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CAPÍTULO 1

ALTIPLANOS DEL MUNDO

 

En as altas montañas de Mesoamérica —región localizada entre el sur de México y Costa Rica— y Los Andes, se establecieron sociedades complejas, gracias a que encontraron en los altiplanos un espacio geográfico estratégico para desarrollar una forma de vida original y muy avanzada; allí alcanzaron un conocimiento profundo del medio que los rodeaba y dejaron la huella de su sorprendente organización socioeconómica, política y cultural.

Aun en altiplanos que están por encima de los 4.000 msnm —altitud con grandes restricciones para la vida del hombre—, donde los terrenos son áridos y hay fenómenos climáticos adversos como las heladas, el hombre logró controlar la naturaleza y establecerse en forma permanente. El naturalista Alejandro de Humboldt, admirado por los asentamientos incas de la alta montaña expresó:

…«¿por qué el hombre ya culto y agricultor no se retira hacia aquellos climas felices, donde el suelo ofrece sin cuidado lo que en la zona fría y más pobre sólo logra a través de penoso trabajo? ¿qué es lo que obliga al indio en una altura de 3.313 metros (1.700 toesas), bajo el cielo helado y hostil a trabajar un suelo pedregoso, mientras que apenas a una jornada de un día de viaje distante de su rancho, se encuentran al pie de los Andes extensas llanuras fértiles y deshabitadas? ¿qué atractivo tiene una tierra donde en todas las épocas del año cae nieve, donde se congela todas las noches el agua y donde el suelo rocoso apenas está cubierto con unos pocos arbustos estropeados? Este aliciente es aquel de la patria; aquella causa determinante está basada en el poder de las costumbres…».

OCUPACIÓN DEL NORTE DE LOS ANDES

Las huellas de ocupación humana más antiguas del norte de Suramérica tienen aproximadamente 10 a 12 mil años. De acuerdo con hallazgos arqueológicos, los primeros pobladores que llegaron a la región Caribe y a las selvas de baja altitud fueron cazadores, pescadores y recolectores cuyo proceso de adaptación a los ecosistemas de selva tropical y de sabana fue muy lento. Aún no está claro qué los estimuló, o qué factores los obligaron a buscar nuevos territorios en las montañas.

Algunas hipótesis señalan que ante los diferentes eventos de cambio climático —períodos de sequía y aridez—, el hombre buscó refugio en las zonas altas. Tan pronto mejoró el clima del planeta, bandas de cazadores-recolectores procedentes de tierras bajas se establecieron con éxito en las altiplanicies de las montañas, donde encontraron condiciones ambientales más propicias, lejos de la amenaza de animales peligrosos y de la incidencia de las plagas y enfermedades del clima cálido. Estos hábitats también les proporcionaron abundantes fuentes de agua, suelos fértiles y cadenas montañosas que les sirvieron como barreras naturales contra posibles enemigos.

Siglos más tarde, en estos altiplanos se establecieron otros grupos humanos que a través de un largo proceso de adaptación y de desarrollo como sociedades organizadas, con mayor capacidad tecnológica para transformar el medio ambiente y utilizar los ecosistemas, se convirtieron en las grandes culturas de la América tropical. Según lo planteado por varios investigadores, en la medida en que el sistema socioeconómico modifica los sistemas biológicos, estos se adaptan al cambio y a su vez, las sociedades se ven obligadas a adaptarse a las modificaciones que han introducido, para también asimilar sus efectos, mediante un largo aprendizaje. Este proceso de interacción con el medio hizo que en los grandes altiplanos de Mesoamérica y Los Andes se desarrollaran técnicas similares en la construcción de complejos sistemas hidráulicos en los ambientes lacustres, para aumentar su productividad y así generar los excedentes de producción que les sirvieron para sostener una población cada vez mayor.

En las zonas tropicales la altitud permitió la existencia de un escalonamiento bioclimático representado en tres grandes franjas: la alta montaña fría, la montaña media de clima templado y la tierra caliente de baja altitud, hasta el nivel del mar. Durante un largo período de interacción con el medio, las culturas del altiplano descubrieron su posición estratégica y aprovecharon la diversidad de recursos y climas que ofrecían las vertientes y valles aledaños. Centros poblados de gran altitud explotaron al máximo este enorme potencial, lo que les permitió abastecerse con una diversidad de productos y mantener una alta densidad poblacional, muy superior a la de los pueblos vecinos de las zonas cálidas.

ALTIPLANOS DEL NUEVO MUNDO

La gran cordillera americana, entre Alaska y Tierra del Fuego en el extremo sur de la Patagonia, recorre cerca de 19.000 km por toda la costa del océano Pacífico; es una franja que tiene una fuerte actividad volcánica y presenta elevadas cúspides. Algunas de sus montañas —Montañas Rocosas, Sierra Madre y Los Andes— rodean amplias mesetas, como la de Estados Unidos —Gran Cuenca—, la de México y la de Bolivia, las cuales se constituyeron en grandes centros de población en tiempos prehispánicos, cuyos sistemas sociales, económicos, políticos y tecnológicos fueron muy avanzados.

LA MESETA MEXICANA

La planicie lacustre de la cuenca de México tiene una altitud de 2.240 m. Está rodeada por las montañas volcánicas de la Sierra Madre, cuyo pico más alto es el Popocatépetl con 5.465 msnm al sureste de la cuenca. En su periferia son comunes los bosques de pinos y de encinos y en las regiones más secas los matorrales xerófilos con una gran diversidad de plantas cactáceas y suculentas. Hacia el interior de la meseta se presenta una gran diversidad de lagos, algunos de agua dulce como el Xochimilco en el sur y otros salinos debido al drenaje interno, como el Texcoco en el norte, cuya vegetación halófila está especialmente adaptada a esta condición. Además de los aztecas de Teotihuacán, Texcoco y otros pueblos menores, existieron varias culturas que lentamente fundaron pequeños poblados en las márgenes de los lagos. El desarrollo de nuevas técnicas agrícolas basadas en el riego por inundación del subsuelo y en la construcción de canales, les permitió a los habitantes de la cuenca reemplazar los grandes herbívoros —base de su dieta— por la caza y recolección de productos de los lagos y de los canales que les suministraban varias especies de peces, aves acuáticas, ranas, insectos, ajolotes y acociles, con lo cual se generó un impresionante aumento de la densidad poblacional que los obligó a obtener grandes cantidades de materias primas y productos de las regiones aledañas.

Las investigaciones del antropólogo López Rosado revelan la magnitud de este intercambio; en el momento de máximo esplendor de los aztecas, su capital Tenochtitlán importaba de fuera de la cuenca 7.000 toneladas de maíz al año, 5.000 de frijol, 4.000 de amaranto seco, 40 de chile seco y 20 de semilla de cacao; también consumían grandes cantidades de pescado seco, miel de abejas, aguamiel de maguey, algodón, vainilla, frutas tropicales, pieles, plumas, maderas, leña, hule, cal, copal, sal, añil y muchos otros productos.

MESETA DEL TITICACA

Los Andes Centrales de Suramérica se abren en dos grandes ramales, aproximadamente entre los 15 y los 27 grados de latitud sur, que producen un efecto de abrigo sobre la meseta del Titicaca: la cordillera Oriental actúa como barrera orográfica hacia la Amazonia y la cordillera Occidental mira hacia el desierto de Atacama en la vertiente del Pacífico. La gran cordillera alcanza su máxima amplitud —900 km—, en los límites entre Perú y Bolivia, donde tiene una altura promedio de 3.800 m.

Esta meseta de origen lacustre tiene una temperatura media de 18°C, con valores mensuales que llegan a descender hasta 10 °C bajo cero en las regiones desérticas del sur. En parte de sus 2.000 km de largo y 200 de ancho aproximadamente, alberga el lago más grande de los Andes, el Titicaca, a 3.812 m de altitud, con una superficie media de 8.400 km2 y una profundidad de más de 250 m. El río Desaguadero, en su drenaje hacia el sur lo conecta con los lagos Uru Uru y Poopó y los salares Coipasa y Uyuni —el más extenso con 28.000 km2, que tienen una gran riqueza de minerales como litio y boro; más al sur hay otros salares menores, importantes para la avifauna y la nidificación de flamencos. En su sistema orográfico periférico presenta mesetas de origen volcánico, en diferentes grados de disección y degradación, constituidas por lavas, ignimbritas y tobas.

La extensa altiplanicie fue dominada por la cultura tiahuanaco de lengua aimara, que estableció su sede política y religiosa cerca al lago Titicaca y erigió uno de los centros ceremoniales más importante, uno de los hitos arqueológicos más conocidos, el Kalasasaya, un complejo recinto de monolitos que ha sido interpretado por algunos investigadores como parte de un sistema de información geoastronómica, con indicaciones de calendario solar, solsticios y equinoccios; la estructura monolítica más destacada es la «Puerta del Sol» que fue el epicentro del culto solar. Esta cultura sobrevivió hasta que los incas, en su proceso de expansión y dominio por los Andes Centrales y Andes del Sur, la sometieron en el siglo XV.

De acuerdo con el profesor Elías Mujica, la sociedad compleja más temprana de la cuenca norte del Titicaca fue pukara, cultura que se desarrolló en el área desde por lo menos el año 1200 a.C., cuando surgieron las primeras aldeas agroalfareras. Su centro, el pueblo de Pukara a orillas del lago, fue el primer asentamiento urbano del altiplano, establecido entre los años 250 a.C. y 380 d.C. En la actualidad las comunidades aimaras, quechuas, entre otras etnias del altiplano, son testigos silenciosos del esplendor que alcanzaron estas culturas. Sus tradiciones ancestrales, representadas en diferentes danzas y celebraciones de origen prehispánico y costumbres como la de masticar hoja de coca con fines medicinales y ceremoniales, se conservan casi intactas.

Las culturas del altiplano del Titicaca fueron fundamentales en la conservación del germoplasma de más de 200 variedades de papa silvestre y su proceso de domesticación fue adaptado a otros tubérculos importantes en la dieta de la población indígena de los Andes, como la oca o ibia, la mashua o cubio, el ullucu o chugua. Todavía se utiliza el chuño, técnica de conservación de la papa que consiste en deshidratarla y transformar sus carbohidratos mediante la exposición a las heladas nocturnas; se la protege con paja de los fuertes rayos del sol y pasados varios días se pisa para quitarle la piel y extraerle los líquidos, luego se deja en el río para que el agua la limpie; finalmente se deja secar durante 14 días, después de los cuales queda un alimento muy ligero y fácil de transportar y almacenar, que se conserva por largo tiempo.

El paisaje vegetal de los Andes cambia gradualmente de norte a sur, desde los Andes ecuatoriales —11° de latitud norte a los 8° de latitud sur—, dominados por vegetación de alta montaña ecuatorial y tropical húmeda, pasando por los 10° de latitud sur, en la cordillera Oriental del Perú, donde el clima es más seco y predominan elementos de la flora austral —paisaje de transición denominado localmente jalca—, hasta entrar en contacto con la Puna —10° a 27° de latitud sur—, formación que se localiza entre Perú, Bolivia, Chile y el norte de Argentina y se caracteriza por ser seca y fría, con grandes contrastes de temperatura durante todo el año y lluvias exclusivamente estivales. De acuerdo con el investigador Ángel Cabrera en la Puna —término de origen quichua que significa terreno elevado— se distinguen tres zonas bien marcadas: la húmeda, la seca y la árida.

En la actualidad en la parte septentrional y oriental está la Puna húmeda, zona de abundantes ríos y lagos, con una precipitación anual superior a los 400 mm, donde predominan extensos pajonales de ichu, un pasto alto muy resistente; se conservan algunos fragmentos aislados de kiswar, un pequeño árbol de hojas brillantes de la especie Buddleia coriacea y en las cañadas hay bosques riparios de alisos. Esta es la región de dos de las plantas más llamativas de Los Andes, la Puya raimondii, una roseta gigante, de hasta de 5 m de altura, que florece una sola vez en su vida en forma de una enorme espiga columnar cargada con abundante néctar y la totora, planta reconocida por su importancia económica, que se encuentra en el lago Titicaca y es utilizada en la construcción de embarcaciones, techos para viviendas, esteras, elaboración de artesanías y como alimento para animales. Los extensos totorales, en asociación con otras macrófitas acuáticas, constituyen hábitats importantes para sostener una gran diversidad de fauna, en especial de aves y anfibios. A pesar de las condiciones adversas del clima que llega a puntos críticos de congelamiento todas las noches, el altiplano conserva grandes mamíferos, como la alpaca, la llama, el guanaco y la vicuña, productora de lana muy fina.

La Puna seca o puna espinosa se encuentra al sur y oeste de la anterior, alberga matorrales de tola y cactus lanudos de varias especies mejor adaptados a la sequía. Tiene pocos ríos y lagunas y ciertas zonas pantanosas de turberas denominadas localmente bofedales, donde hay extensos cojines compactos y duros de la planta Distichia muscoides, que se constituyen en enclaves verdes en medio de la aridez circundante. Son comunes los salares, algunos con aguas termales, géiseres y fumarolas volcánicas como en el salar de Uyuni. En los nichos rocosos habitan pequeños mamíferos como la rata andina y la vizcacha, similar a un conejo grande.

La Puna muy árida o desértica, también conocida como puna de Atacama, cuya vegetación es muy escasa y dispersa, tiene precipitaciones inferiores a 100 mm anuales. No hay ríos ni lagunas y sólo excepcionalmente aparecen algunas cañadas. En cambio hay enormes salares o lagunas saladas como la Colorada, en la que nidifican tres especies de flamencos de alta montaña. En este ambiente, plantas en cojín como la yareta de la especie Azorella compacta, presentan especiales adaptaciones a las fluctuaciones diarias de altas y bajas temperaturas con heladas nocturnas, que en algunas regiones ocurren durante casi todo el año. En estas áridas tierras se encuentran algunas poblaciones del ñandú de la Puna, especie amenazada por la caza y el robo de sus huevos de gran tamaño.

Otros procesos geomorfológicos en los Andes Centrales dieron origen a altiplanos encajados en profundos valles. En la cuenca alta del río Vilcanota a 3.000 m de altitud, al noroccidente del gran altiplano del Titicaca se encuentra uno de origen fluvio-lacustre en el que se fundó Cuzco, capital del imperio incaico —Tahuan-tinsuyo— y siguiendo el curso del río por el valle sagrado, hay otro pequeño altiplano a 2.900 m de altitud, antes de llegar a las elevadas cumbres del legendario Machu Picchu, donde está el poblado de Pisac, que conserva desde la época de esplendor de los incas un complejo sistemas de terrazas de cultivo. Alrededor del altiplano se levantan escarpadas montañas de origen volcánico y sobre las duras rocas se erigieron magníficas fortalezas, cuyas ruinas de grandes bloques de piedra de perfecto acabado, a pesar de los siglos que han pasado desde su construcción, aún permanecen en buen estado de conservación.

ALTIPLANOS DEL VIEJO MUNDO

En el Viejo Mundo —Europa, Asia y África—, además del predominio de sus montañas antiguas, se encuentran estructuras de cordilleras formadas por plegamientos del Cenozoico, —menos de 65 millones de años—, como la cordillera del Atlas, los Alpes, los Cárpatos, la meseta de Irán y el Himalaya.

Estas estructuras de forma arqueada y disposición casi transversal en el globo, se localizan principalmente en la zona templada por encima del Trópico de Cáncer, en una franja de bajas precipitaciones; en consecuencia, las altiplanicies a gran altitud que en ellas se encuentran, tienden a presentar condiciones de extrema aridez y frío. También las montañas del viejo mundo y de la zona tropical africana, como el macizo Ruwenzori, los montes Elgón o los montes Virunga, pasaron por los diferentes períodos glaciares durante el Plio~Pleistoceno —hace 600.000 a 10.000 años—, pero en sus paisajes son menos notorias la fuerzas modeladoras de los glaciares, que en los de los Andes ecuatoriales tropicales.

En torno a estos sistemas jóvenes se encuentran cuencas sedimentarias y macizos antiguos compuestos por rocas cristalinas del Mesozoico —150 millones de años— y del Paleozoico —350 millones de años— que formaron grandes mesetas; durante millones de años sus relieves han sido tallados por fuerzas erosivas que originaron extensos valles y altiplanicies.

MESETA IBÉRICA

La Meseta Ibérica es una extensa altiplanicie cuya historia geológica se remonta a más de 500 millones de años. Profundos sedimentos marinos la cubrieron y formaron una cuenca sedimentaria que emergió a más de 1000 msnm, hace 360 millones de años y dio origen a un complejo relieve compuesto por rocas sedimentarias, metamórficas y plutónicas. Está rodeada al norte por la cordillera Cantábrica y al sur por la Sierra Morena y la Sierra Nevada, que tiene el pico más alto de la Península, con 3.500 m de altitud aproximadamente.

La altiplanicie es drenada por tres grandes ríos; en el norte el Duero recorre 100 km de una comarca reconocida por sus famosos viñedos de altiplanicie; hacia el centro es surcada por el Tajo y al sur por el Guadalquivir. Los procesos erosivos han modelado su paisaje actual que alcanza una altitud media de 600 msnm, donde se destaca el relieve calizo o cársico modelado con formas típicas de dolinas —depresiones en el terreno con drenaje interior—, esculturas naturales sorprendentes de forma columnar denominadas «torcas» y profundas cuevas, algunas consideradas de gran importancia histórica y arqueológica.

ALTIPLANOS DE ÁFRICA

El río más largo del mundo, el Nilo, recorre 6.671 km a través de inhóspitos cañones selváticos, pantanos, los desiertos de Sudán y Egipto y pasa por el Cairo, hasta verter sus aguas y sedimentos en la cuenca del mar Mediterráneo entre el Canal de Suez y la legendaria Alejandría. Nace en dos grandes fuentes en altiplanos lacustres de las húmedas montañas africanas: la del río Nilo Azul que se origina en la meseta Etíope a 2.900 m de altitud y la del Nilo Blanco en el Lago Victoria a 1.134 m de altitud.

EL LAGO VICTORIA

Un acontecimiento tectónico extraordinario en el sistema montañoso de la zona tropical del oriente de África fue el hundimiento de la masa continental que dio origen al valle del Rift, una de las fracturas más profundas del continente, de más de 4.000 m. Los hundimientos y desplazamientos de bloques de la corteza terrestre formaron grandes lagos tan profundos como el Tanganika de 1.435 m de profundidad, o tan extensos como el Victoria, uno de los más grandes del planeta con 68.800 km2 y una profundidad media de 40m. Los extensos terrenos en su franja riparia de poca profundidad dan forma a un gran altiplano lacustre de tierras fértiles con una altitud de 1.000 a 1.500 m.

El clima cálido de la región favorece el desarrollo de selvas húmedas en las laderas montañosas y de sabanas arboladas y herbáceas, donde predominan la ganadería y la agricultura de maíz y mijo; en el relieve mejor drenado de las colinas adyacentes se extienden las plantaciones de té, café y los platanales. En el litoral del lago está Kampala, la capital, que concentra la mayoría de la población, dedicada principalmente a la pesca fluvial y lacustre.

En el sistema orográfico periférico a estas grandes altiplanicies sobresale el monte Kilimanjaro en Tanzania, el pico volcánico más alto de África, con 5.899 m de altitud. La vegetación más sorprendente de esta zona está conformada por los árboles con penachos de hojas en forma de rosetas gigantes del género Dendrosenecio, con formas y adaptaciones fisiológicas similares a los frailejones de los páramos del norte de los Andes; otras especies forman bosques densos con bambúes, en las montañas, desde los 2.400 m de altitud, hasta las cumbres volcánicas, hábitat de las últimas poblaciones de gorilas salvajes.

LA MONTAÑA DE LA TABLA

En el extremo sur de África, al lado de Ciudad del Cabo, se encuentran mesetas de origen basáltico y lava volcánica de más de 250 millones de años, que emergen a una altitud media de 2.000 m y que forman parte de la cordillera de Drakensberg; algunas formaciones son extraordinariamente planas con pliegues horizontales. La Montaña de la Tabla con 1.000 m de altitud, formada en rocas muy antiguas del Paleozoico inferior —hace 350’000.000 de años, permanece incólume frente al océano.

La vegetación de la meseta presenta una gran diversidad de arbustos de hojas pequeñas y resistentes a la sequía, que se conocen localmente como fynbos —matorral hermoso— dominado por plantas de extraordinaria belleza de la familia de las Proteáceas a la que pertenece la flor nacional de Suráfrica. Esta familia de plantas refleja las conexiones continentales de un pasado remoto entre las floras de Australia, África del Sur y Suramérica. De la gran diversidad de aves —3.000 especies—, un grupo se ha especializado como nectarívoras o libadoras de néctar y desempeñan una función similar a la de los colibríes del Nuevo Mundo; este fenómeno, conocido como convergencia, obedece a complejos procesos de formación, aislamiento, colonización y adaptación de nuevas especies a los ecosistemas de alta montaña. La comparación entre comunidades de aves de los ecosistemas de alta montaña tropical de los Andes y África y de la zona templada del Tibet, muestra, en diferentes grupos de aves, respuestas similares de adaptación a las condiciones ambientales, para competir exitosamente en los hábitats de la alta montaña.

MESETA DEL TIBET

En tierras altas de Asia, al norte del Himalaya se levanta la Meseta del Tíbet, la más elevada del mundo, a más de 5.000 msnm. Es conocida como el Techo del Mundo y ocupa 2,5 millones de kilómetros cuadrados de superficie, más del doble de la superficie de Colombia; las condiciones ambientales de extrema aridez de esta altiplanicie se deben a la influencia de las enormes barreras montañosas del Himalaya. En estas condiciones adversas también floreció una cultura que ha aprovechado la ventaja de vivir en los ambientes inexpugnables, casi desérticos, de la alta montaña de la zona templada del planeta, para convertirse en «guardián espiritual» de las tradiciones y conocimientos del pueblo tibetano y conservar desde tiempos remotos un legado cultural invaluable para la humanidad.

Extensas praderas de pastizales cortos, aproximadamente 82 millones de ha, cubren las montañas hasta los 5.000 m de altitud, límite de las nieves; en éstas hay 17 tipos de pastos que sustentan una rica y variada fauna. Buena parte de las praderas están dedicadas al pastoreo de grandes manadas de buey almizclero, tradicionalmente conocido como yak, que se constituye en un alimento básico y en un importante medio de transporte. En pequeñas planicies cuyo clima es más favorable se cultiva la cebada, cereal fundamental para la alimentación de los tibetanos
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