La
ecología del paisaje emerge como una herramienta
poderosa para tratar de hacer una síntesis de los
principales procesos que se observan en los altiplanos
de Colombia. Sin embargo nos preguntamos: ¿Cómo
visualizar estos procesos en grandes espacios y en largos
tiempos? ¿Qué estrategias se pueden aplicar
para lograr el equilibrio entre la conservación
y el manejo sostenible de los ecosistemas? El diseño
de un esquema que permita encontrar las respuestas adecuadas
para comprender la complejidad de los ecosistemas naturales
y transformados de alta montaña tropical, se constituye
en un reto para la ecología actual y su aplicación
es uno de los mayores desafíos para las nuevas
generaciones.
PAISAJES DE RECIENTE FORMACIÓN
Observar formas de relieve planas en las montañas
se convierte en un acontecimiento de singular belleza;
en términos generales su formación está
relacionada con el depósito de materiales de origen
volcánico o con el transporte de sedimentos por
fuentes de agua o por lahares y en casos excepcionales
con la existencia de estratos rocosos sin plegar, en posición
casi horizontal. En las montañas ecuatoriales tropicales,
los eventos glaciales del Pleistoceno, hace 10.000 años
aproximadamente, modelaron el paisaje; por su fusión
y poder erosivo, grandes valles y depresiones lacustres
se rellenaron de sedimentos que generaron altiplanos,
dinámica que se dio principalmente en la cordillera
Oriental. Aunque la cordillera Central también
fue modelada por los glaciares, la actividad volcánica,
en algunos casos independiente, en otros asociada a la
fusión de los glaciares o a la formación
de gigantescos lahares, dio origen a enormes explayamientos
en forma de conos o abanicos en las vertientes de la cordillera,
que sepultaron relieves más antiguos y crearon
nuevos, con forma de planicies.
Una vez establecido el relieve, a través del tiempo
se inició la colonización de diferentes
tipos de vegetación especialmente adaptados a cada
piso altitudinal y con ella la de las especies de fauna
propias de estos ecosistemas. Uno de los bosques de montaña
más importantes es el robledal que llegó
procedente de la región holártica, hace
cerca de 250.000 años; osos, ardillas y algunos
roedores, así como aves como el carpintero copete
rojo y varias plantas asociadas a los robledales actuaron
como eficientes dispersores de semillas y lograron que
los últimos parches de este tipo de bosques avanzara
hacia el sur, hasta Nariño. La vegetación
que mejor se adaptó al hábitat frío
de la alta montaña tropical fue la paramuna; los
frailejones evolucionaron a partir de especies que ya
se habían adaptado en el límite superior
del bosque. El páramo se expandió cuando
se retiraron los glaciares y posteriormente en algunos
de sus espacios se formaron altiplanos, debido al relleno
y sedimentación de antiguos valles glaciares y
a la colmatación de algunas turberas.
PATRONES DE OCUPACIÓN DE LOS ALTIPLANOS
Sólo cuando los glaciares se retiraron y mejoraron
las condiciones climáticas al finalizar el Pleistoceno,
fue posible la ocupación humana en la alta montaña.
Detrás de la vegetación llegaron los grandes
herbívoros de la fauna del Pleistoceno, seguidos
por el mayor de los depredadores, el hombre.
Aún hay enormes vacíos en cuanto al conocimiento
de los patrones de ocupación de los altiplanos,
pero se sabe que fueron territorios cuyas características
geográficas y ambientales favorecieron el desarrollo
de las culturas. Las evidencias arqueológicas y
paleontológicas más antiguas en el altiplano
de la Sabana de Bogotá, se encontraron en las regiones
del Abra y el Tequendama y sus restos precerámicos
se remontan a cerca de 12.500 años antes del presente;
estos hombres que vivían en abrigos rocosos, eran
cazadores especializados de los últimos mastodontes
y caballos primitivos, en un paisaje de vegetación
predominantemente abierta; de acuerdo con los hallazgos,
probablemente hace 7.000 a 6.000 años, el hombre
prehistórico acabó con la megafauna Pleistocénica
del altiplano Cundiboyacense y entonces predominaron pequeños
mamíferos, roedores y venados. De acuerdo con los
registros paleoecológicos, entre 6.000 y 5.000
años antes del presente hubo un período
de fuerte sequía que alteró los patrones
de ocupación y produjo una disminución considerable
de la población en la altiplanicie.
Hace unos 2.000 años se dio un gran salto; las
poblaciones sedentarias más densas y complejas,
con una organización social bien estructurada,
desarrollaron la cerámica y practicaron la agricultura
intensiva. En los altiplanos del sur del país la
ocupación paleoindia dejó su huella; sin
embargo, la evolución social de estos asentamientos
en los altiplanos del Nudo de los Pastos, estuvo fuertemente
relacionada con los procesos de ocupación de Los
Andes ecuatorianos y con la cultura dominante de los incas.
En la cordillera Oriental, en el altiplano Cundiboyacense,
los muiscas establecieron una de las culturas más
importantes de la Colombia precolombina.
PROCESOS ESPACIALES Y TRANSFORMACIÓN DEL
PAISAJE
Desde tiempos históricos, las características
ambientales de los altiplanos favorecieron el desarrollo
de la agricultura y la ganadería y el establecimiento
de grandes centros urbanos, así como la explotación
intensiva de recursos mineros, cuyos efectos sobre el
paisaje no se hicieron esperar; la disminución
de la biodiversidad ha sido el resultado de procesos de
fragmentación de los ecosistemas originales en
segmentos cada vez más pequeños y aislados,
donde muchas especies no pueden mantener sus poblaciones.
Lo que fue una matriz forestal, de selvas andinas y páramos,
se transformó rápidamente en un paisaje
cultural homogeneizado por la actividad del hombre, en
un mosaico complejo de agroecosistemas que domina los
altiplanos y en medio de este escenario se consolidan
las ciudades como grandes ecosistemas urbanos. A excepción
de algunos altiplanos localizados en los páramos,
los demás albergan grandes ciudades como Bogotá,
Popayán y Pasto o pequeñas poblaciones en
expansión, dispersas por toda la planicie. El funcionamiento
de las ciudades ha generado fuertes disturbios en todos
los componentes de los ecosistemas periféricos:
se han alterado la flora, la fauna, el suelo, el agua
y la atmósfera y sus efectos llegan hasta regiones
distantes.
El sistema hídrico se convirtió en el receptor
de los residuos de las ciudades; en un vertedero de desechos
industriales y domésticos que generó consecuencias
críticas para la salud pública y para la
conservación de la biodiversidad. Esta ha sido
la causa principal del segundo evento histórico
de extinción masiva en los altiplanos, principalmente
de los peces y las aves acuáticas.
Probablemente un tercer evento de extinción en
los altiplanos, especialmente en el gran altiplano cundiboyacense,
podría ser la desaparición de ecosistemas
completos. El enclave xerofítico de La Herrera
puede terminar convertido en canteras para extraer arenas
y gravillas para la construcción y el sistema lagunar
del altiplano de Ubaté y Chiquinquirá puede
colapsar debido a la incorporación de tierras para
la ganadería y la agricultura. Sin embargo, estas
son señales que nos indican la necesidad de hacer
ajustes inmediatos para volver a replantear el desarrollo
de las ciudades en los altiplanos y la conservación
y restauración de los ecosistemas.
Las nuevas tendencias en la organización espacial
del paisaje y en la ordenación del territorio incorporan
conceptos ecológicos, como el diseño de
corredores biológicos en los sistemas orográficos
periféricos de los altiplanos; se cree que se debe
conservar una la conectividad entre los cerros que rodean
los altiplanos y la planicie aluvial. El ejemplo más
sorprendente de conectividad espacial, que además
de ecosistemas naturales involucra un medio urbano, se
diseñó en el altiplano de la Sabana de Bogotá
y se conoce como «Paseo río Salitre»,
que está considerado como el corredor ambiental
más largo de Latinoamérica que une física
y ecológicamente los ecosistemas de los cerros
orientales de Bogotá con los humedales y el río
Bogotá, a través del sistema hídrico
Salitre; en este corredor se habilitaron más de
400 ha de zonas verdes, 43 km de senderos peatonales,
37 km de ciclorruta y se proyecta restaurar más
de 228 ha de humedales.
Las grandes ciudades de los altiplanos, Bogotá,
Tunja, Popayán y Pasto han encerrado en su proceso
de expansión urbana hábitats naturales como
quebradas, humedales y pequeños cerros del altiplano,
que aún conservan elementos importantes de la vida
silvestre y que a pesar de estar inmersos en una matriz
urbana deben ser conservados. Los ecosistemas urbanos
en su zona periférica presentan grandes conflictos
sociales y ambientales, por ser un frente dinámico
de expansión urbana, de transformación del
paisaje rural y pérdida de la agrobiodiversidad
y la cultura campesina.
En los altiplanos densamente poblados se observan indicadores
de alteración de los ecosistemas: deforestación,
erosión, pérdida de biodiversidad, contaminación,
disminución del recurso hídrico y por lo
tanto de la calidad de vida del hombre. Es urgente adoptar
las medidas necesarias en el ordenamiento del territorio,
para evitar que se llegue a niveles críticos e
irreversibles de deterioro.
Se debe limitar el uso de la tierra en los páramos
y los bosques altoandinos circundantes a los altiplanos,
que cada vez sufren mayor presión agrícola
y ganadera y seguir el ejemplo de la enorme población
campesina e indígena del sur del país, en
el Macizo Colombiano y en el Nudo de los Pastos, que ha
vivido siempre en estos ecosistemas y por tradición
sabe cómo utilizar estos recursos. Recientes iniciativas
internacionales buscan detectar los problemas en el bioma
de páramos de la región andina desde Bolivia
hasta Venezuela, lo que sin duda contribuirá a
encontrar soluciones para su conservación.
En los altiplanos, el paisaje de tierras planas constituye
la zona más compleja, en cuanto a la ocupación
y uso del espacio; por esta razón los problemas
ambientales se acercan a límites críticos;
es urgente buscar alternativas para un mejor manejo del
recurso hídrico, tanto en los procesos agroindustriales,
como en el control del vertimiento de las aguas residuales,
despertar la conciencia pública y generar un renovado
interés por conservar el ambiente, tal como ha
ocurrido recientemente con los humedales en los altiplanos
que forman parte importante del maravilloso paisaje de
la alta montaña tropical.