su margen derecha, está dominado por
un extenso complejo de pantanos, lagunas, caños
y manglares conocido como Ciénaga Grande de Santa
Marta. Se trata de al menos una veintena de cuerpos de
agua de escasa profundidad, interconectados entre sí
mediante canales naturales, algunos permanentes, otros
intermitentes, que forman un complejo de humedales de
gran riqueza biológica. El sistema tiene una extensión
total de aproximadamente 1.300 km2 y es alimentado
por aguas dulces provenientes del Magdalena a través
de varios caños, así como de media docena
de ríos que drenan la vertiente occidental de la
Sierra Nevada de Santa Marta. Recibe influencia marina
a través de una boca que comunica el cuerpo de
agua mayor con el mar abierto, llamada la Boca de La Barra.
Una larga y estrecha barra de arena, conocida como la
Isla de Salamanca, donde la acción de los vientos
ha dado lugar a la formación de dunas, parcialmente
cubiertas con vegetación xerofítica, separa
la Ciénaga Grande del mar Caribe.
La marcada estacionalidad de las lluvias y los vientos,
controla la circulación y los procesos de mezcla
de aguas dulces y saladas dentro del complejo, de manera
que en una época del año predominan las
condiciones fluviales y en otra las marinas y la masa
de agua salobre crece unas veces y otras se restringe
a la zona cercana al mar. La escasa profundidad, el continuo
aporte de nutrientes desde el mar y los manglares adyacentes,
la mezcla de aguas, la alta luminosidad y las elevadas
temperaturas son responsables de la gran productividad
biológica de este sistema lagunar, considerado
uno de los estuarios más importantes en el ámbito
del mar Caribe. Muchas aves acuáticas, residentes
y migratorias, además de caimanes, tortugas, manatíes,
nutrias y otros animales amenazados de extinción
encuentran en los pantanos y manglares su sustento y su
morada. La relevancia ecológica de la Ciénaga
Grande ha sido reconocida desde hace mucho tiempo, por
lo cual parte del sistema está legalmente protegido
bajo la cobertura del Parque Nacional Natural Isla de
Salamanca y el Santuario de Fauna y Flora Ciénaga
Grande de Santa Marta. Su importancia para la conservación
de la biodiversidad ha sido también reconocida
a nivel mundial por la Convención Mundial de Humedales
—Convención de Ramsar— y la UNESCO,
que la ha declarado Reserva de la Biosfera.
Por su localización y oferta de recursos, la Ciénaga
Grande ha sido siempre un epicentro de actividades humanas.
Concheros y restos de cerámica en el área
demuestran que en tiempos precolombinos los pueblos indígenas
asentados en sus inmediaciones y en el piedemonte de la
Sierra Nevada de Santa Marta pescaban y recolectaban moluscos
en sus cuerpos de agua y en sus manglares. Varias poblaciones
de la Isla de Salamanca y aldeas palafíticas edificadas
sobre los cuerpos de agua derivan su sustento de la pesca
y la madera que extraen de los manglares.
La construcción de la carretera que comunica las
ciudades de Ciénaga y Barranquilla desencadenó
en la década de 1950, una serie de trastornos ambientales
en este sistema lagunar, cuyos efectos, acrecentados por
la contaminación de las aguas, el taponamiento
de los canales de comunicación con el río
Magdalena con sedimentos y la tala indiscriminada de mangle,
produjeron a comienzos de la década de 1990 un
colapso ecológico. La infraestructura vial interrumpió
parcialmente el flujo de aguas entre la ciénaga
y el mar y alteró considerablemente el régimen
hidrológico; luego se incrementó con la
carga de sedimentos del río Magdalena, debido a
la acelerada deforestación de su cuenca, lo que
provocó el taponamiento de los canales y redujo
el flujo de agua dulce hacia el sistema. Como consecuencia,
la salinidad de los cuerpos de agua y los suelos se fue
incrementando gradualmente hasta superar el límite
de tolerancia de los manglares y de varios organismos
acuáticos. El resultado fue la mortandad extensiva
de los manglares, cuya cobertura se redujo de 51.000 hectáreas
en 1956 a 49.000 en 1968, a 30.300 en 1987 y a 22.600
en 1995. También las poblaciones de almejas, jaibas
y de varios peces estuarinos, como los sábalos,
róbalos, lisas y anchovetas, que eran recursos
de amplia explotación, prácticamente desaparecieron,
y aumentaron los niveles de pobreza de la población
local.
Para contrarrestar el avanzado estado de deterioro ecológico,
entre 1996 y 1998 se efectuaron obras hidráulicas
tendientes a reestablecer los flujos de agua y a recuperar
la cobertura boscosa, tras lo cual el manglar se ha revitalizado
y actualmente tiene una extensión cercana a las
30.000 hectáreas. Sin embargo, tales obras provocaron
un cambio brusco, no gradual, en las condiciones de salinidad
de los cuerpos de agua, de modo que se pasó en
unos pocos años de una situación de hipersalinidad
a otra con predominancia de agua dulce. Tal cambio modificó
sustancialmente la composición de la fauna acuática
y causó la desaparición de muchas especies
marinas, como la ostra, y favoreció la aparición
de especies dulceacuícolas, como el bocachico.
LOS DELTAS
DEL CANAL DEL DIQUE
La depresión del Dique es una región pantanosa
a través de la cual discurrió el cauce del
río Magdalena hace unos 7.000 a 5.000 años.
En la segunda mitad del siglo XVII, los colonizadores
españoles, empleando mano de obra indígena,
emprendieron una de las mayores obras de ingeniería
de la época, para comunicar la ciudad de Cartagena
con el río Magdalena: el Canal del Dique. Interconectaron
las ciénagas y otros cuerpos de agua del antiguo
lecho fluvial para permitir la navegación entre
el puerto marítimo y la población de Calamar,
situada casi a 100 km aguas arriba de la desembocadura
del río. De esa manera se evitaba la larga y peligrosa
travesía por mar desde la ciudad hasta la desembocadura,
para luego sortear las fuertes corrientes y los imprevisibles
bajos que caracterizaban la transición del mar
al río.
El Canal del Dique es un distributario del río
Magdalena desde el punto de vista hidrográfico,
pero no conduce sus aguas y sedimentos hacia el plano
deltaico actual, sino que independientemente, por una
vía divergente, las lleva a las bahías de
Barbacoas y Cartagena, distantes más de 120 km
al suroeste de Bocas de Ceniza. El canal tiene una longitud
total de 114 km, un caudal promedio de 397 m3/s
y transporta al año alrededor de seis millones
de toneladas de sedimentos.
Desde su construcción hasta el presente se han
realizado obras adicionales de mantenimiento y modificaciones
al trazado original del Canal del Dique. Una primera rectificación
del cauce se llevó a cabo a mediados del siglo
XIX. En la década de 1920 se adecuó un canal
que permitía el acceso de embarcaciones medianas
a la ciénaga de Matuna, en inmediaciones de Cartagena
y en 1934 se concluyeron la rectificación y el
dragado de un tramo final que desemboca directamente en
la bahía de Cartagena a la altura de Pasacaballos,
a través del cual se vierten grandes volúmenes
de agua dulce y sedimentos a dicha bahía.
A partir de entonces, el ambiente predominantemente marino
de la bahía de Cartagena se fue tornando estuarino,
con predominancia de aguas salobres y turbias, con lo
cual se modificaron gradualmente la composición
y estructura de las comunidades biológicas. Las
exuberantes comunidades de corales y de pastos marinos
que existían en la bahía dieron paso a fondos
lodosos de poca productividad, a la vez que la cantidad
de sedimentos vertidos propició el asentamiento
de rodales de mangle en la margen sur de la bahía
y puso en marcha la progradación de un delta dominado
por la influencia fluvial. Este delta reciente, del tipo
pata de ave, avanza rápidamente ganando terreno
sobre el cuerpo de agua de la bahía, lo cual disminuye
su profundidad y amenaza la navegación de barcos
de gran calado hacia el puerto de Cartagena.
A través de los caños Lequerica y Matunilla,
el Canal del Dique posee dos desembocaduras en la bahía
de Barbacoas, amplia escotadura de la línea de
costa, abrigada del oleaje por la península de
Barú. En ambas desembocaduras ha desarrollado pequeños
deltas
del tipo pata de ave que progradan rápidamente
hacia el centro de la bahía y le confieren a ésta
características de un estuario bien mezclado y
con alta producción biológica. Las riberas
del estuario
están vegetadas por densos manglares, aunque gran
parte de ellas y los pantanos aledaños, han sido
transformados en piscinas e instalaciones para la producción
industrial de camarón.
A través del caño Correa, el Canal del Dique
posee un cuarto delta
que, localizado a unos 15 km al sur de la bahía
de Barbacoas, está formado por un distributario
principal y varios caños secundarios —Bocacerrada,
Hondito, Portobelo, Rico, Pablo— que comunican la
ciudad de Cartagena con el Magdalena y drenan un extenso
complejo de ciénagas y humedales. Este caño
tiene menos caudal y carga sedimentaria que los demás
del Dique y por estar más expuesto al mar abierto,
su desembocadura recibe mayor influencia del oleaje marino.
Por ello, a diferencia de los otros tres, el del caño
Correa se asemeja en su forma a la letra griega , típica
de los deltas influenciados por el oleaje y su progradación
es mucho más lenta.
Por presentar un variado mosaico de hábitats —pantanos,
ciénagas, playones, manglares, helechales y otras
formaciones vegetales— de gran importancia para
una fauna, especialmente para aves acuáticas, chigüiros,
zorra manglera, manatí, monos, caimanes, tortugas
y peces, el plano deltaico del caño Correa y sus
distributarios se erigieron como área protegida,
denominada Santuario de Fauna y Flora el Corchal del Mono
Hernández, en homenaje al destacado naturalista
Jorge Hernández Camacho (1935–2001). El Corchal
hace alusión a la presencia en esta área
de árboles denominados localmente corchos, que
crecen en los pantanos y tienen tronco retorcido, raíces
tabulares y savia de color rojo que es usada en la medicina
tradicional como astringente y hemostático. Esta
zona deltaica es también una de las 112 áreas
reconocidas en Colombia como prioritarias para la conservación
de las aves. Se destaca la presencia de casi 2.000 hectáreas
de manglar, donde están representadas las cinco
especies de mangle existentes en el Caribe —rojo,
blanco, negro o bobo, piñuelo y zaragoza—.
Tierra adentro el manglar da paso a vegetación
dominada por grandes helechos llamados matatigre. También
hay más de 400 hectáreas de corchal y otro
tanto de ciénagas y lagunas costeras, algunas de
las cuales, como la de San Pablo, con características
estuarinas.
En el delta
del caño Correa se localizan los poblados de Bocacerrada,
Labarcé y San Antonio; los habitantes de los dos
primeros se dedican a la pesca, la recolección
de moluscos y la extracción de madera, mientras
que los de San Antonio son agricultores y ganaderos. En
el área existen también extensas granjas
para el cultivo de camarones, que además de remover
parcialmente la cobertura de manglar, han alterado la
hidrodinámica del sistema por la apertura de canales
artificiales y han afectado la calidad de las aguas por
el vertimiento de desechos orgánicos.
EL DELTA
DEL SINÚ Y EL ESTUARIO
DE CISPATÁ
El río Sinú tiene aproximadamente 300 km
de longitud; nace en la parte septentrional de la cordillera
Occidental y desemboca al sur del Golfo de Morrosquillo
y su estrecha cuenca, demarcada por el valle entre las
serranías de Abibe-Las Palomas y San Jerónimo,
ocupa una extensión de 17.400 km2. El
Sinú descarga al mar Caribe un promedio de 383
m3 de agua por segundo y 42 millones de toneladas
de sedimentos al año, pero debido a la estacionalidad
de las lluvias, el caudal puede aumentar a más
de 700 m3 en la segunda mitad del año,
cuando suelen ocurrir las crecientes que inundan las lagunas
y ciénagas de la llanura aluvial, que actúan
como reguladoras del caudal.
La evolución morfológica del delta
del Sinú es una de las mejor documentadas, debido
a la existencia de cartografía antigua y rasgos
geomorfológicos que evidencian su gran dinámica.
Hasta el año 1762, el cauce del río mantuvo
el curso de su tramo final en dirección norte hasta
desembocar al mar abierto y dejó como testimonio
una acumulación de sedimentos en el fondo marino
adyacente, conocida actualmente como Bajo de Venados;
luego desvió su curso hacia el oriente a lo largo
de la costa, siguiendo la orientación de la espiga
litoral de Mestizos y formó un delta alargado que
engolfaba un cuerpo de agua que constituye la actual bahía
de Cispatá. Casi un siglo más tarde, hacia
1849, el Sinú abandonó el delta de Mestizos,
que pronto adquirió una mayor influencia del mar
y fue colonizado por manglares, mientras que el río
trasladó su principal distributario a la parte
interna de la bahía de Cispatá. A partir
de entonces, ésta fue rellenándose de sedimentos
para convertirse gradualmente en una zona pantanosa, que
fue en parte aprovechada para cultivar arroz en la primera
mitad del siglo XX.
Hacia 1938, el río se abría paso en un largo
y sinuoso trecho a través de los pantanos para
llegar hasta su desembocadura en Cispatá. No obstante,
uno de sus primeros meandros,
que se encontraba 20 km arriba de la desembocadura, pasaba
a escasa distancia del litoral situado al norte, frente
al mar abierto, muy cerca de las playas de Tinajones.
Debido al escaso aporte de sedimentos a las playas, desde
que el río abandonó el delta de Mestizos
y a la acción erosiva del oleaje, la línea
de costa retrocedía gradualmente, de manera que
la distancia entre el meandro
y el mar se hacía cada vez menor y, en algún
momento entre 1938 y 1945, probablemente durante la creciente
de 1943, el Sinú rompió la delgada barrera
que lo separaba del mar —fenómeno conocido
como avulsión fluvial— y abrió un
canal directamente al mar, que pronto se convirtió
en su desembocadura principal y acortó en 20 km
su trayecto. Desde entonces el río inició
la construcción del delta
de Tinajones y fue abandonando el que había construido
durante casi un siglo en Cispatá, donde, con el
nuevo cambio, la intrusión de agua marina favoreció
la colonización de los manglares y obligó
a abandonar los cultivos de arroz; infructuosos resultaron
los intentos que se hicieron para obligar al río
a retomar su cauce anterior mediante la abertura de canales
artificiales.
En menos de 60 años, el nuevo delta
ha ido ganándole terreno al mar a razón
de 50 hectáreas cada año y actualmente tiene
una extensión aproximada de 2.800. En sus características
geomorfológicas muestra los rasgos propios de los
deltas influenciados por el río, aunque también
el oleaje juega un papel importante en su configuración.
En la primera parte del año, cuando los vientos
Alisios
del nororiente soplan con fuerza en la región,
el oleaje tiende a ser el factor dominante que dispersa
los sedimentos a lo largo de la costa; pero en la segunda
mitad del año, cuando se debilitan los vientos
y el mar está en calma, las lluvias hacen aumentar
el caudal y la carga de sedimentos con lo cual se genera
una gran deposición de material nuevo en el frente
deltaico. El nuevo delta
posee tres distributarios principales, llamados brazos
de Corea, del Medio o Bocanegra y Mireya, a través
de los cuales drena al mar; estos brazos están
separados por islas sedimentarias vegetadas con herbáceas,
donde se evidencian antiguas barras de playa. Además,
existen pequeños canales artificiales que drenan
hacia las ciénagas adyacentes de la margen derecha
y la bahía de Cispatá.
Los antiguos deltas
y un sector del nuevo están cubiertos en gran parte
por manglares que suman algo más de 8.500 hectáreas
y en zonas contiguas a éstos, existen vastas áreas
de helecho matatigre; 662 hectáreas se han dedicado
al cultivo de camarón, lo que han generado contaminación
en algunos cuerpos de agua, especialmente en la Ciénaga
de Soledad. El delta
de Tinajones posee suelos altamente productivos debido
a los constantes aportes de agua y nutrientes del río,
por lo que son aprovechados para la agricultura, principalmente
de subsistencia, con cultivos de arroz, ñame, yuca
y plátano, coco y frutales, entre otros y recientemente
se han instalado algunas plantaciones forestales con fines
comerciales.
La Bahía de Cispatá, cuyo cuerpo de agua
y caños aledaños suman 1.142 hectáreas,
está casi totalmente rodeada por manglares. Es
un estuario con alta productividad biológica, donde
una parte de la población local, principalmente
la de San Antero, Puerto Cispatá y Caño
Lobo, practica intensivamente la pesca de subsistencia
con trasmallos y atarrayas. Los principales recursos,
entre los peces estuarinos, son la mojarra plateada, la
lisa y el róbalo; el bocachico es el más
común entre los peces de agua dulce. Además
se extraen camarón tití, langostinos, jaibas,
caracol copey y chipi chipi.
En esta región es de gran importancia la extracción
y comercialización de madera de mangle y en la
actualidad hay con una docena de organizaciones comunitarias
dedicadas a esta actividad; los corteros, como se denominan
las personas encargadas de la extracción, se dispersan
por el estuario
en busca de los árboles específicos según
la demanda, los seleccionan y talan, dirigiendo siempre
la caída hacia la trocha o camino de arrastre que
previamente se ha acondicionado. Los productos se apilan
al borde del caño o ciénaga para su posterior
transporte a Caño Lobo, centro de acopio; la madera
se emplea en la construcción de viviendas y elaboración
de postes para cercas.
El complejo deltaico-estuarino conformado por los deltas
antiguos y el nuevo del río Sinú y la Bahía
de Cispatá revisten particular importancia para
la conservación de la fauna silvestre. Los humedales
y manglares son el hábitat de más de 260
especies de aves, principalmente zancudas, marinas y playeras,
por lo que esta región es parte de las 112 áreas
prioritarias para la conservación de las aves en
Colombia. Además, varias especies amenazadas de
extinción, como el caimán aguja, la tortuga
carranchina, la icotéa o tortuga de río,
la nutria y el manatí, entre otras, están
en esta región todavía bien representadas.
Grupos de varios individuos del delfín costero
suelen adentrarse en el estuario
de Cispatá en busca de alimento y probablemente
de lugares seguros para dar a luz a sus crías.
Recientemente, la Corporación Autónoma Regional
de los Valles del Sinú y San Jorge —CVS—
declaró la zona como Distrito de Manejo Especial
e incluyó una reglamentación que persigue
garantizar la conservación y el uso sostenible
de los recursos y la biodiversidad de la región.
EL DELTA
DEL ATRATO Y EL GOLFO
DE URABÁ
El río Atrato nace en los farallones del Citará,
en el ramal occidental de la cordillera andina y desemboca
en el Golfo de Urabá después de recorrer
más de 700 km a través de un amplio valle
delimitado por la cordillera Occidental y la serranía
del Baudó y de recibir más de 150 afluentes.
Es ésta una de las regiones más lluviosas
del mundo, con una pluviosidad de alrededor de 8.000 mm
anuales y por esto, la cuenca hidrográfica, que
tiene una extensión de 35.700 km², arroja
al mar alrededor de 4.900 m³ de agua por segundo
y 11 millones de toneladas de sedimentos al año.
En relación con la extensión de su cuenca,
el Atrato es uno de los ríos más caudalosos
del mundo. El delta del Atrato y el Golfo de Urabá,
la porción más meridional del mar Caribe,
debido a sus condiciones climáticas y a su historia
biogeográfica, presentan en gran parte de su biota
terrestre, mayor parentesco con la de la costa del Pacífico.
El Golfo de Urabá es una larga y estrecha ensenada,
donde se inició la historia hispánica en
el continente americano; entre 1.506 y 1.510, fueron fundadas
San Sebastián de Urabá en el costado nororiental
del Golfo , probablemente donde actualmente se localiza
la población de Necoclí y Santa María
La Antigua del Darién en el lado occidental, cerca
del extremo norte de la llanura deltaica del Atrato. De
Santa María La Antigua partió Vasco Núñez
de Balboa para descubrir el Mar del Sur —Océano
Pacífico— y de allí salieron los conquistadores
del Perú. Ambos asentamientos fueron abandonados
años después debido a la hostilidad de los
indígenas y a las disputas internas de los españoles.
El Atrato desemboca en el sector suroccidental del Golfo
de Urabá que, gracias a su orientación en
sentido sur-norte, está protegido de los embates
del oleaje generado por los vientos Alisios.
Esto, sumado al estrecho rango de la marea de menos de
30 cm y a la considerable carga sedimentaria, condiciona
la morfología de pata de ave del delta, característica
de los deltas dominados por la influencia fluvial.
La llanura deltáica del Atrato tiene una superficie
aproximada de 15.000 hectáreas, con terrenos anegadizos
plagados de pantanos, caños y ciénagas reguladas
por el nivel del río. La línea de costa
y el curso de los distributarios han experimentado cambios
en tiempos recientes a causa del crecimiento del frente
deltaico, aunque en algunos casos también por procesos
erosivos. Actualmente el río se ramifica en cinco
distributarios principales: Barbacoa, Cocogrande, El Roto,
Pichindí y Urabá, cuyos diques aluviales
se prolongan hacia el mar dándole al delta su característica
configuración digitiforme. De acuerdo con la dinámica
de acumulación de sedimentos en el frente deltaico,
los distributarios y desembocaduras de la parte occidental
tienden a ser abandonados; el último de ellos,
el de Boca Tarena, en el extremo nororiental, que hasta
hace unas décadas era la de mayor caudal, actualmente
está taponada, inactiva y sometida a la erosión
marina.
El frente deltaico está bordeada por un cinturón
de manglares de 250 m a 2 km de ancho y cuya cobertura
total asciende a cerca de 5.500 hectáreas. Detrás
de este cinturón aparecen los helechales, pangales
en 662 hectáreas, —pantanos con vegetación
arbórea dominada por pangas de hasta 12 m de altura,
que a veces presentan un denso sotobosque de platanillos—
y humedales cubiertos por vegetación flotante.
Exceptuando algunos caseríos dispersos, como El
Roto y Marriaga, donde las viviendas se levantan sobre
pilotes, debido a la naturaleza pantanosa e inestable
de los terrenos, la llanura deltaica del Atrato es una
zona poco poblada. Sin embargo, el río constituye
la principal vía de comunicación hacia el
interior de la región del Chocó y el tráfico
de embarcaciones que transportan pasajeros, mercancías
y productos forestales es elevado. Pobladores del municipio
de Turbo practican la pesca y la extracción de
madera de mangle en la zona deltaica.
Las aguas dulces y turbias descargadas por el Atrato y
otros ríos como el León, el Turbo y el Currulao
en el Golfo de Urabá, condicionan decididamente
la naturaleza estuarina de la parte meridional de éste,
donde la profundidad del fondo no sobrepasa los 30 m.
Los aportes de sedimentos suman alrededor de 15 millones
de metros cúbicos al año, con lo cual se
calcula que en esta parte el fondo pierde alrededor de
1 m de profundidad cada siete años. Los ríos
León, Turbo y Currulao han desarrollado pequeños
deltas que progresivamente se extienden hacia el golfo.
La escasa turbulencia del agua y la lentitud de las corrientes
en las zonas central y sur del golfo, denominada Bahía
Colombia, hacen que las aguas dulces se mantengan en la
superficie y no se mezclen con la masa de agua marina
que circula en el fondo y forma una cuña salina
en la parte más interna del golfo. Así,
esta área se asimila a un estuario estratificado
en el que se distinguen claramente dos capas de agua superpuestas.
Grandes cantidades de vegetación flotante, como
el buchón y el arracacho, son arrojadas por los
ríos y comúnmente forman islas flotantes
que mantienen su verdor mientras permanecen sobre la capa
de agua dulce.
Hacia la mitad septentrional del Golfo , donde la influencia
del oleaje es mayor y la profundidad de la columna de
agua se va incrementando, las masas superficial y profunda
de agua se mezclan gradualmente y la influencia oceánica
se vuelve predominante; la profundidad máxima en
esta área alcanza los 60 m.
La población de Turbo, localizada en el costado
oriental, frente a las bocas del Atrato, es el centro
urbano de mayor importancia; es un antiguo pueblo palafítico,
de sabor africano, centro de la actividad portuaria y
con un comercio de mercancías muy activo. Al norte
se ubican las poblaciones de El Totumo y Necoclí,
con alguna actividad agropecuaria, pesquera e infraestructura
turística. En el costado nororiente, al pie de
la serranía del Darién, en un litoral dominado
por abruptos acantilados sobre los que se vuelca la selva
húmeda, se encuentran las poblaciones de Acandí,
Capurganá y Sapzurro, igualmente con vocación
agropecuaria, pesquera y turística.
Al sur del Golfo hay una amplia llanura pantanosa que
colinda con extensas plantaciones de banano operadas por
multinacionales. En la desembocadura del río León
son cargados los barcos que transportan la fruta a los
mercados internacionales. Los troncos de madera provenientes
del Chocó son llevados en balsas hasta Bahía
Colombia.
Durante gran parte de la historia de Colombia se ha discutido
acerca de la construcción de un canal interoceánico
que comunique el Atrato con el río Truandó
que desemboca en el Pacífico, como una alternativa
al Canal de Panamá.