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CAPÍTULO 2
UNIVERSO ENTRE EL MAR
Y LA CORDILLERA
 

El Chocó Biogeográfico, conocido también como la Ecorregión Chocó–Darién, se extiende desde la provincia panameña de Darién y la zona del golfo de Urabá, en el norte, hasta la provincia ecuatoriana de Manabí, en el sur y entre el océano Pacífico y la cresta o divisoria de aguas de la vertiente occidental de la cordillera de Los Andes. El Chocó Biogeográfico de Colombia —la región del Pacífico y la zona de Urabá—, ocupa una extensión de unos 113.000 km2, lo que representa casi el 70% de toda la ecorregión y el 10% del territorio colombiano. Se trata de una franja de aproximadamente 865 km de largo y entre 60 y 250 km de ancho, comprendida entre las latitudes 0° 48’ y 8º 41’ N y las longitudes 75º 51’ y 79º 02’ W, que se eleva desde el nivel del mar hasta los 3.500 msnm aproximadamente.

En ninguna otra región del país y en muy pocas del mundo confluyen tantas y tan diversas manifestaciones de la naturaleza: la relativa frecuencia de sismos y tsunamis, la actividad volcánica, las lluvias torrenciales, los deslizamientos, la erosión, los cambios en los cauces de los ríos y en la línea de costa y la influencia del fenómeno de El Niño; estos aspectos le otorgan a la región del Pacífico colombiano, comprimida en esa estrecha franja entre el mar y la cordillera, un sello característico y único y generan una naturaleza que está entre las más exuberantes del mundo.

UN MOSAICO GEOLÓGICO

La región del Chocó Biogeográfico tiene un basamento geológico fundamentalmente oceánico, puesto que sus rocas se originaron como corteza en el fondo del océano Pacífico a finales del período Cretácico, hace unos 85 millones de años, lo que en escala geológica significa que se trata de una región joven.

La placa oceánica de Nazca avanza progresivamente hacia el oriente y se sumerge por debajo del continente hasta los 60 km de profundidad, donde las altas presiones y temperaturas hacen ascender el magma a través de la corteza por cámaras o chimeneas que desfogan actualmente a través de los cráteres volcánicos de la cordillera andina. Este proceso dio origen en el Terciario a una cadena de islas volcánicas que se extendía desde Costa Rica hasta el Ecuador, las cuales fueron migrando con el avance de la placa de Nazca y se aproximaron tangencialmente a la plataforma continental de Suramérica hasta quedar adosadas a ésta. La presión generada por la colisión y el roce de las dos masas, generó el levantamiento adicional de estas islas y de otras porciones del fondo oceánico y formó un arco de islas dispuesto paralelamente a la costa del continente. Las actuales serranías costeras de San Blas–Darién y de Majé–Baudó, así como la Isla Gorgona, son estructuras emergidas de ese arco externo de rocas oceánicas.

Entre el arco de islas y la masa continental propiamente dicha, discurría una depresión o cuenca intermedia, el denominado Geosinclinal de Bolívar, que en el Terciario constituía un amplio canal que comunicaba el mar Caribe con el océano Pacífico. Dicha cuenca está actualmente compuesta por los valles de los ríos Atrato y San Juan y continúa hacia el sur por la planicie costera del Valle, Cauca y Nariño. La transición hacia el continente consiste en una cadena de rocas ígneas cristalinas, o batolitos y rocas volcánicas que bordean el flanco occidental de la cordillera andina, intensamente plegado debido a los procesos orogénicos. La sedimentación de la cuenca intermedia, primero marina y luego fluvial y su levantamiento posterior, debido a la presión del bloque de las islas contra el continente, separaron las cuencas del Atrato y del San Juan e interrumpieron la comunicación entre los dos ámbitos marinos. El movimiento progresivo hacia el oriente y la subducción de la placa de Nazca produjeron un avance del frente magmático en la misma dirección y causaron el vulcanismo actual de la cordillera Central de Colombia.

UN CLIMA DE EXTREMOS

En pocos lugares del planeta coincide la ubicación del ecuador geográfico con el llamado ecuador climático, que, conocido como Zona de Confluencia Intertropical, se refiere a una línea imaginaria alrededor del mundo, donde confluyen las masas de aire de baja presión provenientes del hemisferio norte y del hemisferio sur. La distribución desigual de las superficies de tierra emergidas y las sumergidas de ambos hemisferios, hace que el intercambio de temperatura con la atmósfera sea también desigual; el ecuador climático tiende a situarse casi siempre unos grados de latitud más al norte que el ecuador geográfico, pero su localización no es fija, sino que se desplaza estacionalmente siguiendo el movimiento aparente del sol, con un retraso de unas cinco semanas; en el continente americano tiene una anchura de unos 12 a 15º de latitud, mientras que en África es de aproximadamente 20º y en algunas zonas de Asia puede alcanzar 30º.

Dado que el sol se desplaza aparentemente de sur a norte y viceversa, a lo largo de un ciclo anual, causando sucesivamente los períodos invernales y de estío en ambos hemisferios, la Zona de Convergencia Intertropical pasa por cada lugar situado dentro de dicha franja dos veces al año, una durante el desplazamiento hacia el norte y otra durante el regreso hacia el sur. Las zonas donde convergen las masas de aire cálidas y cargadas de humedad, se caracterizan por el cielo nublado y las lluvias abundantes; por lo general se presentan turbulencias dinámicas y térmicas que producen el ascenso del aire y al ganar altura y después enfriarse, la humedad se condensa y causa precipitación. El desplazamiento cíclico de la Zona de Convergencia Intertropical es el factor que condiciona que en la mayor parte de Colombia se manifiesten dos períodos de lluvia al año, cuya duración depende de la cercanía de cada determinado lugar a los extremos de la franja.

La localización geográfica de la región del Pacífico colombiano, dentro del área de influencia de la Zona de Convergencia Intertropical, aunque condiciona decisivamente sus características climáticas, no explica por sí sola las particularidades del régimen climático en esa región; su cercanía al océano Pacífico, los movimientos del aire, tanto verticales como horizontales, generados principalmente por la configuración del relieve, las corrientes de convección ascendentes, la disposición y orientación de las serranías y de los valles y la tupida vegetación, son factores que actúan de manera conjunta y configuran situaciones meteorológicas regionales y locales que hacen difícil comprender del todo la compleja climatología de esta región.

En la parte central del Chocó Biogeográfico, especialmente en las cuencas de los ríos Baudó, San Juan y Atrato, las casi permanentes corrientes ascendentes de aire húmedo exhalado por la densa vegetación y producidas por las altas temperaturas en los valles, causan durante la mayor parte del año abundantes lluvias, que en algunos lugares alcanzan a acumular valores de precipitación superiores a 10.000 mm en promedio anual, como en Tutunendó, en Lloró y en inmediaciones de Quibdó, localidades donde se han registrado incluso, en años excepcionalmente lluviosos (1947, 1953, 1971, 1974 y 1981), valores cercanos a 20.000 mm, lo que hace de esta área una de las de mayor pluviosidad en todo el mundo. Paradójicamente, en la parte central del Chocó Biogeográfico existe un lugar cuya baja pluviosidad contrasta notoriamente con la del resto de la región; se trata de la zona aledaña al curso medio del río Dagua, enclavada en un profundo valle circundado por selvas húmedas y bosques nublados, cuya orientación y accidentada topografía producen un efecto de sombra a las lluvias y crean un ambiente semidesértico que se manifiesta en la presencia de una vegetación subxerofítica con arbustos espinosos, cactáceas y pencas de fique. En términos generales, para la región del Pacífico colombiano, la precipitación anual promedio es de aproximadamente 2.000 mm en el sur y en el norte y 12.000 mm en la parte central.

En buena parte de la región las precipitaciones se presentan prácticamente durante todo el año y no se evidencia una verdadera estación seca; en algunas localidades como Andagoya e Istmina, se registran menos de ocho días sin lluvia en el mes más seco. Sin embargo, de acuerdo con las zonas geográficas, se pueden reconocer dos períodos más o menos marcados: en el sur, los períodos de mayor pluviosidad van de enero a marzo, cuando la Zona de Convergencia Intertropical hace su paso sobre esta región hacia el norte y de septiembre a noviembre, cuando la Zona vuelve a desplazarse hacia el sur; en la parte central se distinguen tenuemente dos períodos de abundantes precipitaciones, abril a mayo y octubre a diciembre, intercalados por épocas menos lluviosas entre enero y marzo y entre julio y agosto; en el norte, se reconoce prácticamente una sola pero extensa estación lluviosa, entre abril y octubre y otra menos lluviosa en los meses restantes.

El régimen de precipitaciones es afectado por los vientos Alisios que, aunque débiles, empujan el aire cargado de humedad oceánica y las masas nubosas contra los flancos occidentales de la cordillera. Los Alisios soplan generalmente desde el suroccidente, aunque en la parte norte de la región se perciben también provenientes del norte y del noroccidente en los primeros meses del año.

La temperatura promedio del aire en las zonas bajas de la costa es de alrededor de 26 ºC y algo superior en los valles medios de los grandes ríos, con muy poca variación a lo largo del año. Por el contrario, la diferencia entre las temperaturas diurnas y nocturnas puede ser superior a los 12 ºC en zonas alejadas de la costa. En términos generales, la temperatura del aire en la región disminuye con la altitud a razón de 4,75 ºC por cada 1.000 metros. Así, en las zonas altas de la cordillera Occidental, la temperatura promedio anual es de aproximadamente 10 ºC, y en las noches puede descender hasta algunos grados por debajo del punto de congelación. Además, a mayor altitud, las diferencias estacionales se hacen más notorias en la temperatura; se distinguen una temporada relativamente cálida de febrero a julio y otra relativamente fría de agosto a enero.

A las planicies aluviales, las llanuras costeras, las zonas de colinas y serranías hasta 600 m de altitud y el piedemonte de la cordillera Occidental, que ocupan aproximadamente tres cuartas partes de toda la superficie del Chocó Biogeográfico, les corresponde un clima cálido húmedo a superhúmedo, con temperaturas superiores a 25 °C y altos valores de precipitación y evapotranspiración. En la ladera de la cordillera Occidental en la franja altitudinal comprendida entre 1.000 y 2.000 msnm — equivalente a casi el 16% de la región— se presenta un clima medio superhúmedo y en las partes más elevadas de la cordillera, por encima de 2.000 msnm, que corresponde al 8% de la superficie total de la región, prevalece el clima frío húmedo a superhúmedo.

LOS GRANDES TIPOS DE PAISAJE

Con base en la morfología o los rasgos topográficos predominantes, en el Chocó Biogeográfico pueden reconocerse fácilmente cuatro tipos o unidades generales de paisaje. El primero es la planicie marina o costera, donde se destacan los frentes de los deltas fluviales, con las barras y los cordones litorales, las playas y los caños bordeados por manglares; este paisaje es característico de las partes sur y central de la costa del Pacífico y de la mitad sur del golfo de Urabá, en el Caribe. El segundo corresponde a las planicies aluviales formadas por los cauces de los ríos, que dan origen a madreviejas, diques naturales, terrazas y abanicos de piedemonte, así como a los valles de cauce y afluentes menores; la planicie del río Atrato es la más extensa y la que mayor cantidad y variedad de rasgos exhibe, producto de su permanente búsqueda de un cauce definitivo.

El tercero, conformado por colinas y serranías, puede subdividirse en tres categorías: la primera corresponde a las colinas y serranías separadas de la cordillera, con altitudes hasta de 500 metros, que predomina en el norte de la región del Pacífico y la mitad noroccidental del golfo de Urabá; la Isla Gorgona, pese a su localización en la parte sur, también hace parte de este tipo de paisaje. La segunda son las colinas del piedemonte o colinas bajas de la cordillera, con altitudes inferiores a 500 m, que exhibe un terreno ondulado dispuesto a todo lo largo de la región, flanqueando la cordillera. El complejo colinar sub–andino, entre 500 y 2.000 msnm, con su relieve irregular y quebrado, de fuertes pendientes, es la tercera categoría. Finalmente, la franja altitudinal por encima de 2.000 msnm en el flanco occidental y la cresta de la cordillera andina, con rasgos característicos de la alta montaña, como los páramos, constituyen un cuarto tipo de paisaje.

RÍOS MULTIPLICADOS

En comparación con su extensión relativamente reducida, pero debido a la abundancia de lluvias, la región del Pacífico colombiano posee quizás el más vasto complejo fluvial del mundo. En las gotas de agua que incesantemente se descuelgan de los musgos y del follaje y en los innumerables rizos líquidos que escurren por los troncos de los árboles, tanto en los bosques nublados de las laderas de la cordillera, como en las selvas húmedas de las partes bajas, se ve nacer una de las redes hídricas más impresionantes del planeta. La gran pluviosidad en el piedemonte cordillerano y en las serranías de la parte norte, da origen a multitud de arroyos y quebradas que discurren por profundas cañadas tupidas de selva, formando torrentes y cascadas y muchos de ellos, a pocos kilómetros de haber nacido, llegan al océano Pacífico o al mar Caribe. Otros menos efímeros se juntan y suman sus caudales para generar grandes o imponentes ríos como el Atrato, Baudó, San Juan, Anchicayá, Cajambre, Yurumanguí, Naya, Micay, Guapi, Iscuandé, Tapaje, Sanquianga, Patía y Mira, por mencionar sólo unos pocos.

En la parte norte se destacan por su magnitud dos cuencas hidrográficas, la del Atrato y la del San Juan. Aunque ambos ríos tienen su nacimiento en lugares muy cercanos —unas pocas decenas de kilómetros separados por una estrecha elevación de escasos 100 msnm, llamada el istmo de San Pablo—, en inmediaciones de la zona quizás más lluviosa del mundo, el Atrato discurre hacia el norte formando en su plano de inundación grandes extensiones de pantanos y ciénagas y vierte sus aguas al mar Caribe en el golfo de Urabá, mientras el San Juan se abre paso sinuosamente por un estrecho valle a través de las colinas hacia el suroeste, luego se explaya y se trifurca sobre la llanura costera y desemboca en el Pacífico. Debido a que ambos ríos recogen numerosos tributarios de la cordillera Occidental y de las serranías, mantienen caudales considerables durante todo el año.

Tanto el Atrato como el San Juan, a pesar del tamaño relativamente modesto de sus cuencas, 35.700 y 16.400 km2 respectivamente, recogen tal cantidad de agua en su recorrido, 4.900 m3 por segundo el primero y 2.550 el segundo, que ambos ostentan títulos sobresalientes en las estadísticas hidrológicas: el San Juan es el más caudaloso de los ríos del continente americano que vierten sus aguas al Pacífico y el Atrato es el segundo en caudal de los que desembocan en la cuenca del Caribe, después del Magdalena; adicionalmente, en relación con el tamaño de su cuenca, el Atrato se considera el segundo río más grande de Suramérica en cuanto a volumen de agua.

Con la excepción de los ríos Patía y Mira, la mayoría de los ríos de la parte sur de la región son de tramos relativamente cortos y alto caudal. Además de agua, transportan una descomunal carga de sedimentos que se estima en unos 35 millones de metros cúbicos al año, que depositan frente a las costas y dan lugar a un complejo y dinámico sistema de planos deltaicos, canales de marea, barras, bajos intermareales, planos lodosos y playas.

LA INFLUENCIA DE LOS MARES

El extremo norte del Chocó Biogeográfico limita con la porción más meridional del mar Caribe en el golfo de Urabá, donde el tramo de litoral colombiano perteneciente a la ecorregión, abarca escasos 130 km que comprenden la costa occidental del golfo y el delta del río Atrato. Al otro lado, las costas colombianas sobre el océano Pacífico se extienden a lo largo de 1.300 km, entre los límites con las vecinas repúblicas de Panamá y Ecuador.

A pesar de su cercanía y aunque ambos mares estuvieron comunicados en esta región hasta hace unos dos millones de años y que sus condiciones físicas y biológicas eran muy similares, hoy en día representan dos ámbitos muy distintos. El Caribe es un mar cálido, batido constantemente por los vientos Alisios del nororiente, que producen olas cortas y empinadas y fuertes marejadas; sus mareas son apenas perceptibles —40 centímetros entre los niveles de bajamar y pleamar— y sus aguas son por lo general poco productivas desde el punto de vista biológico. El Pacífico, en cambio, tiende a ser más frío, las olas son predominantemente largas, onduladas y raras veces encrestadas; las mareas son amplias —hasta 4,5 metros— y la abundancia de alimento en sus aguas se refleja generalmente en una mayor disponibilidad de recursos pesqueros. Estas diferencias, encuentran su expresión en la configuración de las costas, en el clima y en la identidad de la fauna y la flora marinas.

El flujo y el reflujo de las mareas en la costa del Pacífico se perciben varios kilómetros arriba de la desembocadura de los ríos, donde los sedimentos se distribuyen y depositan a su antojo y forman amplios deltas surcados por intrincados sistemas de canales por los que el agua fluye cada seis horas en sentido contrario. En el Caribe, la casi ausencia de mareas y de oleaje en la desembocadura del río Atrato, hace que sus sedimentos se depositen casi exclusivamente frente a la desembocadura y el río prolongue paulatinamente su cauce adentrándose en el golfo de Urabá y arrojando bocanadas de vegetación flotante. La diferencia en la amplitud de las mareas entre el Caribe y el Pacífico, se traduce también en la mayor abundancia y diversidad de formas de vida en este último, las cuales habitan la zona de transición entre la tierra y el mar o zona intermareal.

El golfo de Urabá, dada su naturaleza semi–cerrada y la influencia de la contracorriente de Panamá, presenta dos ambientes acuáticos contrastantes en la costa occidental. La mitad sur del golfo, dominada por la influencia del río Atrato, es un ambiente estuarino estratificado; es decir, las aguas dulces decargadas por el río forman una capa en la superficie, mientras que la masa de agua marina se mantiene a cierta profundidad. En la parte noroccidental del golfo, en cambio, la contracorriente de Panamá impide el arribo de las aguas dulces del Atrato y el ambiente se torna eminentemente marino; las aguas saladas y claras en esta zona y las estribaciones de la serranía del Darién, que al precipitarse abruptamente sobre el mar forman acantilados de roca basáltica y crean sustratos duros submarinos, han favorecido el asentamiento de una rica vida submarina.

El ambiente litoral en el Pacífico colombiano es aún más contrastante entre el norte y el sur, debido fundamentalmente a la naturaleza geológica del litoral y a la influencia de los grandes ríos. En el norte, a partir de Cabo Corrientes y hasta el límite fronterizo con la república de Panamá, la costa es predominantemente accidentada e irregular, dominada por las formaciones montañosas de la serranía del Baudó, que se elevan empinadas desde profundidades submarinas formando un litoral de cabos rocosos y acantilados intercalados con ensenadas y playas de arena. Los innumerables y permanentes arroyos que fluyen desde la serranía, no alcanzan a alterar significativamente la relativa transparencia y salinidad de las aguas marinas en esta área, donde la plataforma continental está prácticamente ausente y a escasos kilómetros de la costa el fondo marino se encuentra ya a profundidades cercanas a los 1.000 metros. Entre diciembre y marzo, cuando los vientos Alisios del norte hacen presencia en el golfo de Panamá y en la parte norte del Pacífico colombiano, las capas superficiales de agua marina son empujadas mar adentro y deben ser remplazadas por aguas provenientes de capas más profundas, más frías y saladas, que afloran hasta la superficie y hacen descender la temperatura del mar varios grados centígrados. Este fenómeno oceanográfico es conocido como surgencia y tiene gran importancia en muchos procesos ecológicos y biológicos, ya que suele propiciar la aparición de recursos pesqueros poco frecuentes en otras épocas.

Al sur de Cabo Corrientes el paisaje costero cambia radicalmente. Desde allí hasta el límite fronterizo con la república de Ecuador, salvo por los sectores con acantilados bajos de roca sedimentaria en las bahías de Málaga, Buenaventura y Tumaco, se extienden amplias llanuras aluviales y deltas, donde predominan ambientes litorales conformados por playas, planos intermareales de lodo y manglares. En esta área, los fondos marinos son poco profundos debido a que la plataforma continental se amplía considerablemente varias decenas de kilómetros. La Isla Gorgona, situada sobre la plataforma continental a escasos 40 km de la costa continental, frente a la zona donde desembocan varios de los grandes ríos, como Iscuandé, Guapi, Sanquianga y Patía, recibe sólo tangencialmente la influencia de las aguas dulces y los sedimentos vertidos por éstos, gracias al flujo constante y relativamente rápido de la Corriente de Colombia, un ramal desprendido de la Corriente de Humboldt que fluye de sur a norte hasta adentrarse en el golfo de Panamá. Por ello, las aguas son claras en torno a la isla y debido a su naturaleza rocosa, similar a la que predomina en la costa norte de la región, el ambiente submarino adquiere un carácter más oceánico.

En términos generales, desde el punto de vista del ambiente marino-litoral, se reconocen en la región ocho subregiones ecogeográficas, definidas con base en los rasgos morfológicos de la costa, la amplitud de la plataforma continental, la influencia del drenaje de los ríos en las aguas costeras y la distribución de los principales hábitats litorales. Son éstas, de sur a norte: Tumaco, Sanquianga, Naya, Gorgona, Buenaventura, Baudó y Chocó, todas en el Pacífico, y Darién, en el Caribe.

UN GALEÓN CARGADO DE VIDA


El Chocó Biogeográfico es una región que se destaca ampliamente por la exuberancia de la naturaleza y la enorme diversidad biológica que aloja en todo sentido, tanto desde el punto de vista de los biomas, los ecosistemas y las especies, como desde una perspectiva genética. Esta región es reconocida a nivel mundial por poseer un elevado endemismo de especies, es decir, de plantas y animales, anfibios, aves e insectos, que no se encuentran en otras regiones.

La mayor importancia biológica del Chocó Biogeográfico radica en que es un territorio donde cerca de tres cuartas partes de su superficie están cubiertas por densas selvas húmedas tropicales y bosques andinos con niveles de intervención relativamente bajos. Y es que, a nivel mundial, sólo un escaso 2% de la superficie de los continentes mantiene una cobertura con estos tipos de vegetación y es en ellos donde se concentra más de la mitad de todas las especies de fauna y flora terrestres conocidas hasta ahora, hecho que se revela al comparar las cifras de la cantidad de especies de distintos grupos de fauna y flora registradas entre algunos países de la zona ecuatorial, con otros situados en latitudes de la zona templada del planeta. En 1985, el botánico norteamericano Alwyn Gentry contabilizó en una décima parte de una hectárea de las selvas de la zona de Bajo Calima, cerca de las riberas del río San Juan, 265 especies distintas de plantas leñosas, cifra que constituye hasta hoy el récord mundial de este tipo de inventarios florísticos y que es superior al de todas las plantas conocidas, del archipiélago de las Bahamas y de toda Islandia.

Las regiones del mundo que poseen selvas tropicales y pueden equiparase con el Chocó Biogeográfico, en términos de biodiversidad, se localizan en la cuenca amazónica, en la parte centro-occidental de África y en el sudeste de Asia. Es evidente que, en relación con su extensión, el Chocó Biogeográfico es una de las regiones con mayor biodiversidad terrestre en todo el mundo; se destaca, incluso dentro del contexto de Colombia, que está entre los países llamados megadiversos, por ser una de las doce o catorce naciones del mundo en cuyos territorios se estima que habita una de cada diez especies conocidas hasta ahora. La cuota de diversidad biológica que aporta la región del Pacífico es considerable, puesto que su extensión representa aproximadamente el 10% del territorio continental de Colombia y en ella se encuentra alrededor de la mitad de las especies de mamíferos y aves del país, el 37% de las de reptiles, el 38% de las de anfibios y no menos del 30% de las de plantas superiores o vasculares. Aún más diciente es el hecho de que, de acuerdo con las cifras registradas solamente para mamíferos, aves, reptiles y anfibios, la cantidad de especies endémicas en el Chocó Biogeográfico representa más de la mitad de los endemismos de dichos grupos de fauna en todo el país; en el caso de la flora vascular, el aporte de esta región a los endemismos de Colombia puede estimarse en no menos del 25%.

En términos de biomas terrestres, asimilables a los tipos de coberturas del suelo o a las formaciones vegetales, en el Chocó Biogeográfico pueden distinguirse por lo menos nueve categorías generales, además de las áreas fuertemente intervenidas o transformadas y las zonas urbanas o mayormente pobladas, donde la cobertura vegetal original ha sido removida: bosque húmedo tropical, manglar, bosque inundado, matorrales y pastizales pantanosos, bosque húmedo montano bajo y montano, matorral húmedo montano, matorral y pastizal xeromórfico y páramo. Algunas de éstas, especialmente el bosque húmedo tropical, cubren grandes extensiones, otras se distribuyen irregularmente como el bosque inundado o de pantano y otras se encuentran únicamente en lugares localizados, como el páramo y el manglar.

Según el grado de humedad y las características del suelo, la topografía, las diferencias climáticas a pequeña escala y otras variables, las especies de árboles y otras plantas, así como la proporción en que se encuentra cada una de ellas dentro de un mismo tipo de vegetación, pueden variar considerablemente de un lugar a otro, de manera que se encuentran dos o más subtipos. Varios de ellos reciben nombres vernáculos, como guandal y catival, entre los bosques inundados, y naidizal y sajal, entre los bosques húmedos de tierras bajas, dominados por distintas especies de palmas.

Además de esas diferencias de orden ecológico, existen otras de carácter biogeográfico que han sido moldeadas por la historia evolutiva de la configuración geográfica de la región. Ciertas plantas y animales, entre ellos varias especies de ranas y pájaros se encuentran confinados en las partes altas de las serranías del Baudó y del Darién, zonas que presumiblemente constituyeron enclaves húmedos durante el Pleistoceno, cuando imperaban condiciones secas en la región. En la Isla Gorgona, dado su relativo aislamiento, se encuentran una lagartija, una serpiente, dos aves y un mono que no se hallan en las selvas del continente, pero están ausentes muchas plantas y animales que abundan en los bosques de tierra firme. Se han reconocido hasta 22 áreas denominadas distritos biogeográficos en esta zona, que muestran diferencias representativas en cuanto a la presencia de especies y de elementos endémicos.

UNA MISCELÁNEA DE RAZAS Y CULTURAS

La región del Chocó Biogeográfico es considerada una de las de mayor diversidad étnica y cultural de América. Allí habitan y conviven negros afrodescendientes, seis pueblos indígenas y comunidades de blancos y mestizos descendientes de inmigrantes de diversas partes del mundo y del país. Desde el punto de vista demográfico, los afrodescendientes representan más del 90% de la población —alrededor de 1’300.000 personas—, mientras que los indígenas, mestizos y blancos componen el 10% restante. Cerca del 40% habita en siete centros urbanos: Quibdó, Buenaventura, Tumaco, Guapi, Riosucio, Bahía Solano y Turbo; el resto vive disperso en pequeños poblados o a lo largo de los ríos y la costa.

Originalmente habitada por indígenas, la región del Pacífico de Colombia se caracteriza actualmente por estar predominantemente poblada por comunidades de raza negra, descendientes de los esclavos africanos traídos a la región por los europeos desde el siglo XVII, para trabajar la minería de oro y platino. Desde entonces, dichas comunidades se han apropiado de su entorno a través de un complejo sistema de prácticas y modos de vida adaptados a las condiciones que imponen el clima, los ríos, los esteros, el mar y la selva.

Las comunidades indígenas se asientan por lo general a lo largo de los cauces de los ríos y han desarrollado su cultura en torno a la selva y al agua. Los Tule o Kunas en la costa y las serranías de la porción caribeña de la región; los Embera en la cuenca del río Atrato, comparten su territorio en la zona colinada del norte con los Katío; los Waunana se distribuyen a lo largo del río San Juan; los Eperara–Siapidara, un grupo pequeño desprendido de los Embera, se ubican en la parte alta de algunos ríos de la zona caucana y los Awa, grupo poblacionalmente muy reducido, vive en el piedemonte andino de Nariño, en el extremo sur de la región del Pacífico colombiano.

La presencia europea en la región se remonta al siglo XVI, cuando hicieron su arribo los conquistadores españoles y desde entonces ha sido una constante. Colonos holandeses, ingleses y españoles condujeron empresas basadas en la explotación auroplatinífera desde el siglo XVII y a finales del XIX arribaron oleadas de británicos y norteamericanos que dominaron el negocio. A comienzos del siglo XX llegó a tierras chocoanas un contingente compuesto por unas 150 familias árabes que se asentaron mayoritariamente en Quibdó y Andagoya; esta última fue llamada por Gabriel García Márquez la Babel del Pacífico por la variedad de lenguas que podían escucharse en sus calles. Buenaventura, por su condición de puerto, ha sido asiento de gentes de muchos lugares del mundo. Guapi, Tumaco y Barbacoas, destino de franceses, italianos y alemanes; estos últimos legaron una tradición que perdura en la construcción de embarcaciones de madera en algunos poblados de la zona deltaica de Sanquianga.

 
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