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CAPÍTULO 8
FRAGILIDAD DE LOS ECOSISTEMAS
QUE ESTÁN EN PERMANENTE
CAMBIO
El
crecimiento de la población, así como la necesidad
de aumentar los recursos para mantenerla, son posibles gracias
a la agricultura, la ganadería, la pesca, la industria
y el comercio internacional; sin embargo, al desarrollar
estas labores cada vez con mayor intensidad, se modifican
las tierras, se deteriora la productividad de los océanos
y de otros sistemas hídricos, se altera la composición
química de la atmósfera y de los principales
ciclos biogeológicos y se añaden especies
a los ecosistemas o se eliminan. Estas transformaciones
interactúan entre sí y causan, a nivel mundial,
trastornos que se manifiestan en el cambio del clima y en
la pérdida de biodiversidad por la extinción
de muchas especies; esto se conoce como Cambio Global.
Por hallarse justo en la interfase entre el mar y la tierra,
los deltas y estuarios son escenarios que se modifican permanentemente
y por estar a merced de las influencias del oleaje y de
las corrientes de los ríos, son particularmente vulnerables
al Cambio Global; ellos y sus ecosistemas asociados, son
especialmente sensibles a cualquier modificación
en el nivel de los océanos o en el caudal de los
ríos, causados por el cambio del clima mundial; en
los estuarios es donde se manifiestan con mayor intensidad
las consecuencias de los deterioros ambientales que ocurren
tanto en las cuencas fluviales —vertimiento de desechos
domésticos, urbanos, industriales y agropecuarios—,
como en las zonas costeras —urbanización, vertimiento
de desechos, infraestructura, operación portuaria
y extracción de recursos pesqueros—.
Estos problemas se están manifestando en la mayoría
de los deltas
y estuarios
del mundo y las consecuencias sociales y económicas
derivadas de los cambios acelerados en su entorno físico,
químico y biológico, muy seguramente se van
a acrecentar en un futuro cercano, puesto que estos ecosistemas
están directamente afectados por las alteraciones
generadas por las actividades humanas, tanto a nivel local
como regional, pero sobre todo por aquellas que se están
provocando a escala global.
EL CALENTAMIENTO
GLOBAL
La temperatura de la Tierra, desde su formación como
planeta, ha estado en permanente cambio, pero las transformaciones
que están sucediendo en la actualidad son cada vez
más preocupantes, puesto que su magnitud y velocidad
parecen no tener precedentes y además, porque hay
serias evidencias de que esta vez la directa responsable
es la humanidad.
El clima global ha tenido a lo largo de la historia marcados
cambios generados por fenómenos naturales, cuya escala
temporal ha abarcado desde varios millones de años
atrás, hasta hace unas pocas décadas. Las
modificaciones en la topografía terrestre y del fondo
oceánico que afectaron el régimen de absorción
de la radiación solar y los patrones de circulación
atmosférica y de los océanos tuvieron gran
influencia sobre el clima, en períodos de tiempo
que duraron de 50 a 150 millones de años. La alternancia
entre edades de hielo y períodos cálidos que
ocurrieron durante los dos últimos millones de años,
probablemente fue causada por variaciones en la órbita
de la Tierra y en la inclinación de su eje, las cuales
produjeron modificaciones sistemáticas en la cantidad
y distribución de la radiación solar, que
hicieron variar la temperatura promedio del planeta entre
5 y 7ºC. Desde el final de la última glaciación,
hace unos 14.000 a 10.000 años, las temperaturas
superficiales promedio presentaron cambios de hasta 2ºC,
producidos posiblemente por las variaciones en la cantidad
de energía emitida por el sol y por los cambios en
la circulación de las grandes corrientes oceánicas
y, finalmente, las fluctuaciones de unas cuantas décimas
y de hasta 1ºC son frecuentes entre un año y
otro debido a fenómenos como el del Niño y
a las erupciones volcánicas.
A raíz del conocimiento logrado acerca de los fenómenos
climáticos en las últimas décadas,
las evidencias científicas muestran que el calentamiento
que está experimentando la atmósfera desde
la mitad del siglo XX, se debe en gran parte a la actividad
humana, especialmente a la que se deriva del uso de combustibles
fósiles, entre ellos el dióxido de carbono,
que al incinerarse liberan una serie de gases que se acumulan
en la atmósfera; estos, atrapan el calor y lo irradian
de regreso a la superficie terrestre en lugar de dejarlo
escapar al espacio, por lo cual se denominan gases de efecto
invernadero y su acumulación, que es la que está
causando un incremento adicional en la temperatura global,
acrecentará sus efectos en el futuro.
El aumento de la temperatura atmosférica se transmite
directamente a la superficie del agua y el calentamiento
de los océanos altera la vida en los estuarios.
Una ligero variación en la temperatura en las aguas
costeras puede hacerles daño a algunas especies estuarinas
y favorecer a otras, como ocurre con las poblaciones de
ciertas algas tóxicas del plancton que suelen experimentar
un crecimiento inusitado cuando las temperaturas se elevan
y al ser consumidas por moluscos, algunos peces y organismos
que filtran el agua para alimentarse, éstos se envenenan
y mueren, con lo cual se modifica la composición
de especies en el estuario. Los inviernos más cálidos
y lluviosos causan inundaciones con más frecuencia
en las llanuras deltaicas y acarrean mayores cantidades
de basuras y otros contaminantes desde las zonas urbanas
hasta los humedales y estuarios. Períodos de sequía
más prolongados, alternados con temporadas de lluvias
e inundación más severos, afectan la calidad
y disponibilidad regular del agua y perjudican las actividades
agrícolas, pesqueras y turísticas en las zonas
costeras.
Una de las peores consecuencias del calentamiento de las
aguas, que de hecho ya se está manifestando principalmente
en las costas de Norteamérica y en los estuarios
de las regiones templadas, es el arribo a sus aguas de una
serie de organismos provenientes de regiones subtropicales,
así como estas zonas son invadidas por especies tropicales.
Muchos crustáceos y moluscos que durante su desarrollo
pasan un tiempo como larvas en el plancton, viajan con las
corrientes marina y encuentran en las aguas costeras de
destino, temperaturas propicias para instalarse y se convierten
en plagas que causan trastornos ecológicos; lo mismo
ocurre con los que sobreviven en las aguas de lastre de
los barcos mercantes que son transportados a ecosistemas
distantes de su lugar de origen.
EL ASCENSO DEL
NIVEL DEL MAR
El nivel del mar ha fluctuado fuertemente en el transcurso
de los últimos 100.000 años, debido principalmente
a las variaciones en la cantidad de hielo acumulada sobre
los continentes; durante la última glaciación,
hace 20.000 a 16.000 años, estaba unos 120 m por
debajo del actual y al finalizar el enfriamiento y derretirse
los glaciares, experimentó un paulatino pero rápido
ascenso, de aproximadamente 1 a 4 cm por año, incremento
que se mantuvo constante hasta hace más o menos 6.000
años; desde hace alrededor de 3.000 años,
ya en la época postglacial, la tasa de ascenso de
unos 0,1 a 0,2 mm por año, ha sido mucho más
lenta y casi imperceptible.
Sin embargo, desde hace algo más de 50 años,
la velocidad de ascenso del nivel del mar se ha incrementado
y probablemente lo seguirá haciendo en el transcurso
del presente siglo como consecuencia del calentamiento global.
El agua se expande —aumenta su volumen— cuando
se calienta, lo cual hace que el nivel se eleve. Se calcula
que un incremento de 1ºC en la temperatura del océano
implica en términos generales un ascenso de 1 m en
el nivel del mar; en la actualidad, este fenómeno
es responsable del 70% del crecimiento de los océanos.
A esto se le suma el derretimiento de los glaciares y casquetes
polares; existen evidencias contundentes acerca del retroceso
acelerado del 80% de los glaciares del mundo en las últimas
décadas y ya se observan claros signos de reducción
de la capa de hielo en las regiones polares, principalmente
en el sur de Groenlandia, fenómenos que contribuyen
en casi un 30% al aumento del nivel marino. Aunque menos
significativas, algunas actividades humanas ayudan a agravar
el problema, puesto que se extraer agua subterránea
que es vertida al mar y la recarga de los acuíferos
es más lenta que la velocidad del vaciado; a ello
se suma el drenado de tierras pantanosas y humedales, desde
donde se bombea agua hacia los ríos o directamente
al océno.
La tasa actual de ascenso del nivel del mar varía
entre 8 y 100 cm por siglo, dependiendo del lugar; esta
diferencia se debe a las distintas velocidades de subsidencia
—hundimiento— o levantamiento de las costas
que tienen las placas tectónicas. Con el inicio de
la retirada de los hielos hace 15.000 años, las costas
de muchas regiones del mundo que estuvieron cubiertas por
glaciares, empezaron a elevarse en mayor medida, debido
a la pérdida gradual de la carga pesada que significaba
la masa de hielo; el resultado se manifiesta en este caso
en un descenso aparente o relativo del nivel del mar. En
gran parte de las costas de latitudes altas —norte
de Asia, Europa, Norteamérica y la región
patagónica— este proceso todavía subsiste
y contrarresta el ascenso del nivel del mar. Por el contrario,
en regiones donde constantemente ocurre acumulación
de grandes cantidades de sedimentos, como en las llanuras
deltaicas y en las plataformas continentales adyacentes
a los deltas, la corteza terrestre se vuelve pesada y tiende
a hundirse; en este caso, el ascenso del nivel del mar es
más notorio debido a que se suman los efectos de
ambos fenómenos. Por ejemplo, las costas aledañas
al delta del río Mississippi han experimentado un
ascenso del nivel del mar del orden de 1 cm cada año
durante el último siglo, como resultado del efecto
combinado de la subducción de la costa y del incremento
del nivel del mar.
El ascenso que está ocurriendo, se constituirá
en un problema serio para las zonas costeras bajas, que
va a afectar las tierras y también a la gente, más
aún si se considera que una proporción cada
vez mayor de la población mundial se ubica en la
franja costera de los continentes. Las más recientes
proyecciones estiman que el nivel del mar global continuará
ascendiendo en los próximos 100 años a razón
de 30 a 80 mm por año.
Uno de los mayores impactos para los estuarios será
la migración de la cuña salina aguas arriba
de los ríos, lo que se reflejará en un avance
de los ecosistemas marinos en dirección al continente,
salvo en los lugares donde el caudal de los ríos
se incremente considerablemente. El ascenso del nivel del
mar hará que las aguas saladas penetren en nuevas
áreas, fenómeno conocido como intrusión
salina, lo que va a transformar algunos humedales y pantanos
de agua dulce en marismas y pantanos de manglar. Los manglares,
en particular, tendrán que retroceder hacia tierra
adentro e invadir zonas pantanosas que antes eran ocupadas
por bosques inundables de llanuras deltaicas, como los guandales
del Pacífico colombiano. También el agua subterránea
se verá afectada, dado que las aguas salobres se
infiltrarán en los acuíferos que suministran
agua potable a las poblaciones costeras.
Uno de los efectos más relevantes será el
retroceso de la línea de costa debido a la erosión
causada por el oleaje, especialmente durante la arremetida
de tormentas, huracanes, mares de leva y otros fenómenos
que aumentan la energía de las olas. Se estima que
en las costas bajas, un ascenso de 1 cm en el nivel medio
del mar se traduce en un retroceso de 1 m de la línea
de costa, el cual puede ser aún mayor en las costas
deltaicas, debido a la inestabilidad de los sedimentos que
forman las espigas y barras arenosas.
En la medida en que el nivel del mar continúe ascendiendo,
mayor será la cantidad de áreas costeras inundadas
durante episodios de tormentas y otros fenómenos
meteorológicos y geológicos extremos. Pero,
como algunos expertos pronostican, el calentamiento global
también producirá un incremento en la frecuencia
e intensidad de las tormentas tropicales y los huracanes;
entonces, la vulnerabilidad de las costas a la erosión
será aún mayor, sobre todo en lugares donde
estos fenómenos ocurren con regularidad.
Un análisis preliminar acerca de los impactos del
cambio climático ha mostrado que uno de los principales
sectores económico afectados, será la industria
pesquera a nivel mundial, particularmente la que depende
de recursos estrechamente ligados a los estuarios, la cual
aporta aproximadamente un tercio de los recursos pesqueros
mundiales. La industria turística será otra
de las grandes damnificadas, puesto que seguramente el ascenso
del nivel marino dañará muchas de las playas
y ambientes marinos que son los preferidos por el turismo
mundial.
UN FUTURO
EN LAS MANOS DE TODOS
Está demostrado que tanto el calentamiento global
como el ascenso del nivel del mar son una realidad y que
su tendencia a incrementarse parece inevitable. Los procesos
que impulsan el cambio climático se encuentran en
un grado de avance y han adquirido tal dinámica,
que le dan al fenómeno un carácter prácticamente
de irreversible, al menos en el corto plazo. No obstante,
es posible reducir la velocidad con que se suceden estos
cambios, de modo que al ser más graduales, tanto
la población humana y sus actividades económicas,
como los ecosistemas y los demás seres vivos que
habitan el planeta, dispongan de más tiempo para
adaptarse al impacto y a los efectos producidos por dichas
variaciones.
De acuerdo con el último informe del Grupo Intergubernamental
sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas,
de marzo de 2007, el mundo dispone hasta el año 2020
para disminuir las emisiones de gases de invernadero; en
caso contrario, la diversidad biológica del planeta,
incluida la población humana, estarán en grave
peligro debido al incremento acelerado e irreversible de
la temperatura del planeta. Muchos científicos afirman
que los costos de prevenir que el Cambio Climático
se salga de control, son en todo caso mucho menores que
los que implicaría hacer las obras de infraestructura
para vivir con él. Hallar las fórmulas correctas
para minimizar su impacto y avanzar hacia el logro de un
mundo sostenible es, sin duda, uno de los mayores retos,
tanto científico y tecnológico, como social,
político y económico que deberá enfrentar
la humanidad en el presente siglo.
La principal herramienta para frenar el problema es la utilización
de fuentes de energía que no dependan de los combustibles
fósiles, para así reducir las emisiones de
los gases que causan el efecto invernadero y permitir que
los que ya están en la atmósfera sean dispersados
lentamente. Las fuentes de energía que se utilicen
en el futuro deberán ser limpias, no producir emisiones
de dióxido de carbono y otros gases, no generar residuos
de difícil tratamiento, como los nucleares, y ante
todo ser renovables.
Es necesario crear conciencia en toda la población
de que los cambios seguirán ocurriendo, preferiblemente
en forma desacelerada, pero que en cualquier caso este es
el momento para tomar las medidas que permitan mitigar sus
efectos adversos. Debemos emprender campañas educativas
para fomentar la utilización de los sistemas de transporte
público movilizados por combustibles limpios, para
reducir la utilización innecesaria de energía
eléctrica y para racionalizar el uso del agua potable;
en fin, para vivir en armonía con la naturaleza,
que es en últimas la que nos permitirá habitar
este planeta.
Las medidas que se adopten en tal sentido tienen que iniciarse
cuanto antes y esto requiere que toda la población
asuma su responsabilidad frente al problema y ponga en práctica
las conductas adecuadas. En el caso del ascenso del nivel
del mar, se plantean tres principales acciones para mitigar
sus efectos.
Reubicación
de la población y de las actividades económicas
en aquellas áreas donde las características
del medio y su vulnerabilidad indican que la mejor opción
es permitir que la naturaleza actúe y que ocurran
los impactos sobre el ecosistema.
Acomodación,
esto es, permitir que ocurran los impactos sobre el sistema
natural, pero cambiar el uso del territorio en las zonas
afectadas; en algunos casos los procesos, prácticas
y estructuras que se ejecuten para adaptarse a la nueva
situación, podrían tener incluso efectos
más benéficos desde el punto de vista social,
económico y ambiental que los de las prácticas
anteriores.
En
aquellas zonas costeras donde los costos de reubicación
resulten extremadamente elevados y no sea posible adaptar
los territorios a otras formas de uso, la única
alternativa es emprender grandes obras de ingeniería,
como diques, tajamares, puentes y esclusas, para dar protección
a la población y a la infraestructura existente.
Es innegable que los deltas
y los estuarios
han sido afectados durante mucho tiempo por las actividades
humanas que han contaminado sus ecosistemas, que han utilizado
de manera desmesurada sus recursos, que han alterado los regímenes
hidrológicos y generado excesiva sedimentación
por la deforestación de sus cuencas y que han erradicado
los manglares e introducido especies exóticas. Ahora
se ven amenazados por problema aún mayores, como son
el calentamiento global y el ascenso del nivel marino y sin
embargo, consideramos que aún estamos a tiempo de impedir
que la enorme oferta de bienes y servicios que hasta ahora
han suministrado los deltas
y estuarios,
desaparezca en el futuro. Es indispensable que estos lugares
donde es mayor el impacto de los deterioros ambientales, sean
los primeros en protegerse y conservarse, para que nos sirvan
como un modelo para emprender, desde allí, la recuperación
ambiental de nuestro planeta.
Han transcurrido varias décadas desde que los científicos
mostraron las primeras evidencias sobre los efectos del Cambio
Climático y advirtieron que el problema no era un asunto
de ciencia ficción y que debía formar parte
de la preocupación prioritaria de los gobiernos y por
supuesto de los sistemas de producción, para que nuestros
dirigentes y empresarios lideren el cambio en las costumbres
y así hacer realidad el deseo de que podamos vivir
en un mundo sostenible. Sólo cabe esperar que no pase
más tiempo antes de que se pongan en marcha acciones
concretas para detener el daño que estamos causando.
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